Porque todo fue escrito uno vez que nos conocimos.
Mi mundo de sueños termina justamente a un cuarto para las seis de la mañana. Es como un reloj biológico que me hace levantarme y comenzar mi día, lo primero que hago es contemplarte un poco más, siempre duermes de ese modo; tus cabellos revueltos y pegados a tu rostro, tu torso descubierto, tu respiración pausada y sin apuros, a veces me acerco a tu pecho para escuchar los latidos de tu corazón y saber que estas vivo, tu boca entreabierta que de vez en cuando deja escapar sonidos extraños, aun así para mi eres perfecto.
La aurora de la mañana aun no se asoma por estos lares, la habitación sigue a oscuras y a tientas puedo llegar a la puerta, prepararé el desayuno que tanto te gusta, como todos los días.
En la puerta del refrigerador siempre anotas las cosas que debes hacer para hoy, es una mala costumbre de los dos hacer eso. Aun así, no podemos evitar olvidar que hoy tenemos juego, y si no es por esa nota terminaremos haciendo cosas más interesantes después de un rato. El partido de futbol. Futbol es algo que los dos amamos ver... fue así como nos conocimos.
Aquella mañana en la que el entrenador te presentó ante nosotros como un nuevo jugador, no pude evitar reírme, te veías tan lindo y tan frágil como para ser uno de nosotros, ser una maquina goleadora. Te molestaste conmigo y desde entonces no paraste hasta demostrarme que a pesar de ser así de inocente, podías patearle el trasero a cualquiera.
No evité reírme de tu caligrafía al leer la nota: "Recordar el partido de esta noche" dejé la nota de nuevo en su lugar y me asomé por la ventana a ver el amanecer, dentro de poco el cielo estará iluminado por más que estrellas artificiales.
Será una linda mañana, igual a la mañana en la cual saboreamos la victoria del equipo gracias a ti. Después del partido nos tocaba ir a los baños comunales, siempre fui el ultimo en entrar, tenia mucha vergüenza por mostrar mi cuerpo delante de otros.
Entré y no noté que tu estabas todavía allí, con solo una toalla rodeando tu cintura, no pude evitar sonrojarme y taparme los ojos para no verte. Ese fue mi primer error, quedé al descubierto y cuando los abrí, tú estabas delante de mí, sonriendo...
Sonreí y me abrazaba mi mismo contemplando el amanecer, sentía algo de frio... igual al frio de tus labios aquella vez.
Tomaste mis manos y las apartaste mi rostro, te acercaste a mi, te inclinaste para llegar a mi altura y con un roce de labios me felicitaste por nuestra victoria. Un roce inocente de labios que me dejó el mejor sabor de ti, desde entonces me volví adicto a tus besos. Nos escondíamos detrás de las gradas del patio trasero, a regalarnos unos momentos juntos en nuestro propio mundo, el mundo en el que solo existe el uno para el otro.
El cielo comienza a aclarar, las nubes comienzas a dispersarse haciendo formas extrañas justo como las que se ven en las dunas, el sol comienza a salir desde lo más profundo de las montañas que no alcanzo a ver. Siempre se esconde...
Y nosotros decidimos dejar de jugar a las escondidas, aquella tarde después del colegio me invitaste a tu casa, dijiste que me presentarías a tu madre, que me presentarías como tu novio. Nunca pensamos en la forma que reaccionaria tu madre al enterarse, te dejó la mano marcada en la mejilla, yo te abracé para que no lloraras, aun así terminé yo también llorando en la puerta de tu casa cuando tu mamá me corrió con la escoba en la mano.
La señora Takana siempre barre la acera todas las mañanas, esa linda señora se parece a mi madre, siempre con una sonrisa y un grato "Buenos días" todo el tiempo.
Corrí a casa y a mi madre, a ella le conté lo que sucedió, pensé que reaccionaría igual que tu madre, y me protegí la cara para evitar que ella me marcara sus dedos, pero de ella solo recibí un beso en la frente y un abrazo. Me dijo que todo estaría bien...
La señora Tanaka tiene un jardín de flores muy hermosas, siempre la veo regarlas con agua fresca. Cuando paso por allí en las mañanas no puedo evitar detenerme y cortar alguna sin que ella se de cuenta.
Siempre bellas, iguales a las que me diste una mañana catorce de Febrero como regalo al día del amor y la amistad. Las recibí y me tiré a tus brazos sin pensarlo y allí delante de todo el salón yo te besé. Enseguida nos llamaron a la dirección he hicieron a nuestros padres ir también, ese día tu madre nos separó.
¿Cómo viviría sin ti? Me alejé de la ventana y comencé a buscar mis utensilios para prepararte un rico desayuno, mientras me cuestiono ¿Cómo sería, tu vida sin mí?
Después de algo de tiempo, te volví a ver por los pasillos del instituto. Corrí y te abracé, tu figura se volvió frágil ante mí, tan delicado y hermoso. Nos desplomamos a llorar en los baños, me contaste que tu madre consiguió trabajo en una compañía en Toquio y que debías irte, fue tanto mi amor o mi egoísmo que te pedí que te quedaras y no me dejaras.
Solo quédate dormido un poco más, aun no comienzo con mi obra maestra para el desayuno. Voy asía la habitación y miro para verificar, aun sigues dormido, con la sabana en el piso y tu cuerpo expuesto delante de mi, tu pecho firme que sube y baja conforme respiras.
Tan perfecto como aquella vez cuando nos escapamos juntos, a la casita del árbol que mi vecino construyó para nosotros. Allí nos prometimos ser uno solo, en cuerpo y corazón. Donde nos entregamos el uno al otro, y sellamos con un beso el comienzo de nuestra vida como algo más que novios. Esa vez te entregaste a mí.
Tus manos temblorosas dirigieron a las mías a tu camisa del colegio, la desabroché botón por botón, con paciencia tratando de recordar hasta el mínimo detalle de tu cuerpo. Por segunda vez vi tu cuerpo de cerca, besé cada rincón, memorizando cada parte de ti. Entonces tú comenzaste a desvestirme, lo hacías desesperadamente, yo tomé tus manos y las inmovilicé y con una mirada te dije que tenemos todo el tiempo del mundo y tú comprendiste que era así.
Nos besamos y terminamos acostados en el suelo de madera, entregando nuestro cuerpo con total libertad, terminé en medio de tus piernas, rozando mi piel con la tuya, tan solo cubiertos por una fina tela de ropa interior. Te ferraste a mi espalda y bajaste lo único de ropa que me quedaba junto con la tuya, ahora las pieles expuestas rozaban perfectamente la una con la otra. Cerraste los ojos y me susurraste que estabas listo para lo que seguía. Yo no tenia idea de que era lo que seguía...
Mi obra maestra de desayuno pronto estará lista, solo debo terminar de leer el recetario para continuar, porque sin las instrucciones de cómo preparar las cosas, simplemente no sé que hacer.
Y así fue que entendimos como funcionan nuestros cuerpos. Ante cada caricia, tu parte baja reaccionaba, la mía también y aunque no sabia como hacerlo, terminé por seguir mi instinto y compartiendo el mismo dolor, sentí por primera vez lo que fue probar tu cuerpo. Me abrazaste y ante cada embestía me susurrabas que me amabas, no lo decías por lujuria momentánea lo decías por que era lo que sentías, por que era lo que yo sentía, y no dude en decirlo tantas veces como me fue posible mientras llorabas igual que yo. Cuando finalmente la sensación de un orgasmo, el primero en nuestras vidas, recorría nuestros cuerpos haciéndonos temblar entre cada toque de nuestros labios.
El televisor de nuestra habitación se enciende a las seis y cincuenta, cuando el noticiero hace el reporte del clima. "Nublado, precipitaciones por la tarde." Escucho decir a la mujer, mientras sirvo con cariño y delicadeza mi obra maestra.
Así fue aquel día, cuando la lluvia caía y salimos de la casita del árbol. Tu madre estaba con la mía, llevaban horas buscándonos y cuando nos vieron juntos, las ropas mal arregladas y las marcas de nuestros besos, tu madre te prometió la paliza de tu vida. Nos aventuramos a correr entre los charcos de agua, hasta que el sonido de un golpe se dejó sentir, hasta que el grito de mi madre dejó de chillar. Te protegí con mi cuerpo para que aquel auto no te tocara, terminé tendido en el piso y sangrando pero no me importó, tu estabas bien, para mi eso basta. La verdad, fue que no sentí dolor hasta que vi tus lagrimas caer, y con esa imagen simplemente mis ojos se apagaron, y para cuando desperté, lo primero que vi fue tu sonrisa y de nuevo tus lagrimas que de esta vez son de alegría.
Tu madre perdió aquel empleo, no te fuiste, te quedaste a mi lado. Después del accidente, tu madre y tu abuela comprendieron que debíamos estar juntos, para amarnos y protegernos con nuestra vida el si es preciso, desde entonces aceptaron lo nuestro. Nos volvimos inseparables el uno del otro, y aun lo somos. Porque tu eres lo ultimo que yo veo antes de dormir, porque yo soy lo primero que ves cuando despiertas.
El buenos días de cada mañana para mi, es ver tu sonrisa alegre y aniñada. Acaricio tus cabellos mientras te acerco lo que he preparado con cariño para ti. Y no puedes evitar el preguntarme siempre, desde aquel día en el hospital cuando me convertí en tu héroe...
¿Me amarás por la mañana?
Con solo una mirada, una sonrisa que solo tu sabes sacarme. Te respondo de la misma manera que lo hice aquella vez.
Más que ayer y todos los días.
Porque así comienzan nuestros días. Los días del resto de nuestra vida juntos.