Antes de despertarlo y luego de retirar las amplias sábanas, Agni no pudo evitar quedarse anonadado por la tierna imagen que tenía enfrente: Soma se hallaba en posición fetal mientras abrazaba y apretaba entre sus piernas una almohada.
El indiano permaneció con las sabanas entre sus manos, algo le impedía ir más allá para continuar con lo que venía hacer a la habitación del joven príncipe. Su delineado rostro, su tostada piel, su sedoso cabello, sus carnosos labios… Se castigó mentalmente por pensar de aquella forma, no estaba bien que pensara en semejantes cosas cuando estaba viendo a su amo. En eso, Soma comenzó a moverse, sólo un poco, tal vez un ligero movimiento, un suave giro que fue acompañado por una dulce melodía compuesta en un suave suspiro.
Ah…Pensó que había escuchado lo más bello, lo más extraordinario del mundo. Y es que sólo su Dios Soma era capaz de cautivarlo con tan sólo un suspiro, con un gemido…deseaba tanto escuchar un poco más de aquel cántico.
Sabiendo que el joven príncipe tenía el sueño pesado, Agni se acercó cauteloso, lo suficiente para notar como el aire que despedía su cuerpo convertido en CO2 le rozaba con suavidad las fosas nasales, y aquellos vellitos danzantes daban rienda suelta al proceso de la respiración. El durmiente movió la boca y apretó un poco el entrecejo, de nuevo sus facciones volvieron a calmarse luego de ahora un largo suspiro…como de satisfacción.
- Mmm…Agni…
Agni sonrió alegre, estaba seguro de que su príncipe estaba teniendo un buen sueño y se alegraba de ser parte de él…su príncipe…pensó en que él era suyo, su sirviente, su siervo…estaba dispuesto a dar todo por él, sin importar qué.
Sin apartar los finos ojos de aquel rostro, fue bajando hasta descender hasta los labios. Tan infantiles, tan hermosos, tan llenos de labia procedente de una casta alta. No resistió y con su mano bendecida por Dios delineó el contorno, tan suave. Si los probara, de seguro que ningún manjar sería lo suficientemente dulce como para competir con ellos.
Lentamente y con mucho cuidado, Agni depositó un pequeño beso en la frente de Soma. Un beso casi diminuto, imperceptible, capaz de perderse entre las profundidades de aquel sueño. Realmente ansiaba, añoraba tener a su joven príncipe entre lujos y comodidades provistas por el mismo, como invitando a su subconsciente a jugar con los roles que ahora tenían, vibrante entre el imaginarse como el que era antes y que Soma no fuese más que un chico a su servicio… ¡Infame! ¡Pensamiento impuro! De golpe limpió cualquier rastro de aquello, no deseaba otra cosa que serle fiel a su Dios, complacerle en todos los sentidos.
Entonces le regaló una sonrisa tierna, pura y casta. Acarició el rostro del menor con el mismo cariño, en su corazón habitaba un cálido sentimiento que deseaba estallar con fervor, no podía avanzar, no podía dejarse llevar de nuevo por el pecado, ahora era un hombre completamente diferente, gracias a ese hermoso ser que ahora reposaba en completa paz sin saber las mil y una cosas que provocaba en su sirviente.
- ¿Ag…ni? – Soma abrió y cerró sus ojos un par de veces, seguidamente dio un bostezo.
- Namaste príncipe - Ubicó en su rostro una hermosa sonrisa.
- Namaste - Le devolvió el gesto mientras alborotaba su oscuro cabello.
*Fin
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