Kyubi era el zorro que Naruto y Sasuke, éste último a regañadientes, habían adoptado como querida mascota. No hacía falta mencionar que el azabache se había negado rotundamente a tal cosa, pero Naruto en su terquedad le había obligado a aceptar quisiera o no al dichoso animal.
Así, Kyubi había vivido alrededor de 6 meses con su nueva familia, cosa a la que había terminado por acostumbrarse.
Y Kyubi era feliz desgarrando la piel de las piernas de Uchiha Sasuke, descuartizando a las amigas cebollas de Naruto que Sasuke reemplazaba cada semana para que no se pudrieran en casa, gruñéndole aterradoramente a esa fea mujer—si es que Kyubi podía considerarla mujer— de nombre Sakura, jugando con Shukaku, mascota de Gaara, cuando éste escapaba de Suna y haciendo siempre de las suyas en casa.
Sin embargo, tras el primer mes de convivir con su nueva familia, algo dentro de Kyubi cambió y él, en la inexperiencia de quién apenas esta conociendo las cosas de la vida, no supo interpretar muy bien aquél cambio.
Por más que preguntó a Shukaku, el pobre mapache no supo que decirle. Incluso Akamaru, perro de Kiba, no supo que decirle ante sus dudas. Y Kyubi siguió sin comprender que era aquello que nacía dentro de él.
Un día Shukaku, que había vuelto a escapar de Suna solo para ir a verle, le explicó de qué se trataba el asunto. Era simplemente amor, según le había explicado Gaara. Y Kyubi no le creyó, pues él ni siquiera sabía que era amor.
Y Shukaku se fue decepcionado cuando Gaara se lo llevó enfurruñado, triste de no poder ser de más ayuda para Kyubi. Fue así que Kyubi, dudoso de lo que Shukaku le había dicho, se puso a pensar detenidamente.
¿Qué era eso del amor? ¿Era acaso un tipo de corte de carne? ¿Una nueva especie animal que se podía devorar? ¿Una marca de arena en la que, seguramente, no haría sus necesidades? Kyubi no lo sabía, pero se decidió a saberlo.
Sin embargo, todo intento de Kyubi por descubrir que era eso del amor se vio mermado por otros asuntos que a Kyubi le parecían más interesantes. Como mirar a Naruto, por ejemplo.
El rubio era la forma de vida más peculiar que Kyubi había llegado a ver en su vida. No solo el rubio podía chillar tan fuerte que le escucharan hasta Suna, si no que hablaba con sus fieles amigas las cebollas y podía dominar perfectamente bien a Uchiha Sasuke, cosa que Kyubi más admiraba. Y, aunando a eso, era su amo.
Sasuke podía ser también su amo por obligación de Naruto, pero Kyubi reconocía la mayoría del tiempo únicamente al rubio como su admirado dueño. No por que fuera el ser más perfecto que Kyubi hubiera conocido, si no por que conocía que por dentro Uzumaki Naruto era de las mejores personas que había conocido en su vida.
Como aquella vez en que había enfermado al tragar entera una de las cebollas casi podridas de casa de Naruto y fue el rubio quién había movido cielo, mar y tierra todo para que Hanna, hermana de Kiba, le ayudara. Y en realidad había sido Sasuke quién lo había llevado con la veterinaria, pero para Kyubi era mucho más bonito pensar que había sido el rubio.
O como aquella vez en que había escapado de casa y había conocido a Shukaku, su ahora mejor amigo. También había sido Sasuke quién había ido a rescatarlo aquella ocasión, pero Kyubi simplemente seguía visualizando a Naruto en toda acción que Sasuke hacía por él.
Fue así que le contó a Shukaku cuando, por enésima vez, el mapache huyó de casa de Gaara y fue a visitarlo a Konoha, todas aquellas cosas que Kyubi pensaba de Naruto. Y fue así también que Shukaku, algo triste, le dijo que su problema era que estaba enamorado, enamorado de Uzumaki Naruto.
Kyubi rió, por supuesto… si es que los zorros podían reír. Pero rió internamente por la babosada que había dicho Shukaku y la cual, estúpidamente, Kyubi no creyó. ¿Qué era entonces eso del amor y estar enamorado? Le preguntó al mapache.
Shukaku le dijo entonces, antes de que Gaara llegara a Konoha para llevárselo de vuelta, que amor era cuando uno quería en todo momento lo mejor para la persona querida, cuando uno deseaba la felicidad de la otra persona incluso antes que la felicidad propia.
Kyubi lo comprendió al instante, dándose cuenta de que Shukaku tenía razón: estaba estúpidamente enamorado de Uzumaki Naruto. No por nada siempre estaba detrás de él moviendo el rabo mientras intentaba sonreír como un idiota enamorado o cuando se subía en sus piernas para dormir junto al calientito cuerpo del rubio. Más aún así, nunca se preguntó la razón por la cual Shukaku sabía todas aquellas cosas. Kyubi era él único que, como su propio amo, no se daba cuenta de las cosas por más obvias que fueran.
Gaara lo sabía, Sasuke lo sabía y hasta Naruto podía notarlo. Shukaku estaba nada más y nada menos que enamorado de Kyubi. Ese era el motivo por el cual Shukaku escapaba de Suna para ir a Konoha a ver a Kyubi, era la razón por la cual Shukaku sabía tanto acerca del amor y era también la razón por la cual el pequeño mapache se empecinaba en autonombrarse novio del zorro. Cosa que, por supuesto, jamás fue real.
Pero a Shukaku nadie le podía quitar ese sueño. Admitía abiertamente su derrota contra el humano Uzumaki y, autodenominarse novio de Kyubi, sentirse inmensamente feliz cuando ambos pasaban el rato jugando juntos o mirando las hermosas estrellas por la noche era el único consuelo que podía tener. Era lo único que le hacía soportar un amor no correspondido tan doloroso como ese.
Por eso Shukaku deseaba con todas sus fuerzas de mapache que Uzumaki correspondiera los sentimientos de Kyubi, por que sabía que el zorro merecía ser feliz y por que prefería ver al zorro feliz aunque no fuera con él.
No obstante, Kyubi se encontró con un rival mucho más dificil de vencer que cualquier otra cosa: Uchiha Sasuke. Lo odiaba, claro que odiaba a ese cretino azabache que osaba besar a SU Naruto en sus narices, que osaba tocarlo en zonas donde no debía y que podía acariciarlo como si fuera de lo más normal del mundo.
Y lo odiaba por que a Kyubi le daban unos enfermizos celos que no era capaz de controlar. Así, terminaba siempre mordiendo al azabache cuando lo veía junto a su Naruto, o cuando ambos chicos por la noche se iban a su habitación a hacer cosas que Kyubi no sabía como denominar, pero que debían ser totalmente placenteras por la forma en la que Naruto, SU Naruto, gemía estridentemente.
Una de aquellas veces en las que Kyubi logró llegar a interrumpir aquél acto de amor, Sasuke, enfurruñado, lo tomó por el peludo rabo y lo llevó hasta el baño, donde Naruto no pudiera verlos. Ahí Sasuke, enfurecido, le explicó a Kyubi que la próxima vez que volviera a interrumpir lo echaría de casa, y después lo mataría cuando tuviera algo de tiempo.
Por supuesto, Kyubi intentó arremeter a mordidas contra el azabache. Sin embargo, cuando el mayor le miró con una mirada refulgente de odio puro, Kyubi le temió por primera vez en su vida. Sasuke se lo advirtió, el rubio jamás le miraría de la misma forma en que Kyubi le miraba expectante, más que nada por que Kyubi era un zorro y Naruto no era de esos tipos raros a los que les iba hacerlo con animales.
Kyubi no lo comprendió al instante. Siguió empecinado con asesinar a Sasuke a mordidas. Fue entonces que, por su propia culpa, Naruto y Sasuke riñeron como Kyubi jamás había visto. La casa de Naruto quedó hecha un asco, con cosas quebradas y tiradas por ningún lado y con marcas de golpes en el cuerpo de Naruto que a Kyubi le hicieron aborrecer más a Sasuke.
Sin embargo, nada de eso había dañado a Naruto. Sin embargo, su corazón había sufrido todo lo que externamente Naruto no podía sufrir ni con la muerte. Ni siquiera todo el amor que Kyubi sentía hacía su dueño haría que el corazón roto del rubio se recuperara de semejante herida tan grande.
Naruto se volvió un ser deplorable. Entró en una crisis y después en una inmensa depresión. Lloraba la mayoría del tiempo y hasta se olvidaba que tenía una mascota de la cual cuidar. Se volvió de pronto demasiado distraído y las cosas no marchaban de la manera en que Kyubi había pensado marcharían tan pronto quitara a Sasuke del camino.
Pidió consejo a Shukaku cuando finalmente no supo que hacer. Kyubi no sabía como ayudar a Naruto y eso le dolía en lo más profundo de su ser.
Shukaku le abrió los ojos a la realidad. Era un zorro, no un ser humano. Por más que quisiera, por más que hiciera lo que hiciera, Kyubi jamás podría desaparecer todo el dolor que sentía Naruto. Eso era, simple y sencillamente, algo que Sasuke debía y le correspondía hacer.
Kyubi no quiso aceptarlo, por supuesto. Sasuke jamás. Pero Shukaku insistió, si no era Sasuke ¿quién sería? Sasuke era él único que amaba a Naruto como de igual manera el rubio le amaba a él. Era cuestión de lógica, Kyubi jamás sería un rival para Sasuke. Debía madurar y aceptar dignamente su total derrota, justo como el pequeño mapache había hecho.
Y a regañadientes, Kyubi tuvo que admitir su derrota. Tuvo que tragarse su orgullo y admitir que nadie como Sasuke haría feliz al rubio. Tuvo que hacer, con ayuda de Shukaku, hasta lo imposible por que Sasuke y Naruto se reconciliaran.
Sus esfuerzos dieron frutos, fue el único consuelo que Kyubi recibió. Días después, Sasuke volvió arrepentido, sintiéndose completamente idiota y expuesto ante la única persona por quién se tragaría la dignidad y el orgullo que siempre le habían caracterizado: Naruto.
Finalmente se reconciliaron, a pesar que Kyubi no terminaba por asimilar la situación. No obstante, durante la transición a la madurez por la que Kyubi estaba pasando, se percató que las cosas eran mucho mejores así. No solo por que prefería seguir siendo el amado bebé de Naruto a que el rubio estuviera llorando por culpa de Sasuke, si no por que, aunque Kyubi lo hubiera intentado al menos una vez, Naruto jamás le habría correspondido.
Kyubi jamás habría sido capaz de confesar lo que sentía por el rubio, jamás, ni en sueños, se lo habría podido decir. Por eso prefería seguir siendo la querida mascota de aquella pareja de polos opuestos, por que después de todo, los zorros no podían hablar.
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español