Ruki.
Sólo quiero a alguien especial. ¿Es acaso mucho pedir?
Otro año más estoy de pie frente al árbol de navidad que se arma bajo la torre de Tokyo. Asistí a la ceremonia solo, es ya casi una tradición para mí asistir aquí a ver como lo encienden y todo el mundo se alegra y felicita entre sí.
Miro a mí alrededor y veo tanta felicidad que me apeno. Veo a las familias caminar felices viendo que comprar para sus familiares, mas yo no tengo familia a quien darle algún regalo, veo a las parejas intercambiar sus obsequios, hacerse mimitos e irse de la mano, tampoco tengo una pareja con quien estar.
Según Uruha soy demasiado exigente con mis novios. ¿Exigente?, no lo creo… ¿es acaso ser exigente, pedir que se acuerde de cuando nos dimos el primer beso?, ¿es acaso ser exigente, pedir algunas lindas atenciones?, no lo considero así.
Para mí un novio es aquel que es capaz de verte aunque estés en medio de una multitud, sólo porque su corazón late más rápido y algo le dice que estas ahí. Un novio es aquel que es capaz de comprenderte cuando sales tarde de tu empleo y que hace el intento de esperarte, pero que igual se duerme en el sofá de la sala.
Me siento solo, incomprendido, como si mi entorno no fuese el correcto, como si yo no perteneciese a este lugar.
Decido sentarme en uno de los tantos asientos que hay allí y levanto mi rostro para observar el cielo, es increíble que por culpa de las luces de la ciudad, las estrellas no se puedan ver. Cierro los ojos y me dejo llevar por el ruido de la gente y el viento que corre.
De repente mi corazón late rápidamente, como si algo estuviera a punto de pasar.
-hola- alguien se acaba de sentar junto a mí.
Kai.
Alguien especial, eso es lo que necesito.
Tengo una linda novia, que me complace en todos mis caprichos, pero hay algo que me falta, me siento solo, vacio, como si no encajara en este mundo que se supone es el mío.
He salido a caminar, estaba ahogando en casa. Entre mi madre y mi novia se han encargado de asfixiarme y exprimir mi vida, con eso de que nos casaremos. Sí, porque en un momento de idiotez extrema le pedí matrimonio y cuando me di cuenta era demasiado tarde para retractarme.
Camino sin rumbo, la noche me envuelve y siento el frio viento golpear mi rostro, me despeja y me hace despertar del extraño sopor en el que estoy.
A lo lejos veo la torre de Tokyo brillar, recordé que hoy encendían el árbol y deseé verlo, hace años que no visitaba aquel monumento, ni veía la ceremonia.
Acelero mis pasos y logro acercarme bastante, hago la cuenta regresiva junto a muchas personas más y grito de alegría al verlo encenderse.
Poco a poco la multitud se disgrega y mi corazón late como loco, como si algo estuviera cerca, como si aquello que he esperado estuviera cerca. Comienzo a buscarlo, giro sobre mi mismo buscando aquello, luego de unos minutos lo veo… el golpeteo acelerado de mi pecho me lo indica. Es él, él… lo veo sentado a través de la gente que se mueve, está solo, con la cabeza en dirección al cielo, con los ojos cerrados. Es hermoso, se ve tan suave y frágil.
Me doy valor y me siento junto a él –hola.
Cuando lo sentí sentarse a mi lado, casi rosándome, mi corazón casi salió de mi pecho, abrí los ojos, era hermoso, sus ojos me expresaban tanto que me sorprendió, alguien dijo que los ojos eran el reflejo del alma y definitivamente esos ojos lo eran, me mostraban desesperación y anhelo.
*
Me miraba sorprendido. Sus ojos eran hermosos, fue en lo primero en lo que me fijé al sentarme junto a él, se veían melancólicos, tristes. Me dieron ganas de tocar su rostro y extendí mi mano, hasta él. Pareció asustado cuando me vio hacer eso y se alejó levemente, mas cuando notó que mi intención no era hacerle daño se relajó e incluso inclinó su rostro buscando más contacto.
No pude aguantarlo, al verlo cerrar los ojos y esbozar una sonrisa por mi caricia, deseé besar su boca, aquella pequeña boca de la cual no había oído una palabra, pero que necesitaba probar. Me aproveché de sus ojos cerrados y me acerqué lentamente, estaba a unos pocos centímetros de él cuando lo vi abrir los ojos inesperadamente.
*
Esa caricia se sentía tan bien, me entregaba un calor extraño que no era molesto, más bien era reconfortante y supe de inmediato que esa sensación era la que quería sentir para siempre. Abrí mis ojos, al percatarme de que quien me acariciaba era un completo extraño y lo vi, lo vi cerca mío, a sólo unos centímetros de besarme y sin siquiera pensármelo acorté esa distancia
*
Sentía que nos acoplábamos, jamás había sentido aquello con nadie ni siquiera con la chica que creí era mi primer amor. Lo sentía temeroso, algo tímido al contacto, pero aún así no se separó. Quería sentir sus labios así por más tiempo, deslicé mi mano a su cuello y lo acerque más a mí, dejé de acariciar sus labios con los míos para comenzar a hacerlo con mi lengua, pidiéndole así, de forma silenciosa que abriese su boca para mi, que me dejara sentir su lengua y el sabor de ella.
*
Lo sentí delinear mis labios con su lengua, sabía lo que significaba o más bien lo que él quería y no me negué a ello, también lo deseaba, en ese momento estaba obnubilado por las sensaciones que ese chico me generaba.
Abrí mi boca para él y de inmediato sentí que colaba su lengua en ella, la explosión de sensaciones que sentí cuando su lengua entro en contacto con la mía fue indescriptible, mi corazón se aceleró, sentí que mi rostro estaba completamente sonrojado, sentía cosquillas en mi estómago y como mis manos sudaban.
*
Apenas abrió su boca, dejé que mi lengua entrara allí, a los pocos segundos su lengua tocó la mía o fue que la mía toco la de él, a decir verdad en ese momento me dio lo mismo, porque lo que me generó ese contacto hizo de inmediato que me olvidara de cualquier cosa, de mi entorno, del lugar, de mi situación, de absolutamente todo, me dejé llevar por lo que ese chico me generaba, las sensaciones eran demasiado placenteras y no me detuve ni siquiera para respirar.
Estuvimos así, quien sabe cuántos minutos, o quizás fueron horas, no lo sé, pero fue él quien cortó el beso… me miró e hizo algo que no me esperé y que no pude evitar.
*
De repente, algo llego a mi mente, no conocía a esa persona, no sabía quién era, ni de donde había salido, sólo había escuchado una vez su voz, no podía seguir así, debía parar eso en ese minuto antes de que se salga de control.
Me dolió separarme de él, lo miré por un segundo, para después ponerme de pie y salir corriendo sin dirección clara. Ni siquiera sé porque corrí, creo que fue por algo de miedo… miedo al cúmulo de sensaciones que me generaba él, miedo a no poder alejarme de él, miedo a que la realidad fuese cruel conmigo una vez más.
*
Lo vi correr y no supe que hacer, llevé mi mano a mis labios, pensé en mi familia, mi novia y todo lo que me rodeaba, después pensé en el chico que acababa de irse, en lo que me generaba, en aquellos sentimientos que jamás por nadie había sentido, me hizo sentir feliz, acompañado, me hizo sentir que realmente si había un alguien para mí en ese lugar del mundo.
Algo en mi hizo click y me di cuenta que lo último que quería en ese momento era perder a ese chico y corrí en la misma dirección que él lo había hecho, no sabía su nombre, sólo recordaba como iva vestido y no me importó, corrí y corrí buscándolo con la mirada, rogando a todos los dioses que me permitieran tenerlo a mi lado.
*
Corrí sin dirección, sin mirar atrás, quería que de mis labios dejaran de cosquillear, que esa sensación de bienestar se alejara de mí. No podía sentir aquello por un desconocido. No sé cuanto anduve, pero llegué a un parque y una vez allí me detuve, me senté en una banca frente a una hermosa fuente.
Mi mente era un caos, una parte de mi me recriminaba por haber salido corriendo, pero otra parte me decía que estaba bien, que si me quedaba un rato más no hubiese podido parar y quedar sólo en besos.
Comencé a llorar desesperado, me sentía más desolado que nunca, después de haber sentido que ese chico era a quien esperaba, pero que lo había perdido, por miedo al futuro.
*
Le pregunté a cuanta persona se me cruzó por delante si habían visto a un chico bajito y rubio que llevaba un polerón negro y un pañuelo rojo al cuello. Cuando comenzaba a perder las esperanzas alguien supo darme una pista.
-¿un chico bajito?, sí… iva corriendo mientras lloraba, al parecer corría hacia el parque.
Corrí hacia donde me habían indicado, no sabía en qué lugar de ese enorme parque estaría, pero lo encontraría como fuera… ahora que había encontrado a mi persona especial, no lo dejaría ir, menos sabiendo ya, que él me correspondía, porque aunque él no me lo hubiera dicho yo ya sabía que él me correspondía, sus ojos me lo dijeron y mi corazón me lo reafirmó.
Llegué al dichoso parque, caminé rápidamente mirando a todos lados, estaba desesperado, necesitaba encontrarlo y estrecharlo entre mis brazos.
Había recorrido todo, no lo pude encontrar y comenzaba a desesperarme y las ganas de llorar comenzaron a invadirme. Me paré enfrente de la fuente, observé el agua correr, sin motivo alguno mi corazón comenzó a latir fuertemente… ¡estaba cerca!
Rodeé la fuente que resultó ser bastante y grande, al lado opuesto a donde yo me había parado estaba él, sentado con la cabeza gacha.