Pov Yao~
Todavía no puedo creer que yo este enamorado de ti, es algo que nunca creí que llegaría a pasar, algo demasiado imposible. Siempre te tuve miedo, tu forma de ser me espantaba y deseaba alejarme de ti. Oh Iván al final caí en tus trampas sin saberlo, empecé a observarte, a admirarte y a preguntarme cual era el motivo de tu eterna sonrisa.
Tantos misterios llenaron mi cabeza y así fue como desee saber más de ti. Cada día me levantaba pensando en ti sin quererlo, muchas veces me regañe por eso y otras tantas solo me dejaba llevar.
Por un tiempo deje que me acosaras disimuladamente. Pasaba por delante de ti tratando de que me notaras y cuando lo hacías me sonreía, luego me azotaba mentalmente por hacer una cosa tan digna de quinceañera enamorada.
Pronto mi di cuenta de que te necesitaba más que nadie en el mundo; jamás me había sentido así, ni siquiera cuando todos mis hermanos se alejaron de mi y trate de detenerlos. No, tú me atrapaste con tus sutiles encantos, con tu forma de ser tan impredecible. Lo que verdaderamente hizo que me saliera de mi camino fueron tus ojos, de ese color entre violeta y lila como dos gemas preciosas deseaba pulirlas para que brillaran.
Desde ese entonces cada vez que me mirabas mi cara se volvía de color rojo, sin poder evitarlo tartamudeaba ante tus simples preguntas, cuando pensaba que no podías decir otra cosa que me hiciera sonrojar más salías con tu pregunta de regla: ¿Yao quieres ser uno conmigo?. Había veces en que mis labios temblaban mientras yo los apretaba fuertemente para no decirte: si, quiero ser uno contigo. Luego salía corriendo gritando que te alejaras de mi cuando mi corazón pedía todo lo contrario.
La soledad me había embriagado lo suficiente para no sufrir por ese dolor causado por el abandono de mis hermanos. De pronto eso ya no fue suficiente, necesitaba de tu presencia, de tus falsas sonrisas; queriendo hacerlas realidad. Mientras esperaba en mi casa la siguiente reunión, te recordaba cuando veía llover por mi ventana y entonces me preguntaba si tú no necesitabas a alguien con quien estar, si no estarías llorando tu soledad como yo. Imaginaba como sería una vida a tu lado, sonreí ante un sueño imposible y luego me dormía para poder tener una vaga ilusión de ti y yo juntos en un gran campo de girasoles, como esos que tanto te gustaban.
La peor parte de esto eran mis celos, de los cuales jamás admitiría. Cada vez que mirabas a alguien tratándolo de que fueran uno contigo quería matar a esa persona para que solo me miraras a mí. Tú hacías que mi lado asesino saliera a flote, una cosa que me gustaba, pensaba que de esa forma podría parecerme más a ti y tal vez en un futuro cercano te fijarías en mí de una forma diferente a solo otro territorio que anexar.
Y un día mi cuento de hadas se hizo realidad. Como cualquier día llegue a la sala de reuniones lo suficiente temprano para poder verte, la sorpresa me la lleve yo cuando te vi sentado en tu silla mirándome con una sonrisa totalmente sincera, tan diferente a las habituales. Te acercaste a mí y yo me quede de piedra sin poder hacer nada contra esos brazos fuertes que rodeaban mi cintura, acariciaste mi mejilla; que no podía estar más roja, con dos palabras derretiste mi corazón. Un dulce te amo susurrado a mi oído y un casto beso al que no pude corresponder por lo rápido que había sido. Cuando pude articular palabras de nuevo me abalancé a ti llorando de felicidad, besándote con un profundo deseo al cual correspondiste sin esperar. Como si saborearas el más delicioso dulce recorriste mi boca con la tuya y yo gustoso te di paso libre. Fue en ese momento en que me di cuenta que para ti era algo más que solo un territorio que pudieras poseer, para ti era la única persona que podía hacerte sentir de verdad, para ti yo era el mundo y no necesitabas mas… me dijiste todo eso con un solo beso.