-No mires atrás. Se que puedes seguir sin mi.
Fueron las últimas palabras que Shaka dijo telepáticamente a Aioria antes de morir. Aunque no eran completamente ciertas, Leo no lo podía olvidar, a diario estaba hasta tarde pensando en él. Se levantó de enfrente de su altar, apagó la vela junto a la figura de Buda y subió a la cama metiéndose entre las sábanas, frías, incómodas y escalofriantemente solitarias desde que Shaka había muerto. Aioria se preguntaba por que el sobrevivió al poder de dos exclamaciones de Athena, por que no ocupó el lugar de Shaka, hubiera preferido morir antes que pasar una vida sin su caballero dorado.
-Aioria…
Leo abrió los ojos intentando sacudirse el sueño, la voz que lo llamaba era demasiado familiar. Cuando volteó, logró ver de quien provenía esa angelical voz.
-Shaka…
Aioria se sentó en la cama para comprobar si eso no era una ilusión de sus emociones
-Pero tú…es imposible
Shaka subió a la cama y se sentó frente a Aioria. …l león rodeó la cintura de Virgo con sus brazos y levantó el rostro para ver a su amante.
-Te extrañaba, mucho.
-Shh, no digas nada. Solo limítate a abrazarme
Shaka hundió su rostro en el cabello de Aioria y puso su mano sobre la mejilla de Leo, quien sólo hasta ese momento se dio cuenta de que estaba llorando. El león cerró sus ojos y recorrió todo el cuello de Shaka con la boca hasta que los labios de ambos caballeros se encontraron. Virgo contra Leo, Aioria nunca había sentido tanta necesidad de tener a Shaka cerca. Aunque fuera por solo unos segundos, los aprovecharía como si fueran los últimos de su vida.
Entonces… Shaka se desvaneció entre sus brazos, Aioria se encontró a si mismo buscando un cuerpo invisible en el aire.
-NOO!
Aioria se levantó de la cama, sobresaltado, jadeando y con la vista totalmente nublada a causa de las lágrimas que rodaban por sus mejillas y caían sobre la almohada. De nuevo estaba solo, como lo estuvo todo ese día y como pasaría varios más.
-Shaka, Shaka… Shaka!
Aioria golpeó la cama con los puños, eso era un sueño, un hermoso y a la vez terrible sueño, de otra forma era imposible que Shaka hubiera estado frente a él. Apretó con tanta fuerza las sábanas que sus nudillos se pusieron blancos, pero ahora lo que aprisionaban sus manos no era el satín blanco al que estaba acostumbrado.
Sobre la cama había miles de pétalos de los árboles gemelos de Sales. Aioria tomó un puñado de ellos y los acercó a su corazón mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro, uno de esos pétalos tenía escrito con sangre: “Sobrevive. Te amo”
Leo se volvió a acostar en la cama y terminó profundamente dormido con los pétalos entre sus dedos.
Después de todo ese sueño no era del todo un sueño. Y nunca iba a estar solo como él creía.
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