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No me mientas por Kitsuya Tenshi

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Notas del fanfic:

Damien Durkheim (c) Kitsuya Tenshi
Pierre Lepprince (c) Hachinoah

Está PROHIBIDO tomar a estos dos personajes para escribir cualquier fanfic, a menos que sea el mismo propietario.

Notas del capitulo: Con el consentimiento de Hachinoah, publico este fanfic de personajes originales aquí ^w^

Espero disfruten de la lectura ;D
La habitación daba vueltas a su alrededor mientras Komui le extraía sangre para ponerla en unos frasquitos de cristal. Iba a desmayarse... Otra vez...
- Komui... – lo llamó con voz débil. Estúpida enfermedad... Si alguien le viera de esa forma... ¿Qué rumores empezarían a circular?
- Ya, ya... Solo me queda inyectarte la medicación... – respondió serio, preparando otra jeringuilla.
- Que sea fuerte... Tengo una misión...
- Lo sé, saldrás mañana. Así que por hoy descansa y toma otra dosis antes de la cena.
Cerró los ojos y para cuando volvió a abrirlos, ya sentía los efectos de la “droga”, como él la llamaba. Latidos acelerados, presión alta... Era como estar borracho de energía. ¿Y se suponía que tenía que quedarse en cama?
“Eso haré sin duda... Aunque no creo que acabe durmiendo...”
Después de que el Supervisor quitara sus aparatos del pecho del Exorcista, éste se reabotonó la camisa y salió con paso vacilante al pasillo. Tan sólo había recorrido unos metros, que se dio cuenta de que alguien lo seguía.
- ¿Me estás espiando...? – preguntó, antes de darse la vuelta. - ¿...Lepprince?
“Porque si es así, no te dejaré ir tan fácilmente...” se dijo, empezando a sospechar que el francés podría haberle visto con Komui.
- Es un lugar público... Puedo pasear donde me plazca.
- Gran lugar para un paseo, la Sección Ciéntifica... – dijo en un murmullo.
“Y los niños los trae una cigueña... No soy tonto...”
- Dime la verdad, Lepprince...
Sus ojos amarillos se clavaron en los bicolores del muchacho. Había muchas cosas en ellos... Algunas que Damien no lograba comprender... ¿Qué brillo tendrían al llegar al éxtasis? El conde se encontró de nuevo pensando en aquello, para su sorpresa, aún sabiendo que Pierre (y con él, todos los demás hombres de la Orden) era territorio prohibido.
- No eres el centro del mundo, ¿sabes? – contestó él, sin apartar la mirada.
- Puede que no... Sin embargo, parece que he logrado la azaña de alterar el tuyo... ¿Acaso se debe a lo que...?
- ¡En esa dichosa misión no ocurrió nada! – exclamó, molesto, encontrándole gran interés a las manchas de explosivos de la pared. - ¡Deja de ser tan egocéntrico!
Damien tomó su barbilla con la mano, obligándole a encararle. Sus alientos se entremezclaban en los escasos centímetros de espacio libre.
- Y tu deja de mentir, Lepprince... – susurró. – Deberías ser más sincero, sobre todo contigo mismo... ¿Te has preguntado alguna vez qué es lo que quieres hacer en este lugar?
- No eres tú el indicado para hacerme esa pregunta...
- Por eso mismo lo hago. No conseguiríamos nada lamiéndonos las heridas mutuamente.
El francés no contestó. Damien estaba al tanto de su delicada situación, del mismo modo que Pierre sabía de lo de su hermana. Los dos estaban en un callejón sin salida. Sus seres peligros estaban en peligro por esa maldita Orden y sus luchas “por el bien”.
- Podemos cambiarlo, Lepprince... No recuperaremos lo que perdimos. Pero podemos hacernos un camino hacia delante... ¿Qué te parece? – preguntó al oído del rubio.
- Estamos en medio de un pasillo... – observó él, tomando una gran bocanada de aire. ¿Qué estaba diciendo? ¿Desde cuándo su cerebro había dejado de funcionar?
- Cierto... – respondió el moreno, soltando al otro Exorcista.
Se peinó algunos mechones rebeldes, mientras trataba de averiguar si alguien los había visto. El corredor estaba desierto, y, sin previo aviso, le agarró de un brazo con una fuerza que sorprendió a Pierre. No le conocía por ser un tipo fuerte... Sin embargo, se dejó arrastrar hasta la habitación más cercana.
Desde luego, su mente le estaba jugando una mala pasada. ¿Qué hacía con …L en un cuarto A SOLAS? ¿Cuándo había accedido a ello?
“Al diablo con los principios y la etiqueta...” se dijo el mayor. “Por una vez, dejemos que los hechos transcurran por sí solos...”
- No creo que... – empezó el rubio, intentando salir de esa situación antes de que las cosas fuesen a más.
La puerta se cerró con llave.
- ... sea buena idea.
- No estoy de acuerdo. – contestó, interceptando la mano de Pierre. – Y tú vuelves a mentirme...
- ¡Yo no...!
Sin dejar que terminara la frase, Damien se abalanzó sobre los labios del francés, separándolos a la fuerza. Creyó notar un intento de forcejeo pero no tardó en desaparecer...
“Damien, uno, Lepprince, cero...”
Se separó rudamente del francés con la respiración entrecortada. El moreno lo empujó sobre la cama (¿a quién le habrían robado la habitación?), yendo de nuevo al encuentro de su boca y su lengua.
Mientras, sus manos ya volaban hacia los botones de la camisa del joven Exorcista. Sin embargo, cuando las del rubio fueron inciertas en un intento de repetir sus acciones, volvió a abandonar esos labios ya no tan vírgenes (y ahora de su propiedad) para impedirle continuar.
- Me gusta mi camisa... Déjala como está... – murmuró, antes de volver a donde lo había dejado.
Por mucho que deseara sentir la piel caliente de Pierre contra la suya fría, no quería que viera su espalda destrozada por los latigazos. No... No quería preguntas... Y en ese momento, el pasado de los dos no existía. Vivirían el presente hasta que las memorias regresaran...
Cual vampiro, se dirigió hacia el cuello del chico, a la vez que exploraba con los dedos su nuca, los hombros, el pecho... Se detuvo acariciando los pezones erectos, antes de saborearlos más de cerca. Había valido la pena retenerse hasta ese momento...
Repasando cada centímetro de Pierre, continuó su camino hacia el bulto que se había formado en sus pantalones.
- ¿Lo has hecho antes? – preguntó Damien levantando la cabeza de pronto.
El francés no contestó a la pregunta, desviando de nuevo la mirada a la pared. Con una media sonrisa, el moreno le besó una vez más, jugando con su lengua.
“Me des o no una respuesta... Te lo voy a hacer igualmente...”
Zapatos y pantalones quedaron pronto olvidados. El rubio trató de eliminar la camisa del conde, logrando desabrochar algunos de los botones antes de que él se diera cuenta, ocupado en “asuntos de vital importancia”. Fue entonces que le ató a la cabecera con su lazo para el pelo... Al menos le había encontrado utilidad...
Se divirtió arrancando los primeros auténticos gemidos al francés, lamiendo su miembro erguido. ¿Se tocaría cuando estaba solo? ¿En qué pensaba cuando lo hacía?
Pero Damien ya estaba en su límite. Ahora o nada.
- Va a doler al principio... – le avisó. No iba a negarlo. ¿Para qué? Nadie se había preocupado por decírselo a él...
Acalló el grito de Lepprince con otro beso fogoso, a la vez que movía las caderas para entrar más dentro de él. Era SU francés...
Sí, por fin era realmente suyo... Los ojos bicolores que le habían impresionado en aquella misión... El cuerpo que había protegido de los Akumas apretado contra el propio... No podían quitárselo... A él no se lo quitarían...
Alcanzaron el clímax casi al mismo tiempo, abandonándose jadeantes sobre las sábanas deshechas, donde estuvieron unos minutos en silencio, interrumpido tan solo por las respiraciones entrecortadas, hasta que Pierre murmuró:
- Las manos...
Las muñecas del rubio seguían atadas. Con una sonrisa cansada, Damien rodó sobre sí mismo y deshizo el nudo. El chico se quedó sentado, masajeándose la piel enrojecida.
- ¿No sería mejor que...? – empezó él, pero el moreno volvió a silenciarlo, empujándolo a su lado.
- Nadie nos echará en falta por una tarde... – dijo a modo de excusa.
En realidad, no iba a poder levantarse sin caerse estrepitosamente al suelo. Hacer el ridículo frente al tío con el que acababa de tener sexo no estaba entre sus propósitos.
- Además... – continuó riendo. – Dudo que vayas a caminar con normalidad...
El francés se giró hacia la pared, azorado. Sí, en principio había sido como si hubieran intentado quemarle por dentro, aunque al final... Tenía que admitir que le había gustado.
- Maldito inglés...
- ¿Hmm?
- Nada...



Se había dormido como un tronco. Ni siquiera estaba seguro de que respirara... Y estaba tan pálido... ¿Era normal?
Mientras... bueno, mientras lo hacían, Pierre no se había fijado en eso (¿y quién se iba a fijar?) ni en las ojeras púrpura debajo de sus ojos. Además de eso, aún llevaba la camisa a medio abrir. ¿Por qué no se la había quitado?
“¿Se despertará?” se preguntó apartando la sábana.
El moreno dormía boca abajo, con el rostro girado hacia él y una mano extendida. Se había acaparado gran parte de la cama, que no era tan espaciosa...
Con lentitud, empezó a tirar del cuello de la camisa para dejar al descubierto la espalda. Segundos después, se arrepentía de haberlo hecho.
Cicatrices.... La piel estaba completamente cubierta de líneas sonrosadas que se cruzaban una con otra. No pudo hacer más que volver a taparle, mirando a otro lado. No había visto nada... No tendría que haber visto nada...
El rubio se tendió de nuevo. No había querido enseñarlo por eso.... Sabía que empezaría a hacer preguntas en el momento equivocado...
- Maldito y estúpido inglés... – repitió, cerrando con decisión los ojos.

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