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Into the dark por Jane Star Kage

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Notas del fanfic:

Este fic fue hecho cómo regalo para Yuullen. Está enfermita, y como parte de su f-list, es mí deber mimarla y añoñarla, que viene a ser lo mismo. Además, este es mi regalo de cumpleaños, hiper-archi-mega-recontra-atrazado.

Pareja: Eiji/Syuichiro. Mencion del resto del equipo.

Y con esto es una menos a la que tengo que regalarle algo mientras fics escriba.

Espero les guste.

Into The Dark

Las lágrimas viajaban por sus mejillas mientras corría dentro del interior de la escuela. Quería gritar, pero eso no sería lógico. ¿Quién gritaría estando atrapado en un recinto lleno de muertos y con un asesino buscándole? Nadie en su sano juicio.

Las puertas estaban cerradas con cadenas, ya las había revisado bien. Sólo le quedaba una opción, correr. Puede que todo estuviese en tinieblas, siendo la única luz, la luz de la luna que entraba por las ventanas abarrotadas de los salones. Pero el tenia una buena visión, daba igual que fuese de día o de noche. Era lo suficientemente buena para permitirle andar a sus anchas.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo al rememorar, de nuevo, cómo había hallado a sus amigos.

Había entrado en su salón, únicamente para quedarse boquiabierto al ver a Fuji colgado del techo. Una expresión de sorpresa se le había quedado congelada en el rostro.

Eiji se quedó estático un momento, luego se tapó la boca con sus manos y retrocedió. Miró a los lados con una mirada inquieta y luego, con mano temblorosa, procedió a correr la puerta, cerrando el salón de clases. Y con Fuji, quedaba claro que todos los titulares estaban muertos.

Ya había ido al salón del pequeñín, encontrando al mismo inerte en el suelo, con el cuello aparentemente roto.

A Kaoru lo había hallado sentado contra la pared del fondo de su salón, totalmente frío y tieso. A Momoshiro lo vio atravesado por un hierro, en medio de un charco de sangre que iba a hacerse más grande.

Kawamura estaba tirado de espaldas justo bajo el marco de la puerta, con la espalda repleta de agujeros. Inui, quien era el más alto del grupo…lo había encontrado en el suelo, con la cabeza a cierta distancia de su cuello. A varios metros de aquella terrorífica escena, estaba un hacha, con la sangre ya resecándose.

Y Tezuka, su admirado capitán, había sido la excepción a la regla de los asesinatos dentro de los salones. Lo había encontrado al pie de las escaleras que daban hacia la azotea.

Pero aún no había encontrado a Oishi, lo que le desesperaba. Lo necesitaba, ahora más que nunca. Si no, no podría dar un paso más. Dicho y hecho. Se detuvo justo al lado de la puerta que daba a la oficina del director,

—“Por favor Oishi, por favor… ¡encuéntrame!” —pedía internamente.

Estaba cansado de correr, de de buscar a Oishi, de evadir a un supuesto asesino desconocido. Supuestamente desconocido, porque no había visto ni oído a nadie en todo el tiempo —una media hora— que tenía dando vueltas.

¿Para que evitar pensarlo más tiempo? Oishi podía ser el asesino perfecto. Todas las victimas lo tenían en alta estima, y bien pudiesen haberlo dejarlo acercarse sin sospecha alguna. Y él, Oishi, los podría tomar con la guardia baja y acabarlos en un segundo.

Oyó la puerta de la oficina empezar a correrse aún lado, cosa que le tensó todos los músculos del cuerpo. Se puso de pie al instante, y miró con odio la puerta, que parecía dudar en abrirse. Luego de unos segundos, vio a Oishi salir encorvado de aquella habitación. Con esa expresión de miedo y cansancio en su rostro, parecía haber envejecido diez años.

—Oishi… —dijo de forma lastimera, sobresaltando a quien llamaba.

—¿Eiji? —preguntó este al aire. No podía ver casi nada, sólo sombras moverse en la nada. Pero estaba seguro de haber escuchado la voz de su compañero.

—Eiji, ¿eres tú? —luego de preguntar, lanzó una pequeña exclamación al sentir el cuerpo de otro ser humano lanzarse sobre el, propinándole un fuerte abrazo.

—Eiji —dijo de forma ahogada. Una sensación de alivio le inundó el cuerpo. Correspondió al abrazo de inmediato—. Gracias a dios, estás bien.

—¿Dónde estabas? —lloriqueo Eiji, casi gritando. Con una tonada que sonaba a reproche. Se restregó contra el pecho de su compañero mientras trataba de modular su tono de voz—. Te he estado buscando por todos lados

—Pensé que todos estaban… —Syuichiro no pudo decirlo—. Así que me escondí aquí —completó en un suspiro. Había salido sólo porque creía que llevaba suficiente tiempo oculto, el suficiente como para estar completamente solo, a excepción de...los chicos.

—Pero… ¿Cómo llegamos aquí? —preguntó Eiji, ya separándose de su amigo, aunque se asió de su mano sin dudarlo. No iba a pederlo, eso jamás—. Yo estaba en mi habitación y de pronto…desperté en medio del pasillo.

—No lo sé —Syuichiro no soportaba quedarse parado en el mismo lugar. Se puso en marcha, halando a Eiji de la mano—. De alguna forma…alguien debió traernos.

—Los mató a todos —masculló Eiji, y sintió la mano de Syuichiro apretarse más fuerte contra la suya.

—No, no a todos. Aun quedamos tú y yo. Y pase lo que pase, estaremos juntos Eiji, te lo prometo.

—Oishi… —Si Syuichiro hubiese volteado y tuviese una visión nocturna tan buena como la de Eiji, le hubiese podido ver sonreír tímidamente por su comentario. Pero esta borró cuando Eiji se paro de golpe, forzando a Syuichiro a hacer lo mismo.

—¿Qué ocurre? —preguntó este mientras volteaba a mirarle.

—En el aula de Inui, hay un hacha —informo Eiji, con cierto tono esperanzado —podríamos usarla para romper la cadena que sujeta la puerta —agregó. Sus argumentos contra Oishi se habían esfumado hacía tiempo. ¿Oishi un asesino? No podría, tenía un corazón demasiado grande para ello.

—¡Podríamos salir de aquí! —el pelirrojo recalcó en lo obvio casi a grito pelado.

—No tan alto –le suplicó Syuichiro—. Vamos…

Fueron al salón, y en efecto, encontraron el hacha junto al cuerpo de Inui. Eiji se acercó vacilante, y tomo el arma. Luego miró a Oishi con duda, como si de pronto hubiese olvidado que hacer con ella.

—Vayamos a la salida —le dijo Syuichiro amablemente, adivinando el desconcierto de Eiji, a pesar de que apenas podía ver su silueta. Su tono de voz calmó a su compañero al instante.

Corrieron a la salida, sin importarles el eco que hacían sus pasos en el pasillo vacío.

—Yo-yo lo haré —dijo Eiji, una vez frente a la puerta encadenada por sus asas—. Quédate atrás Oishi…

—No, lo haré yo —dijo este, sonando autoritario—. Tu quédate atrás y vigila. Tienes mejor vista, podrás ver si alguien se acerca cuando empiece a golpear.

—De acuerdo… —accedió Eiji, dándole el arma blanca a su compañero.

Se puso a unos cuantos metros por cuestiones de seguridad, entonces Syuichiro empezó. Cada golpe hacía erizar la piel del pelirrojo, que miraba hacia la espalda de Syuichiro de vez en cuando. Aquello debía ser más difícil de lo que parecía, porque ya podía oírlo jadear.

—¡Lo logré! —Le anuncio Syuichiro mientras dejaba caer pesadamente el hacha— ruido que hizo acompañamiento al sonido metálico de las cadenas—, y abría las puertas de un empujón, desplegándolas de par en par. Cayó sobre sus rodillas, exhausto.

Eiji rápidamente tomo el hacha y miró hacia fuera. Podía ver más claramente, gracias a la luna que iluminaba el área. El ambiente le producía una sensación de soledad que no nunca podría describir.

—Vamos —Syuichiro ya estaba de pie junto a él. Y fue todo lo que necesitó para salir de las sombras.

Mientras caminaban hacia fuera de las instalaciones, Eiji no pudo evitar decir algo:

—Fue muy raro que ese loco no nos atacara cuando estábamos abriendo la puerta —habló, de forma clara y concisa. Con un tono extraño en su voz, a causa de la situación.

—Debió haber escapado —racionalizo Syuichiro lo mejor que pudo. Estaba demasiado aturdido, lo suficiente para no notar que Eiji se iba quedando atrás.

—Si, después de abrir la puerta…

Fue entonces cuando Syuichiro notó que Eiji ya no caminaba junto a él. Se detuvo para girar, pero el golpe que recibió en la cabeza con la parte no filosa del hacha lo lanzo al suelo. Lanzó un grito ahogado mientras caía en el suelo.

Con bastante esfuerzo logró voltearse para encarar a su atacante.

—Bajo la luz de la luna, tu emblema —musitó Eiji luego de ver al cielo un momento y volver a mirar el aterrado rostro de Syuichiro. Aterrado e incrédulo.

—Eiji…porque tú… ¡Acaso tú!...

—No tienes una visión tan buena como la mía, así que no te diste cuenta —la expresión de Eiji era una neutra. Ni sonrisa, ni furia, nada. Señaló hacia la ropa de Syuichiro antes de volver a hablar.

—Tu ropa se manchó de sangre —le habló con un tono solemne.

Syuichiro se miró a si mismo y descubrió que en efecto, su ropa estaba cubierta de sangre que no era suya. Por supuesto, eso lo explicaba todo. Volvió a mirar al frente, y vio a Eiji, sin ningún brillo de humanidad en sus ojos, con el hacha por encima de su cabeza.

—No, Eiji…por favor… ¡Que alguien me ayude! —se quedó gritando la ultima palabra a todo pulmón.

Eiji dejó caer el hacha encima de Syuichiro y todo terminó. Lo había acabado de un solo golpe, tal como lo deseaba. Aunque tuvo que hacerlo con todas sus fuerzas, pues Syuichiro se había cubierto la cabeza con las manos. Retiró el hacha luego de varios intentos —pues esta se había incrustado en el cráneo de su amigo— y la dejó caer a un lado.

—Se acabó —dijo mientras se echaba un par de pasos hacia atrás y caer en el suelo—. Finalmente, se acabó.

Eiji tuvo unas extrañas ganas de reír. ¡Había ganado! Había logrado conservar su vida hasta el final. Tan eufórico se hallaba ante esta realidad, que no se había escuchado el sonido de unos pies que se arrastraban a pocos metros de él, a sus espaldas.

—Eiji…

Aquella voz, que parecía venir de ultratumba, le hizo erizar todos los vellos de su piel. Se puso de pie de un salto, y dio media vuelta, hacia la entrada por donde antes había salido de la mano con su compañero de dobles.

—Tú —dejo salir todo el aliento contenido —No puede ser…

Extendió su mano hacia el pelirrojo, a pesar de que se encontraba a varios metros de distancia. Este le miró como si fuese un muerto salido de la tumba.

—¿Cómo es que estás aquí? —le increpó Eiji —no entiendo, ¡te apuñalé varias veces!

Eiji sabía que Kawamura tenía resistencia. Por ello había planeado varias estocadas con un puñal para él, pero ahí estaba el chico: de pie y en frente suyo, aunque no en sus mejores condiciones, cabía destacar.

—¿Por qué? —Kawamura tenía sus ojos llenos de lagrimas al hacer esta pregunta. Había llegado a tiempo de ver a Eiji asestarle el primer golpe a Syuichiro. Si tan sólo hubiese podido gritar para advertirle…

Eiji puso una mano alrededor de la cintura, y batió la otra en el aire, restándole importancia al asunto.

—Te lo diré después. Ahora, necesito que mueras, por favor… no quiero usar el hacha de nuevo, pesa mucho.

Kawamura sintió que todo oscurecía a su alrededor. Trataba de respirar, pero el aire no llegaba sus pulmones, ni siquiera lo sentía entrar a su boca. En medio de un intento de inhalar aire, cayo al suelo inerte.

Eiji suspiró.

—Ahg, ahora tendré que arrastrarlos hacía adentro, con lo que pesa Kawamura —se quejó para sí mismo. Syuichiro pesaba menos, pero el rastro de sangre que dejaría, los podrían ubicar desde la china.

Pero nada ganaba con quejarse, por lo que Eiji empezó a arrastrar a Syuichiro de vuelta hacia la oscuridad, junto con el resto del equipo, con sus amigos. Tal cómo debía ser, y lo sería, para siempre.

Notas finales: Hay segunda parte ^^U Fuera de eso, no sé que más decir...

Eiji es un personaje bastante multifacético, da para muchos tipos de reacciones sin sacarlo de su "yo". Y por eso lo quiero.

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