Hoy Sara tenía una propuesta especial que hacerle a su amiga Diana. Esa mañana en el instituto había tenido tutoría a última hora, y el tutor les había preguntado que qué canción le dedicarían a alguien importante. Después de preguntárselo a su madre, a su hermana pequeña, y llamar a tres amigas por teléfono, había salido corriendo de casa dispuesta a hacerle la misma pregunta a Di. Diana no era su mejor amiga, pero sí la chica a la que iban a parar todas sus confidencias más intimas, por la asombrosa capacidad que tenía de no juzgar nada. Eso a Sara le gustaba. A pesar de que Diana no fuese una persona muy sociable, y hubiera que arrastrarla a la hora de salir a la calle.
Llegó a su casa en una exhalación, sonriendo mientras se abalanzaba sobre el timbre para llamar con insistencia, ganándose la mirada de reproche de los vecinos.
Diana, completamente adormilada después de su siesta, se las apañó para abrir la puerta, al tiempo que una alegre Sara se le tiraba encima para besar insistentemente sus mejillas. A duras penas, alejándose ligeramente de ella consiguió evitar su sonrojo. Sara sólo sonrió, achacándolo a su timidez. "Si tú supieras...", pensó Diana con su ya característica sonrisa triste. Sara, para complicar las cosas, se colgó de su cuello para susurrarle al oído:
-¿Tú qué canción me dedicarías?
Diana se quedó en blanco. Entre tener a Sara con una minifalda vaquera y una camiseta roja (lo que le hizo pensar que ella con pantalones anchos verde oscuro y camiseta de tirantes negra hasta las rodillas no estaba muy presentable) y la pregunta tan extraña que le había hecho... La miró confusa, y Sara le sonrió pícaramente:
-En tutoría hemos estado hablando de eso, me faltaba la tuya. Seguro que es muy especial.
Diana sonrió al ver como denominada Sara sus gustos, "especial". Era de esas cosas que casi nunca le decían. Y le hacía sentir ciertamente bien.
-¿No tengo un plus de tiempo o algo?
Se dio el gusto de estrecharla con fuerza entre sus brazos, a lo que Sara respondió con una gran sonrisa.
Sara reflexionó unos instantes:
-¿Hasta cuando?
Diana sonrió de medio lado:
-Creo que para el 14 de septiembre lo tendré listo.
Sara la miró, perpleja:
-Ese día es mi cumpleaños.
-Entonces tendrás un regalo "especial".
Tres semanas más tarde...
Sara se tiraba en su cama con aire cansado. La tarde de su cumpleaños había sido genial, y la noche aún mejor. Sonrió al recordar al chico que le había pedido su móvil mientras ella lelo había dado corriendo. Culpa de él por estar tan bueno. Últimamente no encontraba rubios. Sólo conocía chicas. Ella era castaña, con los ojos azul cielo y la piel dorada por el sol de toso el verano.
Su móvil sonó, sin meter mucho escándalo, mientras ella lo acallaba enseguida, que ya eran las tres de la mañana. Era un mensaje. Podía ser el chico, pero no solían ser tan desesperados.
Para su sorpresa, era de Diana: "¿Te queda espacio para un regalo más? Ven a por él, te espero en el patio de casa".
No muy contenta con salir sola de noche, se escabulló rápidamente hasta la casa de Diana, y se colo en el patio por la verja.
De repente, empezó a sonar música, y poco después, una voz cantando:
Cada vez, que algo ha ido mal
Siempre estabas a mi lado
Intentándome ayudar...
Para su sorpresa, Diana había improvisado un grupo y un escenario, miró a los integrantes del grupo, tapados por máscaras, y a Diana, con su pelo rubio suelto y sus ojos verdes mirándola con intensidad. "Qué clase de chicos te gustan?" Recordó que le habían preguntado. "Rubio y de ojos verdes" Dijo ella de inmediato.
Cada vez, que hemos hecho una canción
Con paciencia has escuchado
Los frutos de la ilusión.
Cuantas horas has pasado
Escuchándome hablar
Relatando mis proyectos
Y mi forma de pensar
No creas que no agradezco
Lo que tu has hecho por mí
Por que tú, me has hecho feliz...
Comenzó a sentir como la embargaba una emoción muda conforme Diana iba cantando.
Has cambiado mi vida
Y creo que para bien
Y mi mente nunca olvida
El día en que té encontré
Cuando duermo en tu regazo
Siento una inmensa paz
Junto a ti, yo estoy seguro
Siempre hay tranquilidad
En este mundo de locos
Tú eres mi salvación
Eres la cima del mundo
Que existe a mí alrededor
Solo un día me pediste
Que te hiciera una canción
Y hoy por fin, tu deseo se cumplió...
Recordó el momento. "¿Tú qué canción me dedicarías?" Sonrió.
Oh amor, sé que el fuego perdurará
Aunque pasen mil años, ya nada lo apagará
Amor sé, que tú eres para mí
Esa chispa de vida que me ayuda a seguir
Me ayuda a luchar, junto a ti... Sí
Oh amor, sé que el fuego perdurará
Aunque pasen mil años, ya nada lo apagará
Oh amor sé, que tú eres para mí
Esa chispa de vida que me ayuda a seguir
Me ayuda a luchar, junto a ti...
Si el final le pareció un poco raro, más se lo pareció que conforme la canción iba acabando, Diana se iba acercando más a ella, hasta acorralarla contra una pared, para besarla lentamente.
Notó las lágrimas de Di contra su cara, y sonrió dulcemente sin romper el beso. Por que no hay que juzgar a los demás.
Correspondió gradualmente al beso, hasta que sus lenguas se enzarzaron en una lucha sin clara vencedora. Cortaron el beso, sonriéndose la una a la otra. Di la acompañó a casa.
Ya en su cuarto, Sara reflexionó. Puedo que mañana se comportase como si nada o hubiese pasado, o puede, pensó, llevándose una mano a los labios, que no. Al final, sólo le quedó claro que pasaba del rubio que tan insistentemente le había pedido su teléfono.
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