Un joven de pelo azabache y unos increíbles ojos verde esmeralda observaba con una sonrisa en el rostro la decoración de Halloween que los profesores habían realizado con tanto esmero en todo el Castillo pero en especial en el Gran Comedor. El joven se acercó lentamente a la mesa de Griffindor y se sentó al lado de sus dos mejores amigos, un joven pelirrojo y una joven castaña que le sonrieron contentos disfrutando de los dulces que poblaban la mesa incluso a esa hora tan temprana de la mañana. Porque al fin y al cabo, y como Dumbledore decía siempre, Halloween era un día para disfrutar con los amigos y tomar tantos dulces de limón como pudieses. Y ese año más que nunca pues el mago oscuro más horrible de todos los tiempos había sido derrotado, ya no tenían que tener miedo nunca más.
El día continúo entre risas y bromas aprovechando que con motivo de la celebración Dumbledore hubiera cancelado las clases por ese día. Hermione, Ron y Harry no fueron una excepción y ya que hacía un buen día, a pesar de estar casi en Noviembre, pasaron gran parte de la mañana y la tarde a orillas del lago comiendo caramelos y charlando alegremente cuando la tarde casi tocaba a su fin los tres se levantaron y se dirigieron a la Sala Común para arreglarse para el baile que había planeado para esa noche.
Los tres amigos volvieron a reunirse en la Sala Común una hora después, más o menos a las 7:00 y bajaron al Gran Comedor donde el banquete estaba apunto de empezar.
La cena fue maravillosa, los más deliciosos platos que se hubieran servido alguna vez fueron degustados esa noche, o al menos eso dijeron los alumnos al día siguiente, pero todo lo bueno se acaba y el banquete toco a su fin dando comienzo al baile apenas unos minutos más tarde, cuando Dumbledore hizo desaparecer las mesas y aparecer un pequeño escenario en el que tocaba un grupo.
La fiesta estaba en pleno apogeo cuando una figura se deslizó sigilosamente fuera del Gran Comedor y se dirigió a los jardines. Harry Potter se sentó lentamente a orillas del lago mirando hacia el agua pero sin verla realmente. Y por fin, por primera vez ese día, su máscara calló. Porque ahora a solas y a punto de que el reloj marcara las nueve y media de la noche es cuando se sentía libre de mostrar lo que sentía en la fiesta de Halloween.
Harry dobló las rodillas arrimándolas a su pecho y las rodeó firmemente con sus brazos recostando después en ellas su barbilla. Protegiéndose, abrazándose a sí mismo, intentando consolarse del horrible dolor que provocaba en su corazón tan horrible día y más aún tan horrible hora, las nueve y media de la noche del día 31 de octubre.
Desde siempre Halloween ha sido una pesadilla para él. Mientras que todos los niños del barrio y sobre todo Duddley iban de casa en casa pidiendo caramelos disfrazados y contentos Harry permanecía en casa, encerrado en una pequeña y oscura alacena de la que sólo era sacado a la mañana siguiente para que pudiera ver cuantos dulces había conseguido Duddley y que él nunca podría tocar. Además ese día sus tíos siempre eran especialmente duros con él, durante años no había sabido porque pero cuando tenía ocho años descubrió que aquella fue la noche en la que le dejaron en esa casa, y por ello sus tíos eran aún más crueles con él durante esas fechas.
Esa era una de las razones por las que odiaba Halloween, pero no era la única, la razón principal, la que le tenía allí sólo intentando sofocar su dolor apretando fuertemente las rodillas contra su pecho, era que esa era la noche en la que sus padres habían muerto, la noche en la que su vida, la de su padrino, la de Remus y la suya propia se había convertido en un verdadero infierno.
Como podía la gente pensar que él podría disfrutar esa noche, estar feliz sabiendo que era la fecha del aniversario de la muerte de sus padres. Era imposible. Cada sonrisa de aquel día había sido una mentira, y cada respiración, cada paso, cada movimiento le había costado horrores. Aunque con suerte, siendo su último año en el colegio, no tendría que fingir ese día, cuando saliera de Hogwarts nunca más celebraría esa fecha. Porque para él no era una fecha que celebrar sino para llorar. Por sus padres, por Sirius, por él mismo. Esa noche, como todas las anteriores, el tono anaranjado de las calabazas se había tornado en un verde intenso como el Avada cada vez que las miraba y las risas de los niños se transformaban lentamente con cada hora que pasaba y ahora sólo conseguía oír los gritos de su madre el día en el que Voldemort asesinó a sus padres.
Apretó aún más el agarre sobre sus rodillas y dejó que las lágrimas que llevaba conteniendo todo el día se deslizaran por fin por sus mejillas y empezó a mecerse lentamente intentando encontrar un consuelo que parecía no querer acudir a reconfortarlo en su dolor.
Entonces una mano se posó en su hombro y atrajo su tembloroso cuerpo contra un firme y cálido pecho, trasmitiéndole con ese simple abrazo todo el cariño y la comprensión que el chico necesitaba.
- Shhh, Harry, tranquilo. Todo está bien, todo va ha estar bien.
Harry sólo negó con la cabeza, no, no estaba bien, él no estaba bien. Quería gritar hasta quedarse sin voz, quería llorar y patalear como un niño pequeño, en realidad como lo que era un pequeño niño huérfano que nunca había podido llorar a sus padres y que se había visto obligado a crecer demasiado pronto. ¡Por Merlín, aún no había acabado la escuela y ya se había visto obligado a matar!
- ¿Sabes una cosa Harry? A mi tampoco me gusta Halloween. Al igual que tú yo también perdí a alguien esa noche, a mi mejor amiga, la única en realidad. Ella era brillante, ¿te lo había dicho alguna vez?, su sola presencia iluminaba la habitación y su risa era tan contagiosa que cuando ella era feliz todos a su alrededor también lo era. Pero ya no lloro su pérdida Harry, porque ella murió defendiendo lo que más quería, y lo que yo más quiero. Si no fuera por su sacrificio tú no estarías aquí esta noche. Y eso si que sería algo por lo que llorar. Ella murió por amor y es así como debemos recordarla, a ella y a tú padre. Ellos se sacrificaron para que tú pudieras vivir, para que fueses feliz y para que amaras. Así es como debemos honrar su memoria. Puede que este no sea nunca un día para celebrar para ninguno de los dos, pero tampoco debe ser un día triste porque ellos no hubieran querido que lo fuese. Ellos querrían que fueras feliz y los recordaras con cariño, con amor. Llora ahora Harry, pero luego deja tú pena irse y recuérdalos con una sonrisa porque es así como querrían que los recordaras.
Harry siguió llorando unos minutos más, por él y por sus padres, por lo que pudo haber sido pero no fue, pero después paró y una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro marcado por las lágrimas.
- Gracias Severus, tienes razón, ellos me amaron, me aman. Y gracias a ellos te tengo a ti. Puede, tal y como has dicho, que Halloween nunca sea una fecha completamente feliz para mí. Pero estaremos juntos y la celebraremos juntos. Haremos de este día un día especial en el que honraremos su memoria siendo todo lo felices que podamos. Ellos así lo habrían querido.
- Así lo creo Harry.
- Te quiero mucho Sev.
- Y yo a ti Harry.
Los dos enamorados, tan diferentes pero a la vez tan iguales, permanecieron sentados a orillas del lago hasta que amaneció. Harry nunca más pensaría en halloween de la misma manera, ya no recordaría la voz de su madre rogando por la vida de su hijo antes de morir, sino los brazos de Severus a su alrededor y su calor al abrazarle. Ya no pensaría en la intensa luz verde del Avada sino en el reflejo de la Luna sobre el lago. Y justo un año después y en el mismo sitio Harry y Severus se unieron para toda la eternidad en una hermosa e íntima boda que unió sus almas para toda la eternidad y que honró la memoria de aquellos que habían significado tanto para los dos enamorados.
Fin.
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