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Esclavo De Tu Amor por AthenaExclamation67

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Esclavo De Tu Amor
By AthenaExclamation67


Era demasiado joven…

Llegó el día, en que obligados, sus padres le vendieron a un poderoso emperador romano.

No les quedó más remedio, la falta de dinero, la falta de alimento, y las desfavorables condiciones en las que vivían, les empujaron a hacerlo.
Preferían ver a su hijo en una casa, aunque fuera de esclavo, a tenerlo con ellos, malviviendo hasta que hubiera muerto de inanición o de cualquier cosa peor.

Y así lo hicieron. Llenos de dolor y desesperación, su hijo fue vendido al mejor postor, valorando en él su cuerpo, estatura y fuerza ante otros esclavos. Logrando el “honor” de ser esclavo en la mejor casa de la ciudad a pesar de su corta edad.

El pobre muchacho, lloró de desesperación cuando lo separaron de sus padres. Que vieron como lo azotaban, como con ese doloroso y ardiente látigo, marcaban de por vida su espalda a la corta edad de 18 años. Dejando esa huella que perduraría por el paso de los años. Huella que le dejó su nuevo dueño. Su amo del cual no sería la primera, ni la última vez que recibiría esa clase de trato.

Encerrado dentro de un carro, se lo llevaron maniatado, evitando así que se defendiera. Dejando así bien claro quién era el amo al que desde ese momento, debía elogiar y venerar como si fuera su propio y único Dios.

Sus padres, tristes, pero aliviados, creyeron que su hijo quedaba en buenas manos. Que a pesar de que fue azotado en su presencia. Lo que deseaban hacer, era demostrarle lo dolorosa que podía ser la tozudez, la desobediencia, la falta de disciplina y cualquier otra virtud, que dejara clara la fuerza de su hijo.

Más todo era fachada. El emperador al que su hijo fue vendido. Tenía una merecida y conocida fama. Conocida por los habitantes cercanos al palacio en el que moraba. Desconocida para esos padres esperanzados, que creyeron que a su hijo, no le ocurriría nada malo.

Pero aún no sabían lo equivocados que estaban, y por desgracia, nunca jamás conocerían, a lo que su hijo, desde la primera noche, debería enfrentarse.


El carro avanzó lento, y se le estaba haciendo muy pesado el trayecto tan largo.

Guiado por la posición del sol, el joven de suave piel morena y cabellos castaños. Lidiaba con la soga que le retenía atado al carro, tratando de liberarse. Tratando de escapar y regresar con sus padres, pero muy pronto, el carretero, se encargó de explicarle lo excepcional de su situación.

- Chico… - le miró algo apenado – deberías calmarte, lo peor está por llegar. No eres el primero, ni serás el último, que tendrá que sufrir lo que a ti hoy te va a pasar – le anunció, viendo como sus ojos, sus pupilas se dilataban – nuestro señor es de gustos refinados, y tú, para él, serás como un bocado traído desde la misma puerta del Olimpo. Como si los dioses, le entregaran un regalo… - regresó su mirada al frente y se lamentó, conociendo de los gustos de su seños.
- ¡Que quiere decir! – Espetó angustiado - ¡explíquese! – pidió con voz temblorosa, zarandeando los barrotes de madera que le mantenían amarrado.
- Es demasiado desgarrador, demasiado horrible para pronunciarlo – volvió a verle - ¿Cómo te llamas muchacho? – preguntó y esperó la respuesta.
- Mi nombre es Aioria, hijo de Cassio y Pira – contestó con voz firme y orgullosa.
- Aioria, hijo de Cassio… - le miró viendo la belleza del muchacho, sabiendo lo que le iba a suceder, puesto que él mismo lo padeció – deberás ser fuerte muchacho… - calló repentinamente, sintiendo el látigo del tribuno fustigarlo en la espalda.
- ¡Nada de cháchara! – azotó su brazo contra el viento, manejando el látigo con suma destreza, impactando esta vez contra las manos de Aioria. Logrando que se apartara – si os descubro hablando de nuevo, lamentareis el día de vuestro nacimiento – cabalgó más rápido a lomos de su corcel negro, dejando a los dos esclavos doliéndose de sus magulladuras.

Aioria quedó angustiado por las palabras del carretero. Por lo horribles que sonaban. Angustiado porque no sabía lo que el día, mejor dicho la noche porque ya oscurecía, le deparaba.

El carro siguió moviéndose, avanzando en ese camino de piedras. Piedras perfectamente colocadas que formaban una senda. Senda que guiaba hasta la casa. Hasta el palacio que ahora le daría cobijo del viento, de la lluvia. Pero que sería una prisión llena de rejas privándole de su libertad. De fuertes cerraduras, que no le dejarían ir más allá.

Finalmente, se detuvo frente a unas grandes columnas. Pilares que adornaban la entrada del palacio y que eran los guardianes de las escaleras que daban paso a una gran entrada.

El tribuno, que antes los había azotado, imponiéndoles una acción disciplinaria, fue a por el que sería el botín de su señor. Su nuevo juguete hasta que se cansara, o hasta que encontrara otro esclavo más joven y bello para sustituirle. Le hizo bajar del carro. Provocando que cayera de cara al suelo, quedando aun más magullado, poniéndole furioso ante la falta de cuidado del hombre que le había tirado.

- ¡Desgraciado! – Le gritó Aioria - ¡¡Eres un cerdo detestable!! – añadió viendo como el tribuno, hacía correr a su corcel hasta él. Y obligaba al hermoso caballo, a levantar sus patas delanteras, haciendo que golpeara al muchacho, dejándole inconsciente, tendido en el suelo. Lleno de pisotones, marcado por las duras herraduras del corcel que le había derribado.
- Esta noche, tendremos serenata – rió – no quedará un rincón de esta corte que no sea recorrido por tus gritos de dolor, mi señor estará complacido… – añadió bajándose del caballo, agarrando del borde de la túnica que llevaba puesta para arrastrarlo al interior del palacio y dejarlo a los pies de su señor. El Emperador.
- ¿Este es? – Preguntó viendo al despojo de aquel hermoso muchacho en el suelo – que lo laven y lo lleven a mis aposentos – miró al jefe de su guardia, el tribuno. Que asintió y obedeció inmediatamente, llevándose a Aioria para que las esclavas lo lavasen, para encargarse posteriormente de llevarlo a los aposentos privados del emperador y atarlo contra una de las innumerables columnas que adornaban la enorme habitación. Columna con una forma algo diferente a las demás, ya que poseía unas cadenas de las cuales se podía tirar para retener con fuerza y torturar a su presa.

Aioria continuó inconsciente, agotado por la paliza, por el viaje, por toda la agitación que había vivido, y cuando despertó, esperó que todo hubiera sido una terrible pesadilla que soñó dormido. Pero rápidamente se percató que la verdadera pesadilla, aun no se había terminado cuando se vio atado a esas cadenas. Cuando vio al emperador que orgulloso, lucía su preciosa túnica blanca que relucía con la luz que se metía por las mamparas de cristal que adornaban el techo de palacio.

- Creo… - dijo en un tono suave - ¡¡Que has insultado a mi tribuno!! – espetó abofeteándole – me parece, que precisas de una lección de modales… - le tomo del cuello de la túnica que le habían vestido cuando permanecía inconsciente, levantándole del suelo, rasgándola para después, dejarle caer de nuevo – yo te enseñaré a respetar a tus dueños – tomo la rienda y tiró de ella, jalando sus brazos atrás, separando al mismo tiempo sus piernas – después de esta noche, jamás volverás a rebelarte – se rió a carcajadas, inclinándose para lamer la sangre que se deslizaba por la comisura de sus labios.

El emperador se desnudo, quitándose su túnica, parándose frente Aioria que permanecía en tensión en el suelo, con sus brazos y piernas doliendo por la fuerza de las cadenas, viendo que tal y como pensaba, su pesadilla no había hecho más que empezar.

Le agarró de los cabellos, obligándole a quedar sus labios frente a su miembro erecto, haciéndole ver lo que quería, pero se negó a ello, y recibió como respuesta, un fuerte jalón de pelo que le obligó a abrir los labios cuando gimió por el dolor.

- Así me gusta… - se burló el emperador – te vas a empachar muchacho… - pronunció haciendo que Aioria abriera completamente los ojos, metiéndole el sexo en la boca, haciendo que lo engullera por completo – ahhh… deliciosa… - jadeó su amo – creo que esta va a ser una gran noche… - continuó moviendo su cadera, embistiendo la boca de Aioria sin dejar de jalarle el cabello, obligándole a hacer lo que él deseaba al tenerle así, cautivo, aunque nada habría podido hacer por la diferencia de estatura y de fuerza. El emperador poseía una fuerte corpulencia contra la que Aioria, no habría podido.
Continuó obligándole a sentir su sexo caliente en la boca, provocándole mucho asco, provocándole arcadas que precedían al vómito que no pudo desahogar porque sacó rápidamente su hombría de la boca de Aioria y le cerró los labios, impidiéndole así cualquier desahogo, cualquier liberación de la tortura a la que se estaba viendo sometido.

- Chico… - le tomo el mentón, apretándolo con sus fuertes dedos, soltándole los cabellos – aquí soy yo el que decide lo que sale o entra de tu cuerpo… - entorno sus ojos con una mirada lasciva – y créeme que hoy, no saldrá nada de ti… - empezó a reír, atando la rienda que sujetaba las cadenas, reteniéndole como a una marioneta, haciendo que quedara completamente erguido, pero con las piernas completamente encogidas y abiertas, dejándole ver el virgen anillo de Aioria, que no tardaría en sufrir las vejaciones del emperador.

Sonrió mientras le tocaba, mientras que con sus dedos, acariciaba el anillo de Aioria que se contraía en espasmos mientras jadeaba angustiado, mientras que Aioria empezaba a gritar, intuyendo lo que venía a continuación, alertando a todos, incluso al mismísimo hijo del emperador que dormía en la habitación más alejada a la de su padre, que venía un momento peor, más nadie acudió.

- Por mucho que grites, que jadees, que pidas clemencia o perdón… - se inclinó y le besó, metiéndole la lengua en la boca, descendiendo por su cuello con fuertes mordiscos que le hicieron sangrar. Corriendo la misma suerte su pecho, su vientre, su abdomen. Hasta que llegó al sexo de Aioria y lo mordió más fuerte, causándole muchísimo dolor. Logrando que Aioria se arqueara, que empezara a llorar de rabia y gritar de desesperación.
- ¡¡CERDO!! – gritó con las pocas fuerzas que le quedaban - ¡¡PERVERTIDO, DEGENERADO!! – añadió escupiéndole, logrando ensuciar la cara del emperador.

Este, se levantó y le pegó un fuerte puñetazo en el vientre, haciéndole vomitar sangre. Alzándolo nuevamente para golpearle en la cara y matarle, pero se detuvo justo unos centímetros antes de impactarle en la cara.

- Sería demasiado rápido, acabaría con tu sufrimiento, y también con mi diversión… - le tomo de las rodillas, separando más sus piernas, penetrando el cuerpo de Aioria completamente, hasta quedar pegado contra su vientre, erizándose con los gritos de dolor – y yo… Aghh… deseo que vivas humillado, vejado por siempre, desgarrado por mí, tu señor… - dijo empezando a moverse rápido, presa de la excitación – que deliciosa estrechez… - jadeó – quedarás inservible después de esta noche… - empezó a embestirle más fuertemente, pegando cada vez más fuerte contra el anillo virgen de Aioria que se desgarró y empezó a brotar sangre junto con el previo semen del emperador – no vas a servirle a nadie más… ni a mi… - se movía cada vez más lleno de saña, hincando su cadera contra las entrañas de Aioria – tendré que regalarte… - le tomo con fuerza de los muslos, sujetándole para que no rebotase, apretándole contra él embistiendo profundamente con fuerza, mucha fuerza al sentir un espasmo que le hizo derramar todo su semen en el interior de Aioria, pero salió de él, solamente para salpicarle todo el cuerpo y bañarle así con su espesa semilla que llevaba rastro de su propia sangre – ahora estás marcado… - dejó que Aioria relajase sus piernas pero no le soltó y esperó a ver como Aioria se desmayaba agotado, sin fuerzas, sin alma que pudiera darle el aliento y mover un dedo de su cuerpo.

El emperador sonrió satisfecho con su labor y se marchó. Metiéndose en su terma, pero dándole antes una breve indicación a su tribuno para que liberara a su presa y la llevara con el resto de sirvientes para que hicieran lo que pudieran por él ya que creyó que no pasaría de esa noche.

- Llévatelo, que lo laven, me da asco ver en el estado que ha quedado – dijo jactándose de su perversión – mañana veré que hacemos con el cuerpo – añadió seguro de sí mismo, creyendo que después de eso, solo le quedaba morir victima de los golpes.
- Sí, señor… - se inclinó haciendo una reverencia, viendo con horror el estado del joven muchacho al cual él mismo había maltratado – se hará lo que ordene… - añadió levantándose, cargando a Aioria después de desencadenarle, tomándole con cuidado con sus fuertes brazos. Llevándolo con la esclava más anciana que no pudo contener las lagrimas cuando lo vio.
- ¿Qué le ha hecho? – Preguntó sumida en el llanto, abrazando el cuerpo de Aioria con sumo cuidado – ¡eres un cobarde! – le gritó al tribuno – ¡como permites esto! – añadió cerrando los ojos, viendo antes de hacerlo como el tribuno levantaba la mano para golpearla, pero el golpe nunca llegó.
- Es cierto, lo soy… - se dio la vuelta haciendo que su capa ondulara con la fuerza del viento y se marchó. Dejando a la anciana que hiciera lo que pudiera con el cuerpo de Aioria, o que esperara lo que también él, creyó que sucedería.

La anciana lavó cuidadosamente el cuerpo de Aioria. Limpiando los mordiscos más íntimos, limpiando cada magulladura, cada corte que le habían producido los golpes.

Lo cubrió con una túnica blanca, la misma que pensó que sería adecuada para cuando lo enterraran y rezó. Rezó por su alma, para que los dioses le guiaran hacia la luz y encontrara allí el consuelo. Para que olvidara el motivo por el que había muerto. Para que entrara con el alma libre de odio, pura y trasparente como el agua y pudiera así reunirse con los querubines en el cielo.

La anciana esclava se durmió, exhausta. Apoyada sobre un costado de la cama. Cansada de velar por el cuerpo de Aioria que aun respiraba. Durmiendo hasta que la campana de orden sonó y se asustó con el ruido. Tanto que ni se acordaba de que Aioria permanecía en la cama en la que ella solía dormir y se levantó, acicalándose rápidamente, poniéndose su túnica y su delantal para irse corriendo a la cocina, pero un hecho sorprendente la detuvo cuando escucho una tenue voz.

- Madre… - despegó sus parpados lentamente Aioria que se reveló ante la muerte – Madre… - repitió consiguiendo que la anciana, Ashnur se acercara – Madre… ¿porqué me duele todo el cuerpo? – Preguntó tratando de incorporarse, abriendo completamente los ojos, empezando a recordar cuando se encontró en un lugar desconocido - ¿dónde estoy? – Empezó a llorar tratando de moverse - ¡¡DONDE ESTOY!! – gritó acordándose de todo, apretando sus puños furioso.
- Cálmate, hijo… no te agites, te hará mal – lo abrazó con fuerza, dejando que se desahogase, dejando que toda la ira, que toda la rabia se esfumase hasta que se agotó – no eres el primero al que le hace esto, no sé ni cómo has despertado… - le susurró – eres sin duda el más fuerte de los que vi hasta hoy… - acaricio los morenos cabellos de Aioria, tratando de consolarle.
-¡¡Ashnur!! – gritó el tribuno llegando – el emperador se pondrá furioso si no se cumple el horario… - quedó callado al ver a Aioria vivo – Dios mío… ¿cómo es posible? – Dijo entrando en la choza - ¿cómo puede ser? – miró a la anciana y esperó.
- Tenemos que ocultar esto…Augusto…No podemos decirle que vivió… - quedó callada, rogando por que el miedo del tribuno no fuera tan grande y poder liberar así al muchacho.
- No podemos hacer eso… - hablo casi temblando de miedo – nos mataría a todos… - tomo a Aioria en sus brazos y lo llevó en presencia del emperador que pacientemente, permanecía sentado sobre su butaca del comedor – mi señor… - se inclinó mostrándole a Aioria - ¿Qué hacemos con este despojo? – Preguntó en tono irónico - ¿Quiere que lo remate? – dijo sujetando a Aioria con fuerza impidiendo que se moviera a pesar de que había recobrado bastante sus fuerzas.

El emperador se levantó excitado y sorprendido, viendo que su presa había escapado de los brazos de la muerte y se acercó para comprobar el estado del esclavo, sin darse cuenta de que el tribuno, lo sujetaba para que no pudiera mover ni un solo pelo de su cuerpo.

- Vaya, esto sí que es sorprendente… - arqueo una ceja – aunque… no tiene fuerzas ni para abanicarme… - añadió riéndose, poniendo su índice en la frente de Aioria, golpeándole para que su cabeza bailase – dádselo a Shaka, a mi no me sirve de nada, y a él, le hace falta un esclavo que le acompañe a todos lados… - se dio la vuelta, viendo como finalmente, le servían el desayuno, también, como su hijo, Shaka, llegaba al comedor.

Augusto se inclino con respeto, saludando al primogénito, al único hijo del emperador que le sucedería en el cargo, aunque todos creían que era demasiado bueno para que le tuvieran respeto y sonrió, habiendo deseado que él y no el emperador, fuera el que cada día, le diera órdenes a seguir.

- Buenos días Augusto – le saludo antes que a su padre, cosa que le hacía enfurecer – Padre… - inclino su cabeza completamente indiferente, mostrándole respeto a su padre, el poco que le tenía porque con el largo transcurrir de los años, había visto demasiadas atrocidades - ¿Qué es ese despojo Augusto? – preguntó sentándose, tomando un poco de leche caliente, sin demostrar ninguna emoción.
- Mi señor… - contestó en tono alegre, dejando que Aioria viera la situación – su padre ha ordenado que sea su sirviente… - agradeció que el emperador no sentía ningún deseo por el joven esclavo y sonrió.
- Llévalo a mi recamara. Enciérralo allí… - dijo en tono serio, sin dejar de mirar a Aioria – luego veré para que me sirve… Atadle para que no pueda huir… - calló y empezó a comer, dejando a Aioria pálido, haciéndole creer, que después del desayuno, la pesadilla volvería.

Augusto se marchó. Dejando su señor, y a su hijo, discutiendo. Mientras el emperador le increpaba por su falta de modales, por su falta de respeto puesto que siempre saludaba a los guardianes, o a los esclavos antes que a él.

Terminó su desayuno, y sin pedir permiso, se marchó del comedor. Dejando a su padre furioso, iracundo y casi corrió cuando no podían verle a sus aposentos donde sabia que Augusto le esperaría.

- ¿Cómo está? – corrió hasta el diván donde reposaba Aioria con cara de preocupación, intimidado por el tribuno, intimidado por las palabras que escucho – lo lamento mucho… - quiso acariciarle los cabellos, pero un manotazo por parte de Aioria lo apartó – ya veo… - se sentó con cara apenada – yo no soy como mi padre… aunque pueda parecerlo… - se apartó y se sentó en el otro diván, mirando a Aioria fijamente, observándole.
- Puede… pero no me quedaré a comprobarlo… - frunció el ceño, recostándose agotado en el diván, sintiendo que con cada palabra, la vida se le escapaba un poco más.
- Insolente – le regaño el tribuno – deberías estar feliz de que sea Shaka, y no su padre al que tengas que servir – le miró a los ojos, te tocaría revivir una y otra vez la noche de ayer… y ninguno queremos eso ¿verdad? – cambio su mirada seria a una más apacible y sonrió – debí golpearte hasta matarte… - se giró e hizo una reverencia para despedirse de su joven señor – él hubiera estado feliz, y tu no habrías pasado por eso… - se marchó lentamente, dejándoles a solas, esperando en la puerta por si algo ocurría.
- Desde hoy, dormirás aquí, irás donde yo vaya, te daré protección hasta que te recuperes… - susurró – Mi nombre es Shaka, y puedes llamarme así, siempre que mi padre no esté presente… - callo, y sonrió, esperando poder ganarse la confianza.
- Protegerme tu… no me hagas reír… - dijo enojado – pareces una mujer, solo que en lugar de tener pecho, tienes el relleno más abajo… - se acomodó en el diván, sintiendo algo de relajación y también cansancio.
- Sí, yo lo haré… - contestó Shaka sentándose, viendo que Aioria, no tardaría en dormirse – hasta que tú puedas defenderme a mi… - vio como Aioria abría los ojos por última vez – ese será tu servicio… - se calló y recostó en el diván, esperando a que Aioria se durmiera completamente y se marcho. Encontrándose a Augusto en el exterior.

Charlaron durante largo rato. Poniendo Augusto en conocimiento de Shaka, todo lo que su padre, le había hecho a Aioria. Todas las vejaciones, las humillaciones y golpes que había recibido. Dejándole completamente horrorizado ante lo sucedido.

Shaka se lamentó. Las barbaridades que hacia su padre, cada vez eran más horrorosas, y temió por la vida de Aioria, puesto que se acordaba de la cara de satisfacción que puso cuando Augusto, lo llevó al comedor y vio que seguía vivo.

La cara de sorpresa, después esa cara lasciva, y ese comentario jocoso que le erizó la piel. Decidió velar por él, ordenándole a Augusto que si él no podía echarle el ojo, lo hiciera él, siempre que no se pusiera en peligro, siempre que no corriera el riesgo que por defenderle, se perjudicara y trazó un plan mentalmente, asegurándose de que no hubiera una sola hora del día, en el que el nuevo esclavo Aioria, no estuviera acompañado.

Durante ese día, lo dejó al cuidado de Ashnur, la anciana, y le rogó, casi le suplico muy apenado, que si veía algo extraño no dudara en gritar para alertarlo. …l debía pasar la mañana, y parte de la tarde entrenando, y aprendiendo las labores de su padre, y sabía a ciencia cierta, que no podría cuidarlo.

- Gracias Ashnur… - sonrió dejando a la anciana al lado de Aioria – no quisiera que se pusiera peor, o que mi padre regresara a por más. Tú le has curado y cuidado esta noche. Mejor que nadie sabrás, el alcance de sus heridas – corrió apresurado, escuchando como renegaba a lo lejos su padre.

El día, se le hizo demasiado largo, pesado por tener que estar junto al ser que odiaba tanto por todo lo que le había hecho durante sus 18 años. Recordando especialmente como sufrió su madre, como murió, asesinada a manos de alguien porque su padre no la pudo defender.

Finalmente, llegó la noche, y con ella, el merecido descanso. Descanso que buscó en sus aposentos privados, y se alegró al ver a la anciana esclava, la cual le cuido, le lavó los rasguños cuando se caía. La que le crio cuando su madre, siendo él muy pequeño falleció.

Agradecido, abrazó a la que sentía que tanto le daba, guardó, mirando a través de una de las ventanas de su recamara, que Ashnur, entrara en su cabaña y tras observar durante un rato, la tenue luz que la iluminaba, se apagó, dándole a entender a Shaka que Ashnur estaba ya descansando.

Se giró despacio, viendo como Aioria dormía relajado, pero con una pose extraña, como apretando los puños, guardando porque nada más le pasara, cuando sucedió…

- Padre… - dijo en un susurro, acercándose al diván donde descansaba Aioria - ¿qué se supone que hace? – se cruzó de brazos, interponiéndose en el camino que le llevaba directo a Aioria.
- Venía a por el segundo plato hijo… - dijo con sorna – verás, quede tan satisfecho anoche, que decidí venir por más… - añadió.
- Este esclavo es mío… - se erguió frente a su progenitor – y yo disfrutaré de lo que pueda después de cómo le dejaste – frunció el ceño, dando un paso adelante, haciendo que retrocediera – lárgate, sabes de sobras que no eres bien recibido aquí – levantó su mentón desafiante, mostrándole todo el odio que le tenía, logrando que se marchase.

Shaka quedó estático, por primera vez en su vida, debía enfrentar a su padre de ese modo, más siempre lo había deseado, dejarle bien claro que ahora que era mayor, y gracias en parte a sus duros entrenamientos, podía enfrentarle y aguantar si es que se le ocurría golpearle.

Se giró al tiempo que suspiraba aliviado, viendo sorprendido el rostro de Aioria que había despertado, y que seguramente, habría escuchado parte o toda la conversación que mantuvo con su padre.

- ¿Desde cuándo estás despierto? – Le preguntó avergonzado – no creas que lo que dije es cierto, solo estaba sacándole la idea a mi padre – le miró fijamente – como te dije por la mañana, no soy como él…

Se sentó en su cama, dejando que su larga melena rubia ondeara al viento y se desnudó, quedando simplemente con un pantalón, estirándose para después cubrirse con las cobijas, para poder abrigar su cuerpo de la suave brisa del verano.

Esa noche no durmió. Tampoco las siguientes. Temía no haber sido lo suficientemente convincente con su padre, y además, desde la primera noche en la que Aioria durmió en ese cómodo diván, oyó las horribles pesadillas que sufría, los escalofríos, sus brazos zarandeados al viendo como luchando contra su enemigo. Su padre, mientras dormía.

Quiso cuidarle, sanar en cierto modo las heridas que hacía ya casi un mes en el que su vida, casi se había convertido en un ir y venir. En un sin vivir por mantener a salvo a Aioria, y casi sin darse cuenta de que Aioria, ya podía valerse por sí solo.

- Debes descansar… - susurró Ashnur relevándole una noche de su vigilancia, enviándole a dormir, cuidando ella esa noche de ambos mientras veía como a lo largo de ese mes, a pesar de no admitirlo, Aioria había cambiado su modo de ver al hijo de su verdugo.
- Hoy si que duerme… - susurró Aioria girándose en el diván despertándose – es un pesado, siempre persiguiéndome… Acosándome… cualquier día repite las acciones de su padre – añadió con rencor.
- Eres un desagradecido hijo… - le miró con tristeza Ashnur – Shaka se está desviviendo en demostrarte que no es como el ser que le engendró. Pero a ti no se te cae la venda de los ojos por el miedo – callo enojada la anciana, dejando que esas palabras, resonaran en la mente de Aioria.

Desde aquel día, Aioria se fue relajando con Shaka, viendo como todos le querían, como todos procuraban tenerle feliz, ya que él, siempre les correspondía y les ayudaba en lo que podía. Justamente lo contrario que su padre. Que conforme veía que Shaka se ganaba el cariño y el respeto de los esclavos, el odio y la ira, crecía en el emperador, ganando así más fama de hombre temible abusando de otros esclavos y también esclavas.

Finalmente, el ambiente entre Aioria y Shaka, se fue relajando. Convirtiéndose en una extraña simbiosis cuando estaban juntos.

Aioria, como sirviente, fue aprendiendo sus obligaciones, sus deberes como protector de Shaka, y también ayudaba al resto de esclavos en el campo, cuando después de pedir permiso a su señor, se arremangaba y empezaba a labrar tal y como sus padres le habían enseñado. Siempre cuidando a lo lejos de que Shaka, no estuviera en peligro. Mirándole de reojo.

Por su parte, Shaka se sentía feliz de poder estar tranquilamente con Aioria, manteniendo una conversación decente, pero ya sin que durmiera en su diván, porque debía cumplir con sus obligaciones de vigilante y aguardar al lado de la puerta, velando por qué no entrara nadie que pudiera dañarle.

Ambos, cada uno por su lado, siempre tenían controlado al otro. Pudiendo incluso percibir las emociones, las sonrisas, y pudiendo ver los que les rodeaban, las miradas furtivas cuando creían no ser vistos, la complicidad que había nacido. Alegrándose especialmente de ello la anciana Ashnur, que les quería como si fueran sus hijos.

- Ya duermes del tirón Aioria… - le dijo Ashnur una mañana mientras desayunaban – hace meses que no tienes pesadillas – dijo recordando el primer mes que pasaba noches horribles llenas de pesadillas mientras le cuidaba junto con Shaka – me alegro… parece que al final, Shaka ha conseguido que tengas confianza… - sonrió mirándole.
- Es un pesado… - masculló agobiado – ahora deberé darle un regalo en las saturnales… ¿verdad? – hizo una pregunta a modo de broma, pero necesitando una respuesta.
- Pues no sé qué decirte Aioria…si tú sientes que deseas hacerle un regalo, dáselo, sino, creo que para Shaka, tu compañía es más que suficiente – le miró de reojo sin ver reacción alguna – creo que estos seis meses, a pesar de lo sucedido, no fueron tan malos… ¿o sí? – preguntó.
- ¡Ya! ¿Además, que se le regala a alguien como él? – Dijo alto y claro – lo tiene todo… - se incorporó – además, es la primera vez que asisto a ese tipo de celebraciones, ni sé en qué consisten realmente.

Ashnur sonrió, viendo como Aioria, le daba vueltas a su cabeza. Pudiendo apreciar un sonrojo ofuscado cuando trataba de averiguar lo que podría darle de regalo. Feliz, viendo que Aioria olvidaba lentamente aquella dolorosa pesadilla, le contó en lo que consistían las celebraciones.

“Es tiempo de celebración, de honrar a Saturno por ser nuestro benefactor. Por ayudarnos con las cosechas, por toda la ayuda que sin ver nos da. También, se olvidan los rangos, las etiquetas, las clases sociales. Y todos nos tratamos como iguales. Sin dueño que de órdenes, sin esclavo que las cumpla. Todos sin excepción se entregan a la diversión mientras esta perdura”

Calló viendo a Aioria con los ojos abiertos como platos, intuyendo que lo que acababa de relatarle, jamás se lo habían contado, llegando así a la conclusión, de que lo que antes le había comentado, que jamás había presenciado esa celebración, era completamente cierto.

La sonrisa, se le dibujaba en los labios cuando veía a aquel joven muchacho, pensando que regalarle al que era su amor, a su dueño, su señor. El cual le trataba como un igual, pero ni cuenta se había dado.

Recordó como Shaka, el primer mes de estancia de Aioria en la casa, la pasó en la recamara privada del hijo del emperador. Cosa que a este, le hacía enfurecer, pero a Shaka no le importó para nada. Aguantó estoicamente cada bronca, cada grito, consolándose con el saber que estaba ayudando a aquel chico al que su padre había herido. Vejado y humillado de la peor de las maneras.

Cada noche, mientras Aioria dormía, el se despertaba y cuidaba de su sueño, le sujetaba las manos cuando las agitaba al viento, y ponía paños húmedos sobre la frente de Aioria, cuando le subía la temperatura por las heridas.

Ese estrecho cuidado, esa oculta devoción por su esclavo, era sabida por todos, incluso por su padre, que rabiaba ante la situación, sabiendo que no podía acercarse a Aioria para rememorar aquel momento que compartieron.

Todos los esclavos, se habían dado cuenta del hecho, por más que el propio Shaka le negara a su padre semejante hecho, siempre buscaba el momento, la ocasión para poder estar con él, o para poder retenerle la mayor parte del día. Recibiendo a veces desplantes de un Aioria dolido y rencoroso por todo lo que le había hecho su padre hasta que se calmó, y entendió que de vengarse, debería ser con el verdadero culpable y no con su hijo, que no tenia culpa de nada, más bien todo lo contrario, porque lo trataba como un hermano.

Y esos cuidados que inicialmente Aioria rechazaba, después se volvieron necesarios, aunque al igual que Shaka, lo negaba siempre, y se enfurecía con solo pensar en ello.

Después, se convirtieron en dos personas muy unidas, Aioria por obligación, aunque no se quejaba de ello, es más, disfrutaba de poder cuidar de su señor, y Shaka por protección, aunque podía defenderse perfectamente sin escolta, aunque nunca la rechazó por que sentía la necesidad de tener a Aioria cerca, igual que Aioria, que necesitaba cada vez más, estar cerca de su señor.

Por miedo, ninguno de los dos se animaba a hablar de lo que sentía en esos momentos. De corroborar que era cierto lo que estaban empezando a sentir por vergüenza, por miedo, porque en cualquiera de los casos, sus vidas juntos, habrían sido un enfrentamiento a todo lo razonable por ser amo y esclavo.

Finalmente, Aioria se decidió, y con lo poco que tenia, lo que podía permitirse, le compró una preciosa pulsera, una “esclava”, que pudiera llevar, como una especie de recuerdo, de agradecimiento por los cuidados y los buenos momentos, para que cuando la viera, pudiera regresar a ellos.

Días y más días pasaron, y la relación se fue tornando más fuerte. Se necesitaban el uno al otro, hasta el punto de que no eran capaces de separarse. Y buscaban cualquier excusa, cualquier pretexto para estar juntos todo el tiempo, incluso cuando se suponía que debían dormir, se desvelaban por tener al otro lejos.

Sin percatarse de lo que sucedía a su alrededor, llegaron las festividades, y por obligación, debieron separarse más de la cuenta para ir cada uno por su lado antes de reunirse en las celebraciones nocturnas en las que todos, amos y esclavos, se reunían en el jardín de palacio y danzaban, cantaban y saltaban. Celebrando así infinidad de cosas, juntándose con los que habitualmente, les regalaban insultos y latigazos.

Desde el 19 de diciembre, hasta el 25 bien entrada la noche, todo fue derroche, alcohol, lujuria y desenfreno que invadió los corazones de los habitantes de palacio. Ya que tanto señores como esclavos, convivieron durante esos escasos días como iguales. Como hermanos.

Durante esos siete días de celebración, Aioria y Shaka, disfrutaron de grandes momentos a solas. De irreemplazables sensaciones, sentimientos que ya serian imborrables en sus corazones. Pero ambos, conscientes, aunque deseosos de poder definir la situación.

El ultimo día de celebración, la tensión entre ellos se notaba, se presagiaba que o se definían y hablaban claramente de lo que sentían, o por siempre vivirían callándolo. Y ninguno de los dos lo deseaba. Pero se les hacia costoso el comenzar a hablar de que el otro le gustaba y nos sabía si de la forma apropiada.

Comieron y bebieron, bailaron y saltaron. El tiempo de celebrar se acababa y ninguno de los dos, a pesar de su valentía y su coraje, encontró las fuerzas necesarias para hablarle al otro. Cosa que lamentaron cuando bien entrada la noche, debieron despedirse y regresar a sus aposentos. Shaka en palacio, y Aioria en la cabaña que desde que llegó, y salvo el mes que durmió en la habitación privada de Shaka, compartió con Ashnur.

Cabizbajo, Aioria regresó a su cabaña, desvistiendo su torso, sacándose la túnica ajustada y se sentó sobre la cama, dando inmediatamente un respingo porque se sentó sobre algo que se le clavó en las nalgas y lo buscó, dándose cuenta de que era el presente de Shaka y se levantó, pensando si sería correcto llevárselo a esa hora y camino con la duda reflejada en su cuerpo, dándose media vuelta, volviendo a su cabaña, pero después, volviendo a girar y caminar hasta la estancia privada de Shaka.

Shaka, por su lado, entró en su recamara y se desnudó despacio, quedando con su ropa interior, mientras pensaba y se regañaba mentalmente por su falta de valor cuando alguien interrumpió su meditación.

- Vaya… - se acercó su padre con la mirada llena de furia, apestando a alcohol – tienes el cuerpo igual al de tu madre… - se le acercó más y estiró su brazo, para poder acariciar la piel de su hijo.
-¿Qué se supone que haces? – le respondió Shaka, dándole un golpe en la mano, apartándose.
- Disfrutar de lo que es mío – contestó el emperador, haciendo que Shaka se estremeciera – igual que con tu madre antes de matarla… - añadió completamente borracho, lanzándose contra su hijo, rasgando todo vestigio de ropa que quedaba cubriendo su intimidad y lo retuvo a la fuerza, logrando una captura perfecta gracias a su experiencia mientras Shaka renegaba y forcejeaba tratando de liberarse.
- ¡Suéltame, eres un desgraciado! – Gritó más fuerte – sabía que no podía ser real el accidente de la muerte de mi madre – logró soltar una de las piernas y golpeo a su padre con la rodilla en las costillas, empezando a agotarse, gritando más fuerte, increpando con odio a su padre.

El emperador tenía un solo propósito esa noche, acabar con su hijo. Harto de ver lo querido que era, harto de que ese blandengue, como él solía llamarle, fuera su sucesor. Y quiso aprovecharse, y degustar la carne de su propio hijo, antes de librarse de él, igual que el día en que murió la madre de Shaka, víctima de los golpes y las vejaciones a las que fue sometida, aunque jamás se encontró a un culpable, a pesar de que ahora, Shaka lo sabía.

Esos mismos gritos, y una extraña sensación, alertaron a Aioria que se encontraba debatiendo consigo mismo el ir o no a la habitación de su amo, del dueño de su corazón, del que tanto le había cuidado y corrió. Llegando lo más rápido que pudo. Viendo horrorizado la escena. Escena que le era muy familiar puesto que él también lo había vivido y se lanzó contra el emperador. Apartándole de Shaka, alejándole lo más que pudo puesto que la diferencia de estatura no le permitió derrumbarlo.

El emperador, furioso, se lanzó contra él, acorralándolo, golpeándole, haciendo que su labio sangrara. Pero Aioria no quedó atrás y se defendió. Usó sus puños con todas sus fuerzas y golpeo al emperador. Sabiendo que eso sería su muerte, puesto que levantar la mano a su señor, era el peor atrevimiento que podía llevar a cabo un esclavo.

Pero lucho con valor y coraje, defendiendo a su verdadero señor, protegiéndolo de su propio padre hasta que casi agotando todas sus fuerzas, logró derribarle y corrió a rematarle, viendo en los ojos del emperador. Y supo entonces, que se había ganado el respeto que se le debe tener a todo ser humano y se alejó, preocupándose de ver como estaba Shaka, deseando poder abrazarle, aunque creía que eso sería demasiado atrevido por su parte.

Giró sobre sus talones, dándole la espalda al emperador y caminó hacia Shaka, que vio como la sangre de Aioria resbalaba por su frente gracias a la iluminación que la luna ofrecía a través de las ventanas y ocurrió. El emperador se levantó y volvió a lanzarse contra Aioria, queriendo matarle, deseando acabar con lo que un día no acabó, pero Aioria fue más astuto y se agachó. Evitando la embestida, viendo como el emperador tropezaba y se precipitaba al vacío por una de las ventanas, rompiéndose el cuello cuando impactó contra el suelo y murió.

Horrorizados con todo lo que estaba pasando, corrieron al ventanal por el que vieron caer al emperador, y comprobaron que yacía muerto sobre el frio suelo. Y también como iban llegando los esclavos, que asombrados, miraron al cielo para averiguar lo que había pasado, solo viendo a Shaka y Aioria asomados al ventanal, y corrieron cuando llegó la guardia, ocultándose por miedo. También Aioria y Shaka que se sentaron en el suelo, y quedaron ocultos por la pared de la ventana.

- Aioria… estás sangrando… - le dice angustiado, sin recordar que anda desnudo – dios mío – dijo cuando se dio cuenta y se cubrió con las manos, avergonzado de haber mostrado su cuerpo a Aioria.

Aioria se sonrojó. Con el enfrentamiento, con el forcejeo, no se había dado cuenta del hecho, tampoco cuando corrieron a la ventana, y mucho menos, cuando se agacharon para ocultarse, y se quedaron mirando hasta que Shaka se dio cuenta de que sangraba.

- No te preocupes… - dijo con una sonrisa en los labios, aun sonrojado – me siento bien – añadió levantándose, tomando una sabana de la cama para que Shaka se tapara. Ofreciéndosela con los brazos abiertos, regresando a su lado, cuando se vio sorprendido por el impulsivo abrazo de su señor, que se ocultaba en su pecho y temblaba.
- Gracias… - susurró Shaka, abrazándose más fuerte, sintiendo el corazón de Aioria latir muy rápido, sintiendo los brazos de su protector, abrazarlo y protegerlo de nuevo.
- No me des las gracias… - susurró oliéndole los cabellos – tu me salvaste primero… - inspiró – del odio, del rencor, de mi sed de venganza… de mi mismo… - cerró sus ojos disfrutando del aroma – curaste mis heridas, salvaste mi alma hasta que te hiciste su dueño, y entonces ya no quise ni pude alejarme de ti… - contestó tratándole de igual a igual – me atrae hacía ti, una fuerza extraña, un mar de sensaciones, un sinfín de emociones que no sé cómo expresar… - volvió a abrir los ojos, encontrándose con los de Shaka que le miraba emocionado.
- Yo tampoco sé cómo expresar lo que siento, quise decírtelo durante las celebraciones, pero sentía miedo. Miedo a que me rechazases, miedo a que te rieras de mí. De que me odiases por lo que te hizo mi padre… - calló llevando sus dedos a la herida que tenia Aioria en la frente sin dejar de mirarle, tomando con la otra mano una punta de la sabana para curarle y limpiarle, quedando hipnotizado por las verdes esmeraldas de Aioria – soy esclavo de tu presencia, de tu alma, siento que muero si no puedo tenerte cerca… - le dijo completamente sonrojado, viendo el rubor de Aioria que en un acto sorpresivo, se apoderó de sus labios y lo besó despacio, aprendiendo como hacerlo con Shaka, pegando despacio sus labios a los de él, moviéndolos más despacio todavía, pellizcándolos con cuidado con los suyos. Saciando una sed que hacía demasiado tiempo le hacía padecer.

Shaka correspondió el beso como mejor supo, tratando de contener sus ansias hasta que el deseo le pudo, y se abrazó al cuello de Aioria, profundizando el beso, atreviéndose tímidamente a llevar su lengua en busca de la de Aioria hasta que la encontró y dejaron que se acariciaran hasta que les faltó el aliento y se separaron, quedando perdidos cada uno en el brillo de los ojos del otro.

Juntaron sus frentes, respirando agitados, abrazándose muy fuerte. Sin perder el contacto del cuerpo del otro mientras recuperaban el aliento que les faltaba, mientras sus cuerpos, empezaban a mostrar claros síntomas de lo que deseaban, de lo que querrían hacer. Pero ambos sentían miedo.

Shaka, de que Aioria aun guardara recuerdos imborrables en su mente de aquel horrible suceso. Y Aioria a pesar del miedo, de los horribles recuerdos, sentía deseo, un deseo desconocido que le guiaba a acariciar despacio la espalda de Shaka mientras se abrazaban, deseo, que le hacía querer ver de nuevo el cuerpo de Shaka desnudo en la oscuridad. Y a pesar del miedo, decidió ir más allá.

- Quiero… Anhelo verte desnudo Shaka… - dijo en voz suave, mirándole a los ojos, separando su frente, incorporándose – deseo besar cada parte de tu cuerpo y sanar los golpes que te dio tu padre… - añadió renovando el beso, profundizándolo como Shaka había hecho, sintiendo como Shaka, llevaba sus manos a las de Aioria, y lentamente, le obligaba a soltar la sábana que cubría su desnudez.
- Yo también deseo que me veas, que me acaricies y acariciarte, cuidar de ti, igual que tu cuidas de mí. Necesito que me ames, que me hagas tuyo y llenes este vacío tan grande… - susurró volviendo a besarle pero más despacio aun, llevando a Aioria con él mientras caminaban en círculos y llegaban a la cama.

Shaka se sentó, haciéndole un lado a Aioria que dudaba si debía continuar o no. Tratando de mantener la compostura, tratando de hacer frente a lo que sucedería después de esa noche. Pero le pudo el corazón, sus sentimientos y las ganas de compartir ese momento con Shaka.

Aioria estaba casi seguro de que ese, sería su último día de vida. Que tras haber contribuido a la muerte del emperador, le darían caza y muerte, y aunque Shaka quisiera ocultarle, o cuidar de que eso no sucediese. Sabía que al fin, la sentencia se cumpliría igualmente.

Pensó, mientras se sentaba en la cama, que no podía dejar de contemplarle, que no quería morir sin poder amarle, sin hacerle suyo esa noche, como Shaka le pedía, en poder guardar un recuerdo, un momento en el que pensar cuando le mandaran matar.

- Yo quiero ser quien llene ese vacío Shaka, quiero quedarme contigo esta noche. Pero… - le miró fijamente a los ojos, sonriéndole, viendo los preciosos ojos de Shaka brillar y no pudo contenerse, le abrazó fuerte, besándole al mismo tiempo para después recostarle con sumo cuidado, sintiendo que su cuerpo, temblaba asustado.

Se sentía deseoso de hacer de esa noche, un momento inolvidable, pero inconscientemente, llegaron recuerdos amargos a su mente que le hicieron temblar, recordando lo que él sintió cuando el emperador le vejaba, quitándole la inocencia de un solo golpe, dejando su alma hecha trizas.

- Aioria… - susurró Shaka viendo lo que sucedía – se que tienes miedo… - parpadeo de un modo encantador, incorporándose, apoyando las manos en el pecho de Aioria que permanecía tendido de costado en la cama, mirándole – yo también lo tengo… - añadió acariciándole la mejilla – pero solo vivo por sanar tus heridas, porque olvides todo aquello, porque solo permanezca yo en tus sueños – sonrió mirándole, abrazándole con fuerza, besando sus labios, queriendo transmitirle todo el amor que tenia para darle – déjame intentarlo Aioria…

Rogó y profundizó el beso, poniéndose sobre Aioria que no protestó, solamente dejó que Shaka continuase.

Se separó de los labios de Aioria lentamente, besándole después el cuello, lamiéndolo con mucho cuidado, sin saber si a Aioria le gustaba todo aquello, solo siguiendo sus instintos, dejándose llevar por el deseo que le transmitía ese cuerpo, y por el ansia de poder estar con Aioria.

Le acarició el pecho, sintiendo como la piel de Aioria se erizaba, cosa que le hizo sonreír, ya que a pesar de su poca experiencia, lograba hacer que el cuerpo de Aioria reaccionase. Se atrevió a descender por el cuello de Aioria, escuchando su respiración, dejando que esta le guiara, que le indicara si iba por buen camino o no y besó el fuerte pecho de Aioria, lamiendo después el pezón, descendiendo lentamente por su torso y besar cada musculo, hasta que llegó a su vientre y encontró el pantalón.

Se incorporó lentamente, viendo sorprendido que Aioria permanecía con los ojos cerrados y la boca abierta, jadeando, tratando de contener los gemidos de excitación sin lograrlo.

Sonrió más ampliamente, retirándose lento para poder desnudarle igual que él estaba, ejecutando cada acción, cada movimiento sumamente despacio para que Aioria no se asustara.

Deslizó el pantalón, llevándose sin querer la ropa interior, descubriendo lo muy abultada que lucía la intimidad de Aioria y se sonrojó sin poder evitarlo mientras le quitaba completamente el pantalón y esa peculiar ropa interior de algodón que usaba.

La dejó caer al suelo, viendo cómo salía de un bolsillo una cajita pequeña y se inclinó, tomándola, mirándola intrigado.

- Es… es para ti… - susurró Aioria sonrojado – tienes todo lo que puedas desear, no sabía que regalarte, y tampoco tenía mucho que gastar… - se sentó, dejando a Shaka sobre sus piernas, mirándole fijamente mientras abría la cajita, acomodándose mientras dejaba que el trasero de Shaka se apoyara sobre el colchón, dejando sus piernas rodeando la cadera de Aioria.

Shaka abrió la cajita temblando, sintiendo muchísimos nervios, viendo la preciosa pulsera que Aioria había comprado y lloró emocionado, dejando a Aioria sorprendido, asustándole, angustiándole.

- Perdóname, no quería hacer que lloraras, yo… - los dedos de Shaka taparon sus labios para evitar que continuara.
- Lloro de emoción Aioria…, porque no lo esperaba, yo no te compre nada, porque pensé que te ofendería, y tú me sorprendes con este presente… lo usare toda mi vida… - le miró a los ojos, sonriéndole, tratando de contener las lagrimas – pero no lo tengo todo Aioria, si no estás conmigo, siento que algo me falta… - se abrazó a Aioria, oliéndole el cuello, sonriendo de felicidad.
- Ahora ya me tienes Shaka… - contestó acariciándole los cabellos, bajando por la espalda, llevando las manos a la cintura de Shaka y se alzó, dejándole tendido en la cama para besarle, para explorar su cuerpo en cortos besos mientras ambos se excitaban cada vez más.

Llegó al vientre de Shaka y sonrió, lamiéndole el ombligo despacio, haciéndole cosquillas a Shaka y descendió más, tomándose la libertad de ir más allá y lamio el miembro de Shaka que estaba erguido. Besando todo el tronco, engulléndolo mientras escuchaba los gemidos que le hacían sonreír mientras le daba placer a Shaka, mientras sentía su intimidad humedecerse excitada, y deseaba hacer que Shaka siguiera disfrutando hasta que este le detuvo porque de lo contrario habría estallado.

Le tomo las mejillas, respirando muy agitado, rodeándole la cadera con sus piernas, dejando a Aioria completamente encima de él, sintiendo una puntada fuerte ya que al estirarse, Aioria le penetró sin poder evitarlo por la fuerza que ejercían las piernas de Shaka sobre su cadera.

Quedaron quietos, sin moverse ni un centímetro, sintiéndose el uno al otro. Shaka la increíble sensación de pertenecerle, y Aioria, la de poseerle.

- Shaka… - jadeó en suspiros, incorporándose, apoyándose sobre sus codos, penetrando más profundamente a Shaka – te amo… - le besó con efusividad y se movió, dejando que su sexo entrase y saliese, dando suaves embestidas a Shaka, haciéndole completamente suyo.
- A… Aioria… - gimió abriendo de par en par sus ojos tras escucharle – te amo… - le contestó rodeando más fuerte la cadera de Aioria, notando como su sexo se rozaba contra el vientre de Aioria que se movía sobre él.

Casi extasiados, continuaron moviéndose, recibiendo uno las embestidas, y el otro embistiendo, llegando más rápido de lo que deseaban al momento cúspide, sintiendo ambos, que no podían detenerse y se movieron más deprisa, logrando excitarse al máximo, provocando esta excitación que estallasen al mismo tiempo. Recibiendo Shaka la espesa semilla en sus entrañas, y Aioria la de Shaka sobre su cuerpo.

Se dejó caer, desfalleciendo en los brazos de Shaka, quedando prácticamente dormido, liberando a Shaka de su peso y se puso de costado, viendo como Shaka, se volvía para poder abrazarse a su cuerpo, sintiendo que la última noche de su vida, había borrado cualquier dolor, cualquier mal recuerdo y suspiró emocionado, viendo como casi empezaba a amanecer, dándole una luz perfecta al mejor momento de su vida, sabiendo que esta. Pronto acabaría.

- Shaka… - le apartó los cabellos de la cara que se pegaban con el sudor, dejando su rostro descubierto – gracias por ser mío en mi última noche, gracias por dejarme sentir, por sanar todas mis heridas antes de que me maten… - susurró abrazándole más fuerte – te amo, y así será siempre, aunque mi vida este por acabarse… - calló mirando a Shaka que le veía con asombro, pensativo, tratando de entender lo que había oído.
- Nunca te separaras de mi Aioria, no lo permitiré… eres mi vida… - hablo queriendo seguir, pero Aioria le interrumpió.
- Maté a tu padre Shaka..., el nuevo emperador acabará con mi vida… - dijo triste.
- Eso no va a suceder Aioria, porque el nuevo emperador te cuidará como su tesoro más preciado, y velará por ti cada noche para que no te pase nada.
- Shaka, eso no lo sabes – se vio interrumpido por Shaka que se puso encima suyo.
- Si que lo se Aioria, porque así lo dejó escrito mi padre, porque el sucesor soy yo, y como emperador y regente, decido que desde hoy. Esta también será tu casa…

Besó a Aioria emocionado, sintiendo como le rodeaba feliz con sus fuertes brazos, mientras juntos, vieron como amanecía en esa nueva casa. Casa en la que ya no habría maltratos, en la que solo habría trabajadores y no esclavos que serian recompensados con salarios, tratados como personas, y protegidos por siempre por su emperador, que tuvo siempre a su lado al que le hizo esclavo de su amor, al que algún día fue su esclavo, al que un día, le entregó su corazón.

-FIN-

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