Harry estaba exhausto, había trabajado como esclavo después de que Snape lo arrastrara a su oficina luego de que lo encontrara según él perdiendo el tiempo.
Dejo de escribir, se quito sus lentes para descansar su vista, se alejo un poco del escritorio aun sentado en la silla y estiro sus yertos músculos que protestaron por el cambio de postura; masajeo su cuello adolorido -Aaauh- no pudo evitar soltar un gemido –Cinco minutos, solo cinco minutos y luego seguiré con esto-se recostó en la silla cerrando sus ojos para descansar de su tormento.
Silencioso se encontraba detrás de él Severus Snape. Su respiración era prácticamente nula, su presencia indetectable para el semiinconsciente Harry; no hizo ningún movimientos para poder contemplar a placer la figura que se encontraba desparramada de forma provocativa en la silla.
Difícil de creer, inclusive para él la manera en que le atraía ese mocoso; su figura delicada a la vez fuerte , su piel apiñonada, ese cabello negro y rebelde pero sobre todo esos hipnotizantes ojos verdes lo cautivaron nada más verlo cruzar la puerta del salón en donde impartía cátedra.
Moría de celos al ver cómo los miembros de su clase le devoraban con la mirada, en cómo este chico inocente no se percataba de los intentos de ligue y los tomaba como bromas de sus compañeros, de cómo con su carácter bondadoso era prácticamente amigos de todo aquel que se le acercara.
Desesperado, por ser ignorado por el pelinegro que solo lo consideraba su profesor recurrió a la misma técnica que un crío hormonal y descerebrado usaría para llamar su atención: Lo convirtió en el centro de sus sarcasmos; era la única manera en que le regalara un pedazo de su ser que no compartía con nadie más, su más grande desprecio.
No ignoraba en como Harry le miraba con ira contenida; deseoso de romperle la cara en más de una ocasión por meterse con él y ponerlo en ridículo por insignificancias que en otros solo ignoraba pero que en Harry señalaba y ampliaba.
Cuando se le presento la oportunidad de tener un becario no dudo ni un instante de elegirlo a él entre todos los candidatos al puesto. Aprovecharía los deseos del chico por trabajar y aprender de uno de los mejores en la materia aun sabiendo que era un bastardo desagradable para tenerlo a su lado; si esa era la única manera de acaparar su atención que así fuera.
Severus prácticamente desde que empezara a trabajar con él lo mantenía enclaustrado en su oficina; saboreando su presencia, respirando su mismo aire así como sintiendo su calor en los día fríos e inundando sus pulmones con el aroma que su cuerpo desprendía.
Le amaba con locura, con una locura enfermiza; no era suyo pero no sería de nadie más mientras lo pudiera evitar. Si estuviera en sus posibilidades lo encerraría en una jaula de oro y tiraría la llave para nunca dejarlo escapar.
La luz de la pantalla chocaba en el rostro del durmiente, bailando inquietante en sus formas. Tentado por la imagen estiro la mano deseoso de prodigarle una caricia quedando a medio camino recordando la escena de la tarde: Harry asechado por un atractivo hombre. La ira lo invadió y en lugar del suave roce que deseaba prodigarle zarandeo del hombro al pobre muchacho sacándolo de la inconsciencia momentánea.
-Despierte Potter, esta es una oficina, no un albergue en donde pueda dormir. Si quiere dormir tiene que terminar de revisar el trabajo y luego este disco para largarse a su casa- le entrego el disco a Harry que se encontraba un poco desorientado para luego salir de lugar con un fuerte portazo.
Tal vez no podría encerrarlo en una jaula de oro, pero mientras pudiera lo tendría solo para él entre esas cuatro paredes.