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"Sonata de una noche" por Chaotic Kittie

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Notas del fanfic:

Es un solo capitulo, últimamente he estado haciendo mis propios retos, realmente no soy buena narrando en tercera persona pero quiero que quede a jurisdicción de ustedes.

Advierto que esta vez, es triste así que sin más, los dejó para que lean.

Notas del capitulo:

Una drástica vuelta en su vida deja un sabor amargo en aquel solitario departamento, incapaz de aceptar la realidad se aferra a la espera de cada día.


Nota: Los personajes no son mios, son de la señora Maki Murakami 

 

“Sonata de una noche”

 

By Chaotic Kittie

 

 


Ilusa eternidad

 

 

No me vengas a llorar

Si me amaras estarías aquí conmigo

Tú me quieres, ven a buscarme, decídete

 

 

****

 

 

            Las horas pasaban sin un ápice de cambio entre las manos de un chico de cabellos rosados que despertaba asustado; moviendo su cuerpo de forma inconciente tocó solo el vacío a su lado; hace varios días que su acompañante no llegaba a casa, el amor de su vida echaba otra jugarreta, era una de esas noches en la que su compañía se dispersaba entre bares nocturnos, al menos eso se había mentalizado.

 

            Decidió entonces levantarse a mitad de la madrugada, haciendo ruido por doquier para no sentir nada, olvidando cada rincón de desapercibida tristeza, sabía muy bien que aquel hombre de cabellos rubios no daría explicación alguna, así que no se la pediría tampoco si así podía volver a verlo. Buscó unas cuantas mantas las que llevo consigo hasta el conocido sofá negro acomodándose entre los cojines. Últimamente su lecho era aquel en que cada día la repentina desaparición de Yuki comenzaba a hacerse más obvia, incapaz de dejarlo, incapaz de hacer berrinches, incapaz de cualquier cosa, encerraba su alma, haciéndola aguantar hasta el final.

 

            No apago su animada forma de ser, ni siquiera chilló haciendo berrinches a su alrededor, todo eso quedaba en el pasado junto a lo que apreciaba, como una esponja que absorbe el agua rápidamente, Shuichi ya no era capaz de demostrar su tristeza cada vez que la sentía, ahora solo sonreía, siempre, con esa maravillosa expresión que inundaba a todos, brillando hasta quemar cualquier tipo de duda. Así era ese pequeño, siempre contento, siempre feliz, haciendo creer a cualquiera que todo marchaba perfecto. Lo cierto era que nada estaba bien, ni siquiera la salud mental.

           

            El pequeño esperaba cada noche a que un alma inexistente apareciese.

 

            Todo comenzó aquella tarde en que la primavera se presentaba, las luces de la ciudad ya comenzaban a verse, con ello otra conquista en la lista del rubio escritor se hacía paso.

 

            — ¿Vas a salir nuevamente? —preguntó, mientras sus manos se tensaban a sus lados.

 

            —No tengo porque darte explicaciones, baka —reprimió a su amante, fulminándole con la mirada.

 

            —Yuki —susurró dolido, esfumando al instante su enfado---. Somos amantes…

 

            Articuló al final de aquella tonta discusión, mientras el menor se quedaba con un sabor amago en la boca, el rubio salía dando un portazo que contenía toda su furia. Así acababa otra noche en la que Shuichi se quedaba solo a la tenue luz de la lámpara del pasillo, nunca pensó que esa sería la última vez que vislumbraría el enfado del escritor.

 

            Las horas comenzaban a pasar siendo el sueño su único distractor, sabía que aquella noche el otro iría a revolcarse con otra mujer, una de las tantas que aguardaba con fehaciente pasión a que Yuki la eligiera tan solo por una noche. Comprendiendo su propia alma, era tanto el amor que sentía en su corazón necio que soportaba todos los caprichos de quien estaba a su lado.

 

****

 

            Eiri partía en su coche camino a las afuera de la ciudad, vislumbrando en un flash todos esos montones de bares que quedaban atrás por completo, aunque amase a su pequeño, no podía negar que aún disfrutaba de las féminas, no pudiendo decir que no a cada una de ellas, incluso, estaba conciente de la voluntad de su ángel, estaba seguro de que esa persona nunca le dejaría por nada del mundo.

 

            Una sonrisa de satisfacción apareció en su rostro mientras se acercaba a una de las esquinas al reconocer a la conquista de esa noche. Los cabellos negros de esa mujer caían graciosamente por su figura, deslizándose por las formas voluptuosas de sus bustos, terminando por caer a los lados rozando sus hombros también; el vestido traslucido le hacía más apetecible a los ojos del escritor, pero nada se comparaba con su pequeño, volvió a recordar esa sonrisa triste, esas palabras dolidas, pero fue sacado de sus pensamientos por los labios de aquella mujer, que se pegaban a  los suyos con ansiada necesidad. Hasta ahí quedó su conciencia, simplemente partió hasta donde tenía previsto pasar la noche.

 

            Llegaron en un par de minutos a un precioso lugar, la casa de verano de aquella mujer les servía como escondite para sus aventuras pasionales; pesé a que el escritor había querido dejarla varias veces, aquella mujer sensual y vivaz, se las había arreglado para pasar más de una noche en compañía de ese hermoso rubio de ojos ámbares.

 

            Sus perfumes se mezclaron aquella noche en que la luna trataba de auxiliar a un pequeño; sus ropas quedaron el olvido rápidamente. Mientras el tiempo pasaba lentamente para uno, para el otro se había hecho humo. Sus cuerpos se enredaron en un secreto que era sabido por todos, otra vez estaba engañando a aquel ángel que le sonreía cada noche después de hacer el amor; porque para él estaba claro, con ese chico todo era especial, pese a que nunca se lo había dicho, pese a sus múltiples salidas nocturnas, pese a sus múltiples engaños, con el único que “hacia el amor” era con su querido cantante.

 

            El sexo siguió haciéndose más rudo, más fogoso, mas salvaje, mientras la mujer se movía de forma erótica bajo el cuerpo de Yuki, el suspiraba con roncos gemidos, pese a que la estreches de esa mujer no era tan calida y su ser no se sentía lleno, su cuerpo reaccionaba de forma instantánea mientras su miembro erecto penetraba con fiereza la cavidad femenina.

 

            La noche seguía su transcurso, ello se sentía cuando las estrellas se mostraban más visibles en el exterior, el pequeño de piel morena, se desperezó después de perder las esperanzas en esperar despierto a Yuki, solo le quedaba descansar, pero eran aproximadamente las tres de la madrugada y él no lograba conciliar el sueño nuevamente. Se dirigió hasta la terraza observando los astros con tristeza, aquel día un mal presentimiento lo embargo por completo, aunque ya se había hecho una idea de lo que estaría haciendo su amante, no era ello lo que más le apenaba, algo más en su interior le avisaba, que una tormenta se vendría encima de sus hombros.

 

            Suspiró una vez más, moviendo sus manos trató de alcanzar las constelaciones del cielo, pero nada, al igual que su hermoso amor, era imposible llegar tan lejos, no estaba seguro de lo que sentía el otro por él, ya que nunca había escuchado de esos labios pálidos una bella palabra que le indique sus sentimientos correspondidos. Entonces volvió a ese sillón, sin llorar, sin hablar, sin estar dolido, nada sentía en aquellos momentos estaba ido, hasta que algo en su corazón se apretó y lo hizo pararse enseguida, observó hacia todos lados como buscando la causa de su susto, pero no encontró nada; finalmente volvió a su lecho a descansar ya que su cuerpo se lo pedía a gritos.

 

 

****

 

            Un último alarido se escuchó salir desde esos labios, terriblemente carmesí, atisbando el orgasmo que había sentido unos segundos antes, sus movimientos aún no acababan, con un éxtasis enorme los dos terminaron agotados sobre las sabanas, en las que había tenido aquel encuentro sexual. La mujer le abrazó apoyándose en su pecho, maravillada por las sensaciones que despertaba el rubio en ella.

 

            —Estuvo increíble —susurró besándole el pecho con total intensión de continuar.

 

            —Recuérdala entonces, porque ya no volveremos a vernos —le dijo apartándola de su lado, de una vez por todas.

 

            —Ni lo sueñes, cariño —respondió con algo de escepticismo---. No dejaré que te olvides de mí.

 

            —Tú no vas a impedirme nada —cortó la conversación, dirigiéndose hasta la ducha, era hora de volver con su amante.

 

            Suspiró cansado por tener que lidiar con mujeres tan pesadas, si fueran un poco de lo que era Shuichi, quizás el mundo sería más simple, apresuradamente se baño, ordenando su cabello con sus manos recogió toda su ropa que se había perdido alrededor del camino de la habitación, se cubrió, ante la atenta mirada de su acompañante aquella noche, que ya estaba a medio vestir. Ni siquiera la miró, solo se dispuso a esperarla para que se fueran de una vez por todas.

 

            —Eiri, ¿Eso es lo que quieres? —susurró tratando de seducirle nuevamente para que no le deje, acercándose a él, con su vestido a medio abrochar.

 

            —Ya te lo dije, ¿acaso tengo que repetirlo? —sarcásticamente respondía a la pregunta de la mujer.

 

            —Hombre eres, imposible —gritó exasperada por su actitud.

 

            —Apresúrate, sino te dejaré aquí —sentenció abriendo la puerta de la habitación.

 

            El humo del segundo cigarrillo bailaba a su alrededor mientras los minutos seguían pasando, deseaba llegar rápido a casa, a su hogar, junto a aquel niño idiota que adoraba. Finalmente aquella mujer salia con una cara de hastío, los labios encorvados, menos rojos que antes, su sensualidad ya no era la misma, había perdido toda la magia, solo deseaba borrar la imagen de esa mujer con el cuerpo de su amante. Ella espero a que el otro abriese la puerta, pero nada pasó, el rubio tan solo se subió al coche observando la hora que marcaba el reloj digital, las cuatro de la madrugada.

 

            El coche partió a toda velocidad, mientras con rudeza derrapaba en las curvas con un completo control en el automóvil; el silencio se apoderó del ambiente de forma tensa, impávido el otro miraba hacia al frente, hasta que vislumbro una luz que cegó sus ojos por unos segundos.

 

***

 

            Se había quedado dormido en aquel mullido sillón mientras movía su cuerpo de aquí para allá sintió un aroma que reconoció al instante, esa fragancia a perfume italiano mezclada exquisitamente con el toxico cigarrillo, abrió sus ojos de golpe encontrándose con una mirada dorada llena de algo que nunca había visto, se perdió unos cuantos segundos en ese espacio infinito para luego tratar de acomodarse mejor en el lugar; pero aquella intención fue imposible ya que los brazos de su amante lo tomaron por la cintura de forma inoportuna, obligándolo a caer nuevamente donde segundos antes se encontraba descansando.

 

            —Yuki… ­­­­—susurró dejando que esas manos, le tocaran de forma indebida.

 

            No dijo nada más, ya que los labios hambrientos de su amado lo tomaron despojándole del aire, arrebatándole los miedos, haciéndole olvidar cualquier cosa. Luego de que sus lenguas se encontrasen, danzando a la par, luchando por mantener un control y no separarse, Yuki le observó nuevamente por una eternidad. Fue entonces, cuando el chiquillo rompió el momento trazando con la yema de sus dedos el pecho del escritor por encima de las telas, haciendo un camino hasta tomarle por la nuca de forma dúctil, incitándolo a seguir con su tarea, acarició sus cabellos que hacían un contraste hermoso en sus dedos, suave, así sentía los roces de su amante.

 

            El calor fue tomándolos de a poco, las ropas fueron despojadas de sus dueños en un ritual tortuoso, lentamente, aquella madrugada todo transcurrió de forma fehaciente, sin apuros, siendo ellos los únicos en un mundo en el que nadie podía interferir. En aquel momento Shuichi se sintió como nunca antes, cuando sus pieles se rozaban produciendo un choque exquisito, el rubio solo se limitaba a mover sus manos, con hambre, la extremada delicadeza que otorgaba llamó la atención del más pequeño.

 

            Una vez que se hicieron uno, en aquella unión precaria de sentimientos superfluos, llegaron a un exquisito orgasmo, eso significaba solo una cosa, aquella mágica noche había terminado, junto a sus cuerpos sudorosos, corriéndose por primera vez, los dos al mismo tiempo, cuando el de cabellos rosados acompasó su respiración, se atrevió a romper el silencio que se había hecho en aquella sala, los brazos de su amado aún lo sostenían con fuerza, entonces un pequeño dolor en su corazón lo hizo observarle nuevamente.

 

            ­—Hoy, estas distinto ­—susurró por lo bajo, mientras le acariciaba con cariño.

 

            —Esta era mi última oportunidad —dijo de pronto, con un semblante serio, lleno de tristeza.

 

            — ¿última oportunidad? —toco terreno, tratando de entender aquellas palabras.

 

            —Perdóname —habló de pronto, apoyándose en el pecho del otro, con extrema dedicación.

 

            —Sabes que te amo, siempre te amaré —le miró con dulzura, seguro de sus palabras.

 

            —Quiero que seas feliz —dijo por ultimo separándose de él un poco más.

 

            Shuichi comenzó a sentir el frío de pronto, mientras una gota de sudor se escapaba por su espalda deslizándose con suavidad.

 

            —Soy feliz a tu lado —dijo con romanticismo, tratando de que su contacto no se disperse por completo.

 

            —Ya no, eres libre —susurró por lo bajo, alejándose cada vez más, entre que la angustia embargaba al menor de una forma precipitada.

 

            Trató de colocarse en pie entonces, pero sintió su cuerpo aún más pesado, no podía alcanzarle, esa imagen que momentos antes se veía tan cerca de a poco se alejaba por el oscuro umbral del pasillo, aquellos ojos brillaron entonces, siendo lo único que podía verse entre la soledad del apartamento.

 

            —Siempre te ame, Shuichi —habló esa figura, con una voz grave y profunda.

 

            Antes que pudiera contestar el rubio ya no estaba, su mente volvió a irse por unos segundos, borrando todo a su paso, su inconciente le dominaba.

 

***

 

            Un paramédico trataba de reanimar a un hombre ensangrentado que se encontraba a unos cuantos metros de un auto hecho pedazos, por el impacto directo con un camión. El único sobreviviente respiraba de forma dificultosa, los esfuerzos de la gente de aquel lugar no se hicieron esperar, varias luces y alarmas hacían que todo un caos, rodeando aquel cuerpo que desperdiciaba energía con cada minuto que pasaba.

 

            Esa piel pálida ya podía traslucir, vislumbrando una muerte súbita, un corazón que luchaba por seguir latiendo, en su interior una sola imagen, la de su pequeño amante con una hermosa sonrisa recibiéndole, sabía que esto lo inundaría, pero era demasiado tarde para volver el tiempo atrás, si hubiera aprovechado el tiempo al lado de aquel ángel, no estaría arrepintiéndose de su vida en aquellos escasos suspiros que le quedaban de vida.

 

            —Solo quiero que sea feliz —susurró de forma entrecortada, a quien le daba palabras de aliento, sabiendo que su futuro ya no existía.

 

            —Tranquilo, no debería hablar, lo llevaremos enseguida ­—trató de darle esperanzas, mientras apretaba fuertemente su mano.

 

            —Dígale a Shuichi, que sea feliz —dijo negando con la cabeza, sabiendo que su hora había llegado, con ese último aliento, vio las ultimas imágenes junto a la persona que adoro más de lo que el llegó a imaginar.

 

***

 

            El celular sonaba estrepitosamente desde la cocina, perezosamente se levantó encontrando su cuerpo desnudo, buscó a su amante por el lugar pero no le encontró, eso le pareció bastante raro pero aún podía recordar con total fluidez lo que habían hecho la noche anterior. Caminó hasta la cocina tomando el celular entre sus manos viendo la imagen del escritor en la pantalla, cuando escuchó la voz de alguien que no conocía, se preocupo.

 

—    ¿Shuichi Shindou? —preguntó sin demorar.

 

—Si —titubeó esperando respuesta, extrañado.

 

            —Llamo desde el hospital central, debe venir de inmediato —ordenó la voz sin presentarse, con tono serió.

 

            — ¿pasó algo? —atinó a preguntar hecho un manojo de nervios, aquel dolor en su pecho no se iba.

 

            —Hablaremos cuando llegue, señor Shindou —contestó rápidamente dando por zanjada la conversación.

 

            —Voy enseguida —cortó el teléfono, dirigiéndose al sofá en donde quedaban rastros de su noche de amor.

 

***

 

            Llego una hora más tarde esperando nervioso en el hall de aquel tenebroso lugar, nunca le habían gustado los hospitales, menos en el momento en que sentía su corazón escapar por su boca. Escuchó la misma voz girándose de forma oportuna al escuchar su nombre; estrecharon sus manos en un gesto cordial para que luego el hombre lo empujase hasta una silla en las esquinas de la sala de espera.

 

            —Señor Shindou, quiero que escuche con atención —el hombre de canosos cabellos, se tomaba las manos de forma nerviosa.

 

            — ¿dígame? —hablo de forma calmada, escondiendo sus nervios detrás de una débil sonrisa.

 

            —Usted, ¿Era algo del señor Uesugi Eiri? —preguntó sabiendo la respuesta.

 

            — ¿Era?, somos pareja —contestó de inmediato Shuichi, parándose del asiento.

 

            —Muy bien, debo informarle señor, que él… —tomó aire unos segundos, sentando nuevamente al chico—. Él ha fallecido esta madrugada.

 

            Escuchó la última frase claramente sintiendo que su corazón era arrancado por completo, desmembrado de un solo tirón, en ese instante ya no tenía fuerzas ni siquiera para enfocar al hombre de bata blanca que lo miraba preocupado al notar la palidez repentina en su rostro.

 

            Todo dio un giro inesperado, un mareo le inundó mientras observaba salir de una de las salas a Seguchi completamente abatido. No podía creerlo, si aquella noche el había hecho el amor con su amado Yuki, eso debía ser una mala broma de alguien que quería vengarse de él, pero todas esas teorías se fueron a un traste cuando la mano del rubio que se acercó repentinamente, le apretó con fuerza el hombro, para luego abrazarlo con extremada delicadeza.

 

            —El desea que seas feliz, fueron sus últimas palabras —informó al otro, una vez que le soltaba.

 

            Shuichi en esos momentos era un delicado vaso de cristal que estaba completamente trizado por dentro, su mirada estaba ida, no siendo capaz, siquiera, de ver el cuerpo lastimado de quien había sido hace unas horas la persona que mas amo en su vida, la que amaría por todo lo que quedase de su existencia.

 

            No gritó, no lloró, ningún berrinche de su parte ni siquiera cuando Hiroshi llegó a consolarle, no había nada en su interior. Fue llevado hasta la casa que hace unos cuantos días compartía con su rubio de ojos dorados; recorriendo cada rastro de aquel departamento pidió a su amigo que le dejase solo, prometiéndole que estaba en perfecto estado. Esbozó una última sonrisa a quien no le observaba muy convencido, pero que respeto el silencio de su amigo.

 

            Los días siguieron pasando, el chico de complexión frágil dejo estar su cuerpo en aquel sofá, donde las marcas aún estaban de forma imborrable, esperando como cada noche a un rubio que jamás llegaría, ese era el final de una historia junto a la persona que se había robado su corazón incluso después de ya no existir.

 

            “Se feliz” Sonó en su interior, recopilando la última frase de su amante, fue en ese momento cuando sus lágrimas surcaron su rostro, ya no tenía el calor de esos brazos fuertes, esa expresión de fiera en el rostro, ese hielo que lo congelaba ya no estaba en ningún lado, pero aún así el seguía amándolo.

 

            Amando a esa persona por toda la eternidad.

 

***

 

¿Como podría yo quemar el paraíso?

¡¿Como podría?!

Tú nunca fuiste mío

 

 

 


A veces, es demasiado tarde cuando nos damos cuenta de la verdad

Aprovecha cada momento mientras lo tengas cerca.

 

!Aún hay tiempo!

 

Notas finales:

Esta bien, si desean tirarme tomatazos, lo que sea lo aceptó, acabó de terminarla aunque podría haber avanzado otras la tenía en mente hace un tiempo así que ya no podía esperar más.

La frase del principio la saque de una canción, pero no me inspiré en ella para hacer la historia, solo calzaba bastante bien, eso es todo.

¡Gracias por su atención!


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