VAMPIRO por Alhen Lawliet

El sol bañaba la arena de aquella hermosa playa, unos jóvenes caminaban hacia el pequeño pueblo que estaba cerca de la bahía. Entre el grupo, un joven de cabellos verdes veía la nada, pues, sus pensamientos eran invadidos por completo por un pequeño pelinegro de radiante sonrisa y mirada aniñada.
 
Mientras, en el oscuro y frío castillo, un joven pelinegro, miraba hacia el suelo, su mirada parecía triste, pensaba... No dejaba de pensar en aquel apuesto hombre, aquel que con tan solo verlo a los ojos quedó cautivado. No lo podía evitar, comenzaba a sentir algo, algo que antes núnca había sentido, era como si hiciera que su corazón latiera a mil por hora, hacía que su respiración se dificultara por momentos, tantas sensaciones nuevas, tantas y ninguna la conocía, no sabía a que se debía, pero apesar de todo, se sentía bien, tan calmado, tan cálido, parecía que... quizás, solo quizás.
 
Escuchó un ruido, levantó la mirada y ahí, parado junto a la puerta, se encontraba aquel apuesto caballero, de mirada fría y seductora, tan enigmante, tan encantadora, tan galante. Sus ojos negros se encontraron con los contrarios, eran hermosos, profundos y misteriosos, como su dueño... Un sonrojo invadió el rostro del pequeño pirata.
 
Aquel apuesto joven, miraba al chico de manera fría, causando en el menor un escalofrío que extrañamente se sintio... bien. El enigmático color de ojos de aquel hombre le parecía bastante encantador, las miradas cruzadas y los corazónes latiendo, uno por un sentimiento nuevo en él y otro por diversos sentimientos, todos contradictorios.
 
Aquel joven habló, con voz casi helada.
 
- Deberías irte ya.
- ...
 
Las palabras no salían de su voca, el sentimento se agolpaba a su pecho, agoviandolo por lo increiblemente rápido que hacía palpitar su pequeño corazón inesperto ante aquellos sentimientos confusos pero bellos.
 
- Debes irte, no me gusta tener compañia, soy una persona que le gusta la soledad.
- No deberías...
- ¡Vete ya!
 
Ante aquél grito, el pequeño se calló de golpe, aquel sujeto podía ser muy intimidante... más con aquella mirada tan seductora, que lo obligaba a no querer irse jamáz. Él lo notó y lleno de rabia se acercó al chico y tomandoló de los hombros lo acorraló a la pared, apretando el agarre, logrando con ello que el menor gimiera de dolor, cerrando sus ojos con fuerza.
 
- Deja de ver mis ojos, deja de verme, quiero que te larges, largate, maldito mocoso, no creas que por que te he salvado me agradas, solo me diste lástima...
 
El muchachito lo vió con un semblante triste, sus ojos se cristalizaron y un leve sonrojo apareció en sus mejillas, haciendolo ver tan tentador.
 
- ¿Yo te causé lastima? asi que... solo fue eso.
 
No entendía el por qué, pero su pecho dolía, no como aquella sensación tan agradable, esta quemaba y parecía que quería destrozar su corazón en millones de fragmentos de tal forma que núnca se pudieran volver a unir en uno solo.
 
Desvió la mirada entonces, ya no le apetecía ver esos hermosos ojos, no, no podía... Zhetis miró satisfecho al chiquillo frente a el, había logrado su objetivo... si dejaba de verlo a los ojos el... Pero había pensado las cosas muy rápido, pués el chico volvió la mirada a sus írises.
 
Luffy no supo por qué, pero aquella sensación de querer seguir viendo aquellos ojos no desapareció... un impulso que parecía no pertenecerle, una fuerza extraña y sobrenatural que lo empujaba a perderse en esas perlas gélidas, perdiendose en su infinita belleza. Su rostro comenzó a acortar la distancia entre el contrario, se acercaba a paso lento, muy lento.
 
Zhetis no podía creer lo que pasaba, aquel niño se acercaba a el, a ese paso terminarian... No!, no debía permitirlo, si acaso eso llegara a suceder ya no habría salida, ni para aquel chiquillo ni para él, sobre todo el menor... muchos riesgos... riesgos, esa maldita palabra, era su condena, un castigo eterno.
 
No se había dado cuenta que el muchacho ya estaba a punto de unir sus labios con los contrarios, en un impulso lo asotó contra la fría pared de piedra, lastimando seriamente al chico, esto lo preocupó, lo asustó.
 
Luffy lo veía con algo de temor, núnca creyó que recibiría un golpe así, más que un golpe, un empujón, rechazo, un rechazo... Sus ojos se fijaron en los del apuesto hombre, no sabía si era su propia terquedad la que lo obligaba o aquella fuerza extraña... era dificil saberlo, parecía su propio impulso, pero se sentía como poseído, como si su cuerpo estuviera adormecido y fuese manejado como a una marioneta por unas manos invisibles.
 
No lo podía permitir... No lo púdo evitar, el chico había besado al mayor. Ambos pelinegros compartiendo aquel beso. Se sentía raro, Luffy no quería parar pero a la vez pensaba que no debía seguir con aquello, su mente se debatía, como si fuera una batalla entre el bien y el mal, lo correcto e incorrecto, lo conveniente y lo no conveniente, como si fuera una lucha entre némesis, era su mente contra su mente, su corazón contra el mismo corazón, parecía que ahora su personalidad se había dividido en dos, como si otro habiatara en su cuerpo, dos almas, dos mentes, dos corazónes, dos sentimientos en un mísmo cuerpo.
 
El ojiazúl no lo pudo evitar, besó a aquel chico con tal pasión que parecía que lo hubiera deseado desde años, un beso apasionado, compartiendo sentimientos raros y difusos, tan contradicctorios como los corazónes de ambos dueños. Tomó la cabeza del pequeño para profundizar el beso, acariciando sus suaves cabellos, parecían un par de amantes que hace tiempo no se veían y se desearan con fervor, un beso que destilaba dulzura, pasión y... dolor, arrepentimiento, tristeza y odio, odio hacía uno mísmo.
 
No lo podía negar, esos labios tan inocentes... núnca fueron besados y sin emgargo ya estaban destinados para alguien más, se sentía tan miserable de disfrutarlo, de robarle su primer beso a aquel ser tan inocente que a simple vista emanaba una pureza tal. Ese beso, parecía conocido, le recordaban a alguien, coincidencia quizás pués sería imposible... pero tan parecido, la misma pasión... amor... dulzura... fragilidad.
 
El besó se extendió por mucho rato, ninguno de los dos quería detenerse. No supo a que hora su pequeño cuerpo estaba siendo estrechado entre esos brazos fuertes, era tan cálido.
 
El dulce contacto había terminado, se miraron a los ojos, Luffy con los suyos entrecerrados y desbordando aún aquella pasión, su rostro estaba bañado en un hermoso color carmín. Aquellos ojitos infantiles brillaban con tal pureza y dulzura que Zhetis le daban ganas de volver a besarlo y quizas... No!, no debía pensar en aquello, ya suficiente daño le había hechó al condenarlo al sabor su sus labios, al color de sus ojos a su presencia, no merecía que seguiera destrozando aquella luz que aún conserbaba, su pureza... debía alejarlo lo antes posible, antes de arruinarle por completo la vida... su inocente existencia.
 
- Largate ahora.
 
Lo miró con decepción, en aquel beso desbordó amor, un amor que jamás creyó poseer o siquiera dar. No lo entendía, más, el otro pelinegro lo miró con frialdad y con voz severa le dijo cortante.
 
- Largate, no me importa si mostraste amor en aquel contacto, a mí no me importa, vete, solo vivo para mí y no para alguien más.
 
Aquello terminó por destrozar el corazón del pirata inocente, sus ojos entristecieron y derramaron lágrimas. Se retiró del lugar sin decir nada. Él, lo miró marcharse, entristeciendo, pues si había sentido algo con ese beso, aúnque lo odiase, su corazón seguía vivo a pesar de haber creído lo contrario, ya que ese muchacho lo había hecho latir de nuevo con su sola presencia.