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El Señor del viento por Shiochang

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El Señor del viento

 


Espero poder seguir hasta el final, aunque me falta bastante para terminar la historia.


 


Convivencia

 


Sasuke condujo a Naruto a lo largo de todo el promontorio, lejos del extremo más exterior con sus construcciones de piedra. El le siguió en dirección a la montaña que se alzaba, sólida y oscura, en el lado este. Sus largas zancadas lo obligaron casi a correr mientras él lo llevaba detrás de un repecho formado por un desprendimiento de rocas que debió de caer de la montaña tiempo atrás.


—Por aquí —dijo Sasuke—. Ve con cuidado ahora.


Lo precedió por un estrecho sendero que bajaba en pendiente, bordeado de zarzas y matorrales. Había una meseta que sobresalía debajo del nivel superior del peñasco, apoyada en el punto de unión en el que el risco se separaba de la falda de la montaña. Unos cuantos reguerillos arañaban la ladera, llenos de agua procedente de la lluvia de ese mismo día, que discurrían en dirección a la meseta y desaparecían detrás de una densa mata de tojos.


—Mira esto —dijo Sasuke, agachándose en cuclillas junto a la masa de verde vegetación. Naruto se inclinó hacia delante.


Las rocas que había detrás de la mata de tojos aparecían desordenadas y agrietadas, un montón de escombros hecho por la mano de la naturaleza. Había un ancho agujero que se abría directamente al interior del peñasco, y los reguerillos de agua se colaban por el borde redondeado formando una fina cascada.


Naruto oyó el eco que hacía el agua al golpear la piedra. Atisbó en el interior del agujero y vio reflejos parpadeantes de luz diurna.


—¿Qué hay allá abajo? —preguntó.


—Una cueva y un manantial  —respondió Sasuke—. ¿Podrás bajar por esa escala con una sola mano? —Señaló la escala de madera que descansaba apoyada contra la abertura y descendía al interior del agujero.


Naruto afirmó con la cabeza. Sasuke se sentó en el borde del agujero, agarró un lado de la escala y empezó a bajar por ella con cuidado, ya que llevaba en una mano las correas del azor. Gawain agitó las alas y chilló, pero conservó la compostura lo bastante para permitir a Sasuke llegar al suelo de la cueva sin problemas. Miró a Naruto y le tendió la mano.


La escala medía cerca de tres metros. Naruto se sentó en el borde del agujero, apoyó los pies en un peldaño y aferró con fuerza la escala. Empleó el brazo herido para equilibrarse a medida que descendía. Entonces sintió la mano de Sasuke en la cintura, y en cuestión de unos instantes puso pie en el suelo de piedra.


—Ahora ten cuidado al pisar, está mojado —dijo Sasuke. Su voz encontró un eco amortiguado. Naruto se volvió y contuvo la respiración, asombrado.


La suave luz del día, el aire húmedo y el murmullo del agua llenaron sus sentidos. El agua centelleaba al precipitarse por el borde del agujero y formaba brillantes charcos en el suelo desigual, para finalmente terminar su trayectoria en un estanque ancho y profundo. A lo largo de una pared se veía el agua surgir de la propia roca, en forma de espumarajos y regueros que nacían de las grietas, corriendo hacia abajo para ir a caer en el mismo estanque. En otra pared había una puerta que daba al túnel subterráneo.


Naruto se giró, estupefacto. Sasuke le sonrió, ladeando la cabeza para observarla mientras el miraba alrededor.


—El extremo menos profundo de ese estanque —explicó— está templado como el agua de una bañera los días en que le da directamente el sol. Esta cueva está situada en el lado sur de la peña, por eso en ocasiones el sol puede calentar con fuerza. El otro extremo del estanque es más profundo y está en sombra, y puede resultar bastante frío. Pero a veces utilizamos piedras calientes para caldear el agua.


—Este es un lugar milagroso —dijo Naruto—. Increíble. No sabía que existieran cosas así, ¡cascadas y estanques subterráneos!


—Pues sí, aunque son poco corrientes. Se suele decir que los manantiales y estanques como este tienen poderes curativos. Aunque no conozco ninguna leyenda acerca del Craig. Claro que sólo mis hombres y yo sabemos que existe este sitio, los secretos de esta roca se perdieron hace mucho tiempo.


Naruto asintió con un gesto y contempló la caída de agua.


—¿El agua corre así a causa de la lluvia?


—La lluvia aumenta el caudal desde fuera, pero siempre hay un pequeño torrente que viene de la montaña. Y el manantial de la pared de la cueva procede del interior de la montaña. Sobre todo en verano, y en días cálidos, estar aquí es disfrutar de un trozo del paraíso.


—Oh, sí —concordó Naruto, al tiempo que se levantaba las faldas para rodear el borde del inmenso estanque, que se asemejaba a una lujosa bañera para un gigante, excavada en la piedra arenisca—. Realmente es el paraíso.


Sasuke se arrodilló junto a uno de los charcos y extendió el brazo para que Gawain pudiera acercarse al agua.


—¿Querrá beberla? —preguntó Naruto.


—No —contestó Sasuke—. Los halcones no beben a menos que estén enfermos. Pero darse un baño les viene muy bien para el plumaje y para su salud. Sí, muchacho, pruébala —instó suavemente al ave, que se inclinó y picoteó el agua con gesto suspicaz.


El terzuelo introdujo una pata, tocó otra vez con el pico la brillante superficie y a continuación se bajó del puño. Se dejó caer en el agua, estirando las alas y abriendo las plumas de la cola.


Naruto rió, y su risa resonó haciendo eco en toda la cuenca de la cueva.


—Le gusta.


Sasuke la miró y sonrió.


—Puede que resulte ser un azor inútil, pero por lo menos estará limpio.


Naruto rió de nuevo. Gawain chapoteó y gorjeó como si fuera un polluelo en el nido. Naruto y Sasuke rieron juntos, y el eco repitió sus voces en tonos suaves y armónicos. Naruto desvió la vista del azor para posarla en el hombre, y sintió que su corazón se abría como el capullo de una rosa al sol. Sasuke no lo miró, y el se alegró; él no quería ver la explosión de sentimientos que apenas podía ocultar. Si Sasuke sentía la misma dicha que lo embargaba a el, nacida de la risa momentánea y de sentimientos más profundos y menos sencillos de definir, estaba seguro de que haría todo lo posible por resistirse.


Sasuke contemplaba cómo el azor chapoteaba como un niño en el charco.


—Tú también puedes bañarte aquí —dijo.


—¿En el charco, con el azor? —preguntó Naruto, parpadeando. Él sonrió.


—En el estanque. Necesitas fortalecer y relajar el brazo, y esta agua te ayudará a hacerlo.


Nadie había mostrado nunca con él semejante consideración y amabilidad, ni siquiera en su casa durante los ataques de ceguera.


—Me gusta el agua —admitió—. Pero ese estanque parece muy frío.


—Sí. Templaremos el agua con piedras calentadas al fuego para que puedas tomar un largo baño.


—Sería maravilloso —dijo Naruto—. Me estaba preguntando si me recomendarías una hogaza de pan caliente para el brazo.


Sasuke mostró una ancha sonrisa.


—¿Qué tal está ahora?


El flexionó ligeramente el brazo e hizo una mueca al notar un agudo dolor.


—Ya no me duele tanto, a menos que intente moverlo. Alice me sugirió cataplasmas calientes para eliminar la rigidez. Iba a empezar a preparármelas.


—Cuando Quentin y Patrick regresen, pediré a uno de ellos que vaya a buscar la cataplasma. —Frunció el ceño con la vista fija en el brazo de Naruto—. ¿Te has curado la herida alguna vez a lo largo de hoy?


El negó con la cabeza.


—No he tenido la oportunidad.


—Te ayudaré a limpiarla y vendarla antes de que te acuestes. Si quieres —añadió.


Naruto le miró fijamente, comprendiendo que estaría a solas con él cuando se hiciera de noche, durmiendo en una habitación contigua a la suya. La idea de que él lo tocara, incluso pensar sólo que le retirara a un lado la ropa para verle la herida, lo hizo contener la respiración al mirarle.


Asintió lentamente, sin pronunciar palabra, aturdido por lo mucho que él parecía preocuparse por su bienestar. El hombre que lo había convertido en su rehén era, en el fondo de su corazón, un ser compasivo, tal como el había pensado al principio, cuando dejó que le curase las heridas en el castillo de Aberlady.


Mientras el azor chapoteaba en el charco, Sasuke se quitó el pesado guante con lánguida lentitud y se acercó a Naruto. Le cogió el antebrazo, cerrando sus largos dedos sobre la muñeca y levantando el cabestrillo. Naruto contempló, con los ojos muy abiertos y la respiración cada vez más rápida, cómo le sostenía el brazo con ambas manos y lo giraba suavemente.


—Empuja contra mi mano —le dijo. El obedeció, vacilante—. Ahora tira hacia arriba —continuó Sasuke, apoyando el peso de su mano en el antebrazo de Naruto. Esta vez hizo un gesto de dolor—. Bien. Creo que los músculos aún conservan su fuerza. Me preocupaba que la punta de la flecha hubiera ocasionado daños permanentes. A medida que vayas usando el brazo, se irá poniendo más fuerte. Pero de momento es mejor que lo dejes descansar. —y volvió a poner el cabestrillo en su sitio.


Al retirar la mano, sus dedos rozaron ligeramente los suyos, haciendo que contuviera la respiración. Sasuke tiró de su mano para obligarlo a dar un paso adelante. Le apartó un mechón de pelo dorado que le había caído sobre el hombro.


—¿Por esto te llaman Naruto la Dorada? —murmuró.


—Sí. ¿Creías que era por mi buen genio? —bromeó el, recordando la ocasión en que le había preguntado por el origen de su apodo. Sasuke esbozó una fugaz sonrisa.


El cabello volvió a caerle sobre el hombro.


—Me gusta llevar el pelo trenzado a la espalda y sujeto con un velo —continuó Naruto, buscando algo que decir. La mirada fija de Sasuke y la presión de los dedos de él sobre los suyos hacía que el corazón le latiera desbocado—. Pero no tengo ni velo ni peine. Alice me hizo una trenza, pero yo no puedo hacerla con una sola mano. —Giró la cabeza para sacudirse la mata de pelo hacia atrás—. El viento me lo ha enredado del todo.


Sasuke le tocó suavemente la coronilla.


—Yo puedo trenzártelo, si no te importa que lo haga un manazas. Vamos, date la vuelta —lo instó, al tiempo que lo empujaba ligeramente.


Introdujo los dedos suavemente en su cabello, levantando, tirando, rozando levemente su cuello y sus hombros mientras iba formando una gruesa trenza. Naruto se sintió recorrido de la cabeza a los pies por profundos estremecimientos que se detenían y giraban alrededor de su pecho y su vientre. El calor del cuerpo de Sasuke lo abarcó por entero en el espacio de aquella cueva íntima y húmeda. El corazón le retumbaba en el pecho, convertido en el eco del fuerte sonido que producía el agua al caer. No se movió, temeroso de turbar la delicada red de sensaciones que lo rodeaba, formada por el contacto y la presencia de Sasuke.


Las manos de Sasuke siguieron trabajando, alisando, tirando, creando cascadas de deliciosas sensaciones.


—Es una trenza un tanto pobre, pero servirá —dijo Sasuke por fin. Naruto volvió a medias la cabeza.


—No eres ningún manazas —murmuró—. Tienes unas manos hábiles y suaves.


—He aprendido mucho de los halcones —dijo Sasuke.


—Desde luego —admitió el, cerrando los ojos por un instante. Sasuke le alisó el pelo por detrás de la oreja y su dedo pulgar se deslizó acariciante por la curva de su cuello, provocándole maravillosos estremecimientos. Naruto deseó volverse en sus brazos y sentir de nuevo el contacto de sus labios. Sintió todo su cuerpo inflamarse de una necesidad urgente y sorprendente. Pero permaneció inmóvil, temblando, aguardando.


—Ah, pequeña —murmuró Sasuke dulcemente, y apartó las manos—. Creo que voy a lamentar enviarte con tu prometido.


—¿De veras? —preguntó Naruto sin aliento. Él dejó escapar un suspiro.


—Pero debes regresar, por tu tío, y por Karin. —Hizo una pausa—. Y Sai querrá verte de nuevo.


El bajó la cabeza, sintiéndose igual que si hubieran depositado una pesada carga sobre sus hombros.


—No regreso sólo por sir Sai. —Oyó cómo Sasuke contenía la respiración, y continuó diciendo impulsivamente—: Creo que sólo pretende usarme... para las profecías.


—Los otros también te usaron. Te mantuvieron apartada del mundo y se interesaron más por la profetisa que por la mujer.


—Ahora lo sé —murmuró Naruto. Volvió la vista atrás para mirarle—. Creo que puede que tú seas el único que se interesa por... por mí. Me has demostrado amabilidad y paciencia.


Él suspiró de nuevo.


—Yo también quería usarte en un canje por Karin, y todavía pretendo hacerlo. No tengas tanta prisa en considerarme un paladín o un santo. Soy un forajido, y eso es lo que seré siempre.


—Pero... —Naruto frunció el entrecejo, tratando de encontrar la mejor forma de expresarse—. Pero tú en ningún momento me has forzado a hacer tu voluntad, como habría hecho un forajido auténtico. Y cuando yo insistí en mi libertad, tú estuviste dispuesto a concedérmela, aunque ello te privase de lo que tú querías. Y tú... tú...


—¿Qué? —Su tono de voz fue tan suave que Naruto creyó que podría derretirse en su calor. Deseó darse la vuelta; sin embargo, permaneció de espaldas a él, con la cabeza gacha y las manos escondidas en la cintura en un gesto de protección. En cambio, volcó al exterior todo lo que pensaba y sentía igual que el agua que se precipitaba por el borde de la cueva.


—Me has pedido que te ayude como amiga —dijo—, y yo valoro mucho eso, Sasu; no sabes bien cuánto —agregó en un mero susurro—. He tenido pocos amigos.


—Ah —repuso él—. Por eso no quieres irte con Sai. Quieres quedarte aquí conmigo.


Naruto afirmó con la cabeza en una leve y temblorosa sacudida. Aguardó pendiente de su silencio, con el corazón retumbándole en el pecho. Lo que quería en su vida, lo que necesitaba, se cristalizó de pronto en su mente, como si hubiera estado ciego en su interior durante mucho tiempo y ahora viera un prometedor rayo de luz. Pero no tenía valor para decirle lo que sentía; no quería dejarle, pero no podía expresar semejante cosa en voz alta. Además, dudaba en decir cuál era la verdadera razón de aquel sentimiento, incluso para sí. Cerró los ojos.


Sasuke le tocó el cabello que nacía en la nuca despejada, y acarició con los dedos las suaves hebras.


—Naruto —dijo.


El paladeó la deliciosa manera en que pronunció su nombre, como si formara parte de su respiración.


—¿Sí? —respondió.


—He sido un idiota —dijo Sasuke, tocándola en el hombro y haciéndola girar lentamente.


Naruto sintió que el corazón se le aceleraba al levantar los ojos para mirarle.


—¿Un idiota?


Él asintió y cruzó los brazos sobre el pecho al tiempo que ladeaba la cabeza y lo contemplaba.


—Debería haberte retenido como rehén.


Sintió que loa invadía una aguda desilusión.


—Oh.


Sasuke le alzó la barbilla con dos dedos de la mano.


—No debería haber permitido que te convirtieras en una amiga. –Naruto le miraba fijamente, extasiado —. Ahora no me va a resultar fácil renunciar a ti.


—No tienes por qué renunciar a mí —murmuró.


Él le acarició el borde del mentón con el pulgar.


—Tengo que hacerlo —susurró.


Naruto exhaló un suspiro y se inclinó hacia él.


—Sasu...


—¡Och! —exclamó una voz por encima de ellos—. Fíjate en esto, Quentin. A Karin no le va a gustar nada.


Naruto saltó como si lo hubieran pinchado. Sasuke deslizó rápidamente la mano a su hombro al tiempo que ambos miraban hacia arriba. Allí estaban Quentin y Patrick, observándoles desde el agujero, mostrando sendas sonrisas de diversión en la cara.


—Sí —dijo Quentin a Patrick—. No va a gustarle nada en absoluto.


—Och, entonces no se lo contaremos —dijo Patrick, servicial—.¿Podemos bajar ahí, o queréis estar solos?


Naruto notó un intenso calor que se le extendía por las mejillas y la garganta. Alzó la vista y vio que Quentin le guiñaba un ojo. Patrick seguía sonriendo ampliamente. Sasuke miraba a los dos con el ceño fruncido.


—Subiremos nosotros —dijo Sasuke—. Espero que hayáis traído algo para cenar, bandidos.


Patrick mostró un manojo de conejos.


—Dos para nosotros, y uno para ese azor malhumorado que tienes.


Sasuke dirigió una mirada a Naruto y frunció el entrecejo mientras se ponía el guante de cuero. Sin decir palabra, se agachó junto al azor y lo convenció suavemente y con paciencia para que saliera del charco. Naruto le esperó, y no se le escapó el vivo y elocuente rubor que teñía las mejillas del proscrito.


 


—Sería más que insensato ir andando hasta las puertas del castillo de Wildshaw y una vez allí gritar que traemos un mensaje del Halcón de la Frontera —gruñó Patrick con la boca llena de carne asada. Se limpió la barbilla en la manga y cambió de postura las piernas, que tenía cruzadas sobre el suelo de piedra de la pequeña cámara de Sasuke, dentro de la pared del broch—. Nos tomarían como rehenes a nosotros... o nos matarían en el acto.


—No vamos a presentarnos a las puertas del castillo —dijo Sasuke, sentado en el suelo con ellos, con la espalda apoyada en la cama—. Podemos hacer todo esto desde Stobo.


—Sí —dijo Quentin—. El sacerdote de allí, el padre Dounzu, dice que conoce tanto a Sai como a Naruto la Dorada.


—Exactamente —dijo Sasuke—. Quiero que regreséis allí los dos y le pidáis que transmita a sir Sai la feliz noticia de que Naruto está viva, porque Sai cree que murió en Aberlady. Y que también le pidáis que presente nuestras demandas.


—¿Y cuáles son exactamente vuestras demandas? —preguntó Naruto.


Sasuke volvió la mirada hacia ella. Estaba sentada sobre el banco de piedra que había junto a la ventana, a escasa distancia de ellos. La débil claridad de la luna penetraba por la estrecha abertura y se derramaba sobre su rostro. Las líneas largas y fluidas de su cuerpo se veían resaltadas por el resplandor del fuego que ardía en el pequeño hogar de piedra.


—Solicitaremos que Sai se reúna con nosotros en la iglesia del pueblo, en Stobo, después de la misa del próximo domingo —dijo—. Me parece que es la festividad de santa Úrsula.


—Qué adecuado —murmuró Naruto.


—¿Adecuado? ¿Por qué? —quiso saber Patrick.


—Santa Úrsula, patrona de las vírgenes —dijo Naruto—, huyó de una boda inminente a la que ella se oponía, y se llevó consigo a sus compañeras. Eran once mil.


—Och —gruñó Patrick—. Por lo menos, nosotros sólo tenemos que cuidar de dos muchachas.


—Decid al padre Dounzu —continuó Sasuke— que nos reuniremos con Sai después de la misa del domingo, en presencia de otras muchas personas, ya que habrá muchos aldeanos congregados allí tras la misa. Naruto le esperará dentro de la iglesia. Debe traer una escolta de sólo tres hombres, y debe enviar a Karin sola al interior de la iglesia. Permitiremos que salga Naruto cuando tengamos a Karin segura en nuestras manos.


—De modo que piensas acogerte a lo sagrado —dijo Naruto—. La seguridad y protección de un lugar santo.


—Así es —contestó Sasuke—. No podemos confiar en Sai. Podría escoltar a Karin hasta Stobo con un centenar de hombres.


—Si él tomó parte en lo que le hicieron a Wallace, no dejará que la puerta de una iglesia le impida atraparte —dijo Quentin—. Querrá cobrarse la cabeza del Halcón de la Frontera por esto.


—Pero si quiere tener a Naruto, tendrá que acceder a un intercambio pacífico y sin complicaciones. Y ciertamente quiere tener a Naruto, podéis estar seguros de eso —agregó en voz baja, mirando al aludido. Las palabras parecían habérsele pegado a la garganta.


Naruto no dijo nada y volvió la cabeza para mirar por la ventana. Al contemplarlo, Sasuke experimentó una especie de punzada a la altura del corazón. Lanzó un suspiro y se tiró del lóbulo de la oreja, sintiéndose desganado y confuso. Trató de convencerse a sí mismo de que Naruto estaba encaprichado con él, que le tenía equivocadamente idealizado como una especie de caballero andante. Lo mejor, se dijo, era alejarlo de él rápidamente.


Pero lo que sentía por el era mucho más profundo que un simple encaprichamiento. Aquellos sentimientos bullían en su interior, sofocados y silenciados, inflamándose hasta convertirse en pasión cada vez que estaba cerca de Naruto.


A duras penas soportaba la idea de devolvérselo a Sai, pero su plan inicial había sido elaborado mucho antes de conocero. Naruto había alterado sus propósitos a cada paso, de un modo inconsciente, frustrante y totalmente encantador. Tenía que apelar a su determinación para llevar adelante su proyecto; no había otra manera de rescatar a Karin. Además, se recordó a sí mismo amargamente, Naruto había sido prometido en matrimonio hacía mucho tiempo. El joven merecía un hogar, y debía estar con un hombre que pudiera verdaderamente protegerlo, incluso un simpatizante de los ingleses al que él aborrecía. Pero no con un bandido de los bosques.


—En Wildshaw estarás a salvo, Naruto —le dijo a su figura impasible, inseguro de si trataba con ello de convencerla a el o a sí mismo de que debía marcharse.


Naruto encogió un hombro y no le miró.


—Te reunirás con tu tío —añadió Sasuke—, si Sai ha cumplido con su palabra.


—Sí —dijo Naruto, y siguió contemplando el cielo iluminado por la luna.


—La muchacha está cansada —murmuró Quentin desde su lugar junto a Sasuke—. Naruto, Sasu me ha pedido que vaya a buscar una manta para vuestra cama. Os pondré una antes de cenar, y colgaré una cortina. Y Alice nos ha dado vuestra bolsa de ropa.


—Y yo he traído buen vino francés que he sacado de la despensa —dijo Patrick—. Por si os apetece echar un trago o dos.


Naruto se levantó de su asiento.


—Gracias —dijo en voz queda—. No quiero vino, pero sí necesito descansar. Buenas noches.


Se deslizó flotando a través de la habitación en sombras como si fuera un fantasma, apartó a un lado la capa que hacía las veces de cortina y desapareció en la oscuridad detrás de la estrecha puerta de la cámara contigua. Sasuke lo observó marchar y sintió que se le iba hundiendo el corazón poco a poco a cada paso que daba. Ahora que el proceso de canje con Sai había comenzado, se sentía más infame y traidor que nunca. El le había dado su confianza, y él lo estaba alejando de sí.


Patrick sirvió un poco de vino de una jarra en las copas de arcilla que ya habían sido vaciadas una vez esa noche y entregó una a Sasuke, otra a Quentin, y cogió la última él mismo para sorber de ella ruidosamente. Sasuke apuró su copa con más prisa de lo que pretendía y se inclinó hacia delante para volver a llenarla.


—Si partís al amanecer, estaréis en Stobo a media mañana.


—Sí —dijo Quentin, mirándole con seriedad—. ¿Y qué vas a hacer tú? ¿Llevar a la muchacha a la casa de Alice?


Sasuke negó con la cabeza.


—No quiero arriesgarme a que alguien la rapte antes de que termine todo esto. Alice tiene a Kakashi y Henry para que la protejan. Retendré a Naruto aquí, en el Craig.


—Ah —dijo Quentin. La nota sabia que Sasuke percibió en su voz le hizo fruncir el ceño—. Mientras tengas la oportunidad, también podrías tratar de solucionar lo que haya entre esa muchacha y tú.


—No hay nada entre nosotros —gruñó Sasuke, y bebió un sorbo de su copa, notando el fuerte picor del vino tinto al tragarlo—. Y estás haciendo afirmaciones demasiado arriesgadas. —Dirigió a Quentin una mirada severa.


—Sasu, ¿es que crees que somos idiotas? —preguntó Quentin—. No creo que puedas entregarla a Sai.


—Sí puedo —replicó él.


—¿Se marchará? —quiso saber Patrick.


—Sí. —Sasuke se puso de pie—. Voy a ver al azor.


—El azor está dormido en esa percha de las halconeras, con la cabeza metida debajo del ala —dijo Patrick—. Le eché un vistazo cuando traje el vino.


—Déjalo en paz —dijo Quentin—. Está atado, y cansado. Dormirá y no le pasará nada.


Sasuke asintió. Se frotó la cara con la mano y se pasó los dedos por el pelo, incómodo, como si hubiera algo que tuviese que hacer y no recordara lo que era.


—Tengo que trabajar un poco más con él. El ala no se le curará a menos que deje de tener rabietas y berrinches. Tiene que aprender a estar tranquilo.


—Aprenderá, aunque está malcriado —dijo Quentin—. Jamás he visto a un hombre que tuviera tanta paciencia con un halcón como tú. Pero tienes aspecto de llevar una semana sin dormir como Dios manda.


—Y así es —repuso Sasuke—. Ya sabéis qué mensaje tenéis que entregar al padre Dounzu.


—Lo sabemos —dijo Quentin—. Y se hará. Sasu, este es un plan peligroso. El padre Dounzu conoce bastante bien a Sai, me parece. Creo que podemos confiar en ese cura sólo con precauciones.


—Estoy de acuerdo —contestó Sasuke—. Dejaremos que entregue el mensaje, pero no podemos decirle nada más acerca de lo que nos traemos entre manos. Y quiero que saquéis a Geordie de su poder antes de que tenga lugar el canje; el padre Dounzu no permitirá que Naruto sufra ningún daño, pero no debemos confiar a Geordie a un amigo de Sai demasiado tiempo.


—El chico ya estará en condiciones de viajar para cuando nosotros lleguemos a Stobo —dijo Patrick.


—Bien. Necesito que me hagáis un favor más —dijo Sasuke—: Quiero que vayáis a la abadía de Dunfermline a ver al hermano John Blair. Averiguad si se ha enterado de algo más acerca de quienes traicionaron a Wallace, y qué otras noticias pueda tener. Si Geordie necesita descansar más, podéis dejarle con John. No quiero correr el riesgo de que el chico sufra daño por traerle aquí de vuelta a menos que esté lo bastante fuerte para empuñar otra vez una espada y un arco.


Quentin asintió con un gesto.


—¿Tienes algún mensaje para Blair?


Sasuke giró la cabeza para mirar por la minúscula ventana, por la que se veía la luna blanca y envuelta en neblina. La melancolía de aquella imagen parecía expresar a la perfección lo que sentía dentro de sí.


—Decidle que tengo a la profetisa —dijo—. Decidle que está dispuesta a servirme de... pago por mi prima.


—Creo —dijo Quentin despacio— que vas a pagar por esa prima tuya un precio más caro de lo que habías imaginado.


Sasuke aspiró profundamente.


—¿Es eso una predicción?


Quentin le contempló fijamente a través de las sombras.


—Sí —dijo en tono brusco, y bebió un largo trago de vino.


 


Sasuke estaba sentado en el borde más alejado de la pared del broch, observando a Naruto, que se encontraba más lejos, en el llano cubierto de hierba de la cima del peñasco. El viento, siempre fuerte y constante en aquel lugar, le levantaba la trenza y le aplastaba la ropa contra el cuerpo largo y esbelto. Las sencillas líneas de su vestido verde oscuro, que había sacado de la bolsa que le llevaron Quentin y Patrick, le daban un aspecto hermoso y algo mágico. Cuando alzó el rostro con orgullo, el sol, que ya había rebasado el cenit, se reflejó en la coronilla de su cabeza y arrancó suaves destellos a su pelo.


Sasuke recordó el peso semejante a la seda de aquella cabellera en sus manos cuando le hizo la trenza aquella mañana. Desde entonces apenas habían intercambiado unas cuantas palabras, ni tampoco más tarde, cuando compartieron el desayuno a base de gachas de avena y agua. No sabía qué decir, en vista de aquel humor taciturno. Incluso cuando lo llevó a dar un largo paseo para mostrarle el promontorio rocoso, con el azor posado en el puño mientras exploraban el broch, los túneles y las cuevas, hablaron tan sólo de las características del lugar: la roca, la torre, el agua, el tiempo, y poco acerca del hombre que llevaba años viviendo allí. El no le había preguntado nada más de su vida de proscrito en el Craig, y él echaba de menos sus preguntas ávidas y curiosas, sus sagaces observaciones. Descubrió que deseaba mucho conversar con el, pero también comprendía que era más sensato guardar silencio.


Más aún: veía verdadero mérito en observar la prudencia. Lo había tocado sólo cuando le ofreció la mano para subir o bajar, aunque la oleada de deseo que le recorría con aquel simple contacto le hacía contener la respiración. No se había permitido a sí mismo permanecer demasiado cerca de el ni mirar demasiado fijamente sus luminosos ojos. Naruto se marcharía pronto, de modo que no consideraba que tuviera mucho sentido reforzar el vínculo que ya se había forjado entre ellos.


El se había mantenido distante también, lo notó, bajando los ojos de pobladas pestañas, hablando en voz baja, compartiendo sonrisas frías y desvaídas. Se había refugiado en una actitud reservada, y él sospechaba que ello tal vez se debiera a que estaba enfadado, resentido y quizá decepcionado con él. Sabía que Naruto temía el canje que iba a tener lugar dentro de pocos días. También lo temía él. Pero sabía muy bien que tenía que seguir adelante por muchas razones. Quería que Karin estuviera a salvo... y que también lo estuviera Naruto.


El terzuelo pió desde el puño con las patas firmemente plantadas, ojos atentos y movimientos serenos. Sasuke le dirigió una mirada. El humor de Gawain había mejorado, pues ese día sólo había tenido una rabieta o dos, cuando algo lo sobresaltaba o cuando sentía hambre. Tal vez una noche de descanso lo había ayudado; tal vez, por fin había empezado a aceptar el puño de su nuevo amo. Fuera lo que fuese, Sasuke se sentía agradecido y tenía más confianza en poder amaestrar al azor.


Cantó el kyrie una vez más, como había hecho a menudo ese día, tarareándolo por lo bajo mientras acariciaba las plumas del pecho del ave. Gawain observó el espacio que rodeaba la peña, el cielo y el bosque. Vio que pasaba volando una bandada de alondras, pero apenas se movió. Sasuke se sintió complacido por aquella señal de progreso, y pensó que tal vez faltara poco para poder adiestrar al azor para que saltara de una cuerda al puño y después volara sujeto a un fiador, una cuerda lo bastante larga para permitirle llegar hasta una cierta distancia y regresar de nuevo. Antes de soltarlo para que volase libre, tenía que estar seguro de que Gawain podía volar bien.


Pero primero quería seguir curándole el ala torcida, calentando de nuevo la hogaza de pan recién hecho que Alice le había enviado por medio de Quentin y Patrick. Además, si iba a volar, también habría que enderezarle las plumas dobladas de la cola. Para esas dos cosas necesitaría la ayuda de Naruto.


Volvió a fijarse en el, de pie sobre el promontorio. Si no regresaba pronto al broch, lo llamaría, porque quería atender a Gawain mi entras este estaba tranquilo. Pero al mirar a Naruto sólo deseó pasear por la roca junto a él, conversar y reír... y tocarlo y abrazarlo. Ese último impulso hizo que la sangre se le acelerase en las venas. Contempló su figura solitaria azotada por el viento y no se movió.


Sabía que había empezado a considerarla como un preciado bien. Dios le ayudara, tal vez incluso había empezado a amarlo. No podía definir los tumultuosos sentimientos que bullían en su interior, tenía miedo de nombrarlos. Jamás había imaginado este giro de los acontecimientos cuando planeó ir a buscar a la profetisa de Aberlady.


Sólo existía un hecho cierto: con independencia de lo que él sintiera, pronto tendría que dejar marchar a Naruto.


 


Naruto saboreó el azote del viento y la tibieza del sol, y extendió los brazos por un instante a pesar del dolor en la herida. Era muy agradable sentir el calor del sol en sus músculos entumecidos. Contempló la montaña que se elevaba junto al peñasco, y después volvió la vista hacia la verde y densa foresta. Desde aquella altura, tan alta que podía distinguir velos de neblina flotando sobre las copas de los árboles, por primera vez en su vida se sintió verdaderamente libre y sin ataduras.


Hasta hacía poco no se había dado cuenta de cuán estrechamente la habían protegido su padre y su tío en Aberlady. Desde la muerte de su madre, había permanecido dentro de aquellos muros y sólo había salido para asistir a misa los días de fiesta en Stobo, para montar a caballo con su padre alguna que otra vez por las colinas y para acudir al mercado una o dos veces al año en compañía de su aya. Jamás había cuestionado su estilo de vida. Había vivido confinado y estrechamente vigilado, sin verdaderos amigos y con escasos sirvientes y familiares. En Aberlady leyó a poetas y patriarcas, confeccionó bellos bordados y practicó las habilidades necesarias para gobernar un castillo. Y pronunciaba profecías cada vez que su tío consideraba que era conveniente que lo hiciera.


Cuando su Tio fue capturado en combate, las semanas de asedio que siguieron supusieron una nueva lección para el, una lección que continuó Sasuke Uchiha. Entonces descubrió no sólo recursos sin explotar, sino también un profundo gusto por la libertad. Irónicamente, sólo cuando fue capturado comprendió el grado de reclusión en el que había vivido.


Ahora Sasuke esperaba de el que regresara a una vida protegida en compañía de un esposo no deseado como guardián en vez de un padre. Pero ya no podía aceptar por más tiempo el ser un profeta obediente que dejaba que sus capacidades fueran aprovechadas por hombres que lo consideraban una débil mujer a la que había que dirigir, y lo que es más, como una ventaja política.


Sus visiones eran para el un preciado don. Si soportaba la ceguera cada vez era por el privilegio de tener ese don, y no quería que se viera comprometida la integridad de las visiones. Su don para profetizar tenía que fluir de la voluntad de Dios, y no a través de la voluntad de otros.


Si el asedio no hubiera tenido lugar, y si Sasuke Uchiha no se lo hubiera llevado de Aberlady, quizá nunca se hubiera dado cuenta de su propia independencia. Seguiría todavía en Aberlady, como peón del padre Dounzu y de Sai, en ausencia de su tío. Lanzó un suspiro. Tenía que saber si su tio estaba bien. La última visión que había experimentado —y que se sorprendía de recordar tan fácilmente— fue una imagen de su tio en una mazmorra. No dudada de la veracidad de la visión, pero no sabía si representaba el pasado, el presente, el futuro, o si tenía algún significado simbólico. La única manera de averiguar lo que le había ocurrido a su padre en realidad era acudir a sir Sai.


Mientras pensaba todo esto se rodeó la cintura con los brazos y contempló la vista a sus pies. El paisaje se extendía a lo largo de varias millas, ancho y nítido como el cristal a la luz del sol, como si lo estuviera observando desde el ventajoso punto de vista de un pájaro. La belleza y el alcance del panorama resultaban asombrosos, tan maravillosos como cualquier visión profética. No deseaba irse nunca de aquel lugar, ni tampoco deseaba dejar al hombre que lo había llevado hasta allí. Pero sabía que tenía que irse, por su tío, y por Sasuke, que quería recuperar a su amada prima más de lo que quería conservarlo a el a su lado.


Lanzó una mirada por encima del hombro en dirección a las ruinas y vio a Sasuke sentado en un alto borde de la pared, con el azor posado en su puño enguantado. El proscrito era una figura solitaria en color oscuro, con el sol brillando con un reflejo extraño en su cabeza. Parecía una leyenda que hubiera cobrado vida, un personaje dotado de una fuerza y una belleza salvajes, indómitas. Y, sin embargo, en su interior estaba fuertemente maniatado al pasado.


Naruto le adoraba, pero él no lo veía. Se había mostrado atento y amable con el, lo había respetado, incluso había borrado su ceguera con un exquisito beso. Lo maravilloso de aquel hecho aún seguía asombrándolo. Sabía que podía amarle profundamente, sólo con que él se lo permitiera. Si tenía alguna herida, el quería curarla; si guardaba secretos, el deseaba ocultarlos también como si fueran suyos.


Allí, en lo alto de la pared del broch, Sasuke se puso de pie y agitó lentamente la mano, haciéndole una seña para que se acercara.


Naruto sintió que el corazón le daba un vuelco. Se levantó las faldas con una mano y se encaminó hacia las ruinas, deseoso de estar a su lado. Aceptaría de buen grado incluso sus fríos silencios, si eso fuera lo único que él quisiera ofrecerle. Pero quería mucho más. Con aquel hombre, ya sabía que jamás perdería su libertad; con él podría encontrar seguridad y también felicidad. Pero el proscrito del bosque no tenía previsto incluir a un profeta en su vida, de modo que tendría que aceptar vivir confinado otra vez. Aunque, de momento, estaba resuelto a disfrutar intensamente del último resquicio de libertad que le quedaba.


—Sujeta las correas con fuerza —dijo Sasuke a Naruto—. Enróllatelas en los dedos.


El juntó las correas de cuero y se las enrolló alrededor de los dos dedos más pequeños, perdidos en el interior del grueso guante que le cubría la mano, y después miró a Sasuke, que asintió en un gesto de aprobación.


Gawain plantó de lleno los pies en el guante y parpadeó mirándoles a los dos con sus ojos de color bronce de mirada salvaje y torciendo la cabeza. Naruto agitó la mano mientras escondía el extremo de la larga correa. En ese momento, el terzuelo alzó sus alas grises y blanquecinas y chilló, aleteando rápidamente en un amago de ataque de furia. Naruto agachó la cabeza, sorprendido, al tiempo que una ala la golpeaba en la mejilla con más fuerza de la que habría podido imaginar. Sasuke extendió una mano para ayudarlo, pero la retiró al ver que la rapaz se calmaba.


—Ya está —le aseguró Naruto, irguiendo la postura. Sasuke lo miró, dubitativo, y asintió con un gesto.


—Muy bien. Voy a calentar el pan para ponérselo en el ala. —y se dio la vuelta para rebuscar en el saco de comida que Quentin y Patrick les habían dejado la noche anterior.


Había acompañado a Naruto hasta una pequeña celda situada en el nivel inferior de las cámaras adosadas al muro de la construcción. Aquel espacio cuadrado, cuyas paredes rotas se abrían en parte al aire libre, creando así una amplia zona a modo de ventana, contaba con un hogar formado por un montón de piedras que servía, según explicó Sasuke, de cocina. Naruto sabía que Patrick y Quentin habían preparado allí la cena de la noche anterior. Parte del recinto se notaba agradablemente caldeado, y por el hueco de la pared penetraba una refrescante brisa. El fuego que Sasuke había encendido esa mañana todavía seguía ardiendo y desprendía un fuerte olor.


Sasuke fue hasta el hogar y colgó una olla de hierro vacía de un gancho que pendía sobre los brillantes ladrillos de turba, y dentro metió el pan, envuelto en tela. Al cabo de unos instantes lo sacó, lo partió por la mitad y entregó una parte, caliente y humeante, a Naruto.


—¿Puedes ponerle esto sobre el ala? —le pidió—. Quiero ir a buscar agua para enderezarle las plumas de la cola.


—Si llenas otra olla, yo puedo preparar algo de comer —dijo ella—. Alice nos envió comida, sé que todavía nos quedan cebollas, avena y un poco de pollo.


Sasuke asintió y salió de la cámara llevando dos ollas. Naruto se sentó sobre una gran losa de piedra que hacía las veces de banco y de mesa baja, y torció el cuello para observar cómo cruzaba el patio cubierto de hierba con largas zancadas en dirección al pozo, donde llenó las ollas de agua que sacó con ayuda de un cubo atado a una cuerda.


Volvió su atención al azor y le aplicó el pan caliente a la articulación del ala, tal como había hecho Sasuke la vez anterior. Cuando el terzuelo empezó a ponerse nervioso sobre el puño, moviendo el pescuezo y levantando las alas, se preguntó por qué Sasuke no le habría puesto la caperuza para calmarlo antes de dejarla sola con la tarea. Frunció el ceño y se reprendió a sí misma por pensar siquiera en tapar los ojos a la rapaz. Aspiró profundamente y comenzó a cantar el kyrie eleison en tono bajo, repitiéndolo una y otra vez.


Gawain había aprendido a responder a aquella melodía. Poco a poco se fue aquietando, y observó audazmente a Naruto. Ella recordó que a los halcones no les gustaba que los mirasen fijamente —aunque ellos podían mirar todo lo fijamente que les apeteciera— y apartó la vista sin dejar de cantar. Entonces vio a Sasuke en la entrada, apoyado contra el marco de piedra y escuchando. Naruto se calló, sonrojado, y él pasó a la habitación y dejó las ollas junto al fuego.


—Era muy bonito —dijo—. No lo interrumpas. Al azor lo tranquiliza.


Notó el calor que le subía por las mejillas cuando reanudó la canción. Sasuke colocó una olla llena de agua sobre el fuego y acto seguido se volvió para ponerse el guante de cuero que había dejado a un lado.


—Dámelo, deja que lo sostenga yo —dijo—. Has dicho que ibas a preparar la cena para los dos.


Sonrió.


El corazón de Naruto dio un curioso vuelco al ver aquella sonrisa. Asintió con la cabeza y se puso de pie al tiempo que Sasuke se acercó hasta el. Cogió el pan y le tendió el puño.


Gawain, quizá sobresaltado por el movimiento del pan, chilló y cerró una de sus garras en el dedo con fuerza. Naruto lanzó una leve exclamación y contuvo el aliento, en reacción al intenso dolor, y al mismo tiempo apretó el puño en un intento de protegerse de la garra que se le clavaba con un dolor insoportable en el guante. Presa del pánico, trató de emplear la mano derecha para liberar las garras del dedo.


Sasuke lo golpeó en la mano y se la apartó.


—Abre la mano —ordenó—. ¡Naruto, abre la mano y suéltalo! —Quitó las correas que Naruto llevaba enrolladas en los dedos y después la empujó en el brazo.


En medio de una nebulosa de miedo y dolor, Naruto comprendió lo que pretendía Sasuke. Sacó el brazo y abrió los dedos para dejar libre al azor. Este extendió las alas y se elevó, chillando, pero Sasuke lo frenó tirando de las correas.


—Ven aquí, pequeño —dijo Sasuke, y empezó a entonar el kyrie. El azor bajó aleteando hasta el puño y se posó en él, observando fijamente a ambos con mirada hosca—. Chico travieso —musitó Sasuke, y se sentó en el banco de piedra—. Naruto, déjame ver eso.


Ella tomó asiento a su lado y se quitó el guante con un gesto de dolor. Tenía el dedo hinchado y enrojecido, y al volverlo para mostrárselo a Sasuke se mordió el labio. Sasuke le tomó la mano con infinita delicadeza.


—¿Puedes moverlo? —Ella agitó el dedo y asintió—. Bien. Un halcón es capaz de romperte un hueso como si fuera una astilla, incluso a través de un guante, si aprieta lo suficiente. Ni siquiera a un hombre fuerte le resulta fácil abrir una garra cerrada. La única manera de aflojada es soltando al halcón y haciéndolo creer que es libre. —Examinó detenidamente el dedo herido—. Has tenido suerte.


—¿Por qué lo ha hecho? —preguntó Naruto—. Creía que estaba domesticado.


—Nunca se domesticará —dijo Sasuke, todavía sosteniendo su mano—. Es salvaje, y el adiestramiento jamás podrá cambiar eso. Esa es la razón por la que es necesario tratar a los halcones con respeto y paciencia. Ya sé que le has tratado así —se apresuró a añadir—, pero los azores son criaturas con muy mal genio. Siempre se corre un cierto peligro al tener un halcón de alas cortas, aunque sea el mejor.


Naruto asintió con un gesto y miró a Gawain.


—Chico travieso —dijo en tono adusto. Sasuke rió levemente. Aún no le había soltado la mano, y Naruto se inclinó ligeramente hacia él, dejándose hacer.


—Este azor será siempre un poco bandido —comentó Sasuke, y acto seguido se puso de pie y se acercó al fuego. Cogió un cuenco y un cucharón de una repisa, sacó agua de la segunda olla que estaba en el suelo y regresó con el cuenco al lado de Naruto—. Mete aquí la mano, el agua todavía está fría del pozo.


El sumergió los dedos en el agua fría con un suspiro de alivio. Mientras permanecía allí sentado y se preguntó por que sus poderes curativos estaban bloqueados, Sasuke se movió por la cocina con el azor, fue a buscar el saco de comida de Alice y colocó la olla de agua sobre el fuego. Echó en ella un poco de avena, una cebolla entera y todo el pollo que quedaba.


—Iba a ser yo la que hiciera la cena —dijo Naruto.


—Bueno, en este momento no puedes hacerla, y yo me estoy muriendo de hambre —repuso Sasuke—. Llevo años haciéndome yo mismo la comida. Si no te importa comer cosas sencillas, enseguida cenaremos.


—Y tanto que sencillas —comentó Naruto, riendo—. Ni siquiera las has cortado.


—A mí me parece que lo he hecho muy bien, para llevar un azor en el puño. —Tomó un palo largo de la repisa y removió el potaje, derramando un poco por los bordes del recipiente. A continuación fue hasta una pila de piedras redondeadas que había en un rincón y llevó unas cuantas, dos o tres cada vez con su mano libre, hasta el fuego.


—¿Qué estás haciendo? —preguntó Naruto con curiosidad, mirándole y con los dedos todavía sumergidos en el agua.


—Cuando las piedras estén calientes, las llevaré al manantial. Te prometí un baño caliente. Después de haber soportado otra herida más con tanto valor, creo que al menos deberías disfrutar de un baño. —Lo miró y sonrió.


La sensación de calor que invadió a Naruto no tenía nada que ver con el fuego del hogar.


—Gracias —murmuró.


Sasuke hizo un gesto con la cabeza y examinó el contenido de la otra olla.


—Bueno, ¿puedes ayudarme? El agua está ya hirviendo.


El dejó el cuenco a un lado.


—¿Qué vas a hacer?


—Cocinar a un azor revoltoso —respondió él, y sonrió de oreja a oreja cuando el le miró con la boca abierta por la sorpresa—. No, pequeña. Ahora te lo enseñaré. Tenemos que enderezarle esas plumas de la cola que tiene torcidas.


Vertió un poco de agua con el cucharón en un cuenco hondo de madera que cogió de un montón de dos o tres que había en la repisa al lado de unas copas, y lo llevó hasta la losa donde estaba sentado Naruto. Este se hizo a un lado para dejarle sitio. Sasuke depositó el cuenco entre ambos y se acercó al pecho el puño enguantado, con el recalcitrante azor posado encima, para acariciarle la espalda con la mano. Sus largos dedos, fuertes y de grandes nudillos, alisaron el plumaje del ave al tiempo que le hablaba en voz baja y tranquilizadora.


—Fíjate en la cola —dijo Sasuke—. Las plumas más superficiales, esas del centro, están retorcidas. Sólo con sumergirlas un momento en agua hirviendo se enderezarán.


—Eso suena arriesgado, conociéndolo —comentó Naruto en tono escéptico.


—Y lo es —repuso él—, pero podemos hacerlo los dos juntos. Yo lo acerco al agua, y tú le agarras la cola y se la sumerges.


Naruto hizo una mueca. Sasuke sonrió fugazmente, corno si reconociera el riesgo y disfrutara con él. El agitó un poco el dedo herido y dolorido y asintió con la cabeza, con las manos extendidas. El brazo derecho, todavía un poco entumecido, estaba mucho mejor, por lo que podría usar esa mano si movía el brazo con cuidado.


Sasuke bajó el brazo en el que sostenía al azor y murmuró en voz baja, al tiempo que le pasaba la mano por la espalda, convenciéndolo para que extendiese la cola en un amplio abanico.


—Seis rayas —dijo—. ¿Ves las barras de color gris que le atraviesan las plumas de la cola? Eso nos dice su edad. Cuando sea completamente adulto, tendrá siete rayas a la vista. Sí, muchacho, todavía eres un jovenzuelo, y te comportas corno tal.


—Se comporta igual que un niño que no consigue salirse con la suya —gruñó Naruto mientras Sasuke bajaba a la rapaz hacia el agua apoyando la mano extendida firmemente sobre la espalda y las alas.


Naruto agarró las suaves plumas de la cola. Unos cuantos chillidos, alguna que otra patada, un frenético batir de alas, y la operación pronto terminó. Sasuke levantó el brazo, murmurando al azor, y se llevó una mano al zurrón que llevaba al cinto para extraer un pedazo de carne cruda y dársela al terzuelo. Naruto se fijó en que procedía del conejo que Quentin y Patrick habían traído para él.


—Qué cola tan bonita tienes ahora —murmuró Sasuke—. Y pronto podrás volar ahí fuera, donde debes estar. Ky—rie e—leí—son —entonó, repitiendo la melodía mientras Gawain devoraba el trozo de carne sujeto entre sus garras—. Ky—rie e—leí—son —cantó otra vez, y otra, desgranando las notas de la canción con una cadencia lenta y sedante.


Naruto se recostó contra la pared de piedra que tenía detrás y escuchó, sosteniéndose el dedo herido y con los ojos cerrados. La voz de Sasuke era una mezcla de dulce serenidad y gran fuerza. Respiró aquel sonido, dejando que actuara en el como un bálsamo, apagando todas sus dudas, sus miedos, su tristeza.


Entonces alzó el rostro, tomó aire y empezó a cantar con él. Su voz, más débil que la de Sasuke y menos afinada en los tonos, fue ganando potencia en una mezcla de armonías y se elevó segura en el aire.


Al cabo de unos instantes, la voz de Sasuke quedó flotando en una nota prolongada y evanescente. Naruto también puso fin a la canción, escuchando el maravilloso timbre grave de la voz de Sasuke vibrando en todo su cuerpo.


—Naruto —dijo Sasuke con suavidad en medio del súbito silencio—. Me parece que el potaje está quemándose.


 


 


Continuará…

 


Una locura, por así decirlo.


Me han reclamado por lo del romance, que Sasuke es un testarudo, ¿Qué esperan si él es así?  No puedo cambiarlo, es por ello que encajo tan bien en el personaje verdadero, con algunos retoques ciertamente.


Pero ya viene en camino, se los aseguro, con hasta lemon, pero ténganle paciencia al Teme ¿si?


Shio Zhang.


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