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Zoofilia por quezorallado

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Notas del capitulo: y hasta aqi este pobre (pobre estilo, pobre trama, pobre sintaxis, pobre creatividad-...-)
mm_ aunqe considero las amenazas d bebaah...
Disclaimer:
DN no es mío, "putillístico"/ "cagón"- invención de nana

Zoofilia

 

 

Capítulo 5 > Missing: Mello’s Sanity

 

La excitación. La cordura perdida. Los pecados. El peso en la espalda.

 

Un gemido.

 

Un gemido del pelirrojo bastó para sacarle de aquel mundo de papel en el que se había visto envuelto, en finos y suaves trozos de colores estridentes.

- ¿Pero qué estoy... haciendo...?- Se preguntó sudando, asustado y más que nada arrepentido, llevándose ambas manos a la cabeza, presionando fuertemente sus ojos.

-Mello...- Oyó llamar a su cachorro, y vaciló rápidamente, más como un reflejo.- ¿...No vas a seguir?- Balbuceó tallándose un ojo.

Debido a la presión ejercida en sus ojos no pudo ver con claridad inmediatamente. Tampoco pudo darse el tiempo para comprender completamente lo que el canino había dicho. Y cuando por fin su vista ya no estaba nublada, al cabo de unas pocas milésimas de segundos, vio en el rostro de su cachorro; mejillas ruborizadas, ojos que desprendían  pequeñas lágrimas de sueño, y de la curvatura de sus labios caía elegantemente un hilo de saliva; al igual que él, su cuerpo estaba sofocado. Sin embargo no notó ninguna mala intención de parte de su cachorro, totalmente ajeno a sus acciones.

Se preguntó si realmente lo ignoraba, o si había decidido hacerse el tonto.

-¿Qué?- Salió de la entumida boca del rubio, aún debatiendo consigo mismo.

- No lo haces muy a menudo... Pero es que... - Se limpió la boca y los ojos.- Me gusta que me acaricies ¿Sabes? Después de todo soy un perro.- Se encogió de hombros.- Es mi naturaleza, creo.

- Supongo que tienes razón.- Respondió aliviado mientras se ponía de pie junto al sofá. Apoyó una mano en la cara del pelirrojo y se levantó por completo, empujándolo hacia abajo.

- ¡Gah...! ¡Oye!

- Tu cara es un buen... Lo que sea para apoyarme.- Bostezó mientras caminaba hacia la cama.

- Pensándolo bien ya deberías estar dormido.- Le recordó sólo para molestarlo.- Mañana tienes que tra-ba-jar.

- Si, realmente tengo sueño...

Sueño. Eso era.

Mello estaba al tanto de que andar somnoliento no era una buena idea, traía consecuencias como ésta y aún peores. Lo mejor era alejarse y dormir. Y olvidar…

 

-Mello… Dueño, dueño…- llamaba la voz de cierto cachorro.

-¿Qué…? Matt- Dijo en tono de interrogación.- Qué SE supone que estás haciendo encima mío.

El canino no respondió, en cambio, hizo a un lado las sábanas y acarició la piel del rubio.

- ¿ Matt?

El pelirrojo natural lanzó a su dueño una lasciva mirada, seduciéndolo fácilmente, entonces el rubio ya no opuso resistencia. Ascendió hasta la altura de sus ojos y mordió su lóbulo, posteriormente siguió con su cuello, hasta dejarle leves tonos rosas que más tarde enrojecerían por completo; tomó con ambas manos el rostro de su dueño y, acercándose lentamente susurró:

- Enfermo.

 

Abrió los ojos de golpe el rubio, encontrándose solo en esa pequeña cama, jadeante y confundido, y con una clara erección. (N/A: oh my gay ¬¬ un sueño ni yo me lo esperaba…). Se incorporó rápidamente y buscó con la vista el sofá, donde el pelirrojo dormía haciendo ruidos al respirar. Su cerebro logró ponerse a trabajar y una sensación de alivio seguida de una de culpa recorrió su todavía excitado cuerpo.

- Por Dios, soy un enfermo…- Se reprochó llevando una mano hasta su rostro y apoyando el codo en su rodilla.- Piensa en algo feo, piensa en algo feo.- Se repitió mentalmente.

Recordó la vez en que encontró a Dexter, su vecino de al lado, y a la puta Gómez del tercer piso en pleno acto y… Bien, ya no tenía erección.

Oyó acercándose la lluvia. Ya lo veía venir. Maldita sea, cómo odiaba la lluvia.

Se enfocó nuevamente en el sueño… ¿O pesadilla?... Movió la cabeza de un lado a otro ¿Acaso importaba eso? Reflexionó un poco y atribuyó aquella fantasía enferma a la carencia de sueño, pues era conciente de los errores que cometía estando privado de éste. Siempre se estaba limitando a lo que pudiera quitárselo, ya sea juegos de video, una porno, la cafeína y el trabajo.

Ah, mierda, el trabajo. Miró en dirección contraria al reloj digital de la mesita de noche; lo menos que quería era enterarse de cuanto le quedaba siendo un vago.

La ventana no era muy interesante; gotas que colisionaban con el vidrio, mosquitos y bichos varios pegados quién sabe desde cuando, el edificio de enfrente… Mejor no mirar ahí. Vamos, podía ver perfectamente lo que hacían la pareja de lesbianas en la habitación contraria a la suya.

Desvió la mirada, evitando cualquier otra erección y se dejó caer en el húmedo colchón. El sólo imaginarse que, en no sabía cuántas horas, tendría que pasearse por la ciudad en una motocicleta mugrosa, repartiendo quién sabe qué, lo estresaba y lo llenaba de deseos de golpear a cierto pelirrojo natural.

Finalmente, harto del monólogo interno, ladeó su cuerpo en dirección a la pared, dándole la espalda a todo lo demás en la habitación y se dejó caer en los brazos de Morfeo, no literalmente.

 

Despertó en el piso, maldiciendo a Gevanni, por ser el primer nombre que se le vino a la mente. Estaba solo en la habitación.

Ah, claro, el trabajo del rubio. Se maldijo a sí mismo por no estar ahí despierto para verle escandalizado y emputado por el sólo hecho de levantarse temprano.

Sin levantarse del piso, buscó entre los cojines del sillón la cajetilla de cigarros que había dejado ahí la noche anterior (como todas las noches). Su mano salió con un objeto rugoso y desconocido. “Yo no dejé eso ahí” pensó. Era un papel, “Queridísimo Matt, muérete.” Arrugó en su mano la nota y la lanzó, realizando un trayecto en el aire de diez centímetros y cayendo en línea vertical luego. Matt lo miró con odio y eventualmente lo rompió en trocitos pequeños.

¡Mierda! ¡Mierda, mierda, mierda! ¿Qué iba a hacer sin su cigarrillo matutino? ¿Y el de medio día? ¿Y el de la tarde? ¿Y el de la cena? ¿Y el de…? De… ¡Qué carajos, quería sus cigarros!

Intentó pensar (N/A:OMG) en una venganza, pero le dio flojera y se acostó en la no tan apacible pero más blanda que su sofá, cama del rubio. Se preguntó cómo él podía dormir en un sofá así de incómodo. Sin embargo, la mueca jodida la cambió por una burlesca al recordarlo.

- ¿Qué estará haciendo ese chocofílico?- Hizo una pausa.- A menos que ya lo hayan corrido, con el puto genio que tiene…

Buscó el control remoto y encendió la televisión.

 

El viento chocaba contra el casco, cómo odiaba usarlo, él quería sentir esa violenta brisa en su rostro… ¡A la mierda con sus putillísticas reglas!

Después de entregar el misterioso, enigmático, abstruso y secreto paquete, por el que no sentía curiosidad alguna, para nada, todo lo contrarío según él; regresó en la moto a la oficina de correos ¡Sin casco!

Su cabello revoloteaba más intensamente cada que aumentaba la velocidad. Por un momento se sintió tan libre; ahí en esa ciudad trabajando como todos los demás. Sonrió a tal pensamiento. Él no era parte del montón, eso lo tenía claro. “Así que el idiota no es como todos” se burló de si mismo.

 

Miró con detenimiento el reloj digital, que dictaba las siete y media de la tarde. Se estaba empezando a impacientar en la espera de su dueño. Hasta ahora, Doroty, la planta del corredor que nadie tomaba en cuenta, el orégano de la cocina del primer piso, y ciertos polvos raros que encontró en la habitación de Dexter, eran lo único que había podido fumarse; así de desesperado, porque al imbécil de su dueño le dio por esconder sus cigarros y… ¡¿Cuándo demonios iba a llegar?!

Quizás lo despidieron de su trabajo y se fue a tomar. Quizás lo atropellaron y está en la UTI. Quizás el trabajo era realmente pesado.

-Pero Mello dijo que era fácil. Tanto como para hacerlo con los ojos cerrados.

¿¡Pero entonces qué putas de trabajo era!? ¿Acaso ese chocofílico de mierda se metería en algo así sólo para…?

-¡Maldita sea!- Gritó pataleando sobre la cama.- ¡Llega de una puta y mugrosa mierda de vez!

Esperó en la cama (?) un rato y, guiado por la desesperación, se paró en frente de la puerta. Divagó acerca de si los polvos de Dexter le estaban haciendo efecto. Se sentó en el piso sin quitarle los ojos de encima a la puerta, como si eso hiciera aparecer al rubio. Más tarde cambió de posición, apoyándose en la pared. Y luego se recostó sobre el piso.

Oh, cómo extrañaba esos filtros rellenos de exquisito tabaco, calando su cuerpo, llenándolo de una incontenible tranquilidad y atrapándolo en el onírico globo del nirvana. Y, para variar, la tele (sin cable) estaba más aburrida que Doko mojado (N/A: u_ú bueno ya, no se me ocurrió ningún chiste de perros 88). En un canal, esa película olvidable y cursi (la cual irónicamente recordaba) sobre la muchacha que quiere ser un porta CD’s, pero su abuela moribunda le prohíbe llamarse Pepa porque en sus años dorados tenía ganas de saltar en caca derretida pero era inválida, y termina todo cuando el príncipe de los teclados la convierte en una taza de café y viven felices para siempre; en otro, Lazy Town (que era lo más interesante); una repetición vieja de una comedia brasilera; y el tonto reportaje sobre los humanos. Demonios, el tema de Kira todavía era rentable después de tantos años, y el reportaje servía de gancho para un programa con esa temática. El tipo había asesinado a muchos humanos y todo, pero era algo pasado, a pesar de que el racismo continuara estremeciendo el país. Oh, que pensamiento tan ignorante e inconciente.

-Se nota que es una ideología vigente.- Reflexionó el pelirrojo natural.

El ruido de un motor deteniéndose, proveniente de la calle, lo sacó de su momento intelectual y se asomó por la ventana. Suspiró. Esa cabellera revuelta era inconfundible. Esperó entonces a que llegara, con una sonrisa de oreja a oreja, apoyando su cara en sus manos y sus codos en el marco de la ventana, moviendo la cola de un lado a otro.

Transcurrido el tiempo suficiente para entrar al edificio, subir las escaleras y llegar a la habitación, el ojiverde se extrañó ante la ausencia de su dueño.

- ¿Me he equivocado…? Imposible.- Se corrigió inmediatamente.

Bajó al primer piso, buscando por el ojiazúl y, al pasar junto a la habitación de la dueña del hostal se detuvo casi por reflejo.

- Juraría que oí mi nombre.- Pensó.

-Fuiste con tu hermanito.- Decía la rubia.- ¿Estás así por eso? ¿O es que estás cansado por el trabajo?- Interrogó en tono comprensivo, casi maternal.

Intuyó (obviamente) que hablaba con su dueño, y se apresuró en buscar el agujero por el que espiaba el mono Dexter.

Momento ¿Estaba espiando…? -Ya qué… No tengo nada más que hacer.- Se encogió de hombros.

La rubia, algo inquieta, estaba frente al ojiazúl en el sillón unitario; mientras que él permanecía sentado con la cabeza gacha, apoyándola en su palma y su codo en el brazo del sofá más grande.

- Halle…- Musitó en un suspiro con dificultad el rubio.

No era difícil darse cuenta de la seriedad y la tensión del momento. Era algo privado entre esos dos. El pelirrojo se sintió acomplejado, muy distante. Y una patada en el estómago le advirtió que debía retirarse.

Sintió como si todo lo que se había fumado y comido en el día quisiera salir hasta vomitarse a sí mismo.

De todos modos, podía esperar a su dueño en la habitación.

 

La rubia parecía no tener palabras y su boca se había abierto levemente, fulminando con la mirada al ojiazúl.

- No me mires así y dime algo.- Rogó el rubio, arrastrando su palma a través de su rostro.

- Mihael… - Llevó sus dedos índice y pulgar hasta su entrecejo, cerrando los ojos.- Estás masturbado de la cabeza… (N/A: frase robada de Sin compromisos)

Parecía cansada e idiotizada.

- Yo no sabía qué estaba haciendo- Se excusó agachando aún más la cabeza.- No sabía pero sí sabía, no sé… No sé como explicarlo. Cuando me di cuenta… Tú sabes que cuando tengo sueño… ¿Qué piensas?

La rubia se limitó a suspirar.

- Que deberías ir a un psicólogo, pero ya sabemos que eso no se puede.

- ¿Y entonces?

Ambos permanecieron en silencio.

-Puede ser- Comenzó la rubia, llamando la atención del otro.- Digo, ya sabes… Esta ciudad y las personas en ella… ¿Crees que estás bien viviendo aquí?- El menor la miró con recelo y angustia.- Ya sabes por qué lo digo, Mihael.- Le reprendió.

- No estás ayudando…

- No es que deba hacerlo ¿Tienes una mínima idea de lo que hiciste?- El menor se rascó la cabeza con desgano.- ¿Y Matt?

- No creo que se haya dado cuenta.

- ¿No crees o no lo hizo?

- No lo hizo, no pudo haberlo hecho, Halle.- Repuso pasando su mano a su nuca.

- Eso espero.- Continuó.- ¿Y qué harás si llega a pasar otra vez? ¿Y si la siguiente es peor? ¿No crees que es injusto para Matt?- El menor no contestó, en cambió se debatió consigo mismo las interrogantes hechas por la mayor.- Mihael, tú tienes un problema.- Agregó.-… Y estás enfermo.

-… Estoy al tanto.- Correspondió a la acusación.

- Para Matt y para ti, lo mejor sería que…

El rubio abrió los ojos más de lo normal, eso era justamente lo que no quería escuchar.

- ¿Qué crees que pasará cuando se entere? No es que los animales de su tipo se lleven bien con… Bueno, tú.- Se contuvo, intentando sonar lo menos hiriente que pudo.

- Lo voy a remediar, sólo necesito algo de tiempo y  recobrar las fuerzas.- Dijo más para sí mismo que para la rubia, quien notó cierta desesperación en sus palabras.

Si bien el rubio era todo un dolor de cabeza, lo veía como un hermano menor al que debía proteger, incluso si eso le hacía daño, a ambos.

- Voy a decírselo.

El rubio frunció el ceño.

- Ya le dijiste.

-No estoy hablando de eso… Se lo voy a contar, todo, Mihael.

El silencio se hizo presente…

 

Ya que el menor se había desahogado (y que la rubia tenía visita), abandonó la estancia enseguida, dejando solos a la perra y al zorro.

-El enano debería cuidar mejor de él.- Pensó mientras se dirigía a su habitación.

Cuando entró en ella el aire estaba algo tenso y un extraño sentimiento de malestar lo embargó por completo.

- ¿Matt?- Llamó dejando su chaqueta en el sofá y adentrándose en el lugar.

Oyó algunos ruidos en el baño y se asomó por la puerta, encontrándose con su cachorro sentado junto a la taza del baño y medio moribundo.

- Meeeelloooo.- Balbuceó mientras se volteaba llorando litros de lágrimas.- Me dueeeleeee.- Lloriqueó apareciendo de pronto con un traje de cocodrilo.

- No me digas que… A Doroty… ¿Te la fumaste?- Preguntó con expresión de “Xumare, lo sabía”- Ains, Matt, ¿Qué voy a hacer contigo?

- ¿Es eso una insinuación?- Al parecer, aún tenía fuerzas para eso.

- ¿A ti? ¿En el estado en que estás?- Se burló tomándose el cabello en una cola de caballo y sentándose junto al pelirrojo natural.- Qué sexy.

- Cállate. Es tu culpa por llevarte mis cigarros.- Se defendió y, sintiendo nuevamente las nauseas, hundió la cabeza en el inodoro, bastante asqueroso.

- Mira a lo que te llevan.- Dijo acariciando la espalda del canino, quien le miró curioso.- Te los daré de todos modos.- Aceptó sin importarle mucho, mientras el ojiverde seguía vomitando.

- Entonces no te los hubieras llevado.- Frunció el ceño con las pocas fuerzas que tenía y apenas enfadándose por la misma razón.- Es tu culpa.

 

De una en una, las palabras de la rubia volvieron a cruzarse por su mente.

Notas finales: Matt: Primera vez ¿Eh, Mello? 1313
Mello: ¿Y tú alguna vez lo has hecho? ¬¬
Matt: Ay, no ¡yo aún soy virgen!- con voz afeminada-
Mello: Si, cómo no.
Matt: ... Cagón T_T
Mello: ¬¬* ¿Sabes Matt? Doroty no era una planta dañina por sí sola.
Matt: ¿Y? -.-
Mello: ¿Sabes por qué te hizo vomitar hasta tu bilis?
Matt: noooo o_o...?
Mello: >:D Porque el mono Dexter tiene unos hábitos de higiene bastante malos y por eso--
Matt: >.< ¡No! ¡Noooo! ¡Cállate, cállate!

oOOo
bien ehh... eso...
*piensa por unos 5 minutos q escribir*
no tengo nada más q decir -.-
nota: Doko es una marca de comida para p

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