Y por fin había llegado el día, aquel que estaba esperando desde hace tiempo ya, el día en que iba a poder mudarme a Italia con mi tío al cual vi una sola vez desde que naci. Mi nombre es Shuuji, tengo diecisiete años mido 1,70 mts y mi y tanto mi cabello como mis ojos son negros, uso un par de lentes debido a algunos problemas para ver , mi comida favorita es la sopa miso que prepara mi madre y vengo de Japón, país donde mi madre y mi tío crecieron, solo que mi tío se mudo a Italia con mi abuela y un amante y mi madre se quedo en Japón con mi abuelo. Según lo que mi madre me conto, la ultima vez que lo vio, yo tenia dos años y mi tío había tenido un bebe hace poco, pero a causa del parto la madre había muerto dejándolos solos.
En ese preciso instante estaba llegando al aeropuerto en el cual se supone que me estarán esperando para llevarme a casa de mi tío. Los motivos por los cuales me mude a Italia no los se, solo se que hace aproximadamente una semana mi madre vino seria y un poco pálida y me dio la noticia de repente y así se la paso todo el tiempo desde entonces. Empecé a sospechar que estaba pasando algo malo, pero por ahora me dedicaria a disfrutar mi estadía en Italia.
Al llegar al aeropuerto, note que no habia nadie esperándome y me dirigí hasta la puerta de salida. En esa puerta exactamente, note que el despiste y las multitudes no se llevan bien, es más, esa combinación puede resultar fatal por momentos. Considerando que todo mundo habla italiano no iba a tratar de comunicarme con nadie, solo iba a lograr que me miren extraño, ya que dudo que alguna persona hable japonés.
Debo haber dado un espectáculo graciosísimo, un japonés perdido en un aeropuerto de Italia, sin saber siquiera saludar en el idioma y sin alguien que lo venga buscar. Oigo el tono de mi celular, y recuerdo que debía cambiarlo, no suena muy maduro el opening de mi serie anime preferida en alguien de mi edad.
Al atender escucho japonés por primera vez desde que subí a aquel avión en Japón.
- Hola ¿Señorito? Habla el mayordomo encargado de la casa de su tío ¿Ha llegado usted a tierra ya?-
- Si ya llegue ¿podría decirme si alguien va a venir a buscarme? En este momento me encuentro algo perdido y no entiendo ni lo básico del idioma.
- Por favor diríjase a al puerta del aeropuerto y allí encontrara a la persona encargada de recogerlo
- Muchas gracias, ahora mismo voy para allá.-
Al salir del aeropuerto vi a un chico que parecía tener mi edad, vestido como el típico trabajador de hacienda con un cartel que decía en kanjis mi nombre. Lo divertido del asunto era que el pobre chico lo sostenía al revés y parecía desesperado hablando con un policía haciendo lo que al parecer era la descripción de algo.
Esta confirmado, no fui el único que se angustio con mi propia pérdida. A juzgar por los gestos que hacia, estaba describiendo mas bien un monstruo que a mi persona. Me pare detrás de el y trate de hablarle:
-Etto…etto…ko…konichiwa. Ore…-No termine de decir esto que el se dio vuelta y parecía como que hubiera visto un ángel o algo así, me agarro de las manos y me metió adentro de un coche que estaba en la vereda del frente, le dijo unas palabras raras al conductor y arrancamos a toda velocidad.
No lo había notado pero, se veia bastante lindo, sus ojos son de un color verdoso hipnotisante, a decir verdad sus labios se veían bastante tentadores ,su cabello rubio resplandecia y su actitud era muy simpática.
De la nada saco un papelito y empezó a leerlo tal y como lo leería cualquier chico de seis años.
-D..dai…su..suki-desu. Watashi…wa Julio de…de…desu.-
Lo siento mucho por el pobre chico que estaba rojo hasta las orejas pero no pude contener la risa. Al conductor al parecer también le había echo gracia.
-Yoroshiku, ore wa Shuuji desu.- Le dije con una sonrisa, ante lo cual el me miro y se sonrojo aun mas, lo cual me saco otra carcajada.
Llevábamos un buen rato avanzando y nadie decía nada, era de esperarse después de la fracasada presentación del pobre Julio yo también me guardaría las palabras. Llegamos a lo que parecía un viñedo donde a lo lejos, se podía observar el portón más grande y hermoso que yo jamás haya visto. Parecía de película, al acercarnos el portón se abrió de a poco dejando ver un camino de piedras, rodeado de glorietas con las mas hermosas flores y una cantidad de hermosos pájaros que yo jamás pensé que siquiera existieran. Seguimos un poco más adelante donde se pudo apreciar una mansión gigante que me obligo a sacar la cabeza y la cámara digital por la ventanilla.
Llegamos, y en la puerta nos esperaba un tipo un tanto extraño, aunque joven, que tenia toda la pinta de mayordomo. El auto paro frente a la inmensa mansión y Julio me indico que bajara. El mayordomo hiso una reverencia y dijo:
-Bienvenido señorito, yo lo estábamos esperando, es todo un honor recibirlo en esta humilde casa, mi nombre es Sebastián y estaré para servirle en todo aquello que usted necesite. Suba, dese un baño, y luego lo guiare al lugar donde se llevara a cabo el almuerzo. El señor y mi otro señorito están impacientes por verlo.
-Hai, arigato gozaimasu.- Respondí algo nervioso.
Subí por unas escaleras por la que el mismo Sebastián me guio hasta llegar a la que parecía, iba a ser mi habitación. Me di una ducha rápida y salí solo con una toalla en la cintura, y arriba de la cama vi una ropa que parecía que se la habían ido a robar a algún príncipe de hace por lo menos dos siglos.
Por más que me costara me la puse, constaba de unos pantalones un tanto anchos abajo, una chaqueta digna de cualquier príncipe, una camisa blanca y un pañuelo negro que al parecer iba al cuello. Debo admitir que yo siempre fui un poco freak pero esto es demasiado,
Al salir de la habitación me estaba esperando Sebastián y cordialmente me dijo:
-Por favor, sígame por aquí.-
Caminamos por infinidad de salas, cuartos, patios, empecé a creer que el lugar era un castillo y ahí mismo supe que si me dejaban solo un rato me perdía. Al final llegamos a una larga galería con pilares blancos y enredaderas de flores de un rojo sumamente intenso que nos llevaron a un patio un tanto más grande que los otros.
Ahí sentado leyendo un libro con una taza de te en las manos estaba un hombre vestido mas o menos como yo solo que con algunos accesorios mas otros menos, el tenia aspecto de rey.
Desvió la mirada de su libro un momento y me miro con unos deslumbrantes ojos color negro, su cabello era largo ondulado y negro azabache, y de el venia un delicioso aroma aflores. De repente paso una brisa que novio su cabello y me sonrió. No pude evitar sonrojarme, y por momentos creí que solo estaba delirando. Se levanto de su silla, camino hacia mi, me tomo por la barbilla y me dijo con voz suave.
-Entonces este es el famoso Shuuji hijo de mi hermanita Yui. Mucho gusto soy tu tío Keitaro, espero que disfrutes de la bella Italia tal y como la disfruto yo.-
En ese momento que estaba a punto de decir algo, ni siquiera estaba seguro de que, se sintieron pasos , alguien venia corriendo hasta acá.
-Papa ohayo.- Dijo un lindo castañito que parecía menor que yo, quien se lanzo a los brazos de el tío Keitaro. Su ropa también se veía como la de un príncipe pero más bien la de un niño. Pero tenía algo extraño, sus ojos, estaban cubiertos por una venda negra la cual no dejaba ver nada y dudo que el pudiera ver. Pero aun con esa venda en sus ojos no dejaba de verse adorable.
-Ohayo, Susume .- respondió el tío teniéndolo en sus brasos.- Déjame que te presente, este es tu primo , su nombre es Shuuji y va a vivir con nosotros a partir de ahora.-
Mi corazón se acelero, definitivamente, en mi estadia en Italia no voy a aburrirme.
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