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Tu, Mi Salvación por AthenaExclamation67

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Tu, Mi Salvación
By AthenaExclamation67

Hacía meses, demasiados meses que se encontraba enfermo. Preso en esa cama de hospital. Conectado a esos horribles tubos, que le molestaban y le hacían doler.

El blanco etéreo de los hospitales que había visitado hasta ese momento, era más que deprimente. Para él, que estaba casi muriendo. Y para todos los visitantes que tenían el valor de ir a ver como la diálisis, estaba consumiéndole.

Todo fue rápido. Muy rápido. La enfermedad empezó a destrozarle por dentro, y precisaba del trasplante, o moriría irremediablemente.

El diagnostico era el peor que podía haber. Y sus padres y hermano, no se cansaban de consultar a todos los profesionales. Deseando escuchar de alguno de los médicos que examinaban a su hijo menor, que lo que tenia Aioria era remediable.

Siempre habían vivido con el miedo en el cuerpo. Nació siendo un bebe delicado. Y creció contra todo pronóstico de modo sorprendente. Pero Aioria, tenía una bomba de relojería en su cuerpo. Y sabían que cuando esta estallase. Empezaría la verdadera pesadilla.

Y esa pesadilla empezó cuando era un adolescente, cuando a sus 18 años, las dudas empezaban a asaltarle. Pero también cuando empezaba a disfrutar de la vida completamente.

Los estudios, sus amigos, y todo lo que le rodeaba era magnifico. …l mismo, se había encargado de que su vida, fuera perfecta, porque era consciente de la enfermedad que tenia, y si veía algo que pudiera perjudicarle, se alejaba, tratando así, de que la enfermedad no avanzase.

Sus mejores amigos, lo sabían. El mismo Aioria les había contado que sus riñones, desde que era un bebe le habían fallado. Y lamentaban, que llegara el jueves. Día de la semana en el que sin falta, tenía que ir al hospital y someterse a un proceso de diálisis que limpiara su sangre.

Acudía sin falta a esa cita de la cual no podía escapar, y que sabía que le alargaba la vida. Llegando a encontrar grandes amigos cada vez que iba. Confidentes a los que contarles sus profundos secretos, y de los que escuchar grandes enseñanzas de la vida ya que casi siempre. Eran más mayores que él.

Y fue así, que en uno de esos jueves, conoció a alguien que conmociono su vida sin que pudiera remediarlo.

Alguien que estaba en su misma situación, que tras nacer con la salud delicada, se acostumbró a vivir siempre alerta. Consciente de que cualquier infección, podía matarle.

- Aioria… - susurró el doctor llegando con un nuevo paciente – te hemos conseguido un amigo de tu edad – sonrió – nos sabe mal que siempre, estés rodeado de gente mayor que encuentra en ti un rayo de luz con el que desahogarse – se apartó y dejó que un muchacho de su edad, se acercase – él es Shaka, un chico que está en tus mismas condiciones, y acaban de trasladarle… - susurró tornando su mirada feliz a una triste.

Aioria se extrañó. Su doctor, era un hombre de mediana edad, siempre alegre. Y en las pocas ocasiones que lo vio triste, fue porque sabía que iba a perder un paciente.

- Hola, será un placer poder pasar contigo las tardes de los jueves… - sonrió el muchacho, viendo como el doctor se marchaba y se alejaba, dejándoles a solas para que se conociesen – yo vengo también los martes… - continuó dándole más información a Aioria que le miraba sorprendido – uno de mis riñones está a punto de pasar a la historia – se sentó cómodamente, esperando a que le llegara el turno y le conectasen a la maquina que le renovaba la sangre.

Aioria no pudo evitar mirarle, era un chico, sin duda, el doctor lo había presentado como tal, pero tenía una preciosa melena rubia que le dejó sorprendido, y una bonita faz que parecía relucir con las luces blancas del hospital.

- Yo soy Aioria… - estiró la mano para saludarle – también estaré encantado de pasar las tardes de los jueves contigo… - sus manos se juntaron y sintió un escalofrío que nunca antes había experimentado.

Miró al suelo, como queriendo escaparse, sin darse cuenta de que Shaka hacía lo mismo. Ocultando ambo, un sonrojo suave que había subido a sus mejillas y que parecía no querer abandonarlas hasta que fueron interrumpidos.

- ¿Qué tal las presentaciones? – dijo el doctor casi en una exclamación, llegando acompañado de la maquina que se encargaría de limpiar la sangre a Shaka.

El sonrojo aumentó, dando a entender la situación al doctor que se sonrió y conectó a Shaka, sin recibir respuesta a su pregunta, mientras tramaba algún plan para que sus pacientes más jóvenes, pudieran disfrutar de aquellas tardes angustiantes de su enfermedad.

El médico, sin pensar más que en hacerles más llevadera la situación, decidió ponerles siempre juntos. Decidió, que pasarían los jueves, en compañía el uno del otro para que pudieran intercambiar experiencias, situaciones y vivencias, hasta que sucediera el milagro y ambos consiguieran el trasplante necesario.

Las primeras tardes que compartieron, se sentían extrañamente agitados, emocionados, pero sin saber cómo lograr sacar una conversación. Sin conseguir poder hablar ya que sus labios temblaban dominados por los nervios. Sin conseguir poder mirarse fijamente a los ojos, puesto que al hacerlo, el rubor adornaba sus mejillas por completo.

Pero finalmente, los nervios desaparecieron. Y comenzaron a sentirse cómodos hablando, descansando, pasando el rato el uno al lado del otro. Ayudándose mutuamente cuando se sentían desanimados, consolándose cuando veían que su enfermedad avanzaba, reduciendo las posibilidades. Reduciendo la esperanza de vida. Quedando solo una opción que los salvarse.

Casi al mismo tiempo, sus enfermedades empeoraron, y solo quedó una única salvación. El trasplante. Necesitaban que llegase ese milagro, ya que de lo contrario, sus vidas acabarían muy rápido.

Shaka, enfermó más rápido. …l, precisaba de un trasplante urgentemente, o no saldría adelante. Su situación era más que preocupante, y decidieron ingresarlo.

Su estado de salud era crítico, empeoraba rápidamente, y el trasplante no llegaba, reduciéndose considerablemente sus posibilidades. Más, porque sabían que ninguno de sus dos riñones funcionaba, y dudaban que debido a su estado, superase el trasplante.
Aioria, por su lado, empezó a empeorar más despacio, con uno solo riñón, podía salvarse. Pero sabían, que el riñón debía ser nuevo, era indispensable, o de lo contrario, la situación, sería tan grave como la de Shaka.

Ajeno a que Shaka había empeorado tanto hasta el punto de tener que ingresarlo. Aioria, acudió a su cita semanal con la máquina de diálisis, y cuando no vio a Shaka llegar, empezó a preocuparse, a temerse lo peor y en cuanto vio a su doctor.

- ¿Dónde está? – Le miró con la preocupación impresa en los ojos - ¿Por qué no ha llegado Shaka? – añadió más angustiado, casi increpando para recibir la respuesta, tomando la bata del doctor, tirando de ella ofuscado.
- Aioria… - le tomo de las muñecas para que lo soltara – cálmate… en tu estado no te conviene agitarte… - le pidió sentándose a su lado, empezando a explicarle lo sucedido con Shaka.

“El viernes por la mañana, Shaka se sintió mal. Le subió muchísimo la fiebre. Y lo examinamos. Tras hacerle un exhaustivo examen de sangre. Pudimos comprobar, que ya no podía esperar más, y tuvimos que dejarle conectado permanentemente, porque la poca función que cumplían sus enfermos riñones. Era inexistente. Estará conectado a la máquina hasta que lleguen sus riñones, o hasta que suceda lo peor, lo que nadie quiere…”

El doctor calló. Viendo como Aioria, quedaba perplejo. Pálido ante la noticia que no quería ni podía creer. Atónito porque toda la confusión que su mente tenia por fin desaparecía y lograba entender y aceptar lo que por Shaka sentía.

- Pero él no puede morir… - lloró amargamente – él no puede abandonarme… no me puede dejar solo – se levantó apretando sus puños - ¿Dónde está? ¡¡Quiero verle!! – espetó.
- Tranquilízate Aioria, no quiero que empeores – le abrazó como si se tratara de su propio hijo – cuando llegue tu hermano a buscarte, le pediremos permiso para que te deje visitarle, está aquí, en este mismo hospital, pero entiende que Aioros es tu tutor legal y debe tomar ciertas decisiones.
- ¡¡Soy mayor de edad!! – Gritó – y puedo tomar mis decisiones – se apartó del doctor - ¡¡QUIERO VERLE!! – Gritó más fuerte – necesito verle… - se dejó caer sobre el sofá agotado, derramando lágrimas de desesperación que por sus mejillas rodaron.

El médico asintió. Entendía, o creía entender, que lo que Aioria sentía era más, mucho más que una simple amistad. Pero mentalmente, quería equivocarse por más que las acciones de Aioria fueran evidentes. Y lo quería, porque sabía del estado delicado de Shaka, del cual no sabían aun si saldría.

- Te llevaré después, pero tienes que avisar a tu hermano para que no se asuste – se marchó preocupado, esperando que Aioria hiciese lo que le pedía, esperando que la fatalidad. No le hiciera vivir un trágico momento en su vida.

Las horas se le hicieron eternas conectado a esa máquina que renovaba su sangre. Largas y pesadas por primera vez desde que había conocido a Shaka y pensó. En todo lo que podía suceder, en todo lo que podía pasar y perder a alguien que era demasiado importante para él.

Tomó la firme decisión de preguntarle, de poner a Shaka al corriente de sus sentimientos cuando fuera el momento adecuado, por si sucedía lo que él más temía. No quedarse con la angustia de no haberle podido confesar, que lentamente, empezó a enamorarse.

Como una bocanada de aire fresco, Shaka había llegado a su vida, conmocionándolo, alborotándolo. Haciéndole pensar tantísimas cosas que jamás se hubiera planteado, llegando siempre a la misma conclusión. Aceptándola, admitiendo sus sentimientos por más complicado que pudiera resultarle. Creyendo que quizás Shaka, podría entenderle y sentir lo mismo que él. O esperando que por lo menos, cuando se lo dijera, no le rechazase de un modo doloroso o humillante.

Finalmente, las horas rigurosas de conexión a la diálisis, terminaron. Y el doctor, tal y como prometió, lo llevó al lado de Shaka, que en cuanto lo vio, sonrió a pesar de todos esos tubos y sensores que controlaban cada una de sus funciones vitales.

Tragó largo, conteniendo las ganas de llorar al verle así conectado, pero siempre con la misma sonrisa que le habían presentado. Siempre con esa sonrisa, que poco a poco lo había cautivado.

- Como… ¿cómo estás? – le preguntó con voz temblorosa, sentándose en la silla que había libre.

Shaka asintió cansado, incorporándose con cuidado, sentándose lentamente para después, sacarse la máscara respiratoria y poder contestarle.

- Estoy bien, no dejes que estas feas máquinas te impresionen… - sonrió – no te preocupes, mucho ruido para nada – posó su mano sobre la espalda de Aioria, recostándose cansado sobre la cabecera de la cama, escuchando la explicación de Aioria, cuando le decía el susto que se había llevado al no encontrarlo.
- No vuelvas a asustarme así, casi me da algo cuando vi que no estabas – explicó mirando al suelo avergonzado, sintiendo su corazón latir rápido, mucho – no sé qué haría si no te vuelvo a ver… - confesó sintiendo el rubor apoderarse de sus mejillas.
- Yo tampoco Aioria – le contestó mirándole fijamente a la cara pero sin poder verle los ojos – no sabría que hacer – susurró con el mismo sonrojo dominando sus mejillas, sintiendo que su corazón se aceleraba, esperando a que Aioria le devolviera la mirada, pero alguien les interrumpió.
- ¡¡AIORIA!! Estás aquí – llegó su hermano mayor completamente angustiado acompañado por el doctor que fruncía su ceño, enojado porque Aioria no había cumplido con su parte del trato.

Aioria y Shaka, miraron cada uno para un lado, luciendo un escandaloso rubor en sus mejillas que no paso desapercibido, rubor que debería ser explicado a su debido momento ya que Aioros, no pensaba quedarse con la duda de todo lo que estaba pasando.

Les dejaron a solas, mientras Aioros y el médico, charlaban del estado de Shaka fuera de esa habitación acristalada. Mientras el doctor le comunicaba sus presentimientos sobre esa relación, y también la repercusión que podría tener sobre la enfermedad de Aioria si sucedía lo peor.

Cuando anocheció. Llegó el momento de la separación, y apenado, no le quedó otro remedio que dejar allí a su querido amigo. Amigo al que quería más allá de una sincera amistad. Amigo al que amaba y aun no lo había podido confesar.

- Estarás agotado – le dijo Aioros a su hermano mientras conducía hacia casa – tantas emociones, no son buenas para ti Aioria – le regañó preocupado – tienes que cuidar también de tu salud, no solo de la de Shaka – sonrió sin dejar de mirar al frente.
- Se perfectamente que debo cuidarme Aioros, no te preocupes – contestó serio – cuidaré de Shaka y de mi también – añadió con voz firme – no pienso abandonarle – dijo finalizando sus palabras, mirando a su hermano.
- Está bien, entonces… - se mordió el labio inferior tratando de no reír – cuando le dirás que le amas – soltó una sonora carcajada mientras Aioria empezó a renegar y a golpearle sobre el brazo, cuidando de no darle muy fuerte puesto que podía torcer el volante, increpándole por su atrevimiento.

Aioros siguió riéndose cariñosamente, provocando a su hermano que ya no sabía dónde meterse, pero sin ofenderle, sin hacerle pensar que no aprobaba lo que sentía, puesto que mientras que Aioria fuera feliz, el resto no importaría.

Los días siguientes, pasaron normalmente, viendo como cada minuto que pasaba, la vida de Shaka se acortaba, viendo como lentamente, Aioria, sin darle importancia, preso de los nervios y la preocupación empeoraba mientras trataba de acompañar, de alentar al ser que amaba y al cual aun, no se había podido declarar.

Sin embargo, la felicidad los embriagaba, haciéndoles olvidar lo que realmente pasaba, disfrutando de la compañía del otro, quizás por última vez. Conscientes de que la tragedia podía llegar en cualquier momento, en cualquier instante. Tragedia que los alejaría para siempre, y que volvería a dejarles sin ese aliento de vida que les animaba a seguir con la lucha, aunque con sus fuerzas mermadas.

Aioria, procuraba descansar por las noches, para después poder acudir sin falta a ver a Shaka, que siempre le recibía con su estupenda sonrisa y con un cálido abrazo por el que hubiera pagado, aun sabiendo que su aspecto, lucía cada vez más desmejorado, igual que su salud, que poco a poco, se iba extinguiendo como una llama que se queda sin oxigeno que quemar.

Pero un día, uno en el que ya tenían pocas esperanzas de que el trasplante llegara. Sucedió lo que ninguno hubiese sospechado que hubiese podido pasar.
Un accidente de tráfico, le arrebataba la vida a un joven muchacho. Pero esa misma muerte, serbia para alargar la vida de Shaka, sanarle por completo, y procurarle una existencia digna, sin tener que vivir pegado a esas horribles maquinas.

Rápidamente, realizaron las pruebas rutinarias, comprobando la compatibilidad. Comprobando que el trasplante se podía efectuar. Corriendo más deprisa aun cuando supieron que era posible realizarlo. Llevándose a Shaka en medio de la noche al quirófano, sin que pudiera avisar a sus parientes y amigos. Y sobre todo a Aioria que sabía que ese día iría muy temprano a visitarlo.

La operación comenzó. No podían demorarla o el órgano, quedaría inservible, desperdiciando una valiosa oportunidad que no quisieron desaprovechar y a pesar de la negativa de Shaka que pedía un momento para avisar, lo llevaron a toda prisa y lo operaron durante unas largas horas en las que como Shaka decía. Aioria llegó al hospital.

Como cada día, acudía a la habitación de Shaka, pero lo que esta vez no sabía, es que no le encontraría, y eso le haría caer presa de los nervios, algo que no le convenía.

Asustado, corrió al control de los médicos, para preguntar lo que estaba pasando, sin recibir respuestas a sus preguntas, sin lograr que le dijeran nada, puesto que no era un familiar cercano.

- ¡¡CONTESTADME!! – Gritó aporreando la mesa del mostrador - ¡¡¡DECIDME DONDE ESTÁ!!! – reclamó.
- Chico, si no te calmas, llamaremos a seguridad. Así que por favor, regresa a tu casa, o pasaras la noche detenido – le contestó un celador – entiende que nosotros, solo cumplimos con nuestro trabajo, y no te podemos informar de lo que haya pasado. Tendrás que esperar.

Aioria asintió incrédulo. Todos le habían visto pasar cada hora de su vida al lado de Shaka, y ahora no podía comprender, que no le dieran razón de donde se encontraba.

- ¿Aioria? – Preguntó alguien desde el pasillo – sabía que vendrías. Cálmate, Shaka me dejó un mensaje para ti… - le explicó un familiar que también iba a visitarlo.

Le escucho atento, sorprendiéndose de la buena noticia, alegrándose. Tanto, que no pudo contenerse y se abrazó al padre de Shaka llorando.

Aioria corrió a avisar a su hermano, quería que supiera lo que estaba pasando, pero sobre todo, lo que necesitaba, era un apoyo por si algo terrible sucedía. Un apoyo que le consolaría durante las largas horas que la operación duraría.

Y esas horas se hicieron interminables, pero al fin pasaron y vieron salir al médico que siempre les había tratado con una sonrisa dominando su rostro. Y rápidamente, les comunicó todo el proceso llevado a cabo.

- Shaka no quería entrar sin que pudiera avisaros, pero tuvimos que sedarlo, un minuto más, y esos riñones, habrían terminado en el cubo de la basura – inspiró fuerte – pero finalmente, cuando ya estaba medio dormido, le dijimos que nosotros os avisaríamos – exhaló hasta que no quedó una pizca de aliento en sus pulmones – y bien, le operamos, pudimos ponerle ambos riñones, y su vida, va a cambiar considerablemente, vivirá alejado de los hospitales, y solo tendrá que venir cuando le toquen los controles rutinarios… - acabó y se marcho, dejando que todos los que esperaban angustiados, se abrazaran felices.

Aun quedaban las horas más críticas, las posteriores al trasplante, y el mes aproximado de recuperación, que le mantendrían aun encerrado en el hospital. Pero por suerte, esperaban que ese fuera el último mes que tendría que vivir confinado en esa habitación de cristal que le privaba de su intimidad.

Esperaron dos horas más, creyendo que jamás acabarían, esperando en la habitación que Shaka tenía, hasta que por fin, la camilla entró, y les dejó ver a Shaka que aun dormía, agotado después de esa dura operación.

- Nosotros nos vamos… - dijo Aioros – supongo que querrá cuidar de su hijo – añadió con una sonrisa.
- Yo me quedo, no pienso irme de aquí sin ver como se despierta – renegó Aioria, convencido de que de allí, nadie le movería.
- Aioria, no puedes quedarte, entiéndelo, para eso está aquí su padre, y vendrán más familiares, no podemos estar todos aquí.
- ¡¡NO!! – Gritó empujando a su hermano con la poca fuerza que le quedaba – ¡de aquí no me voy! – Increpó – no me importa que esté aquí su padre yo también quiero quedarme – frunció el ceño, empezando a ponerse muy nervioso, sintiendo sus fuerzas flaquear, necesitando descansar.
- Está bien – dijo tranquilizándole el padre de Shaka – puedes quedarte – yo esperaré afuera, por si necesitas ir a donde sea… - sonrió – no te preocupes Aioros, me encargaré de que esté bien – le acarició el brazo tratando de transmitirle la confianza que Aioros necesitaba sentir – a tu hermano no le pasará nada. Yo me hago responsable.

Aioros se fue tranquilo, sabiendo que de surgir una urgencia, el padre de Shaka cuidaría de Aioria como si fuera su propio hijo, sabiendo que conocía su estado de salud delicado, pero desconociendo todos, incluso los médicos, que algo en su interior se estaba consumiendo lentamente.

Aioria, le tomo la mano a Shaka, y espero sin dejar de mirarle a los parpados, sin importarle sentir un calor que le estaba enfermando, sin preocuparle que por estar descuidándose, por estar dejando de preocuparse por su salud, su enfermedad avanzaba más rápidamente.

Pero la recompensa era demasiado grande como para perdérsela. Ver abrir los ojos a Shaka después de esa difícil operación, le hacía olvidar todo lo demás, y esperó, agotándose a que Shaka, se despertase.

El momento, se hizo esperar tres largas horas. Pero cuando Aioria vio como Shaka por fin empezaba a despertar, le llenó de felicidad. Más, cuando abrió sus ojos completamente y le sonrió, reconociéndole, estrechándole la mano finalmente, como queriendo darle las gracias por estar allí cuidándole.

Aioria corrió. Avisó a los médicos y regresó a la habitación de Shaka, viendo a los pocos minutos, como el doctor llegaba, y comprobaba que todo estuviera en orden, sacándole a Shaka el tubo que le obstruía la garganta y le ayudó a respirar hasta que despertara.

- ¿Cómo te sientes? – preguntó el doctor.
- Como si me hubiesen golpeado – contestó con una sonrisa en los labios – gracias doctor… nunca imagine que este momento llegaría – añadió feliz.
- Se te ha concedido una nueva oportunidad en la vida, ahora todo irá a mejor. Si la recuperación es exitosa, en un mes, podrás regresar a casa – finalizó.
- Que bien… - susurró Aioria, sin darse cuenta de que los demás le escuchaban – ahora ya puedo quedarme tranquilo – añadió.
- Sí, ahora ambos, tendrán mucho tiempo para hablar – rió el doctor, marchándose al exterior de la habitación, hablando con el padre de Shaka que se alegro de cada palabra que el doctor le contaba.

Pero algo sucedió. Mientras los mayores hablaban afuera, y los jóvenes charlaban tranquilamente en la habitación. Aioria desfalleció, víctima del terrible cansancio acumulado durante los días de ingreso de Shaka y también mientras duró la larga operación.

Shaka como pudo, avisó al doctor, haciendo aspavientos con sus manos, tocando el timbre de aviso a las enfermeras, queriendo llamar la atención asustado, temiendo cualquier cosa que pudiera pasarle a Aioria.

- Chico… despierta… - decía el médico agitado, pasándole alcohol por debajo de la nariz de Aioria para que reaccionara – Aioria, muchacho… - lo zarandeo viendo como llegaba ayuda y lo subían a la cama libre que había en la habitación, para rápidamente, ponerle una vía e hidratarle, tratando de reanimarlo, tratando de hacer descender la fiebre que le subía rápidamente, poniendo en grave peligro su estado físico.

Todo sucedió muy rápido. Tal y como podían esperar, la bomba de relojería que Aioria tenía en sus riñones, estallaba, llevándose casi su vida, dejándole en un estado que solo se solucionaría de una única forma.

Le acomodaron lo mejor que pudieron, pero no lo trasladaron. Lo dejaron en la misma habitación que Shaka que lo pidió, que rogó porque no lo apartaran de su lado.

Aioros llegó a toda prisa, angustiado, conmocionado ya que hacía escasas horas que todo estaba en perfecto estado, pero en cuanto el médico le explicó, teniendo los exámenes de Aioria en la mano. Todo quedó aclarado.

“Tu hermano se ha pasado aquí cada día de su último mes de vida. El agotamiento, la fatiga, han hecho que su enfermedad, casi termine con su vida, pero lo más importante, su descuido por cuidar a Shaka, por más honorable que sea, fue lo que acabó de debilitarle,”

Aioros se sentó, necesitaba saber si estaba entendiendo todo lo que sucedía. Necesitaba saber que si lo que él doctor le decía era que su hermano se moría. Necesitaba saber, que no quedaría en el mundo tal y como ahora intuía.

- Aioros, tu sabes igual que yo cual es la solución, la única solución. Y yo soy el culpable, con todo el tiempo que pase con ellos, debí darme cuenta de que algo así podía pasarle – renegó nervioso.
- No es su culpa, Aioria se descuidó, y si hubiera descansado más, esto no habría pasado. No tan rápido… - dijo apenado.
- Lo siento, les interrumpió el padre de Shaka, debimos estar pendientes de él, yo mismo que pasé tantas horas viendo como charlaban, como se sonrojaban, como disfrutaban de la compañía que se daban.
- Es que no lo entendéis… - les miró fijamente a los ojos – si esto hubiese sucedido unas horas antes, si Aioria se hubiera quejado, si hubiera dicho que algo no iba bien, le habríamos hecho las pruebas y quizás, dado uno de los riñones. Con eso hubiera bastado, son muy jóvenes, y a pesar de la gravedad, eso es un gran paso, podrían haber superado las operaciones, y con ello, vivir tranquilamente, solo teniendo que medicarse para prever las infecciones.

Aioros quedó estupefacto, no podía creer la mala suerte que tenía su hermano y se reñía mentalmente, porque de haber vigilado más a Aioria, el trasplante que sugería el médico, se habría realizado.

Se tomo la cabeza con ambas manos, apoyando los codos sobre sus rodillas, lamentándose por todo lo ocurrido, dejando que unas lágrimas desesperadas, rodaran por sus mejillas mientras recibía un cálido abrazo por parte del padre de Shaka que quiso consolarlo.

- Aun se puede… - se oyó la voz tenue de Shaka – pueden hacerle las pruebas, y si es compatible, me pueden extraer a mi uno de los riñones.
- Qué dices hijo… no desvaríes… - susurró su padre, eso ya no es posible – le increpó con la mirada, temiendo que su hijo estuviera dispuesto a arriesgarse – eso… eso no se puede hacer… ¿verdad doctor? – se giró y esperó una respuesta que le diera un respiro ante la angustia que empezaba a sentir.
- Bueno… la verdad… - le devolvió la mirada al padre de Shaka – la idea no sería tan descabellada si fuesen compatibles…- quedó callado, mirando a Shaka de reojo, viendo como su padre, se ponía a su lado y le tomaba por los hombros, queriendo hacer que cambiara de idea, queriendo que su hijo, no arriesgara la vida de esa manera.
- No te lo permitiré hijo… no puedes hacer esa estupidez… - le decía constantemente.
- Padre, la decisión es mía, pero preferiría contar con tu aprobación… - le miró triste, queriendo que su padre entendiera la situación – padre… le amo – confesó – y no quiero que muera sin habérselo dicho, sin saber si soy o no correspondido. Porque padre… - inspiró – prefiero arriesgarme y morir, que imaginarme la vida sin él… - le miró fijamente.

La tensión podía cortarse con cuchillo, el ambiente era realmente angustiante, pero la respuesta del padre de Shaka no se hizo esperar.

- Está bien hijo… te entiendo perfectamente… - le abrazó – yo hubiese hecho lo mismo por tu madre… - le estrecho con cuidado entre sus brazos – pero espero no perderte…
- No me perderás padre, lo prometo, mi vida no puede ser peor que antes, aunque tenga que vivir con un solo riñón, seguro que no será impedimento para que salga adelante… ¿verdad doctor?
- Verdad… - se acercó – si es compatible, que vivan cada uno con un solo riñón, no será un inconveniente… - salió de la habitación, y empezó a llamar a todos los médicos para realizar las pruebas, apresurándolo todo mientras Aioros cuidaba de su hermano, y mientras Shaka, quedaba acompañado de su padre, que en silencio, rezaba porque todo se resolviera satisfactoriamente.

Se dio el tiro de salida para una carrera contrarreloj. Carrera en la que debía comprobarse todo minuciosamente, ya que eran conscientes de que no habría segundas oportunidades.

Las pruebas, salieron rápidamente, el tiempo apremiaba, y comprobaron satisfactoriamente, que eran compatibles, y que podía empezar el trasplante.

Prepararon a Shaka, dándole tiempo esta vez, de hablar con su padre, también con Aioros, al que le dejó un pequeño mensaje por si no volvía a ver a Aioria. Pidiéndole que de no salir él de la operación, le dijera a su hermano que murió por otra cosa para que no se sintiera culpable.

Las carreras aun fueron más intensas mientras se preparaban los quirófanos y el instrumental quirúrgico necesario. Mientas transportaban a los enfermos desde cuidados intensivos, al quirófano frio y desolador en el que pasarían las horas más largas que a sus vidas les tocaría vivir.

Hora tras hora, las esperanzas del padre de Shaka y de Aioros se esfumaban, la operación estaba siendo más larga que la que le habían realizado anteriormente a Shaka, y no entendían el motivo por el cual eso podía suceder. Solo se sentían más nerviosos ante el hecho de que podían perderles para siempre. Hecho que empezó a apoderarse de sus mentes causándoles terror y desesperación hasta que bien entrada la madrugada, el doctor apareció. Atravesando las puertas que precedían a las del quirófano, con una sonrisa de oreja a oreja que daba a entender el resultado de la operación.

- Ha salido todo perfecto, la operación fue un éxito. Pero sabemos que la recuperación, será larga, aunque teniéndose el uno al otro, no creo que eso, pueda importarles – se retiró, dejándoles con la buena nueva, oyendo los gritos alegres que no pudieron contener puesto que el nerviosismo estaba demasiado presente, y corriendo, se fueron a las habitaciones, a esperar que pasadas unas dos horas aproximadamente, les devolvieran a sus queridos familiares.

Esperaron, durmiendo en esas incomodas sillas que despertaran, que ese momento feliz llegara y que les confirmara que a pesar de la delicada operación, sus cuerpos cansados despertaran. Cosa que sucedió por la mañana, más concretamente, fue Shaka el que despertó con sed y con ansia de saber cómo había resultado el trasplante.

- Tranquilízate hijo… - le pedía su padre – todo salió bien, relájate y descansa, nos queda mucho por compartir de aquí en adelante.

Shaka sonrió y miro a su izquierda, viendo como Aioria dormía apoyado sobre un costado de la cama agotado, esperando que su hermano despertara y poder así seguir molestándole el resto de su vida para hacerle enfadar y provocarle como tantas veces hacia solo para disfrutar de las peleas que mantenían.

Después, miró a su padre y asintió, cerrando los ojos tranquilamente, durmiéndose plácidamente, descansando de tanto estrés, y de tanto nerviosismo, despertándose de vez en cuando para comer, y recibir los cuidados que eran necesarios.

- Doctor… porque no se despierta Aioria… - susurró cuando lo pudo consultar a solas - ¿Por qué? - repitió, queriendo una respuesta convincente.
- Shaka… - sonrió sentándose a su lado – Aioria estaba agotado, sus defensas tardarán un poco más en restablecerse, pero se recuperará. Ya lo verás, cuando menos te lo esperes, lo tendrás por aquí molestándote… - rio suave y se marcho, dejándole más tranquilo y se durmió, sabiendo que el día siguiente seria emocionante ya que por fin, le dejarían levantarse e ir a sus anchas por ahí, solo teniendo aun que aguantar el suero conectado a su brazo izquierdo por algún tiempo más.

Descansó largas horas. A pesar de que su recuperación estaba siendo exitosa, también sus fuerzas se consumían rápidamente, más de lo que él quería, puesto que se sentía demasiado cansado como para poder seguir vigilando a Aioria mientras dormía.

Lentamente, despertó, dándose cuenta que estaba todo oscuro, que la luz que entraba desde la ventana, era nocturna, y también pudo comprobar, como Aioria permanecía en su cama, pero sin tubos en su garganta, cosa que le extrañó demasiado y se alzó, sin darse cuenta de que le habían puesto su pijama y que ya no llevaba esa horrenda bata de hospital, que no le favorecía para nada.

Se levantó, sintiendo el frio suelo renovarle por dentro y caminó los tres escasos pasos que le separaban de la cama de Aioria, sentándose sobre el colchón, para poder mirarlo sin esos horribles tubos que le adornaban la cara de un modo horripilante.

Le acaricio las mejillas, sintiéndolas muy cálidas mientras se sonreía y le admiraba. Mientras agradecía la silenciosa compañía que le daba mientras dormía cuando su padre o Aioros no estaban como en ese instante.

- Shaka… - pronunciaron los labios de Aioria – Mmmnnn… Shaka… - repitió dejándole completamente sorprendido, despertándose lentamente mientras sus ojos medio dormidos, trataban de reconocer a quien tenía en frente.
- Aioria… aquí estoy…
- No debiste… no debiste arriesgarte así por mi… - le regañó – debiste vivir, y dejarme ir, y ser feliz, completamente sano.
- Y de que me serviría… - le miró fijamente, viendo como Aioria se incorporaba y quedaba sentado frente a frente, muy cerca de él – de que me serviría vivir si no estás a mi lado… si no puedo compartir mi vida con el ser que – quiso seguir pero sus labios quedaron sellados por los de Aioria que le besaron.

Se estremeció completamente, y se pegó a Aioria como un imán que atrae a un metal, correspondiéndole hasta quedar sin aire, hasta que obligados, tuvieron que separarse y se miraron sonrojados.

- Shaka… así me sentía yo, moría por dentro imaginando una vida sin ti a mi lado – le tomo de las manos y entrelazó sus dedos a los de Shaka – porque me hubiera dejado morir, por salvar al ser al que amo… - sonrió sonrojándose más, viendo como Shaka también aumentaba el rubor de sus pálidas mejillas, logrando al fin confesar algo que le oprimía el pecho.
- Aioria… - sin poderlo evitar empezó a llorar de felicidad – te amo… - se hecho sobre él con cuidado, sintiendo como le rodeaba con sus brazos y volvían a besarse, renovando un contacto deseado, siendo observados desde detrás de las cortinillas por Aioros.
- Yo quiero de esa medicación doctor… - susurró viendo como se paraba a su lado y veía la escena feliz.
- También yo – añadió el padre de Shaka llegando con algo para comer, empezando a reírse igual que sus acompañantes, mientras veían el final del túnel. El fin de la pesadilla que les había atormentado por tantos años.

- FIN -

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