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Formons un avenir por Niphredil

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Notas del fanfic:

En word se veía más bonito...con cursivas y negritas. Acá no sé por qué no me salió así. xD

Notas del capitulo: Espero que lo disfruten!
- Tu sais que je t'aime, tu sais que je t'aimerai toujours. (sabes que te amo, sabes que siempre te amaré) – susurraba en su oído, mientras sostenía sus cabellos provocando que inclinara levemente su cabeza hacia atrás.
- Alors, signifie-t-il que tu viendras avec moi ? (¿entonces, significa que vendrás conmigo?)
Cyrille le miró suplicante. Buscó con sus manos la chaqueta de Noah y se aferró a ella torpemente, tratando de forma desesperada asirse a él y no dejarlo marchar jamás.
- Et aussi tu sais que mon lieu est dans Francia, c'est ma terre, mon (y también sabes que mi lugar está en Francia, esa es mi tierra, mi hogar) – Suavemente fue deshaciendo el agarre de Cyrille y soltando sus hermosos cabellos cobrizos.
- J'ai pensé que je elle était ta famille (pensé que yo era tu familia) - De sus grandes ojos turquesa brotaban finas lágrimas, escurriéndose lentamente por su barbilla. Sus brazos caían fláccidos a los lados, y sus labios temblaban ligeramente a causa del esfuerzo que le suponía contener sus sollozos. Trató de buscar con sus manos a Noah, pero todo intento fue en vano.
- Japón ce n'est pas mon lieu. (Japón no es mi lugar). – Dijo, por fin, en un murmullo. Sus ojos no mostraban expresión alguna. Caminó hacia la puerta sin apuro y girando la manilla la abrió suavemente. Antes de dar un paso giró sobre sí y escrutó detenidamente el rostro del chico que tenía en frente, sus facciones eran hermosas y delicadas, su pelo caía alborotado sobre sus ojos, los cuales tenían un cierto brillo de ingenuidad, que en ese momento se veía opacado por el terror que le provocaba el verse alejado del hombre que amaba. Su nariz respingada y sus delgados labios le daban un aire infantil, pero realmente exquisito. Todo en su rostro mantenía una perfecta armonía.
Cyrille se perdió en el azul de sus ojos, esos ojos que parecían querer traspasarlo. Y por más que trató no pudo descubrir en ellos ningún indicio de temor ni tristeza. Le resultaba desgarrador el ver que después de tres años juntos, después de haber vivido tantas cosas en compañía del otro y de todas las veces que se juraron amor eterno, Noah pudiera mostrar esa indiferencia.
- Je me dois aller (me debo ir) – sentenció - je t'aime (te amo)
Cyrille lo observó marchar con paso decidido, cerrando la puerta tras él. Te amo, le había dicho, ¿pero cómo creerle si su expresión en ningún momento acompañó a sus palabras? Siempre permaneció fría, impasible, y eso le resultaba terriblemente perturbador.
Cayó pesadamente sobre la alfombra y, abrazando sus propias piernas, lloró, hasta que su llanto, su alma y su corazón se secaron.


**


Se despertó bruscamente, restregó sus ojos con furia mientras trataba de calmar los latidos de su corazón que parecía querer salírsele del pecho. Se sentó en la cama respirando agitadamente.
Nuevamente volvía a soñar con Noah, a recordar ese fatídico día en el que todos sus sueños y esperanzas se habían roto. En el último tiempo todas sus noches habían sido iguales. Se despertaba sobresaltado a eso de las tres de la madrugada, por el mismo estúpido sueño, y volvía a dormir unos minutos más tarde sin darle mayor importancia. Pero ya era la quinta vez que soñaba lo mismo, la quinta noche en la que los recuerdos del peor día de su vida volvían a su memoria y lo atormentaban.
Se levantó con dificultad, tratando de no despertar a nadie, salió silenciosamente de la habitación y se dirigió a la cocina con paso vacilante. Le dolía la cabeza horrorosamente y sabía que con un dolor como ese no sería capaz de conciliar el sueño. Abrió el refrigerador e inmediatamente cerró sus ojos. Los abrió poco a poco tratando de acostumbrarse a la molesta luz que se colaba por el aparato. Sacó una caja de leche abierta, a medio consumir, y cerró la puerta, hundiéndose la estancia, nuevamente, en la oscuridad. Se sentó en el borde de uno de los muebles de cocina y bebió un largo trago directamente de la caja. Inclinó un poco su cabeza hacia delante, dejando caer graciosamente unos pequeños rizos rojizos sobre su frente, ocultando sus ojos de un bello tono azul verdoso.
- ¿Sabías que más gente toma de esa caja? – comunicó un chico de unos veintidós años con acento Alemán. - Es antihigiénico que tomes directamente de ella. – le dijo mirándolo reprobatoriamente, aunque se podía distinguir un sutil tono de burla en su voz.
- No pretendo dejar leche para nadie. – respondió acercándole la caja.
- ¿Una mala noche? – preguntó alargando la mano para tomar lo que el otro le ofrecía.- ¿Pretendes emborracharte con leche? – se mofó.
- He vuelto a soñar con Noah.
El otro bebió un poco de leche antes de responder.
- ¿De nuevo? – alzó una ceja y lo miró por unos segundos. Su amigo se veía abatido. No era la primera vez que soñaba con su antiguo novio y ya le estaba empezando a preocupar. Hacían cuatro años desde que el francés hubiera rechazado la propuesta de su amigo, de vivir en Japón, y se hubiera quedado sin mayores remordimientos en su país natal. Cuatro años desde que le destrozaran el corazón. Y él sabía perfectamente que aún no podía olvidar por completo todo lo ocurrido.
- No deberías darle importancia. Ahora te encuentras perfectamente junto a Etsu-kun y todo lo demás marcha sobre ruedas.
Cyrille guardó silencio, Varick tenía razón. Cuatro años habían pasado. Hacía cuatro años que vivía en Japón y estudiaba en una de las más prestigiosas universidades del país, “Kyoto University”, la segunda más antigua. Le agradaba la cultura nipona, sus tradiciones, sus fiestas y sus creencias, y debido a eso había decidido viajar hasta allí. Iba en cuarto año de medicina y le faltaban dos para graduarse, era un alumno ejemplar, tenía una novia hermosa e inteligente y varios amigos que había conocido en la universidad. Entre ellos Varick, un alemán alegre y espontáneo, con un gran sentido del humor, tanto que llegaba a resultar bastante incómodo para la personalidad seria que mantenían los japoneses. Lo había conocido cuando tenía quince años, en uno de sus viajes a Alemania. En ese entonces mantenía una discreta relación amorosa con Noah Dómine y Varick no tardó mucho en percatarse de que su relación distaba mucho de una simple amistad. No lo criticó ni se alejó de él, lo único que hizo al respecto fue aconsejarle vivir cada momento guardándolo como único e irremplazable, sin importarle con quien estuviera si aquello le hacía feliz, “Lo que diga la gente está de más mientras tú te sientas seguro y bien con lo que sientes”, le había dicho. Desde entonces su lazo se volvió irrompible, forjaron una amistad que ni la distancia pudo disminuir, y cuando Varick se enteró del desafortunado final con Noah no dudó ni un segundo en llegar a su lado. Ambos habían viajado a Japón con la intención de formar una nueva vida, y ahora vivían en un modesto apartamento junto a tres compañeros más; dos hermanos nipones, llamados Kisho y Raidon Gensai, y un mexicano llamado Ricardo Molina. Todos estudiaban medicina en la misma universidad. Los hermanos trabajan medio tiempo en una cafetería, Ricardo en una tienda de discos y Varick y él en un local de comida francesa, “Restaurant La Tour”, en el campus de Yoshida de la universidad. Los estudios estaban cubiertos por sus becas, a excepción de Raidon por el cual sus padres debían velar, y el dinero ganado en el trabajo les servía para pagar sus deudas y organizar pequeñas fiestas para escapar de vez en cuando de la vida de hormigas que llevaban los japoneses.
En efecto, todo estaba bien y no tenía motivos para preocuparse.
- Tienes razón – suspiró cansado – todo va bien. Pero ya sabes que no la amo.
Varick lo contempló en silencio, con esos ojos esmeraldas que parecían saberlo todo.
- Ese no es un problema, ella lo sabe y lo acepta. – sonrió satisfecho arreglándose su largo cabello castaño que caía sobre sus hombros. Caminó hasta la sala contigua a la cocina, que ocupaban para descansar o tomar algún tentempié, y se acomodó en el suelo sobre un pequeño cojín que servía de asiento.
- ¿Y tú? – apareció Cyrille desde la cocina.
- ¿Y yo qué? – lo miró interrogativo.
- Wann werden Sie erlauben, in Ihr Herz zu einem schönen Japaner einzugehen? (¿cuándo permitirás entrar en tu corazón a una bella japonesa?)- preguntó sentándose frente a él.
- Sie sagen nicht Verrücktheiten (no digas locuras) – por unos instantes un fugaz brillo de tristeza invadió los hermosos ojos verdes del alemán.
- Excuse (disculpa) – cada vez que le sacaba ese tema a su amigo, éste mostraba ese brillo de tristeza. Nunca le había hablado de sus novias y, por lo poco que sabía, nunca se había enamorado.
- Sie sorgen sich nicht (no te preocupes)
Ahora que hacía memoria, recordaba una conversación con Varick. Había transcurrido un mes desde que Noah no quisiera ir con él a Japón, y su amigo trataba de consolarlo por todos lo medios posibles. Ni las bromas habían servido para sacarle una mísera sonrisa.

*

- Tú nunca te has enamorado – le había dicho a Varick tristemente. El alemán había cambiado su expresión radicalmente, de un aire bromista su rostro había pasado a reflejar una tristeza y resignación enorme. Era la primera vez que lo veía en ese estado.
- Yo nunca he dicho que no me halla enamorado – había sido la respuesta.
- Entonces deberías entenderme.
- Tampoco he dicho que no te comprenda.
El rostro de su amigo seguía con la misma desolación, y levantando cansadamente la mirada la había posado sobre la de él. Sus ojos mostraban un brillo extraño, lo miraba fijamente, como si quisiera decirle algo que no lograba entender. Por un momento le pareció que su cuerpo se crispaba y, sorpresivamente, pequeñas lágrimas comenzaron a caer de ellos. Al verlo de esa forma, tan desprotegido, lo único que había atinado a hacer fue abrazarlo. Por unos minutos el cuerpo de Varick se paralizó bajo sus brazos y sintió como su respiración se agitaba. Poco a poco su respiración se volvió acompasada y su cuerpo se fue relajando. Sus brazos le respondieron en el abrazo y así estuvieron largo rato. Varick lloró como nunca más lo haría y él, Cyrille, nunca fue capaz de preguntarle el motivo.
Luego de que el llanto cesara, el rostro de Varick volvió a su antiguo aire bromista y alegre.
- Al menos a ti te correspondieron – le había dicho con una gran sonrisa – aunque fuera por poco tiempo, te sentiste amado. – su expresión volvió a cambiar, pero antes de que pudiera hacer algo su amigo se había marchado.
Desde entonces nunca más volvieron a hablar de ello.

*

- Será mejor que regresemos a la cama – opinó su amigo sacándolo de sus cavilaciones. – mañana tenemos que terminar los preparativos para el festival de primavera.
- Merci (gracias)
Varick lo miró interrogativo.
- Merci – volvió a repetir – por estar conmigo cada vez que te necesito.
Los ojos de Cyrille estaban nublados por las lágrimas. No entendía muy bien lo que le pasaba, lo único que sabía con certeza era que su amigo, la persona que estaba frente a él, era lo más importante que tenía. Su familia estaba en Francia y si no fuera por Varick él se sentiría solo en un país que no era el suyo. Pero gracias a su amigo es que estaba ahí. Gracias a él no había renunciado a su sueño. Y ahora se encontraban en Japón, hacía cuatro años, y todo gracias a Varick que en todo momento le brindó su apoyo.
- Tu es le meilleur que j'ai (eres lo mejor que tengo)
Varick no reaccionaba, ni siquiera cuando vio que Cyrille se lanzaba a sus brazos y lloraba desconsolado. Cerró sus ojos y lloró en silencio, pero por una causa totalmente distinta de la que hacía llorar a su amigo, lloró y disfrutó de ese momento, sin importarle nada, sin detenerse a pensar en el mal que se hacía disfrutando de la calidez del francés. Por eso lloraba, por ser un estúpido enamorado.

.*.*.*.


- Auf der Bohle und in das Licht (sobre el tablón y en la luz) ein Wesen mich (mi naturaleza)
Rammstein sonaba a todo volumen en el equipo de música, mientras un alegre Varick acompañaba a Till Lindemann con rítmicos movimientos.
- Maldito alemán – alegó un somnoliento Ricardo saliendo de su pieza. – Baja esa música infernal.
- Por kami, Varick-kun, que me vas a romper los tímpanos. – continuaba Kisho apareciendo detrás del mexicano.
- Nie mehr (nunca otra vez) – canturreaba el alemán haciendo oídos sordos a lo que le reclamaban.
- Das alte Leid (el viejo dolor)- terminó Raidon, saltando y cayendo de rodillas sobre el piso, al tiempo que tocaba una imaginaria guitarra copiando los movimientos de Paul Landers. – Esta música es genial.
- Besser der Welt (lo mejor del mundo) – Rectificó Varick.
- No sé qué significa eso – rió Raidon – pero sé que a sonado estupendo.
- Lo mejor del mundo – apareció, desemperezándose, Cyrille.
Raidon lo miró agitando la cabeza enérgicamente en señal de aprobación.
- Sí, lo mejor de lo mejor
- No, a mí esa música me hace vomitar. – señaló sobándose el estómago - Besser der Welt significa lo mejor del mundo.
Mientras Varick asentía, Raidon suspiraba con desilusión y Ricardo junto a Kisho los miraban entre temerosos y enojados, Cyrille se dirigió al baño cerrando perezosamente la puerta tras él. Una vez dentro giró la manilla del lavamanos dejando caer ruidosamente el agua en él. Juntó sus manos de manera que el agua cayera en ellas como si de un recipiente se tratase y con lentitud las llevó a su cara para tratar de despertar. No había podido dormir en toda la noche, los recuerdos volvían una y otra vez hasta que cerrar sus ojos le causó tanto miedo que prefirió quedarse despierto hasta el amanecer. Había pensado en decirles a los demás que no se sentía bien y no estaba en condiciones para acompañarlos a terminar los preparativos para el festival, pero una estruendosa música lo había hecho despertar de golpe, cuando al fin había empezado, al menos, a dormitar. Cuando hubo terminado de lavarse y vestirse se dirigió a la cocina, donde todos lo esperaban sentados con el desayuno servido y aire despreocupado. Se sentó en silencio al lado de Valick y comió tranquilamente una tostada, sus ojos miraban por la ventana que daba a un pequeño antejardín.
- Tierra llamando a Cyrille, tierra llamando a Cyrille – Valick movía ansiosamente una mano frente al francés, pero éste no prestaba la más mínima atención. Parecía estar mirando fuera, pero sus ojos mostraban que no observaba ningún punto en concreto.
- Cyrille-kun – Raidon se paró de su asiento para quedar frente a él. Lo miró detenidamente, pero su amigo no parecía haberse dado cuenta.- Despierta – le dijo pegándole con su dedo índice en la frente. Cyrille pareció despertar de un profundo sueño, mirando a su alrededor como tratando de asimilar donde se encontraba.
- ¿Pero qué...?
- Al fin has bajado a la tierra. – comentó Kisho.
- Ya nos tenías preocupados. – Raidon se volvió a sentar.
- Estamos en Japón, él es Ricardo, él Kisho, él Raidon, el que te ha pegado en la frente, y yo Valick, quien ha tratado de traerte de Marte sin ningún resultado.
- ¿Qué?
- Que él es....
- ¡Ya sé quien es!
- Cyrille-kun, estabas con la mirada perdida, como durmiendo con los ojos abiertos. Nos habías preocupado.
- Yo, lo siento. No dormí muy bien anoche.
- Querrás decir “no dormí nada anoche” – se burló Valick señalándolo divertido. – con esas ojeras no hay quien te crea que pegaste un ojo.
En efecto, Cyrille se veía agotado, y eso le estaba preocupando de sobremanera al alemán. No pensó que esas pesadillas pudieran llegarle a causar tanto mal. En momentos como ese era cuando más odiaba a Noah, no le había bastado con arruinarle la vida una vez, sino que ahora volvían los recuerdos a atormentar a su amigo nuevamente. Y al verlo de esa forma su propio ánimo decaía, quería ayudarlo pero no encontraba manera. Una vez había peleado con todas sus fuerzas contra Noah para que éste no volviera a ver a Cyrille, y lo consiguió, hizo desistir al Dómine de buscar a su ex-novio. Pero hacía tiempo de aquello. Esta vez era diferente, pues no era Noah en persona el que no lo dejaba tranquilo, sino su recuerdo y contra eso nada podía hacer.
- Si lo deseas puedes quedarte a descansar – le ofreció preocupado.
Cyrille lo miró. Nuevamente su amigo trataba de ayudarlo y él se imaginaba la impotencia que debía sentir al saber que no había forma de hacerlo. Sonrió, al menos lo intentaba.
- No te preocupes. Estoy perfectamente.- le dijo con la sonrisa más sincera que tenía – Una noche de insomnio no es nada contra Cyrille Saffouret.
Se levantó, esta vez con ánimo, y llegando al lado de Valick le susurró al oído “Ich liebe Sie” (te amo). El corazón de Valick golpeó con potencia, apretó fuertemente sus puños en sus pantalones a la vez que sentía como sudaban sus manos. Miró de lado a lado, nervioso, pero para su sorpresa nadie parecía prestarles atención, cada uno estaba preocupado de sus asuntos y saboreando su desayuno. Sintió como la respiración de Cyrille chocaba contra su oído y como se le erizaban los vellos de todo el cuerpo. Tuvo que morderse el labio con rudeza para acallar las molestas voces en su mente y esos casi irreprimibles deseos que lo asaltaban cada vez que el francés estaba tan cerca de él.
- Eres el mejor amigo que nadie podría tener. – Dijo por fin separándose de Valick y dedicándole una grata sonrisa. El cuerpo del alemán pareció partirse en dos. Se criticaba mentalmente por su poca fuerza de voluntad, y por volver a caer, nuevamente, en la estúpida esperanza de que esos “te amo”, que le dedicaba de vez en cuando su amigo, fueran dichos con otro tipo de sentimiento. Respiró hondo tratando de calmar su agitada respiración.
- No trates de escaquearte. Debes lavar tu loza. No pienses que lo haré yo.- bromeó.
- No te preocupes, pesado.- dando media vuelta salió de la cocina perdiéndose en el pasillo. – ¡Sólo voy al baño! – se escuchó una vez que hubo desaparecido de la habitación.
- Alemán idiota – pronunció Ricardo en un susurro.
- ¿Disculpa? No entiendo el castellano pero eso ha sonado feo.
- Dije alemán idiota
- Ya basta. – se levantó Kisho – Ricardo-kun, por favor.
- Pero es verdad – interrumpió Raidon – digo, no lo de idiota – corrigió rápidamente mirando a Valick – pero deberías decirle a Cyrille que...
- No hay nada que decir.
- Menudo pedazo de idiota, haciéndose daño solo.- comentó para sí Ricardo.
- Ich werde den verdammten mexikaner cabeza teilen (te partiré la cabeza maldito mexicano)
- ¿Por qué le partirás la cabeza? – irrumpió Cyrille apareciendo desde la puerta. – ¿Es que no hay un día en el que ustedes dos no peleen?
- Pregúntale a Valick el por qué de mi trato. Valick, dile por qué pienso que eres un idiota.
- Mexicano estúpido – respondió Valick, con un poco de dificultad al pronunciar lengua extranjera.
- Ya está bien, dejen de pelear. Empezaré a creer que ustedes dos se atraen y no encuentran otra forma de expresarse.- reía Cyrille.
- ¿Gustarme este alemán ruidoso?
- Lo siento mexicano pero no eres mi tipo.
- Claro, prefieres los pelirrojos. – respondió ya cabreado.

Un silencio incómodo se hizo presente en la sala. Valick se había quedado en blanco, los hermanos miraban la escena sorprendidos, Ricardo se regañaba mentalmente y Cyrille no mostraba ninguna expresión.

- ¿Estás insinuando que le gusto yo? – la risa del francés los sacó a todos de su letargo – por favor, sabes que somos como hermanos.

Nuevamente silencio. Esta vez Ricardo sólo quería desaparecer. …l no había pretendido hacer sentir peor a Valick de lo que ya se sentía. Pero le había dado tanta ¿rabia? el ver que no hacía nada por ganarse el corazón de Cyrille, tampoco es como si pudiera criticarlo porque él, podría afirmar, se encontraba en la misma situación. Al menos él trataba de que la persona que amaba fuera feliz, trataba de que esa persona tomara el valor para estar junto a quien quería. Si tan sólo ese alemán idiota viera un poco más allá, si pudiera leer en sus ojos lo que tenía para entregarle, pero el muy tonto se negaba la posibilidad de ser feliz de una u otra forma. Aún así, estaba seguro que ayudaría a esos dos a estar juntos, Valick moría por Cyrille y el francés tenía que estar muy ciego para no gustar de su amigo. Haría que estuvieran juntos, pues sabía que era la única manera de ver al alemán feliz. Lo haría porque lo que más deseaba era verle contento, lo haría porque lo amaba, en silencio y mostrándole sus sentimientos de forma errónea e infantil, pero lo amaba.

- Saben, me cansé de tanta idiotez junta. – bromeó Kisho con expresión seria.
- Yo también. – asintió Raidon – y opino – mirada cómplice para su hermano. – que los dos causantes de semejante locura se queden a ordenar lo que a quedado del desayuno.

Kisho asentía con la misma expresión de un principio, demasiado grave para estar hablando en serio, y Ricardo los fulminaba con la mirada preguntándose a la vez cómo era posible que esos hermanos fueran tan perceptibles.

- Entonces nosotros nos vamos – canturreó feliz Cyrille, quien parecía ser el único sin enterarse de lo que pasaba allí, tomando la mano de cada hermano y saliendo con una hermosa sonrisa.
- Los esperamos en el auto, no se demoren – gritó ya lejos Raidon.


Silencio, silencio y más silencio. Era incómodo, sofocante y deseaba morir. Debía tragarse su orgullo y pedir perdón, ¿pero qué arreglaría con unas simples palabras? Nada.

- Una disculpa vendría bien para acabar con este silencio, ¿no te parece?

La voz de Varick casi terminó de matarlo por el susto.

- La estoy esperando. – aún no podía entender como llegaba a ser tan idiota. “Disculpa” simple palabra, sólo debía haber dicho eso y asunto arreglado. Pero nuevamente volvió a salir uno de sus comentarios fuera de lugar, y en este caso muy fuera de lugar.
- ¿Qué ves en mí? No hay nada en mí que pudiese atraer a alguien, sin embargo tú….

Ricardo casi salta de su lugar. No podía ser que Varick supiera de sus sentimientos. ¿Cómo lo supo? y lo más importante ¿desde cuándo lo sabía?

- Hace cinco segundos atrás lo sospechaba y en este preciso instante lo sé con certeza.
- No sé de qué estás hablando. ¿Ver algo en ti? por favor, no te creas tan importante. ¿Qué te hace pensar que yo…

Sus palabras fueron interrumpidas por unas fuertes manos que lo hicieron voltear.

- Quiero olvidar.

El aliento de Varick en su rostro lo trastornaba, no sabía cuánto más podría aguantar. Ver esos ojos, esa boca, sentirlo tan cerca. Tantas veces ansiando ese momento, tanto esperar y soñar, lo quería, en verdad quería acortar esa mínima distancia que el alemán había dejado, pero había algo que lo detenía.

- Lucha por lo que quieres, si no lo haces nunca serás feliz. – respondió alejándolo- Ni conmigo ni con nadie.- terminó con tristeza.

Varick sólo se alejó, no respondió. Sabía que lo que decía Ricardo era verdad. Lo mejor sería dejar el asunto hasta ahí. No deseaba hacer sufrir al chileno, y no terminaba de entender lo que había dicho y hecho segundos atrás, ya tendría tiempo para pensar. En ese momento tenía ganas de terminar pronto y salir, no le agradaba la idea de permanecer más tiempo junto a Ricardo, sabía que no debía haber dicho nada, y ahora se culpaba mentalmente por el daño que le causaba a su compañero.
Pasaron varios minutos en silencio, pero Varick no podía más con la culpa.

- Discúlpame, Ricardo. Creo que confundo las cosas.

Ricardo terminaba de fregar el último plato, no quiso prestar atención, pero por más que tratara sabía que era imposible mantenerse impasible ante ese tono triste.

- Disculpas aceptadas. Pero no te equivoques. No has confundido nada, no sé cómo te diste cuenta, pero lo hiciste. – se secó las manos tembloroso, eso le costaría más que cualquier otra cosa, pero quería dejarle en claro sus sentimientos. – “Ich liebe Sie” (te amo)– le susurró al oído al tiempo que lo abrazaba. Se permitió el placer de mantenerse de ese modo por unos minutos, disfrutando el aroma del Varick. Hasta que supo que si no se alejaba sería malo para su salud mental, no le soltó. – y porque te amo es por lo que quiero verte feliz. – dijo al fin deshaciendo el abrazo.
- ¿Por qué me dices esto? Podrías haber aceptado la teoría de mi confusión. – Varick no le permitió alejarse, volvió a abrazar a Ricardo sin saber realmente por qué. Sólo se daba cuenta de lo reparador que resultaba su abrazo, de lo mucho que le tranquilizaba sentir a Ricardo a su lado. Sabía que no le amaba, pero lo que sentía en ese momento era algo que no había sentido nunca, ni siquiera con Cyrille.
- Sabías la verdad. – Ricardo se mostró sorprendido al sentir cómo Varick le abrazaba nuevamente, pero no le disgustó, podía sentir la tranquilidad del alemán entre sus brazos y con tal de saber que estaba bien podía permitirse romper su mente y su cuerpo si era necesario. Le alegraba darse cuenta de cómo afectaba en Varick. No terminaba de entenderlo, pero sabía que su amigo se relajaba de forma considerable junto a él, y ahora que lo había descubierto también sabía que estaría para él cuando lo necesitase. También se daba cuenta que él mismo se calmaba en ese abrazo, y eso le sorprendió aún más. En vez de estar alterado y con el corazón latiéndole como loco, estaba calmo. Seguía sintiendo un suave cosquilleo en su estómago y aún tenía que controlarse a veces para no hacer algo indebido, pero era aceptable y bastante obvio dada la situación, pero le sorprendía la tranquilidad con la que le abrazaba, estaba en paz porque Varick lo estaba, y era como si hubiesen estado de esa forma miles de veces, como si los dos supieran hace mucho el efecto que tenían mutuamente.
- Es…sorprendente… – era fascinante la armonía que se percibía en el ambiente, no quería alejarse, pero si seguían demorándose los demás se irían sin ellos. Además sabía el esfuerzo que le suponía a Ricardo estar tan cerca. Se daba cuenta de que él parecía provocarle el mismo efecto a Ricardo que el que éste le provocaba a él; tranquilidad. Pero sabía perfectamente que lo amaba, y que a pesar de la paz que se aspiraba, le suponía un enorme esfuerzo estar ahí y contenerse para no besarle.
- Lo sé…- de repente sintió cómo Varick se tensaba, y de golpe se alejó.
- Es mejor que nos vayamos.

El alemán desapareció tras la puerta y Ricardo aún no salía del shock que eso le produjo, le extrañó la forma en la que se separó de él, y cómo pasó de su tranquilidad a una gran incomodidad. No podía entender qué había provocado el cambio. Sacudió su cabeza tratando de aclarar sus ideas, pero poco consiguió. Respiró tres veces de forma pausada y salió. No le volvería a tocar el tema a Varick, pero sabía que no podría dejar de pensar en ello.


.*.*.*.



Afuera le esperaban los demás, Cyrille tarareaba una canción que nadie conocía, mientras Kisho y Raidon hurgaban en una pila de cd’s viejos esparcidos en los asientos del auto.

- Vaya, pues pensaba que no saldrían nunca. – Cyrille sonrió al verlos salir, notó cómo algo había cambiado entre ellos, pero no supo descifrar qué. Sintió una extraña rabia hacia Ricardo, pero tampoco supo el por qué. Pensó que la falta de sueño le había afectado más de lo que creía.
- Bueno, ¿nos vamos? - Varick se acomodó junto a Cyrille en el asiento trasero, mientras Ricardo subía tras él y los hermanos se sentaban delante mientras tiraban los cd’s al suelo.
- ¡Nos vamos!


El viaje le ayudó a aclararse, aún se regañaba por lo que casi ocurrió antes, en la cocina junto a Ricardo. Por un segundo había sentido la necesidad de hacer lo que el chileno sin duda luchaba por controlar. Había querido besarlo, tanto que no supo cómo fue capaz de detenerse. Pensó en Ricardo, sintió lo que él sentía, percibió la tranquilidad y la fuerza con que luchaba contra el deseo de besarlo y fue como si él no pudiese luchar también. Se vio levantando su mentón para alcanzar sus labios, sintió el roce de su piel y la calidez bajo su mano. Luego pensó en la confusión que le causaría al chileno y fue todo lo que necesitó para tener la fuerza suficiente para separarse y salir.
Ahora, al lado de Cyrille podía pensar con mayor claridad, pero la cercanía de Ricardo no le era de mucho ayuda. Trató de no seguir pensando en lo que podría haber hecho y rogó que su compañero no se hubiese dado cuenta o al menos no sacara el tema luego.






Continuará...
Notas finales: Gracias por leer ~

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