Ley: 11.- Errar es humano. Culpar de eso a alguien es aun más humano.
Fandom: Hetalia. El cual pertenece a Hidekazu Himaruya.
Título: Errar es humano.
Resumen: La curiosidad que sentían o más bien que Alfred sentía, a llevarle la contra a todo, sólo porque sí, los había metido en ese problema.
Notas: Hetalia no es mío sino de Himaruya.
Las dos colonias se miraron nerviosas y asustadas. Sabían que no debían entrar a la biblioteca, Arthur había sido muy firme en ello. Sin embargo la curiosidad que sentían o más bien que Alfred sentía, a llevarle la contra a todo, sólo porque sí, los había metido en ese problema.
— ¿Ahora qué hacemos? ¡Se dará cuenta! —gimió Canadá, mirando lo que antes, habían sido botellas con pergaminos dentro, ahora en el piso y hechos añicos. También había algunos libros arruinados por culpa de la tinta.
—T-tranquilo Matt… —Alfred trató de calmarlo, pero él mismo estaba muy nervioso.
¿Qué diría Arthur?... O más bien, ¡qué les haría Arthur! Se mordió el labio tratando de no llorar, los héroes no lloraban, no importaba si estaban asustados. Y es que, ellos sólo estaban jugando, Alfred sentía mucha curiosidad de por qué Francis y Arthur se encerraban durante horas en aquél lugar, y como Arthur no lo dejaba entrar decidió no pedirle permiso, simplemente hacerlo.
Pero ahora, la idea de fingir que eran países haciendo tratados entre ellos, ya no era tan emocionante.
—Podríamos decirle que… fue una de sus hadas, ¡entonces no estaría tan molesto! —resolvió el mayor.
—No —respondió en voz bajita—. Porque, las hadas de Inglaterra nunca hacen algo que lo moleste
Ante aquello Alfred se sintió acorralado, no sabía que otra excusa poner. Y no es que le gustase mentirle al mayor, pero tampoco quería que los castigaran. Menos a Matthew, después de todo había sido culpa suya y no de su hermano.
Trataron de ordenar el lugar, y lo dejaron lo más limpio que pudieron, lo cual no era mucho a decir verdad. Luego salieron de la biblioteca cuidando de no ser vistos, llevaban el semblante caído y triste, y en cuanto pusieron un pie afuera de la habitación, corrieron a esconderse al cuarto de Matthew.
Horas más tarde, cuando el ingles les exigió que bajasen, pues tenía asuntos que hablar con ambos, supieron que Arthur había descubierto la travesura. Pero ya no iban tan nerviosos.
Arthur los miró, sin decidirse a quien regañar primero, para terminar decidiendo que haría el regaño general.
—Creí haberles dicho claramente que tenían prohibido ir a la biblioteca, ¿no lo hice? —No recibió respuesta—. ¿No lo hice? —dijo elevando un poco más la voz, haciendo que los niños mirasen al suelo.
—Francis nos dejó entrar —respondió Alfred en un susurró. Matthew ahogó un gemido bajito, temiendo que los descubriesen.
— ¿Disculpa?
—Francis… nos dio permiso de entrar, porque queríamos leer uno de los libros de cuentos que tienes —ahora fue el turno de Canadá, quien respondió bajito, como siempre.
Arthur les miró duramente, hasta que hizo un ruido de exasperación. Quiso seguir regañándolos, pero no podía. ¿Cómo hacerlo si era claro que el culpable no era otro sino Francia? Claro, los niños debían obedecer, pero no podían hacerlo si recibían ordenes contradictorias.
—Bajen a merendar… —dijo al fin Arthur, dejando a los niños marcharse.
Cuando llegaron a la cocina y vieron la deliciosa merienda hecha por Francia, a Matthew le asaltó la culpa. Francis iba a recibir un regaño por algo que ni si quiera había hecho… un apretón en la mano por parte de Alfred lo hizo desviar la mirada.
No querían culpar a Francis… pero no querían meterse en problemas, y cuando vieron a Arthur entrar molesto en la cocina, y llevarse al sorprendido francés a empujones, no hicieron otra cosa más que encogerse en sus asientos.
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