1. Marcado por una bestia
Tenía sólo 10 años. Era la primera vez que asistía en una batalla de la guerra santa. Todos sus compañeros habían muerto, fueron pasto de las bestias, y ahora sus cadáveres descuartizados ardían en llamas. Un monstruo se le acercó lentamente… alzó la zarpa coronada con unas afiladas garras. Kurogane cerró los ojos. Iba a morir a manos de una bestia. En aquel momento oyó un golpe seco y un cuerpo inerte cayó al suelo justo delante suyo. Su cráneo estaba atravesado por cuarto agujeros que dejaban escurrirse los sesos. Una horrible pero melodiosa voz resonó como un trueno en los oídos del muchacho traumatizado. “Vive, y cuando nos volvamos a ver, te cobraré este favor” Kurogane levantó el rostro, y entonces su boca fue presa de unos labios ajenos. Por tan solo unos instantes, pero fue su eterna maldición. “Que quede sellado nuestro pacto” La criatura demoniaca se levantó y con un gesto de brazo se desvaneció en el aire. Un mar de rugidos escalofriantes, que penetraban en los oídos y los destrozaban por dentro invadió la espesura de la noche, iluminada únicamente por los cadáveres en llamas. Una por una las bestias se fueron dispersando. Dejando solo a un aterrorizado príncipe acurrucado en el suelo. Acompañado solo por la peste de carne quemada y la luna llena tenida de sangre.
Kurogane abrió los ojos de golpe. Sus horribles recuerdos volvían a perseguirlo incluso en sueños. Cuántas veces se había arrepentido de haberse equivocado de aquella manera, de haberse escapado del palacio en el que reinaba su padre y haber salido al campo de batalla, sediento de aventuras. Se limpió el sudor de la frente y miró por la ventana. La luna llana desnudó su oz de plana iluminando al joven rey cuyo único consuelo era el vino. “donde estás” pensó “¿por qué no vienes?” la imagen de una gallarda figura sin rostro cruzó por su mente como una espada afilada, provocando dolor y aversión “Te necesito… para asesinarte” Se tragó todo el contenido de su copa de golpe y la volvió a llenar, desbordando el líquido carmesí. Era su oscuro secreto. No podía contárselo a nadie si no quería arder en la hoguera acusado de atraer al demonio a su país, incluso al rey no le sería perdonado haber sido besado por una bestia. Nunca nadie supo lo que pasó aquella noche… nunca se lo consultó más a que a la almohada… pero sabía que para limpiar su honor y purificar su alma, debía de eliminar al demonio. “Te encontraré allá donde estés, no lo dudes” Su odio era lo único que lo mantenía vivo.
-¡Su majestad! ¡Su majestad! Ya es la hora
Kurogane emitió un quejido y se raspó la nuca fastidiado. Su lecho estaba manchado con una enorme macha de color rojo. El vino derramado anoche sobre las sabanas ya estaba seco, pero lo que de verdad era una molestia era esa intensa luz del sol colándose entre las cortinas purpura de manera desvergonzada, quemando sus ojos y desconcertándolo.
-¡Su majestad!
-Tsk! Entra ya.
La maciza puerta de roble se movió ligeramente y un jovencillo se deslizo por la brecha con una libreta en la mano. En verdad no necesitaba mucho espacio para pasar con lo delgaducho que era. El rey no sabría cono describir su aspecto. Quizá… ¿angelical?
-Buenos días su majestad. Espero que haya tenido una agradable noche –Canturreó el sirviente haciendo una exagerada reverencia.
-Sí, bella como el culo de una camella. ¿Anda, qué otra gilipollez me has programado hoy?
-No fui yo, mi señor. El consejero real es el encargado de sus actividades. Yo sólo soy un simple mensajero.
-Lo que sea… Dimelo ya. –El muchacho abrió su libreta y con su voz de ruiseñor comenzó a renombrar la lista de actividades.
-La misa es a las 12. Tiene que asistir al consejo de generales a las 14. A las 16 tiene que recibir al duque de Outo. A las 18 comienza su entrenamiento diario. Después de él ha de firmar los documentos oficiales del estado.
-¡Dios! Un dia de estos voy a mandar a Eriol a la guillotina. ¿Qué mierda de horario me ha planeado? Estoy harto.
-Pero le recuerdo, señor, que la semana que viene se avecina otro ataque a la tierra de los demonios.
-Sí, por fin… ¿Cómo van los preparativos?
-Avanzan con normalidad, su majestad.
-Bien. Puedes retirarte, Fye.
-A la orden.
La puerta se cerró y el joven monarca dirigió su vista hacía la ventana. Miraba el peisaje que se reflejaba através de ella sin ver nada en particular. “Otra batalla con los monstruos.” Pensó “¿te encontraré esta vez allí?”
-¡Ah! Señor…
-Cierra el pico.
El muchacho se mordió el labio intentando no emitir ningún sonido. Pero su cuerpo se curvaba y se sacudía en violentas convulsiones tras cada estampida, el mayor le mordió un excitado pezón saboreando el licor derramado encima del cuerpo de su amante casual.
Una noche de sexo loco y unilateral antes del fervor de la batalla. ¿Unilateral? Eso era lo único que le molestaba al rey… hasta que su alma sea purificada, nadie debería de disfrutar estando con él. Pero este chico, incapaz de controlar la reacción de su cuerpo, recibía placer de los brutos e insensibles toques del moreno, destinados únicamente a satisfacer su propio impulso sexual.
Pero por lo demás era perfecto, de una esbelta y grácil figura, piel tensa y suave, tan blanca que parecía reflejar la luz de la luna. A la vez que su cabello dorado trataba de eclipsar el sol. Pero lo que más le llamó la atención al joven monarca eran sus ojos, profundos e intrépidos. Con ese deje de misterio y juego entremezclados. Como el delirio y el fuego se funden en el sudor de dos cuerpos danzando al compás de las penetraciones. Tratando de satisfacer a su rey, el muchacho angelical trataba de no emitir ningún ruido, pero de tanto en tanto se le escapada algún gemido ahogado, y el fornido guerrero odiaba admitir cuanto le ponía eso. Una corriente eléctrica recorrió su columna vertebral bajando hacía su miembro y obligándolo a correrse dentro de su amante. Segundos después sintió ardor y algo líquido en su estomago.
-¡Lo siento su majestad! – el angelito agarró un pañuelo de la mesita de al lado y se dispuso a limpiar el abdomen del moreno. Deslizando sus largos y hábiles dedos entre los músculos abdominales tan bien definidos, y hasta introdujo fugazmente su dedo en el ombligo, provocando una nueva oleada de calor en las partes bajas del rey. Pero este le agarró de la mano apartándolo de su cuerpo.
-Vete.
-Pero…
-Vete, Fay
-A la orden. –El sirviente se vistió a lo rápido y caminando hacia atrás mientras hacía una reverencia se encaminó hacia la salida. Paro antes de desaparecer de los aposentos susurró los justo para que su señor lo oyera –Rezo para que le vaya bien en la batalla.
Kurogane se quedó sentado en la cama, cuyas sabanas todavía olían a falso amor.
A eso es a lo que se llamaba fidelidad y devoción. Sabía que Fay llevaba meses en la corte, pero no se fijó en él hasta que su consejero lo nombró su ayudante. El rey-guerrero nunca repetía amantes, pero gustoso lo volvería a hacer con aquel muchacho tan guapo.
La única molestia era que al parecer había desfrutado esa noche.
Y el moreno odiaba que alguien fuera feliz a su lado… porqué él había sido marcado por la impureza de un monstruo.
Es por ello que nunca besaba a sus amantes en la boca.