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Amor oscuro por Caramelamer

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Notas del fanfic:

No confundir los nombres con algunos de los libros de vampiros. Sólo es un alcance, ya que su apariencia o comportamiento son producto de mi imaginación (?) y no tienen relación alguna.

Notas del capitulo: Mi primer fanfic. Espero que les guste. Si incumplo alguna regla al seleccionar categorías o algo por el estilo, por favor, soy nueva y me gustaría que me ayudaran en esto. Gracias! ~Adieu!
-Marcus… por favor… ven…- lo llamé con desesperación desde el suelo de mi habitación. Algo tenía mi creador que me hacía desearle con fervor. No era sólo su hermosura natural, sino también sus actitudes para conmigo, su fineza, su tranquilidad, y la amabilidad única con que me trataba. Muchas veces vi la manera fría y distante que tenía con los otros vampiros. Antoine viviría con nosotros, y sólo nos quedaban unas pocas horas a solas en lo que yo denominaba nuestro “íntimo santuario”. Marcus se acercó a paso lento y delicado, propio de su juventud pausada en el siglo XVIII. Sonreí al verlo sentarse a mi lado.
-Mi pequeño Claude… -dijo con un leve acento francés, casi imperceptible. Me levantó del suelo, me dejó sobre él y me sostuvo entre sus brazos.- El más joven de la familia de buscadores de sangre…- sonrió en la oscuridad, apartando uno de mis porfiados mechones de cabello platinado. Marcus, aunque me quitó la vida con convicción, y para su diversión, me tenía más cariño que a cualquiera de sus otros hermanos. Yo lo notaba. Desde hacía cuatro años que estaba viviendo con él. Yo acababa de cumplir los veinte cuando a medianoche, luego de la celebración en un bar con mis amigos, Marcus se presentó ante mí. Con sus finas facciones, su rostro sereno, su cabello negro cayéndole por el rostro y sus ojos azules. Me hipnotizó. Y bajo esa hipnosis caí rendido a sus pies, entregándole mi vida y sintiendo cómo dejaba mi juventud a sus colmillos.
-Marcus… - me abracé a él. Marcus me abrazó y volvió a sonreír. Mi estatura y mi rostro me ayudaban ante Marcus. Muchas veces me dijo al oído, mientras me veía leer, que yo era su niño, y que mi cara tierna le decía que debía complacerme en todo. Cuando supe la noticia que de Antoine se mudaría con nosotros, deseé usar mis características físicas a mi favor y ordenarle que no quería ver a Antoine siquiera cerca de nosotros, y mucho menos que se mudara a nuestro techo. No sé porqué no lo hice. Debí hacerlo, teniendo en mi mente la convicción de que Marcus me complacería. Pero esta, al ser nuestra última tarde solos, estaba seguro que Marcus me complacería como era debido.
-Claude, puedo leer tus pensamientos, ¿recuerdas?- pronunció alegremente y susurrante mi amigo. No dije palabra, y sin aviso pegué mi boca a la suya. Pude sentir sus labios carnosos sólo para mí. Pensé que Marcus no me besaría, y que mi plan era una mera fantasía. Pasó un segundo sin que Marcus hiciese nada y al siguiente, tomó mi cabeza entre sus manos y comenzó a besarme apasionadamente. Disfruté cada valiosa sacudida de sus labios contra los míos. Nunca me había sentido atraído tanto por una persona. En mi vida anterior, nunca por una mujer, pero en mi renacer tan sólo por Marcus.
-Marcus… te amo… te amo como no he amado nadie en mi vida…- dije en el corto instante que él me daba para respirar. Su perfecta sonrisa se perfiló a la luz de la luna, que comenzaba a aparecer por la ventana, tras las cortinas transparentes.
-Yo también te amo, mi pequeño niño…- me volvió a besar en los labios, esta vez abriéndose paso entre ellos con su lengua. Su lengua parecía recorrer cada rincón de mi boca, y me hacía feliz sentir su cuerpo aprisionando el mío entre sus brazos. Me amaba de verdad. Sentía sus palabras tan verdaderas como las mías. Yo, cuando era un joven ignorante acerca de este mundo desconocido de los vampiros y tenía sólo sueños, cuando vivía con mis padres en una casa antigua, cuando tenía muchos amigos, jamás pensé que en algún momento de mi vida me iba a estar besando con un hombre. Tuve dos novias, muy delicadas y femeninas. Pero ellas no eran nada en comparación con mi Marcus. Ellas eran sólo el recuerdo, así como también mi vida de humano. Luego que Marcus me convirtió, me llevó donde sus hermanos de sangre oscura; donde su familia de vampiros. Todos observaban cada gesto mío, cada palabra que decía y cada pregunta que formulaba. No encontraban que yo fuese digno de ser uno de ellos. Y en efecto, no lo era. Marcus me había convertido sólo para darle problemas a los demás. No le importaba en absoluto mi vida. Pero, me di cuenta que en mi nuevo estado era un ser casi tan hermoso como ellos lo eran. Marcus, me pasó los brazos por el cuello en el momento que nuestros hermanos me contaban acerca de los lugares prohibidos para los vampiros. Iba a hacer una pregunta, cuando Marcus de improviso me besó en los labios. Nadie comentó nada, ni siquiera les sorprendió el acto de su amigo. Al parecer, entre ellos era muy normal. Venían de tiempos pasados donde un beso en los labios entre hombres significaba amistad, como un abrazo en el tiempo actual.
-Claude…- pronunció Marcus, al tiempo que me levantaba, y me ponía sobre la cama para decirme silenciosamente que debíamos detenernos. Me sonrojé. No me podía ver en la oscuridad, pero lo sentí. Me sonrojé al sentir las fuertes manos de Marcus asiéndome por la cintura y dejándome con delicadeza sobre mi cama, la que él había adquirido sólo para mí, porque no me acostumbraba a dormir en ataúdes ni lugares oscuros como ellos.
-Marcus –dije seguro de mí mismo.- Hazme tuyo.
Noté que Marcus se sobresaltó. Besarse era normal para él, pero lo que le dije lo había dejado perplejo. Fijó sus ojos azules en los míos. Miré su rostro. También era joven. No aparentaba más allá de veinticinco o veintiocho años.
-C-Claude…- tartamudeó, en un empeño por conservar la calma ante mis inesperadas palabras.
-Marcus, quiero que me hagas el amor. – solté de una sola vez. Marcus no se movió. Permaneció en silencio con los ojitos abiertos, denotando su sorpresa Estaba decidido a hacer mío a mi creador. Estaba decidido a marcar su cuerpo como de mi propiedad, aunque para mí no importaba quien hubiese estado antes con él. Quería vivir el ahora. Quería sentirlo. Lo abracé y lo pegué a mi cuerpo. Mis piernas, mis brazos. Todo estaba firmemente sujeto a él. Marcus seguía inmóvil, sin reacción alguna ante mi acto. Entonces decidí tentarlo con algo que sabía él no había probado en días. Sangre. Mi sangre.
Lo besé con cuidado en los labios y luego acerqué mi boca a su oído derecho.
-¿Te gustaría… probarme?- pregunté muy desinhibido, como nunca antes.
Mi cuello estaba al descubierto, muy cerca de sus labios. Sentí entre mis brazos, cómo el cuerpo de Marcus se excitaba al tener el vital alimento a su merced. Marcus, casi inconsciente de lo que estaba haciendo abrió su mandíbula como las tantas veces que yo lo había visto hacerlo para atacar a sus presas, y me mordió. Comenzó a succionar un poquito de sangre. Un suspiro se escapó de mis labios. Finalmente Marcus sería mío. Marcus, sólo bebió un pequeño sorbo, lo suficiente como para calmar su sed, inducida por mí. Comenzó a retirar con cuidado sus colmillos de mi cuello, y un ligero placer, un pequeño estremecimiento orgásmico se apoderó de mi cuerpo. Marcus lamió las marcas que dejó en mi cuello, y gracias a mi condición de vampiro, al instante desparecieron.
-Por qué hiciste eso…- me dijo Marcus, lamiendo mis labios de manera juguetona. No dije nada. Simplemente comencé a besarlo de nuevo, y a quitarle la chaqueta fina que se había puesto ese día. Le retiré de un jalón la corbata azul marino, que le combinaba con sus ojos, y antes de quitarle la camisa de lino que llevaba, lo volteé en la cama y me senté sobre él. Comencé a desabotonarle la camisa, mientras lo besaba. Marcus también me quitó mi polera, lo cual me dejó loco inmediatamente. Marcus ya estaba dispuesto a hacerme suyo también. Bajó sus hábiles manos hasta mis pantalones, y bajó el cierre. Un pequeño gemido se escapó de entre mis labios, al sentir el roce de sus manos en mi pantalón y repercutiendo en mi miembro excitado.
Yo le saqué los pantalones y la ropa interior sin miramiento alguno. Lo único que quería era que poseyese mi cuerpo rápido. Me comenzó a quitar la ropa interior, y un pequeño grito le hizo reír de manera encantadora. Mi pene estaba tan excitado, que al más mínimo roce me sentí de manera grotesca, al tener el género sobre mi punta.
Miré el pene de Marcus. Jamás había hecho semejante cosa. Parecía que todo en él era proporcional. Me deslicé como un gato por sobre el cuerpo de Marcus y puse mis manos en su cintura, mientras lo besaba. Marcus gimió al sentir el roce de nuestros miembros, uno contra el otro. Yo estaba completamente absorto de belleza y placer, al tener a Marcus sólo para mí. De pronto el cariz de la situación cambió. Marcus, literalmente, me tiró sobre la cama y se puso sobre mí. Sentí un poco de miedo, al ser todo tan inesperado. Marcus, casi tanto o más excitado que yo puso la punta de su pene en mi entrada. Me puse un poco nervioso. Comenzó a penetrarme lentamente, mientras yo daba un fuerte grito. Vi su rostro, sus ojos cerrados, sus cejas alzadas y su boca, deliciosa, mordiéndose los labios de placer. Podía sentir como mi interior se llenaba, al sentir a Marcus introduciéndose lentamente en mí. Grité tan fuerte de dolor, que mi apasionado amante se contuvo unos momentos, quedándose muy quieto. En el silencio del cuarto y de la oscuridad, podía escuchar mi respiración y la suya. Estaban totalmente agitadas, y eso, de alguna manera extraña me agradaba.
-Ah… c-creo que no puedo detenerme, mi pequeño…- Susurró Marcus, en un tono más bien de disculpas hacia mí.
-M-me duele… -dije, sintiéndome un poco triste, al no ser todo como yo tantas veces había imaginado. Marcus, sin previo aviso, me penetró como un salvaje. Sentí el infierno entre mis piernas. Sentí que era inútil gritar en forma de advertencia que quería que parara. De pronto, al sentir el pecho de Marcus con el mío, me di cuenta que no estaba gritando porque me dolía. De pronto dejó de ser dolor. Comenzó a ser placentero para mí. Muy placentero, la verdad. Seguía gritando, y no podía detenerme, por la gigante excitación que me provocaba estar haciéndolo con Marcus, y también, porque notaba que mientras más fuertes mis gritos, más grandes los embistes de él. Mi pene rozaba su vientre, y al estar en movimiento nuestros cuerpos, mi erección era total.
Me abracé a su cuerpo, y abrí más las piernas para que me penetrara más profundo y más fuerte. Era únicamente instinto. Sentía que el límite del placer estaba muy cerca. Marcus sin miramiento alguno tomo mi pene con una mano, y comenzó a masturbarme al mismo ritmo de sus embistes. Dije muchas cosas mientras disfrutaba del cuerpo de mi amado.
-A-ah… Marcus… ¡M-Marcus!- no tenía tiempo de tomar un poco de aire. Mi respiración era rápida y entrecortada. Mis jadeos y gemidos se mezclaban con los suyos, mientras me tomaba con una mano por la cintura, para poder sostenerme y penetrarme a su gusto. Marcus embestía cada vez más rápido; estábamos llegando al clímax. Marcus, levantó mis caderas y se hundió en mí. Pegó su cuerpo al mío, fundiéndonos en un abrazo que, por más doloroso que haya sido, fue el mejor que pude haber recibido. Me corrí inmediatamente, al sentir cómo mi interior se llenaba de su tibio semen, mientras Marcus daba un pequeño gemido al retirarse de mí. Yo no me había dado cuenta. Estaba llorando. Llorando de… ¿emoción?
-Claude, ya todo pasó… -comenzó a besar mi rostro, secando mis lágrimas. Me abracé a él tan fuerte, que podía sentir su corazón, vivo pero inmortal.
-Marcus –dije mientras cerraba mis ojos. – te amo. Eres la primera y única persona a la que realmente he amado. Marcus sonrió, mientras me acariciaba el pelo.
-Siento lo mismo por ti, amor.- Abrí los ojos. ¿Amor? ¿Se estaba refiriendo a mi? Lo miré. –Amor, amor, amor… eres mío; eres mi amor.- Lo seguí mirando en silencio. Le dije de un momento a otro que lo amaba… ¿y tan rápido se enamoró de mí? ¿Sería que quizás también se había enamorado antes de que yo se lo haya dicho?
Cubrió mi desnudo cuerpo con el suyo, en un tibio abrazo. Quería quedarme así por el resto de la vida con él. Ni siquiera me acordaba de porqué me había apresurado tanto a acostarme con él. Cerré los ojos, y probé sus labios; sus deliciosos labios. …l también compartió mi beso. La luz se encendió de pronto en nuestro departamento y para proteger mis ojos, ya acostumbrados a esa oscuridad compartida, puse inmediatamente mis manos en mi rostro.
-Vaya, me demoro un rato y el mundo avanza sin mí.- Antoine estaba apoyado en el umbral de la puerta, mirándonos, con su cínica sonrisa. Marcus me abrazó más, intentando cubrir mi cuerpo completamente.
-Marcus, eso es muy estúpido. Como si yo no hubiese visto el cuerpo de un hombre anteriormente… - Antoine se sonrió, y se giró, aún en la puerta.
-Sé que has visto el cuerpo de un hombre antes; tú eres un hombre. Pero no quiero que mires exactamente el cuerpo de Claude.- Marcus comenzó a ponerme la ropa, con su tranquilidad de siempre. Había cuidado muchas veces de mí, pero no de esta manera.
-levanta tus brazos, Claude- dijo Marcus. Estaba poniéndome la polera.
-¡Dios! Marcus, ya basta, pareces la madre de ese niño… -Antoine se fue en dirección a la cocina. Mi sonrojo decía que yo estaba muy avergonzado.
-No te preocupes- me besó- No creo ser tu madre, soy tu hermano. Y además de que tú seas mi hermano, también eres mi hermoso enamorado-.
Marcus era demasiado tierno conmigo. Jamás pensé que de la fría manera con que me trataba, pasaría a ser tan maravillosamente cariñoso y delicado.
-Marcus, no es necesario…- quedé perplejo al ver lo que tenía ante mí. Marcus había bajado hasta mi miembro. Lo estaba tomando con la boca, y lo lamía.
-A-ah… Marcus… ¡no hagas eso¡- ¿estaba seguro que quería que no continuara? Marcus comenzó a subir y a bajar, mientras su lengua envolvía mi pene. Comencé a gemir. A Marcus parecía divertirle eso. Me tapé la boca. Antoine estaba a unos pocos metros de mi habitación, y la puerta estaba abierta. Alejé de mí miembro el rostro de Marcus. …l sonreía divertido.
-Simplemente te lo beso y ya te excitas, jajaja – Marcus se reía de mi, y con esa sonrisa burlona, me parecía más aún más atractivo.
-No me parece gracioso, Marcus…- me senté al borde de la cama y me puse los calzoncillos y los pantalones –Además, no sólo me lo besaste…
-Hubieses visto tu cara, prácticamente rogabas que siguiera…- Marcus aún desnudo se puso tras de mí, lamiéndome el cuello juguetonamente.- quizás me pasé de la raya…
-¿quizás? Antoine está en casa, y tu comienzas a hacer esas cosas… verdaderamente te pasaste de la raya.
-Claude, debes comprenderme. Hace más de sesenta años que no tengo sexo, y si tú te derrites como la mantequilla con tan sólo un poco de estímulo, no todo es culpa mía.- enredaba sus piernas con las mías, como para no dejarme escapar, puso su cabeza sobre mi hombro, y me abrazó por la cintura.
-Marcus, yo en veinte años no he tenido sexo. ¿sabes a lo que me refiero con eso?
-No- dijo sonriendo.
-¡que nunca había tenido sexo! Nunca me desesperé por tener sexo. Y lo que hiciste no fue tan sólo “un poco de estímulo”.
-Dices que nunca has tenido sexo y que no te desesperas por ello…
-así es.
-Pero creo que fuiste tú el que me propuso tener sexo. Creo que dijiste… “Marcus, hazme tuyo”-pronunció lentamente en mi oído, simulando una voz infantil. Yo estaba completamente avergonzado.- “Marcus, ¡quiero que me hagas el amor!”
-Y-ya terminé de vestirme. Deberías hacer lo mismo.
-“A-ah, Marcus. Me duele… aaaaaaaaaaaaaaaaah!”- mientras Marcus se divertía, yo tomé su camisa y se la puse. La estaba abotonando cuando me tomó por la cintura y me hizo caer sobre él en la cama.- “Más, más… ¡aaah!”
-¡Marcus! Reconozco todas las estupideces que dije, pero es hora de que te pongas la ropa, y vayamos con Antoine.
-¿Estupideces?
-Bueno, no fueron estupideces.
-¿Eras virgen?
-Marcus, basta…
-Así que eras virgen…-bajó su mano hasta mi pantalón, masajeando por sobre la ropa mi miembro. Aparte su mano.
-Así que no tenías sexo de hace sesenta años… -me puse en el mismo plan que él.
-Si. Pero sesenta años con veinte no tienen comparación. Resistí mucho más que tú.
-Me pregunto entonces quién fue la persona con quien te acostaste hace sesenta años.
-Así que tu trasero era virgen… -descaradamente puso su mano sobre mi trasero y lo apretó. Como Marcus no quería responder acerca de quién fue esa persona, lo dejé sobre la cama y caminé a la salida de la habitación.
Noté cómo Marcus se apresuraba en vestirse y llegaba a mi lado en un momento.
-Debería darme una ducha… -pensé en voz alta.
-Deberíamos ducharnos juntos…-mordió mi oreja tiernamente.
-Quizás… si dejas de ser tan “demostrativo”- salí de la pieza.
-Yo diría apasionado…-rió tras de mí.
Llegamos al living y ahí estaba Antoine, cómodamente mirando televisión. Marcus se sentó a su lado y lo besó en los labios a modo de saludo, yo me quedé de pie tras el sillón y le eché los brazos al cuello a Antoine. Estaba mirando una película de acción. Parecía muy interesado en ella.
-¿En este departamento no beben?- preguntó Antoine. Nos miramos con Marcus. Teníamos vino, los que abríamos cuando llegaban nuestros hermanos.
-Quiero una cerveza, Marc… - Lo miró Antoine.
-Está bien. Iré a comprar algunas. Hace tiempo que no bebo una…- sonrió, mientras cogía un abrigo y salía del departamento. Me senté al lado de Antoine, y comencé a mirar la película. Aunque estaba un poco perdido, por no haberla comenzado a mirar desde el comienzo no me importó; tendría mucho tiempo esperando a que Marcus volviese.
-¿Siempre tomas cerveza?- pregunté.
-Sí. Se supone que los vampiros sólo nos alimentamos con la sangre, pero también ingerimos alimentos comunes.
-¿puedes comer alimentos comunes en vez de beber sangre?
-Puedes comer si eso es lo que quieres, pero los alimentos jamás saciarán esa sed de beber sangre. Es algo incontrolable. Yo, por lo menos, como alimentos comunes para cubrir ese extraño vacío que proporciona la abstinencia de sangre en cierto tiempo, y a veces bebo cerveza porque sólo me gusta el sabor.
-Ah, ya veo…- volví a poner mis ojos en la televisión.
-Tienes un buen cuerpo, Claude…- rió divertido Antoine. Me avergoncé.
-Me asustaste cuando encendiste la luz.
-Tienes razón. Pudo haber sido un violador, pudiste haber estado en peligro…- volvió a reír. Me levanté del sillón, no me gustó que casi me haya visto desnudo de no ser por Marcus, y tampoco me gustó que me comenzara a molestar.-¿A dónde vas, niño?
-Me voy a dar una ducha. Y no soy un niño.- entré al baño y di un portazo, para que se diese cuenta que estaba enojado. Le pasé llave a la puerta, y me desvestí con toda la paciencia del mundo. No hace mucho tiempo había salido Marcus, y aunque la idea de ducharnos juntos despertaba mi imaginación no podría esperarlo toda la noche. Sería una buena idea darse un baño de tina.
Abrí el grifo, y mientras la tina comenzaba a llenarse, me miré al espejo. Toqué mi rostro. Realmente parecía un niño. Un niño maravillosamente hermoso. Sé que suena egocéntrico de mi parte, pero es la realidad. Mis ojos verdes parecían hechizar, tenían un leve brillo, y bajo mis ojos, unas pequeñas ojeras se asomaban. No le daban a mi rostro un aspecto demacrado, más bien tenían un contraste perfecto, ya que parecían delinear suavemente mis párpados. Mis pómulos, suaves, tersos, con un pequeño sonrojo me hacían ver verdaderamente tierno. Mis pestañas estaban intactas, tal como eran antes; largas y rizadas naturalmente. Y mi tez, mucho más blanca de como antes lo era. Un niño. Un niño que antes era atractivo, ahora sería un niño por la eternidad, con la belleza de una escultura de Leonardo Da Vinci. Mis dedos. Siempre finas y largos; los dedos de un pianista. No podía creer que con esas mismas manos y con esos mismos dedos había tocado, abrazado y sentido a Marcus. No podía creer aún que él había sido mío, y que yo había sido suyo. Cerré el grifo, y me introduje en el agua tibia. Apoyé mi cuello en la fría porcelana y cerré mis ojos. Los volví a abrir para darme cuenta que en el suelo del baño había un envase marcado con “burbujas”. ¿Por qué no? Hace tiempo que no tenía un baño de tina, y menos con burbujas. Con unas pocas gotas, y agitando el agua, me comencé a llenar de burbujas tornasoles a mi alrededor. Cerré los ojos y tomé aire. Me metí bajo el agua, y aguanté la respiración. Llevaba poco tiempo convertido en vampiro, pero me frustraba saber que aún no era como ellos. Mantenía mis costumbres de humano, por decirlo de alguna manera. Marcus por ejemplo, podía respirar muy de vez en cuando, ya que su condición y cuerpo le permitía hacerlo. No era necesario para él, por ejemplo, correr. …l podía volar, y yo, por temor de aprender aún no había siquiera probado esa cualidad sobrehumana.
No aguanté más la respiración, y me incorporé rápidamente. Mi pelo y mi cuerpo estaban llenos de diminutas burbujas. Unas manos tras mío comenzaron a acariciar mi cabeza. Cerré mis ojos. Esas eran las caricias de mi Marcus. Sentí como sus labios me besaban la nuca. Reí estúpidamente. Parecía embobado ante tales caricias. De pronto, esas manos, comenzaron a bajar desde mi cuello a mis abdominales, comenzaron a acariciarme el cuerpo, y ante ese sopor, volví a cerrar los ojos. Tan relajante, tan apasionante que me rendí.
Sus labios comenzaron a besar mi cuello. De mi cuello, subieron a mis labios, donde me besó enloquecedoramente.
-Ya veo porqué Marcus fijó sus ojos en ti, niño…- me susurraron esos labios cerca de mi oído. Inmediatamente me senté en la tina, y me fui al extremo opuesto.
-¡Antoine!- Grité con desesperación- ¡¿qué haces aquí?!
-Quería venir a ver porqué te demorabas tanto…- Antoine estaba sentado en el borde de la tina. Parecía un ángel, iluminado por el brillo de las burbujas que flotaban en el aire momentáneamente luego de mi evasión.
-Cómo… cómo pudiste entrar…
-Son las cosas que no has aprendido, niño. Son las cualidades de un vampiro. Pero pareces que más te has dedicado a aprender a besar. Veo que Marcus ha sido un preceptor increíble.- Antoine se tocó los labios, y comenzó a sonreír maliciosamente.
-Vete, vete, por favor.- Puse mi rostro entre mis manos. No sabía que pensar. Fui un total imbécil al pensar que me estaba besando con Marcus.
-No me iré.
-¡Vete!
-¿Sabías que estás en problemas, niño?
-¿qué?
-Nunca, nunca debes mantener una relación con otro hermano de sangre oscura.- Me miró de manera fría, como si me estuviese dando una lección.-Como ya nos habrás escuchado, nos llamamos hermanos, y así como está prohibido mantener incesto, también está prohibido entre nosotros.
-Eso no es cierto, Marcus no me ha dicho nada.
-Porque Marcus lleva muchos años convertido, y tú no. La obligación de los vampiros, al descubrir incesto entre miembros de su mismo grupo, es darle muerte a quien inició todo.
-Pero yo…
-Aunque no hayas sido tú. Sólo piénsalo. ¿A quien dejarían vivo?- El mundo se derrumbaba a mis pies. Lo que decía Antoine, ¿era cierto? ¿Serían capaces de matarme por amar a otro vampiro?
-Sí. Serían capaces. La peor parte es la mía, ya que yo los descubrí aquí, en el departamento.- Me estaba leyendo la mente. ¿Qué podría hacer? ¿Qué podría hacer para que Antoine no hablara?
-Yo sé lo que puedes hacer.- Antoine se acercaba peligrosamente a mí.- Si haces lo que yo quiero... no diré palabra alguna.
-Qué quieres…
Repentinamente, Antoine tomó mi cara entre sus manos.-Si eres mío, tal cual como Marcus te hizo suyo, te prometo que no diré nada.-Justamente eso era lo que quería evitar. No quería hacer nada que pudiese herir a Marcus. Yo, diciéndole que lo amaba hace unas horas atrás, y ahora… ahora esto. Antoine me dio un fuerte beso forzado. Mi boca quedó con un gusto a sangre. Mí sangre. Fue su violento beso. Antoine tomó una toalla y me la dejó en mis manos.
-Cúbrete aquella parte tan íntima que Marcus no quiere que yo vea. Aunque… supongo que en el momento de tu decisión, veré mucho más que eso…- Su expresión fría y seria se torció en una mueca que denotaba falsedad, ironía; sarcasmo. Se dio media vuelta, y esperó a que me saliera del agua.
Me levanté, me sequé con la toalla lo más rápidamente que pude y me la até a la cintura. Iba a quitarle el seguro a la puerta, cuando Antoine me toma por la cintura y luego le colgó en brazos.
-Vamos a probar tu pequeño cuerpo, Claude.- Sonrió, mirando a mis ojos directamente. No dije palabra, no quería que me hiciese nada, no quería hacerlo, no quería que Marcus supiese acerca de esto. Me dolía engañarlo. Me dolía tanto que mis lágrimas comenzaron a correr, mientras Antoine, el ángel maldito daba vueltas a la llave y abría la puerta del baño. Luego de eso, no sabía que me iba a esperar. No quería renunciar a mi amor por Marcus. No quería entregarme a una persona que no amaba.
Notas finales: No confundir los nombres con algunos de los libros de vampiros. Sólo es un alcance, ya que su apariencia o comportamiento son producto de mi imaginación (?) y no tienen relación alguna.

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