VAMPIRO por Alhen Lawliet

El sol brillaba con toda la intensidad del mundo, en el pueblo, sobre el cual daban los rayos, un grupo de piratas trataba de conseguir las cosas que necesitarían para su viaje. Algunos no dejaban de pensar en cierta persona: Luffy.
 
El espadachín no dejaba de lamentarse y sentirse tan culpable de la muerte de su querido y despistado capitan. No lo podía aceptar, deseaba con todas sus fuerzas que aquel atolondrado chiquillo regresara, deseaba verlo, abrazarlo, escuchar su voz, escuchar las estupideces que soltaba a cada instante, ver sus hermosos ojos negros, en verdad lo deseaba.
 
El pelinegro salía de aquel henorme y escalofriante castillo, caminando sobre la arena blanca, diriguiendose al pueblo. Su mirada permanecía en el suelo. Levantó su vista y los vio, justo frente a él, se encontraban sus amigos, no lo podía creer
 
El pelinegro de mirada aniñada, corrió hacía sus compañeros, sonreía de manera radiante, Zoro, que tenía lacabeza gacha, la levantó en seguida, casi como resorte, al escuchar como nmi mancionaba al Luffy, acercandose a ellos. Quíso comprobar que fueraa verdad, deseaba que no fuera un simple sueño, lleno de falsas esperanazas.
 
Los ojos del peliverde brillaron radiantes, al sentir como el pequeño cuerpo se enredaba al suyo en un abrazo efusivo y lleno de ternura. Todos se sintieron muy felices, pués su pequeño y torpe capita, estaba de regreso con ellos.
 
El sol quemaba bastante, y no había prisa por irse, decidiendo así quedarse un rato más, deseando que aquello en verdad no fuera una ilusión.
 
Todos tenían duda, deseaban saber cómo sobrevivó el chico. Zoro, más que nadie, se sentía feliz del retorno de su amigo, no hubiera soportado su ausencia, no, núnca se hubiera imaginado aqul viaje sin la compañia de aquel despistado, insoportable, parlanchín y sonriente muchacho. Sin aquella hermosa y radiante sonrisa, sin esa brillantés, nada sería igual, nada.
 
Estaban todos sentados a la sombra de una palapa, bebían animadamente, alegres de no haber perdido lo más valioso que poseían, mucho máss que cualquier tesoro y muy dificil de remplaar; a su capitan, Monkey D. Luffy.
 
Luffy permanecía callado, con una tenue sonrisa, en su mente, algo ocupaba la mayor parte de sus pensamientos. Aquellos ojos tane nigamáticos, tan bellos y penetrantes. Un azul como núnca había visto, esos labios, núnca en su vida había besado a alguien y ahora ese ser, ese hombre, aquel apuesto caballero de mirada fría como un crudo invierno, tan apasionado como las llamas del mismo fuego, era tan encantador, seductor, apuesto y... dulce.
 
Si, era dulce, aquel beso tan embriagador, tan cálido y suave. Núnca dejaría de rememorar aquel cálido y hermoso contacto, llevandose dos de sus dedos a su boca, apenas rosandolos, cerró sus ojos para imaginar y revivir aquel momento. Un sonrojo apareció en sus mejillas.
 
- ... Luffy.
 
Aquella voz lo sacó de su ensoñasión, regresando a la triste realidad, una rialidad sin él. Miró al dueño de la voz llamándole, Zoro, que no dejaba de mirarlo, con aquellos ojos tan penetrantes, tan parecidos a el, tan... Sus mejillas volvieron a tornarse de rojo mientras entre abria su boca y sus ojos brillaban en un extraño asombro.
 
Zoro notó aquello e intrigado habló.
 
- ¿Pása algo, Luffy?
- ¿Eh? ah... no, no pasa nada.
 
Dijo lo último, volteando la cara y escondiendola entre sus cabellos, el sonrojo se intensificaba. Zoro no parecía muy convencido, pero decidió no insistir, qui´zas en verdad no fuera nada, pero eso no quitaba la enorme preocupación que empezaba a sentir hacía su capitan y amigo.
 
Nami estaba emocionada, preguntó a Luffy su milagrosa salvación de una aparente y segura muerte por ahogamiento. Todos deseaban saverlo. El chico no parecía muy seguro de contarles, él mismo no estaba seguro de los detalles, salvo de cuando al fin despertó y se encontraba en aquel enorme y lúgubre castillo, en presencia de aquel hombre.
 
Todos insistían, al ver que no podía hacernada por hacerlos cambiar de opinión, desidió contar desde donde podía recordar.
 
- Bien, veamos... Creo que sería conveniente decir que cuando me encontraba en el agua yo... sentí que moriria, deseaba desesperado que Zoro me rescatara... Pero no lo veía llegar, pense que quizas esta vez si no sería salvado y me resigne a mirir, todo se volvió oscuro, cerré mis ojos y pense, "la muerte me hará el favor de darme una muerte tranquila, sin dolor ni sufrimiento."  desperté, apenas, sentía mucho frío y pense, "Zoro me a salvado." pero, no, no era él, sus ojos...
 
Al detener se en aquella frase, todos incluso el mencionado anteriormente, lo veían intrigados, esperando a que continuara con su relato.
 
- Vi unos ojos tan profundos y... caí de nuevo inconsciente. Al volver a despertar, me encontraba en un lugar frío y lúgubre y pense que me habían atrapado y estaba en un calabozo, pero... no, no era nada de eso, estaba en una mullida cama, un hombrese acercó a mí y me dijo que me había encontrado y rescatado, así que le debo la vida a ese hombre, por él sigo aquí, con ustedes, amigos.
 
Todos lo vieron sonrientes, deseaban abrazarlo y decrile lo muy importante que era para cada uno, más no lo hicieron, solo rieron con gran alegría. Zoro erael único que permanecía serio, la sola mención de que aquel sujeto lograra hacer en lo que él mismo había fallado, no soportaba la sola idea.
 
El sol se estaba ocultando, las olas del mar se agitaban y el viento soplaba, parecía que una tormenta se avecinaba. Todos estaban deacuerdo en que no podrían sarpar así que alquilaron una habitación para resguardarse de la lluvia y descansar esa noche. No todos podían dormir, había uno, delgado y pelinegro, que pensaba con aquellos ojos tan seductores, con el duello de aquellos safíros.
 
Sus pensamientos fueron interrumpidos por a presencia de alguien, era Zoro, caminaba hacía el, con una mirada seria y preocupada. Se sentó junto a Luffy y lo miró a los ojos. Sabía que algo preocupaba a su amigo, sabía que algo invadía sus pensamientos de tal forma, él simplemente lo sabía, lo pdía ver en sus ojos, lo había visto y lo segía viendo.
 
- Mira Luffy, a mí no me engañas, se que algo te pasa y no lo quieres decir. Dime, ¿Qué es? ¿qué es lo que te preocupa?
- Nada, enserio, solo que...
- Es acaso... que tú te has...
 
No terminó la frase, tan solo se quedó callado, viendo fijamente a aquellos luceros que pertenecían a aquel chiquillo. Luffy también lo miró a los ojos. Ambos no despegaban la mirada del otro, el silencio se prolongó por largo rato, ninguno de los dos se atrevía a romper aquel ambiente tan desolado, tan inquietante.
 
Luffy trató de terminar la frase de su amigo, sin dejar de verlo, su voz era tranquila pero había un matíz de dolor en aquella palabra que soltaría.
 
- ...Enamorado, era eso lo querías deicr, ¿verdad?
 
Ahora que lo pensaba, quizás eso fuera, sin embargo, no estaba seguro, núnca en su vida había sentido a su corazón latir de tal manera, jamáz supo lo que era enamorarse de laguien, creía no entender esas cosas y aún así... quiáz, en verdad, todo lo que sentía por aquel hombre fuera eso, amor.
 
Su mirada quedó perdida en la nada, su mente viajaba, volaba hasta encontrarse con aquel ser tan atractivo y... sus ojos, de nuevo aquellos hermosos y misteriosos ojos, no dejaba de pensar en ellos. Aquello fue lo que lo atraí, la belleza enigmática de aquel par de diamantes. Estaba en tal ensoñación que su mente se desconectó por comleto de su cuerpo, de la realidad, de todo a su alrededor, de Zoro.
 
El peliverde lo contempló y notó entonces, que efectivamente, aquel atolondrado chiquillo ya no era el de antes, ahora era otra persona en el cuerpo de aquel niño fastidiosa y sonriente, pero ya no sonreía, ya no, no como antes solía hacerlo, con tanta ternura y pureza.
 
Ya nada sería igual, apartir de ese instante, todo, absolutamente todo, sería muy distinto.