Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

un nuevo cuento de hadas por Fallon Kristerson

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Bueno, este es el primer fic que publico por aquí, la verdad es que tambíen lo estoy subiendo en FF.net, pero me entró la gana de ponerlo aquí también. Esta idea es un tanto loca, se me ocurrió cuando estaba con conjuntivitis, así que nadie se pregunte si estoy loca... (cosa que estoy xD)

En fin, espero que les agrade y aquí les dejo el fic. ^^

Capítulo 1: Una visita en el reino Hyotei


Los cuentos de hadas no son realidad, ¿cierto?


Había una vez, hace muchísimo tiempo, cuando todavía existían los caballeros, hombres de verdad que se esmeraban en aniquilar a las bestias inmundas que raptaban a las pobres e indefensas doncellas (¿muy exagerado?), tres grandes reinos (y otros menores que ya se mencionarán en su momento): Rikkaidai, Seigaku y Hyoutei.


Sin embargo esta historia se centra principalmente en el último de estos tres, el cual se caracterizaba, tal vez no por ser un reino más próspero que los otros dos, pero sí por ser uno especialmente grande y de un número demográfico muy elevado. Al iniciarse este relato, su rey actual era Keigo Atobe, quien era un monarca de gran inteligencia, al igual que era un guerrero muy considerado por los demás, pero más que nada era un tipo elegante, al quien le gustaba hacer lo más público posible su (ejem) magnitud. Tenía la costumbre de alojar a muchos nobles en su castillo, una ENORME y lujosa edificación. Estaban por ejemplo dos nobles, hijos de grandes señores feudales que eran vasallos del rey Atobe, Jiroh Akutagawa y Wakashi Hiyoshi, este último que secretamente aspiraba a ser el heredero al trono (sucedía que a causa de que el rey no mostraba intenciones de casarse no tenía descendientes, o sea tampoco heredero, lo que le daba esperanzas al noble). Luego estaban los caballeros Shishido y Otori, amigos de la infancia, aunque Shishido (como todos deberían saber) era mayor, por lo que Chotaro siempre le mostraba un gran respeto. Shishido era el capitán de la guardia del castillo. También estaban por supuesto el bufón Taki y el escolta (y esclavo) del rey, Kabaji. Finalmente, estaba también el hermano menor del rey. Su nombre era Gakuto y era el menor de la corte con apenas 14 años, era el príncipe del castillo. Era todo lo contrario a Atobe. Era muy pequeño para su edad y una persona que aparentaba ser muy frágil, aunque él era uno de esos casos en los que se podría decir que las apariencias engañan. Tenía un temperamento muy (por decirlo de alguna manera) explosivo, nada que ver con lo sereno que era el hermano mayor. Se enojaba rápidamente y nunca dudaba en demostrarlo, casi siempre estaba hiperactivo y dando brincos de un lado para otro. Era una de aquellas personas de las que las monjas les gustaba afirmar que tenían un carácter difícil y de que su descaro no tenía límites. Debido a que lo confundían fácilmente con una chica (no solo en esta historia), muchos hombres, con la esperanza de llegar a ser alguien de nombre en Hyotei o de simplemente lograr posesiones, habían pedido su mano al rey Atobe. Obviamente ninguno tuvo éxito…


 Aparte de todos ellos, vivían también en el castillo los sirvientes (aunque separados de los nobles) y las doncellas (el rey necesitaba fanáticas).                                                                                                          Cerca del castillo, en dirección este, había un bosque, y si uno viajaba al norte llegaría tras unos días a las montañas. Sin embargo, si uno se dirigía al sur, tras una larga travesía, llegaría al reino de Seigaku. De este modo, el castillo era una especie de orientador para los viajeros, cosa que el rey atribuía a su inteligencia a pesar de que el catillo lo hubiera mandado a construir su bisabuelo.


Sucede que cierto día, la paz y la tranquilidad del reino fueron hechos a un lado para dar un paso a sucesos que pondrían a todo Hyotei cabeza abajo. Era un día tranquilo, o al menos la mañana lo fue. Estaban pues, el rey y los demás desayunando pacífica y civilizadamente, así como era debido.


-¡Dame eso, yo lo vi primero!-


-¡Y me importa un pepino! ¡Yo soy el príncipe y tú estás por debajo de mí!-


-¡Qué príncipe, ni que ocho cuartos! ¡Devuélveme lo que es mío, niña engreída!-


-Shishido, no debería hablarle así al príncipe Gakuto…-


-¡Ja! ¿Lo ves? No tienes que gritarme-


-Ladrón-


-¿¡Quééé!?-


-Lo que oíste-


En ese mismo instante el honorable caballero Shishido y su siempre amigo, el príncipe Gakuto, conversaban tranquilamente acerca de quién debería de quedarse el último panecillo, y de vez en cuando se oían algunos comentarios del caballero peligris. Mientras tanto, Atobe conversaba con Hiyoshi, aunque siempre volvía a veces la mirada al bufón o a la silla vacía que quedaba a su derecha y en la que se suponía que debía de estar el segundo noble. Atrás suyo estaba parado Kabaji, como siempre sin mostrar muchas emociones, más bien una cara de ausente.


-¿Dónde está Jiroh?-


-Debe de seguir durmiendo-


-Seguro-


-Sí, su Alteza, Usted ya sabe cómo es él…-


-Kabaji, tráelo, ya es hora de que se levante y aparezca ante mi presencia…-


-Usu-  


En resumen, era un día de lo más normal, uno como todos en Hyoutei. Luego de que todo acabaran de comer, cada uno se dedicó a sus respectivos deberes: El noble Jiroh desapareció, el bufón siguió haciendo bufonadas (¿Qué más?), Gakuto se dispuso a vagar por los jardines reales, dónde encontró a Jiroh tumbado bajo un árbol, y el rey Keigo se ocupó a gobernar. Justo estaba este decidiendo si debía de elevar los tributos impuestos a los campesinos, que ya así eran muy altos, cuando llegó uno de los criados sin aliento, quien le traía una terrible (extraña) noticia:


-¡Su Alteza! ¡Un  dragón nos ataca!-


Primero no dio crédito a sus oídos, nunca había realmente creído en la existencia de aquellas lagartijas fantásticas, sin embargo tuvo que cambiar de opinión, pues en ese momento le informaban que la bestia atacante estaba quemando sus establos. Salió corriendo él mismo y luego se dedicó a dar órdenes a diestra y siniestra, las cuales eran ejecutadas de inmediato. La mitad de los hombres se preocupó por salvar a los animales y apaciguar el fuego, mientras que la otra mitad trataba de luchar contra del dragón (aunque más bien parecían estar a la defensiva en vez de la ofensiva) con flechas, ya que las espadas y las lanzas no lo alcanzaban en el aire. (Las mujeres se habían refugiado en la capilla…)


-Esta bestia del demonio nos va a rostizar a todos a menos que nos trague crudos- aquella forma de hablar no le era desconocida al rey.


A su costado estaba el príncipe, observando al atacante que volaba en círculos sobre donde ahora se encontraba una enorme fogata. Se trataba de una gran bestia de escamas negras, las cuales lo protegían de las flechas de los humanos. Extrañamente ya no escupía fuego. Había pocas cosas que le diesen miedo, pues era, como su hermano, un chico valiente (mejor dicho un enano atrevido, imprudente e insolente), pero Gakuto estaba en ese instante asustado. Tenía la mirada fija en el dragón, una mirada que reflejaba una mezcla de miedo y asco. El monarca sabía que a su hermano no le gustaban mucho los animales, en especial los raros. Él también miraba detenidamente al dragón. Este sin embargo pareció en algún momento aburrirse o cansarse de solo volar, y al no afectarle mucho las armas humanas, descendió y se situó enfrente de los establos ardientes. Ya haya sido o no una burla de parte del animal, el rey se lo tomó como un desafío claro, por lo que mandó a que atacasen a la bestia. De no haber sido por una orden directa del monarca supremo, nadie habría osado siquiera acercarse al enorme animal negro.


-¡Por Dios! ¿Qué esperan? ¿A que nos mate a todos?- aquellas palabras hicieron un gran efecto, ya que milagrosamente todos sufrieron una metamorfosis a guerreros fieros y temerarios. Aún así, de nada sirvió, ya que el dragón seguía siendo inmune a las armas que, a comparación con él, eran apenas unos pobres mondadientes. Por humillación de Atobe, el ver que sus armas eran inútiles en su contra, parecía divertir al animal. Los humanos no sabían qué hacer, temían que en cualquier momento a la bestia le diese hambre o algo parecido.


Ante aquella situación, el rey decidió celebrar consejo en la sala del trono, donde todos se habían refugiado (animales incluidos), confiando que el dragón no se movería. Dentro del castillo, todo el mundo estaba discutiendo, nadie sabía qué hacer, incluso el rey parecía indeciso.


-Su Excelencia, nos informan de que el animal acaba de aplastar lo que quedaba de los establos-


Tenía, literalmente, un enorme problema por delante y ni idea de qué hacer.


-Me voy a retirar, necesito pensar. Mándalos a todos a dormir- y para sí mismo agregó- si es que pueden conciliar el sueño…-


Y con eso se encerró en su habitación. Era necesario mandar a todos a sus respectivas habitaciones, nadie hubiera podido dormir con todas las vacas, gallinas caballos y demás animales que había en la sala del trono. Y era imposible pensar.


Miró por una de las ventanas de su dormitorio, veía a esa bestia intrusa batiendo sus alas, pero sin moverse ni un milímetro de su sitio, como si quisiese quedarse ahí por toda la eternidad. Eso era un problema. Lo observó atentamente: aquel animal parecía diferente, no solo porque fuese una feroz bestia de alrededor de diez metros de altura. Comparándolo con los dragones de los que oyó en relatos y que vio en ilustraciones, este parecía ser más inteligente y por un momento el monarca pensó en que era más bello. Solo por un momento.


-¿Qué voy a hacer?-


-Puedes tratar de hablar con él…- el rey dio un brusco giro de ciento ochenta grados, para encontrarse a cierto noble acurrucado entre sal sábanas de su cama.


-¿Cómo dices?-


-He oído por ahí, que hay dragones que son capaces de hablar nuestra lengua y…- no siguió, solo se quedó calado al sentarse Atobe cerca del dormilón.


-¿Lo dices en serio?-


-Sí… ¿o eran los unicornios?- el noble puso una cara pensativa y el rey sonrió. Le encantaba Jiroh, de eso no había duda. Se acercó lentamente a su súbdito y acarició su mejilla.


-Puede que tengas razón-


-¿Sí? Entonces vam…- comenzó a decir un muy entusiasmado Jiroh, aunque luego fue callado.


-No, hoy no. Ya oscureció-


-Pero…-


-Shh… Solo olvídalo por hoy-


Y luego de eso sopló las velas que alumbraban un poco la habitación.


-Del dragón me encargaré mañana…-


-¿¡QUE QUIERES INTENTAR QUÉ!?- el joven príncipe estaba totalmente fuera de sí- ¿¡ACASO TE HAS VUELTO LOCO O QUÉ!?-


-¡Esa no es manera de hablarle a tu rey!


-Sí, sí, claro, pero…-


-Nada de peros-


-¿¡Hablar con el dragón!? ¿¡Con esa bestia desalmada que nos obliga a convivir con los animales!?-


-Sí-


-Pero…-


-¿Qué acaba de decir sobre los peros?-


-…-


-Bien, pues vamos-


-Tú solo, yo no pienso ir- respondió el menor.


-Es una orden, no una pregunta-


El príncipe siempre se había llevado bien con el noble Jiroh, a tal punto de considerarlo su mejor amigo. Pero en ese momento tenía todas las ganas del mundo de darle una paliza (aunque quien luego le daría una paliza a él sería Kabaji por órdenes de su hermano mayor).


Así, se dirigieron el rey y sus seguidores hacia donde habían estado alguna vez los establos del castillo, aunque varios vasallos desconfiaban considerablemente de la decisión de su gobernante. Shishido y Otori intercambiaron miradas de reojo. Detrás de Keigo iban caminando Jiroh y Gakuto, este último con una expresión que decía todo claro. El adolecente observó detenidamente al forastero. El animal le daba asco (y miedo), odiaba cualquier cosa que fuera anormal. No puso mucha atención al discurso que su hermano le daba al animal, no alejaba los ojos de la bestia alada.


-¡Así que, si sabes hablar, te ordeno que te comuniques conmigo ahora!- El menor miró incrédulo al rey y luego otra vez al dragón negro. Fue en ese momento en que notó que este le había clavado la mirada, una mirada azul oscura, que daba la impresión de quemarte y dejarte helado al mismo tiempo. El pelicereza cambió su expresión de miedo a una de terror, más aún cuando el reptil se acercó a ellos.


De pronto, un deslumbrante albor blanco envolvió al invasor, hasta que lo único que se veía era luz. Luego, esa luz se fue reduciendo hasta solo tener el tamaño de un hombre joven. Y entonces, como una explosión, la luz desapareció y en su lugar quedó, eficazmente, un hombre, alto y de cabellos o ojos azules. Dio un paso más hacia el grupo que acompañaba al rey e hizo una reverencia en son de burla.


-¿Quería hablar? Pues, hablemos…  

Notas finales:

Bueno, eso fue el primer capi, espero que no se hayan dormido. xD Y bien, reviews? :3


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).