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Nuestra Promesa por Nadki

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Notas del capitulo:

Hola, ¿qué tal? Soy la chica de las contis inconclusas (?) Ya, ok no.


Han pasado añooooos desde la última conti (la última fue en el 2011 y hoy estamos en 2013, cómo pasa el tiempo) 


Esta conti es el final resumido en honor a todas las personas que alguna vez me leyeron y quisieron saber si los del W.O.P.E atrapan a nuestros protas o no, si alcanzan o no a llegar a Hokkaido, qué pasó con el resto de la banda y si alguien logra o no frenar al W.O.P.E.


Y porqué es resumido? Porque es muy probable que no vuelva a aparecer, y no quiero dejarlos con la historia a medias :D que linda soy, lo sé (mentira, soy una vil yegua que hizo lo que nunca quiso que le hicieran, dejar una historia a medias cuando le gustaba). Ya, fin de tanta palabrería inútil y nos vamos con el último capítulo de mi último fic. 

–     Muy bien, Miku, estamos aquí y tenemos que llegar allá. Necesitamos tener un plan más elaborado para sobrevivir.

–     Ni me lo recuerdes, aún tengo la piel de gallina por lo que pasó horas atrás.

–     Yo no quiero ni acordarme de lo que pasó, así que este es el plan.

–     Oye, perdona que te interrumpa. Pero, ¿podríamos hacer algo para evitar estas goteras?

–     Mientras el mapa esté seco, lo demás no importa.

–     Pero me molesta sentir las gotas de la lluvia en mi nuca cada 3 segundos, Takuya.

–     No eres el único que está mojado, toca mi ropa y deja de pensar sólo en ti.

–     ¡No estoy pensando sólo en mí! ¡Deja de ser así!

–     No grites, nos pueden escuchar…

–     ¡¿Y quién carajos va a estar en un bosque lejos de toda civilización en plena tormenta?!

–     Nosotros, por ejemplo. Y otro ejemplo, alguien del W.O.P.E.

–     Estoy harto de tener que esconderme, harto de estar agazapado en una casucha de madera podrida, harto de tener que usar este vestido todo mojado, harto de no tener qué comer… ¿A dónde vas?

–     Mmm… no lo sé, tal vez a algún lugar donde tus gritos y reclamos no me puedan alcanzar, ¿podría ser? Aunque no sé si exista el paraíso.

–        ¡Para con tus palabras irónicas! –se levantó donde su novio, quién estaba realmente cabreado. Su cabello cobrizo estaba pegado a su frente, derramando sucias gotas por todo su rostro. Aunque el cantante tampoco se libraba de la plaga del agua del cielo.

–        ¡¿Y cómo quieres que me ponga si estás reclamando a cada momento?! ¡Sólo piensas en ti y en lo que te falta! –seguía gritando en susurros, a diferencia de lo que había hecho el rubio vocalista de vestido negro apegado al cuerpo por el agua, cuya “melódica” voz exasperada se podía escuchar fuera del refugio, y tomemos en cuenta que afuera había fuertes ráfagas de viento.

 

Takuya, sin esperar respuesta, abandonó la sala donde estaba para dirigirse a otro ambiente. La sala era muy pobre. Rodeada de madera resquebrajada de color verde musgo y adornada de esa hierba, la sala tenía fugas en el cielo, permitiendo el ingreso de la lluvia al interior, no poseía ningún mueble y los orificios eran propicios para que el viento helado los acompañara. Miku, molesto evidentemente, lo siguió, queriendo continuar la discusión.

 

 –        ¡Tú no eres el buscado!

–        Ah no, claro que no, a mí no me conocen, a mí no me tienen identificado, no saben que yo soy tu pareja  y por eso te están buscando a ti. De seguro ellos creen que soy completamente heterosexual al acompañarte al escapar.

–        Para ya, me duele.

–        ¡Y a mí me duele que no tomes en cuenta como yo me siento!

–        A ti no te llegó un muñeco como amenaza de muerte.

–        Akiharu, entiende de una vez que no necesito un maldito muñeco para saber que me quieren matar igual que a ti, igual que a Saga, igual que a Mana-Sama, igual que a Ruki, igual que a todos –le susurraba sus gritos mientras sostenía fuertemente sus hombros, sus ojos estaban dolidos, angustiados y llenos de impotencia. Su mirada transmitía muchas emociones, al punto que una persona sin empatía, como el vocalista, pudo comprenderlo.

 

Sin decir palabras, el mayor asintió y abrazó a su novio sorpresivamente. Takuya, atónito ante ese movimiento, no atinó a responder. Es decir, Miku es de esas personas que expresan a la gente de confianza cada letra de cada pensamiento que cruza su mente, o al menos él lo interpretaba así.

–        Abrásame, te necesito –le pidió agonizante, temblando de pies a cabeza, afirmándose a ese chico que era lo único que no lo hacía perder completamente la cordura entre tantas emociones dolorosas, ante la asfixia de una muerte que podría estar a la vuelta de la esquina y no hay forma de saberlo.

El guitarrista no esperó escucharlo dos veces, lo acogió dulcemente en sus brazos cubiertos por la empapada chaqueta de eco-cuero negra como la noche en la que se encontraban, una noche sin estrellas.

–        Nos hace mal discutir, ahora tenemos que estar muy unidos, como nunca antes –el vocalista asintió aún con su cabeza en el hombro del menor–. ¿Hagamos una tregua?

–        Sí, sería lo mejor.

–        Mírame, por favor –el joven de vestido negro se separó levemente para mirar aquellos ojos oscuros que tanta paz le daban–. Te amo –le sonrió, acariciándole la mejilla húmeda.

–        Yo también te amo –respondió con una sonrisa tonta, para luego robarle un beso.

 

Takuya lo aferró más a su cuerpo, mientras Miku se apoyaba en sus hombros y acariciaba suavemente sus cabellos húmedos. Era un beso que daba la apariencia de ser largo, sin embargo, un estornudo lo impidió.

–        Lo siento, creo que me voy a resfriar –se excusó, avergonzado el guitarrista, mientras buscaba algo con qué taparse la nariz ante un nuevo e inminente estornudo.

–        ¿No tenemos más ropa?

–        No, sólo unas playeras y, creo que Teruki empacó un sweater.

–        Teruki siempre metiéndose en todo –comentó Miku, riéndose.

–        Recuerda que se metió en toda nuestra relación, en su previa y en su post, ¿cómo no se iba a meter en esto? –él también rió.

–        Sí, aunque a mí me acosaba más que a ti.

–        No lo creo, a mí me llevó a un bosque como este para que le dijera que me pasaba contigo, cuando recién podía caminar.

–        ¿En serio? –lo miró extrañado y sorprendido.

–        Sí, también una vez, cuando recién estábamos en la casa común pequeña post-incendio trató de sacarme información cuando yo no estaba muy bien.

–        No fue buena esa época.

–        Hicimos muchas idioteces que más que hacernos bien, nos hicieron mucho mal.

–        Siempre hacemos idioteces –ya se habían sentado en la sala y estaban recostados contra una pared. Tenían el mapa en sus manos, el cual tenía algunas manchas de agua, no obstante aún se podía ver la ruta.

–        Deberíamos cambiar esos malos hábitos –Takuya lo miró y le dio un beso en la frente luego de decir aquella frase–. Deberíamos ver cómo seguiremos nuestra ruta, pienso que deberíamos tratar de mantenernos lo más apegado posible a la carretera hasta el norte.

–        Yo creo que deberíamos buscar pueblos para comprar comida y ropa.

–        Pero podrían vernos.

–        Vamos, Takuya, no nos reconoció un policía nos va a reconocer una persona cualquiera.

–        Pueden ser del W.O.P.E. encubiertos.

–        ¿Y si no? A lo mejor son muy pocos y él nos venía siguiendo.

–        ¿Y si no andaba solo y otro nos está siguiendo?

–        Ya nos habría matado.

–        Buen punto, primera vez en mucho rato que dices algo con sentido.

–        Agh, qué pesado –molesto, le golpeó la cabeza.

–        ¡Deja de golpearme!

–        Yo no te golpeo, tú siempre me golpeas, Takuya.

–        Hay que cambiar la palabra clave, “blanco” suena muy idiota.

–        ¿Y qué sugieres?

–        No lo sé, no quiero pensar y planear todo yo.

–        ¿Todo tú? Deja de hacerte la víctima, y yo también participo, y después dices que yo sólo pienso en mí.

–        ¿Sabes? Creo que realmente eres una chica atrapada en el cuerpo de un hombre, hablas demasiado –Miku volvió a golpearlo en la cabeza–. Auch, deja de hacer eso –le detuvo la mano.

–        Tú deja de molestar.

–        Vamos, acabamos de hacer una tregua.

–        Pero tú me pasas molestandoo.

–        ¿Y tú no?

–        No, nunca –lo miró sonriendo.

–        Sí, claro.

–        Yo me defiendo, que es muy diferente.

–        Sí, como no. Mejor sigo viendo que hacer.

–        Taku, deja de hacer el papel del macho alfa, si ya quedó claro que hay que ir por los pueblos para tener comida y ropa seca y ante cualquier cosa, huimos. Además, tienes la pistola.

–        No pienso volver a usarla.

–        Entonces la uso yo –trató de quitársela, pero el menor lo impidió.

–        Olvidalo, ¿no has escuchado que los niños no deben jugar con armas?

–        Yo soy mayor que tú –lo miró con enfado.

–        Pero de aquí –picó su cabeza–. No –ante esa respuesta, se cruzó de brazos y le dio la espalda a su pareja, acurrucándose mirando hacia la ventana rota de la casucha–. ¿Ves que ya te enojaste como un niño?

–        Me voy a dormir –espetó cabreado.

–        Bueno, mientras el niño duerme, el adulto ve los planos para sobrevivir.

–        Deja de ser como Teruki y duérmete –le arrebató el mapa y lo lanzó lejos, y antes de que Takuya protestara le robó un beso, sin embargo, antes de que el guitarrista se emocionara lo soltó y luego volvió a su posición, acurrucado sin una manta dándole la espalda a su novio.

 

Takuya, sin notarlo, cayó en la red manipuladora del vocalista, tomó una manta relativamente seca y cubrió al chico para luego abrazarlo. Afuera el viento seguía golpeando la derrumbada estructura, pero el cansancio era más fuerte que aquellos atronadores sonidos. Eran ya las dos y media de la madrugada, aunque ellos no poseían reloj.

 

 

–        ¡Mira, Takuya, se ve todo el pueblo desde acá!

–        Podrías haberme ayudado aunque sea con un poco del peso, ¿no crees?

–        ¡Apúrate! ¡Se ve un valle al otro lado! ¡Mira! ¡Un grupo de ovejas allá!

–        Eres igual que un niño –sonrió para abrazarlo por la cintura.

–        Es hermosa esta vista –comentó el joven rubio, mirando al horizonte. Una suave brisa acariciaba sus rostros y mechones de cabello.

–        Más hermosa es contigo –le depositó un beso en la frente.

–        Si tan sólo los demás pudieran ver esto –se quejó, melancólicamente.

–        Me preguntó cómo estarán, y cómo estará Kazu-san.

–        Espero que estén bien –los dos, aún abrazos, miraban cómo la tarde bañaba el valle.

 

El vestido negro de Miku ondeaba ante el fresco viento. No podrían quedarse mucho tiempo, pronto caería la noche y debían encontrar un lugar donde descansar. En aquel pueblo nadie había escuchado del W.O.P.E. y una señora les ofreció alojamiento a la simpática pareja de primos, donde la chica era muda y el joven tenía problemas de vista, por lo que usaba lentes. A los escasos minutos decidieron volver a la residencial, llevaban ahí dos días, era el primer pueblo desde hace ya nueve días de su travesía para llegar al norte y poder ser libres, donde nadie sabía de aquella organización y se sentían tranquilos. Todavía tenían muy grabado en sus retinas y corazones la vez en que tuvieron la desgracia de compartir habitación con un miembro camuflado del W.O.P.E. en una ciudad pequeña y él trató de asesinar al cantante con una almohada luego de haber encerrado al guitarrista en el baño, sin embargo la pistola volvió a ser útil y antes de que alguien descubriera el hecho, los enamorados escaparon dejando el dinero de la noche en la cama. Toda esa noche no durmieron hasta estar lo suficientemente alejados para no correr peligro.

 

–        Buen paseo, ¿no es así?

–        Sí, estuvo muy bueno. A mi prima le gustó –Miku asintió rápidamente y luego miró al suelo, agachando su cabeza, manteniéndose atrás de Takuya, como dicta el protocolo japonés.

–        Me alegro, este pueblo tiene cosas muy lindas, espero que disfruten su estadía.

–        Muchas gracias, señor –y dicho esto se retiraron a su habitación, una privada con dos camas.

–        ¿Cuánto tiempo más estaremos aquí? –preguntó Miku.

–        Supongo que mañana nos iremos, aún nos quedan varios días para llegar. Tenemos comida, ropa y estamos un poco más tranquilos del último percance.

–        Takuya, eso no fue un “percance”, creí que me iba a matar.

–        No puedo creer que nadie frene a esa organización –comentó sentándose en la cama–. ¿Dónde estará la policía? ¿O será verdad que están asociados?

–        No lo creo –espetó sentándose a su lado–. Yo creo que eso lo dicen para que suene más amenazante.

–        Sí, puede ser. Tengo ganas de llamar a los demás, pero no se puede.

–        ¿Y por qué no?

–        Porque nos pueden interceptar.

–        No lo creo –Takuya lo miró molesto–. ¿Qué? Vamos, estamos a un pueblo a miles de kilómetros de Tokio, si los llamamos de un teléfono público estamos a salvo.

–        Nunca estamos cien por ciento a salvos.

–        Eres muy negativo.

–        Se supone que tú deberías tener mi postura y yo la tuya, yo debería ser el que te debería animar y tú el que debería estar desesperanzado porque te tienen amenazado.

–        Se necesita alguien que trate de aliviar el ambiente.

–        Y ahora te crees Teruki.

–        No, pero siempre estás muy negativo.

–        A la defensiva se llama eso, recuerda que eres mi mundo y no quiero que llegue un imbécil y te haga algo. Y será mejor que descansemos, mañana tenemos un largo viaje.

–        ¿Y si nos llevamos los caballos de este local? –Takuya lo miró con ojos lapidarios–. ¿Qué? Son más rápidos que nuestras piernas.

–        Ahí sí que la policía se uniría a esos enfermos y se cuadruplican las opciones de que nos maten, querido.

–        Mejor me voy a dormir, estás muy negativo –y antes de que le reprocharan, Miku se recostó en su cama, ya que mientras hablaba con Takuya se había colocado el pijama. El guitarrista, enfadado por no poder quedarse con la última palabra, lo imitó, acomodándose en la cama de arriba, ya que era un camarote.

 

Así, por una discusión de miles, durmieron separados.

 

Al día siguiente partieron por aquella ruta llena de nieve, no habría pueblos cercanos, así que con las mochilas llenas de provisiones caminaron varios kilómetros como cualquier mochilero, aunque en una fecha totalmente absurda. En tanto, en todo el mundo estaban muriendo miles de personas, ya sea por raza, color, ideología política, religión, sexualidad, país de origen, y nadie parecía frenar los hechos de violencia. Ellos no lo sabían, pero cada día, sólo en Tokio morían más de cien personas. La gente comenzaba a tener temor y era cada vez más habitual prohibirles a los desconocidos el ingreso a las viviendas, nadie abandonaba sus hogares y todo quedaba muy bien cerrado antes de partir a trabajar. Los ánimos estaban por el suelo, la gente más aficionada a las series animadas hacían alusión a los eventos acontecidos a la popular serie “Death Note” y se preguntaban si no había un “Kira” con una idea de mundo perfecto muy distorsionada. Estos dos integrantes de An Cafe querían saber si sus compañeros estaban bien, pero ese día habían llamado por un teléfono público y nadie contestó en la casa común, temían que a ellos le hubiera sucedido algo.

 

Les tomó siete días más llegar a Hokkaido y se sintieron muy aliviados cuando llegaron, hace poco habían tenido que salir corriendo de una masa de partidarios del W.O.P.E. que al identificarlos, cuando entraron a un pueblo cercano al norte, luego de engañarlos fueron a buscar toda serie de artículos para atacarlos, como palos, pistolas, fierros, piedras, cuchillos, y otros. La situación fue más o menos así. Decidieron escapar a un lugar conocido, y se devolvieron hacia el sur, esquivando los grandes árboles con nieve y evitando que aquellos montones de agua congelada cayeran encima de ellos. En un momento, Takuya lanzó una roca a una rama y logró que un montón de nieve cayera en la primera fila de exaltados seguidores del odio y así pudieron hacer un poco de tiempo antes de llegar a un puente, donde al otro lado habían más espías del W.O.P.E.

 

–        Han matado a tres de los nuestros –comenzó a decir el que iba a la cabecilla, al lado sur del puente, el lado norte estaba corriendo para alcanzarlos–. Aparte de estar enfermos son unos asesinos.

–        ¡Ustedes comenzaron! –gritó el vocalista, Takuya trató de controlarlo.

–        Vaya, veo que todavía mantienes tu voz de hombre, sexo que no quieres respetar.

–        La identidad no va ligada con la preferencia, ¡ignorante! –volvió a gritarle el rubio.

–        Pobre, se cree inteligente el enfermo, jajajaja –todos los demás rieron, la rabia comenzó a impregnar su alma, y gracias a que Takuya lo sujetaba habría hecho una gran imbecilidad que, probablemente, le habría arrebatado la vida: Golpear al cabecilla.

 

En eso escucharon una serie de pasos al lado norte, estaban rodeados.

–        Viajaron kilómetros, tres colegas tuvieron que sacrificarse, ¿no se dan cuenta que no pueden huir de su destino? Dios está de nuestro lado, y para Dios nada se le escapa –dijo el cabecilla del lado norte, con una antorcha que alumbraba el camino.

 

Los dos temblaban, el vocalista no sabía qué hacer y lo que más le perturbaba era que su pareja no hacía nada. Él era el que creaba los planes en el minuto, sin embargo en ese instante parecía paralizado. Miku miró las pistolas, las piedras, los fierros y se preguntó si acaso ese era su final, si la cuarta vez que libraba de la muerte era la definitiva, si acaso terminaría muerto a manos de unos intolerantes, apaleado como un perro. Se preguntó como moriría, al punto de dejar de escuchar lo que los cabecillas decían, algo al parecer del destino, se preguntó si dolería mucho cruzar la línea y qué lo esperaría al otro lado, y si en esa vida podría ser feliz al lado de la persona que amaba, sin que nadie se lo impidiera. Esperaba, eso sí, poder morir tomado de la mano de la única persona que lo ha amado tanto tiempo, esa mano que lo impulsaba hacia… hacia…

 

–        Sigan intentando, ¡si nos quieren muertos nos van a encontrar así pero no moriremos en sus asquerosas manos! –gritó el guitarrista antes de lanzarse del puente hacia el río, arrastrando consigo a su pareja.

–        ¡Estás loco! –gritó Miku en el breve lapsus en aire.

–        ¡Afírmate! –le respondió, abrazándolo, antes de impactar con el frío río, con el fondo de fango y algunas piedras.

 

Todos los integrantes del grupo “anti-plagas” se asomaron a la orilla del puente y vieron como nunca esa pareja salía a flote. Algunos lanzaron piedras al agua, otros disparos, aunque fueron muy pocos.

–        ¡No malgasten material! –gritó el cabecilla sur–. Tenemos miles de plagas que exterminar y ustedes desperdician en dos que es imposible que sobrevivan a una caída de tres metros. Ahí morirán, como viles ratas ahogadas.

 

 

–        ¡Por lo menos me hubieras avisado! –gritó mientras tosía y escupía el agua tragada, temblaba de frío, el vestido negro estaba todo rasgado y su rostro estaba magullado.

–        Claro, querías que te avisara para que antes de hacerlo todos nos dispararan y ahí caer al río con varios agujeros de plomo –respondió irónicamente estrujándose el chaleco de algodón que hace pocos días había comprado.

–        Si no me matan ellos, tus ideas lo harán –le reprochó, sacándose una zapatilla para que el agua pudiera salir.

–        Bueno, me hubieras avisado para lanzarme solo y así no tener que recibir el impacto de las piedras, mira que el dolor de espalda que tengo es terrible –mencionó sacudiendo su cabeza para liberarse un poco del agua en su cabello para luego estornudar.

 

Habían salido del río, luego de ser arrastrados río abajo hasta que el guitarrista se pudo aferrar a una rama y así poder salir. Los dos temblaban y tenían la piel muy helada. No sabían dónde estaban, esperaban estar más hacia el norte que hacia el sur. Habían perdido una mochila con provisiones y el mapa, y lo peor era que era de noche. Se preguntaban dónde podrían pasan la noche y/o dónde poder secarse un poco o la hipotermia los atacaría potentemente. Luego de secarse un poco caminaron hasta encontrar una posada, la dueña era muy campestre y sin importarle quiénes eran, los acogió al verlos tan empapados. Les regaló ropa seca y les entregó una habitación sin siquiera habérselo pedido, en realidad ni siquiera le habían dicho nada. Cuando volvió con toallas limpias les entregó una carta.

 

Este lugar acoge a los perseguidos por W.O.P.E. siéntanse libres de quedarse el tiempo necesario, tenemos un espía a nuestro favor que nos protege si merodean por este sector. En caso de que necesiten llegar a un lugar determinado, él podrá ayudarlos.

 

Los dos jóvenes sonrieron al ver el papel, por fin alguien estaba de su lado. Esa noche durmieron, luego de días, relajados. Pudieron descansar de verdad. Al día siguiente llamaron a la casa común, nadie volvió a contestar y temieron lo peor.

 

–        Hay muchos que han muerto por culpa de esos enfermos, cada día rezamos por sus almas, para que puedan irse tranquilas –dijo la dueña de la posada–. Si les interesa, pueden participar de la oración e incluir a sus seres queridos que han partido o que no saben de su paradero.

 

Los dos artistas participaron de la velatón, era en un cuarto con su suelo lleno de velas blancas y ceras de éstas. En las paredes había varios papeles con mensajes de apoyo, esperanza o despedida a algún ser querido. Pensaron en Teruki, Kanon, Yuuki, Asuka, Bou, Keita, Ryo, Megumi, y mientras rezaban no pudieron evitar sollozar. Qué ganas de volver a verlos, de abrazarlos, de escuchar sus voces, compartir con ellos. En tanto rezaban, recordaron las veces que pudieron verse y no lo hicieron, las veces que ellos quisieron ayudarlos o compartir con ellos y no quisieron darles el tiempo, recordaron momentos bonitos y feos, y extrañaron como nunca su compañía. Tomados de la mano, notaron que la vida cuando se ve amenazada es tan frágil y nos damos cuenta que cada día desperdiciamos momentos preciosos con los que amamos por idioteces como el trabajo o los problemas de humor. Miku anhelaba ver a su amiga de la infancia, a la cual repudió en algunos momentos. Takuya quería ver a los niños, los que más de una vez quiso que se fueran de casa por tenerlo agotado, pero cómo extrañaba sus risas e ideas infantiles. En ese momento, viendo a tanta gente sufrir por sus seres amados, valoraron la vida y a sus semejantes, y se prometieron nunca más desperdiciar un momento, porque el pasado es polvo y en un segundo se esfumó, y no volverá nunca más.

 

Pasaron tres días en esa posada, se sentían muy seguros ahí, no obstante sabían que tarde o temprano correrían peligro en aquel lugar y lo mejor sería seguir avanzando al norte. Le comunicaron eso a la señora y ella contactó con su espía, quién les dio un importante dato.

–        En Sudamérica esta corriente no ha llegado, así que si quieren estar a salvo deberían irse para allá.

–        Pero tomar un vuelo sería un suicidio –comentó Takuya.

–        Lo sé, por eso él me dice que si quieren hacerlo, deben irse en un barco de carga.

–        ¿Barco? –los dos se miraron complicados, un viaje en barco podría durar meses, tendrían que cruzar todo el océano pacífico, el más grande de la Tierra.

–        Es la única opción, o se quedan acá o toman ese barco. Mi amigo los puede llevar hasta él, sale en Hokkaido. Nadie revisará la carga antes de partir, así que se van con toda la carga hasta llegar a Sudamérica, y una vez que lleguen ahí no les será muy difícil escapar, los sudamericanos no son rigurosos como nosotros. Y una vez que todo pase, ustedes volverán en avión.

–        Muchas gracias por el dato, pero somos dos y debemos tomar las decisiones juntos –espetó Takuya.

–        Está bien y lo entiendo, esas son sus únicas dos opciones.

–        Muchas gracias –agradeció el menor con una reverencia, imitada por la señora.

 

 

–        ¿En serio piensas irte en barco? –preguntó escéptico el guitarrista.

–        Es la única opción al parecer –le respondió derrotado.

–        Pero podríamos quedarnos acá –en ese momento Miku lo abrazó fuertemente.

–        Yo no quiero morir y no quiero que tú mueras –le susurró, aferrándose a él fuertemente. Takuya, con su alma quebrantada, lo abrazó intensamente.

–        Si tú quieres eso, entonces nos iremos en barco.

–        Takuya, ¿tú no te das cuenta que yo quiero morir sosteniendo tu mano estando muy viejo?

–        ¿Q-qué? –lo miró perplejo a la vez que Miku le tomaba la mano firmemente.

–        Quiero pasar el resto de mis días contigo, yo te amo y eres mi vida entera, siento que eres la mitad que me falta para poder sonreír con sinceridad. No quiero a nadie más en mi vida, quiero vivir más atardeceres como los de aquel monte, quiero vivir más noches frías junto a tu cuerpo, quisiera poder estar contigo criando niños hermosos y verlos crecer, quiero llenar mi vida de momentos inolvidables y tener en mi memoria cada día de mi vida algún momento donde pueda decirte que te amo. Mi vida, de milagro, se unió a la tuya por algo tan maravilloso como la música, y ahora, escapando de unos idiotas, luchando por amor, me doy cuenta que no soy capaz de poder medir mi nivel de amor por ti.

–        Y-yo… -el joven de cabello cobrizo simplemente no sabía que decir.

–        Yo… quisiera poder estar contigo toda tu vida –confesó mirándolo a los ojos, sus mejillas pálidas estaban sonrojadas y sus ojos demostraban sinceridad.

 

El guitarrista lo miró fijamente y con dulzura lo besó, tratando de mostrarle que su manera de decirle que lo amaba era así, con afecto, con momentos, con caricias. En ese momento, mientras lo besaba, se prometió luchar hasta sus últimas fuerzas por mantener ese lazo, que ni un montón de ridículos podría destruir con amenazas. Lo que sí, tuvieron que cortar varias veces el beso por los estornudos de Takuya.

 

Y así fue como, en pocos días, estaban en el barco de carga directo a Sudamérica. No tenían idea a que país llegarían ni cómo salir de ahí, el lugar era pequeño, incómodo, con poca ventilación y luz. Sin embargo, juntos se sentía un poco más confortable. Fueron meses de viaje, el movimiento del barco los mareaba al principio, sin embargo, luego de unas semanas se acostumbraron. No escuchaban personas cercas, y el único ruido que los acompañaba era la respiración del otro, y los estornudos apaciguados de Takuya. Apenas hablaban entre ellos, para no levantar sospecha y no discutir. Mas que todo, se demostraban su amor para apalear la dura situación, y cuando uno dormía, el otro en su cuaderno escribía, Miku su vida, Takuya su historia. Antes de irse llamaron a la casa común, y nuevamente nadie contestó. Las esperanzas de que estuvieran bien disminuyeron drásticamente, y cada día en el barco dedicaban unos minutos a orar por sus amigos y compañeros. La rutina era igual cada día, por lo que no fue novedad que a los pocos días perdieran el sentido del tiempo y de los días, en ese lugar tan pequeño no llegaba luz ambiental, así que no sabían cuando era de noche y cuando era de día, había una ampolleta prendida todo el día, aunque daba luz tenue permitía ver el lugar. Poco a poco los dos se acostumbraron a la escasa luz, así que no se les hacía difícil poder escribir y verse. Sin embargo, hubo un día que escapó de lo habitual, iban a inspeccionar la carga y antes de ser descubiertos se escondieron tras unas grandes cajas.

 

–        Todo parece estar ok –habló un adulto, en inglés.

–        Claro que estaría ok, te lo comenté –le respondió otro adulto, también en la lengua anglosajona.

–        Me alegro tanto que las cosas en el mundo estén más ordenadas y estables, ¿tú no?

–        Sí, ya me estaba dando vergüenza el nivel burdo que estaba teniendo nuestro querido país. Me imagino que el tuyo está mejor.

–        Sí, los Estados Unidos por fin se liberaron de tanta plaga, ¿y qué tal Japón?

–        Igual, yo tengo amigos en W.O.P.E, yo soy también y estamos teniendo buenos resultados. Habían localizado una familia inmunda, donde dos asquerosos homosexuales criaban niños. No sé como el estado puede permitir eso.

–        ¿Eran de ellos o adoptados?

–        Adoptados, lo que es peor. Estuvo aprobado por el gobierno.

–        El gobierno se entregó a lo popular, imagínatelo, homosexuales asquerosos criando niños, pervirtiéndoles sus mentes inocentes.

–        Además, la casa que fuimos a ver era de un antiguo artista transvestido, no recuerdo el grupo pero su nombre era extranjero y de modas coloridas.

–        ¿Y cómo fue?

–        Llegamos en un grupo, acribillamos al “padre”, que nos abrió la puerta, y a la “madre”, que era un maricón que se vestía de mujer, de cabello cobrizo con rulos en las puntas lo golpeamos hasta que murió.

–        ¿Y los niños?

–        Los matamos, obviamente. Sé que no tenían culpa de su destino, pero no podíamos dejarlos vivir si estaban impuros. Eran una niña de tres años y un bebé de uno, los ahorcamos. La niña se llamaba Megumi, era lo que más gritaba el travesti, que dejáramos tranquila a su princesa, me dio tanto asco tocarlos a todos.

 

Los rostros de los dos artistas estaban demacrados, no podía ser cierto lo que oían. Debe ser una coincidencia. Takuya se apoyó en la caja que estaba en su espalda, completamente anonadado. Un escalofrío recorrió su espalda.

Pasaron unos intercambios de palabras antes de que esos dos hombres se retiraran, estaban en un barco con gente del W.O.P.E dentro, gente que no le importaba la vida, siquiera de un bebé.

–        Megumi, mi princesita –sollozaba el guitarrista desolado. Miku lo abrazó fuertemente, impactado al saber de tan cruda manera la muerte de un gran amigo y de su familia–. Perdóname la vez que te regañé, perdona si no hice cosas que tú querías hacer, perdona el no haberte ido a ver seguido, perdóname, Megumi.

–        Ella está mejor ahora, con toda su familia en el cielo –le dijo consoladoramente, acariciándole la espalda.

 

Luego de unos meses pisaron tierra firme, se escabulleron antes de que los vieran. Se sentían mareados por tanto movimiento, ahora ausente. Tenían hambre y frío, los estornudos de Takuya habían empeorado y su resfriado se convirtió en una gripe, que no quería tratarse. No sabían en qué país estaban, aunque eso no era lo importante. Lo realmente importante era encontrar un lugar seguro donde refugiarse hasta que terminase toda esa pesadilla. Haciéndose pasar por turistas, ingresaron a un centro comercial, donde pasaron al baño y pudieron verse en un espejo luego de meses. Estaban muy delgados, pálidos, ojerosos y desaseados. Dentro de lo posible se asearon en aquel lugar y luego compraron abrigo y muchas mantas, aún tenían dinero y en ese país  tan remoto a sus tierras el dinero parecía multiplicarse. Por lo que así pudieron abandonar sus prendas, las cuales se les apreciaba algo de moho. En una tienda una persona les regaló un mapa de la zona y decidieron dirigirse más hacia el interior, abandonando la costa, pensando quizás que el interior sería menos poblado. Decidieron caminar, estaban realmente agotados y sólo querían reposar, dormir en una buena cama, comer algo caliente, darse una buena ducha. Sentían que su alma se había quedado en el barco, se sentían muy desesperanzados. Temían darse cuenta que quizás nunca volverían a ver a sus amigos. No sabían si podían alojar, no sabían el nivel de conocimiento y de ataques de la W.O.P.E. en aquel país. Tampoco querían preguntar, podría ser sospechoso en caso de que si hubiera un comando en la zona.  Takuya estaba empeorando, tosía constantemente y se sentía mareado.

 

–        Podríamos pasar a una farmacia.

–        Ya se me pasará –respondió ariscamente.

–        Cómo tú quieras –espetó cabreado, no tenía energías ni para discutir.

 

Caminaron muchos kilómetros, yéndose por una ruta descongestionada y muy poco usada.  Llegaron a una localidad muy pobre, donde todos salieron a ver quiénes eran los extraños. Les preguntaron varias cosas en un idioma extraño, de seguro español.

–        ¿Cómo dicen? –preguntó Takuya en inglés.

–        ¿Quiénes son ustedes? –cuestionó un lugareño, de piel muy morena, en español.

–        No les entiendo –indicó Takuya en lengua anglosajona.

–        Estos extranjeros no entienden nada –comentó otro lugareño.

–        ¿No saben inglés?

–        No sé que dicen los chinitos, pero al parecer quieren dormir.

–        ¿Qué dirán? –le preguntó Miku temblando de frío.

–        Qué estamos enfermos, de seguro –comentó Takuya, luego de estornudar sonoramente.

 

Los locales les ofrecieron alojamiento en una casita abandonada, aunque poseía algunos muebles. A medida que pasaron las horas el guitarrista comenzó a sentir silbidos en el pecho y cada vez le costaba más respirar y hablar.

 

–        Reposa, duerme y mañana te sentirás mejor.

–        D-duerme c-conmigo –le rogó, tomándole su mano helada–. P-ponte mi r-ropa, e-estas frío.

–        No, tú la necesitas más. Estás enfermo.

 

Miku había hecho una camita con un colchón que había encontrado en la casita y como protector había puesto varias mantas de polar. Takuya se recostó y ahora se veía algo más afiebrado, el vocalista comenzó a tratar de disminuirle el exceso de temperatura con paños fríos. Una gran manta la usó para cubrir al guitarrista, quién seguía sosteniéndole la mano.

–        D-duerme c-conmigo.

–        Tú descansa, yo te cuido.

–        N-no s-sueltes mi m-mano.

–        Nunca.

 

Miku estaba sentado al lado de la cama, sintiendo un frío espantoso recorrer su delgado cuerpo. A pesar de que estaban en su peor estado físico, no podían ver la realidad. Veían al otro idéntico antes del viaje y se aferraban a ese recuerdo casi a uñas y dientes, para no enfrentarse con una realidad inminente. Takuya intentaba tener los ojos abiertos para ver a aquel cantante carismático que le había robado el corazón hace ya seis años, veía al mismo vanidoso de siempre de mirada infantil y caprichos de niños de cinco años, acompañado de la fiel Nyappy-chan. Qué gusto le daba volver a ver a Nyappy-chan, con su lindo pelaje muy bien cuidado, meneándole la cola a su dueño, quién la levantaba en brazos muy feliz. Iban a salir los tres, a comprar cosas para la casa común. Iban a hacer un encuentro de bandas, algo casero pero no por eso menos divertido, iban a ir varias bandas amigas, Alice Nine, The Gazzette, los amigos de Miku que querían formar una banda y tantas veces le habían pedido su asesoría, pero él fiel a An Cafe. Vio a Teruki “pedirles” a Kanon y Yuuki que lo ayudaran a ordenar la casa mientras ellos salían, y la casa tenía un agradable aroma a cerezos. Era primavera, qué encantadora fecha.

 

Miku estaba cansado, sostenía apenas la mano de su querido novio, trataba de mantener la imagen de un simpático y serio Takuya, amante de la guitarra, si hasta creía verlo tocar tan apasionadamente ese instrumento que tantas veces quiso ser. Recordó la vez que le había roto la guitarra y rió solo, haciendo que Takuya también riera. Se sentían tan bien los dos juntos, tranquilos, en paz. Miku vio que la fiebre no bajaba, así que decidió abrigar más a su novio, temiendo que el frío empeorara su salud. No quedaba mucha ropa para arroparlo, así que decidió retirarse él mismo su ropa, lo arropó con su chaqueta y su chaleco, quedando solamente con la playera y el vestido negro harapiento y mohoso. Hacía mucho frío, pero eso no le importaba. Besó a Takuya lentamente, no obstante apenas él podía responderle.

–        D-duerme c-conmigo.

–        Debo cuidarte.

–        Q-quédate c-conmigo.

–        Siempre, amor.

–        T-te a-amo.

–        Y yo te amo a ti, Takuya. Descansa, mañana te sentirás mejor.

 

Poco a poco, el chico de cabello cobrizo desteñido comenzó a cerrar sus ojos, sus silbidos en los pulmones disminuyeron progresivamente. El frío, que recorría cada arteria y vena, comenzó a darle sueño al cantante, quién poco a poco se entregó a tal merecido descanso. Siguieron, tomados de la mano, firmemente, hasta el último suspiro.

 

Al día siguiente el frío cesó, había un gran sol y en las noticias locales se hablaba de W.O.P.E, que luchaba contra la ONU, específicamente el Departamento de Derechos Humanos, en varios rincones del planeta, y en algunas zonas habían logrado desarticular la organización. Poco a poco las personas podrían volver a ser libres, pero aún faltaba tiempo y energía. Cosas que estos dos protagonistas no tenían. A las fueras de la casita que los acogió, florecieron dos lindas flores, unidas por su tallo, una damasco y una rosada.

 

 

–        Ya cada vez queda muy poco.

–        Sí, pronto volveremos a ser el país que éramos, la sociedad que éramos.

–        Si la ley se aprueba, se evitará la masacre que hubo en la época del W.O.P.E.

–        No menciones a esos enfermos, por favor.

–        Créeme, me encantaría que nunca hubiesen existido  –le comentó, abrazándola por la cintura.

–        Han pasado ya tres años, no puedo creerlo –espetó, tocando la lápida.

–        Lo más lindo es que les ganaron, no pudieron alcanzarlos –agregó, colocando flores.

–        ¿Cómo está Shinya?

–        Mejor, aún sigue en terapia. Los médicos dicen que es muy difícil que vuelva a caminar, así que la terapia se enfoca en fortalecer los brazos para que pueda mover la silla de ruedas.

–        Encuentro increíble que haya defendido intentado defender a Yuuki de ese ataque.

–        Lo más triste es que ellos se querían, pero nunca estuvieron juntos.

–        ¿Y cómo está de la pérdida?

–        Bueno, perder a quién amas, más a tres grandes amigos duele mucho. Está muy ido, más que antes.

–        Yo a ti te veo bien, yo estoy muy dolida por la ida de Haru.

–        Tranquila, Asuka –la abrazó consoladoramente–. Ellos están con nosotros, apoyando esta causa que hemos querido sacar adelante, la organización para luchar contra los partidarios de esos asesinos. Y hablando de eso, tenemos que empezar a organizar la conmemoración al primer ataque.

–        Sí, yo quiero reunir fondos para que haga un museo de la memoria. Estos ataques deben ser recordados para que no vuelvan a suceder.

–        ¿Cómo le ha ido a la historia de Takuya?

–        Muy bien, se ha vendido bien. Encuentro increíble que lo terminara, aún con todo el viaje.

–        El final impacta, el chico que perdió la memoria había tenido el accidente porque los padres querían sacarlo del país luego de enterarse que él tenía un romance con un profesor y el automóvil chocara con un camión y los padres fallecerán, y él quedó en coma. Y al final la madre que se suponía que era, era una enfermera del hospital que no quiso verlo morir desconectado por no tener familia y lo adoptó. Y cuando descubrió toda la verdad, decide buscar a su novio, pero él se había suicidado creyendo que había muerto.

–        Takuya tenía imaginación, lástima que esta fue su única historia –Teruki miró su reloj, le dio un beso en la mejilla a la chica para avisarle que era hora de abandonar el cementerio e ir a buscar a Kanon a terapia.

 

En la lápida, que eran dos unidas por un puentecito, salían los nombres de Takuya y Miku. Esa zona era exclusiva para los “caídos por el terrorismo del odio” y eran más de 300 mil lápidas distribuidas en todo el parque. Un gallo de plástico y de brillantes colores que giraba con el viento, se movía alegremente, indicando la fresca brisa que inundaba ese lugar melancólico. Un cerezo cayó a lo lejos en otra tumba, una que tenía la imagen de una “hello kitty”, la lápida decía “una linda princesa, Miura Megumi”.

 

Notas finales:

Muchas gracias a los que están leyendo estas palabras, a los que me apoyaron cuando empecé a escribir fics hace ya más de cuatro años, a los que siempre me dejaban reviews, a los que leyeron este último capítulo, a todos ellos y muchos más, muchas gracias, me hicieron crecer y mejorar la redacción, porque vaya que era mala mi redacción cuando empecé xD daba vergüenza ajena jejejje

Fue un gusto escribir fanfics para ustedes, pero todo proceso tiene su ciclo, y esta nota final es el adios :)

 

Bye Nyappy [!]


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