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"A las 5 en el café" por Yumiko yumi

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Notas del fanfic:

Es una bobada que he escrito porque me aburría.

La verdad es que odio San Valentin (será porque no tengo razón para celebrarlo), pero aún así, os deseo a todos un FELIZ SAN VALENTIN! ^^

 

Acarició con un dedo la taza de cerámica blanca y finas flores azules, y momentáneamente sintió el calor del té verde de cereza que contenía la taza. Observó cómo el humo cada vez iba desapareciendo más rápido. Dio un corto sorbo al líquido rojo y volvió a dejar la taza sobre el platillo. Cogió la cucharilla y removió suavemente, mientras miraba a su alrededor a través de sus gafas de sol oscuras. El antiguo café no estaba lleno como otras veces. Había dos parejas, que se miraban embobadas. La más cercana estaba agarrada de las manos, y se miraban a los ojos. Los otro dos, algo más jóvenes, reían con despreocupación. En la estancia también había un señor mayor, que acudía todos los días al café en el que conoció a la que fue esposa, ya muerta, y que era camarera de ese lugar en su juventud. Un hombre con un ordenador portátil y unos auriculares tecleaba con destreza desde hace dos oras, cuando pidió su café cortado, que seguía exactamente igual que cuando se lo sirvieron, pero ya enfriado. También había una mujer leyendo un grueso libro, sentada con las piernas cruzadas, vestida con un traje color crema y el pelo perfectamente recogido en un moño. Aparentaba tener más edad de la que realmente tenía.

Además de estos personajes esparcidos en mesas de madera tallada hace mucho años, en un esquina poco iluminada de la sala se podía ver a un elegante joven de cabello castaño con un traje de color oscuro y unas gafas de sol, observando minuciosamente a cada una de estas personas, intentando imaginar su historia, entrelazando sus vidas, y adivinando acertadamente qué llevaba a esas personas a estar en aquel establecimiento, lo que en aquellos momentos pasaba por sus cabezas y lo que querían hacer al salir del bar. Él lo observaba todo, pero nadie se daba cuenta de su presencia. Todos estaban suficientemente ensimismados en sus monótonas vidas y pensamientos como para deducir que aquel hombre iba cada domingo al mismo bar, a sentarse en la misma mesa poco iluminada, simplemente a esperar junto a otra silla vacía. Y si cada uno no estuviese tan metido en sí mismo, se preguntarían la razón por la que esperaba, y a quién esperaba con tanta paciencia domingo a domingo.

Por un instante, el joven se permitió dejar volar su propia mente también. Allí lo volvió a encontrar. La razón por la que esperaba, la razón de seguir en aquel lugar hasta la ora del cierre del establecimiento. La razón de su existencia. Recordó a su rubio, sus mejillas sonrosadas al oír sus halagos, y sus hermosas facciones. No importaba su nombre... tampoco lo supo jamás. Ellos solamente se sentaban en aquella mesa apartaba y tomaban café. El rubio siempre llegaba antes y pedía el primero. Cuando el castaño llegaba ya tenía su taza humeante entre sus blancas manos y sonreía cálidamente.

Un día, Kamijo le preguntó a su acompañante:

-¿Qué es lo que tomas? No parece café...

El otro chico ensanchó su sonrisa aún más, y respondió amablemente:

-No lo es. Es té verde de cerezas.

Desprendía un olor tan agradable y dulzón que se quedó embobado mirando la taza, y después levantó su mirada a la del otro, que seguía sonriendo mientras tomaba de su té.

Todas sus conversaciones eran parecidas. Nunca charlaban de nada importante. Sus temas preferidos eran el tiempo, la literatura occidental y los dulces de caramelo.

Durante siete meses enteros acudieron sin falta a su cita de los domingos.

Pero el día en que Kamijo decidió declarar sus sentimientos al misterioso joven de cabello rubio, este no apareció. Él permaneció en el lugar, con su ramo de rosas rojas encima de la mesa, junto a su café frío. Cuando ya llevaba 4 oras esperando, decidió levantarse e irse a su casa. Dejó el ramo de rosas sobre la mesa, con la esperanza de que le fuesen útiles a alguien, ya que él había fallado.

Tres semanas más tarde, cuando llegó al café, encontró un papel doblado sobre la mesa de madera que ya consideraba casi como suya. Abrió con manos temblorosas la nota.

“Me caso dentro de un mes.”

El mundo se le vino encima, pero aún así, no desistió en su empeño. No olvidaría sus sentimientos, y algún día se los confesaría a su amor. Sólo tenía que esperar...

 

Desde aquel día, ha vuelto sin excepción al encuentro de su enamorado cada domingo. El día de hoy, 14 de febrero, ha vuelto a comprar un ramo de rosas idéntico al de aquel día, con la esperanza de recuperar a quien tanto amó.

Y seguirá esperando, quién sabe durante cuánto tiempo, hasta que el día del reencuentro llegue. Y ese día besará los labios con los que sueña y abrazará entre lágrimas de felicidad al rubio de rasgos delicados.

En su mente resuena a diario una promesa que se hicieron: “a las 5 en el café.”

 

Notas finales:

Dejadme reviews si creéis que se lo merece xD


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