KAI.
Desde aquel día en que le dejé la bolsita en su puerta seguí dejando pequeños obsequios. A veces peluches, otras veces algo para que él comiese.
Todos los días después o antes del almuerzo él recibía un gladiolo, sin remitente, pero de todo corazón esperaba que él supiese que eran de mi parte con todo mi corazón o más bien… una parte de mi corazón que le daba.
Muchas veces más volví a pararme en la plaza de enfrente para verlo caminar ya fuese sólo o con aquel sujeto, pero eso no me desanimaba, puesto que sabía que Uru aún sentía algo por mí.
URUHA.
El control de ese mes fue normal, el médico volvió a hacer otra ecografía para determinar de forma completamente segura el sexo de mi bebé y resultó que no se había equivocado, era un varoncito, lo cual me permitía comenzar a armarle su cuarto.
Lo que sí el médico me pidió fue estar alejado del stress, puesto que eso podía hacerle mal al bebé, pero ¿cómo estar tranquilo si tengo el trabajo que tengo y mi ex, padre no aceptado de mi hijo, acaba de volver?
Cuando aquella tarde le agradecí a Mitsuo lo del regalo y que él me respondió que no había sido él, concluí de forma categórica que era Kai quien me enviaba estos regalos que recibí durante todo ese mes. Pronto el cuarto del bebé se llenó de ositos de felpa, mamelucos y ropa de bebé en general que Kai me hacía llegar, sin olvidar de los gladiolos que también me llegaban todos los días de su parte.
Poco a poco el dolor y la ira o rencor que se había creado en mí durante todos esos meses fueron dando paso a la duda y a sentir que mi bebé pateaba cada vez que hablaba de Kai, hizo que me decidiera a hablar con Kai, para aclarar de una buena vez todo lo que había ocurrido. Él había dado el primer paso acercándose a mí, dejando de lado ese orgullo que yo sabía que él tenía, por lo que ahora me quedaba a mí dar el paso, aun así no sabía cómo decírselo o como dar ese paso.
Con el paso de ese mes comencé a darme cuenta de algunos horarios que parecían ser fijos para que Kai me dejase los regalitos que siempre me daba. Gracias a eso me percaté que todos los martes Kai no me dejaba regalos en la mañana sino en la tarde… por lo que cada vez que yo llegaba de vuelta de mi trabajo me encontraba las bolsitas en la puerta de mi casa.
Una tarde decidí no volver a la galería una vez fui a almorzar a casa. Ese día le había explicado a Ruki, con quien había vuelto a almorzar casi todos los días, que me había decidido a hablar con Kai.
-¿estás seguro Uru?-añadió- digo… ¿crees que te haga bien?
-estoy seguro que es lo que necesito para continuar con mi vida…
Lo vi mirarme extrañado.
-a lo que me refiero- me expliqué- es que quiero cerrar esa etapa en mi vida, tampoco es que vaya a volver con él… quiero que estemos en paz, por nuestro bebé… por más que quiera negarlo o más bien, por más que él no quiera aceptarlo, este bebé también es hijo de él.
-comprendo…
Y así fue como esa tarde, almorcé en casa en silencio y me pasé la tarde sentado en el living, esperando a que pareciese Kai.
A eso de las 5 de la tarde, sentí que alguien abría la puerta de mi patio y entraba… miré por el ojo de la puerta y vi que era él. Las manos me temblaban y sentía que mi corazón latía a mil por hora, fue extraño puesto que hasta mi bebé comenzó a moverse más. Puse mi mano sobre el pomo de la puerta, lo giré, abrí la puerta y lo siguiente que vi fue la cara de asombro de Kai.
-hola… ¿pasas?
KAI.
Lo último que esperé ese día fue que me ocurriese aquello. Ese día había sido completamente normal, me había levantado, había llegado a la productora, Aoi me había dicho que no se había encontrado con Uruha, almorcé tranquilamente en un centro comercial cercano, le compré algo al bebé y volví al trabajo. A eso de las 4:30 salí de la oficina y me dirigí de regreso a sacas, pasando antes como todos los miércoles a casa de Uruha para dejarle el obsequio. Todos los miércoles le dejaba los regalos en la tarde, puesto que en las mañanas entraba más tarde al trabajo y no quería correr el riesgo de que Uruha me sorprendiese.
Durante esa última semana había sacado más conclusiones y tomado más decisiones que en toda mi vida. Había decidido que hablaría con Uru fuese como fuese, que lo alejaría de aquel hombre y que volvería a hacerlo reír como tanto me gustaba verlo.
Lo del bebé aun no lo tenía tan claro… aun no sabía como Uruha lo había logrado, pero si de algo estaba convencido era que tampoco me importaba mucho como se había formado ese bebé ni de quien era. Había llegado a un estado en que sólo quería recuperar a Uruha y si el bebé era de él lo querría como si fuese mi hijo, obviamente me habría gustado que el pequeño fuese mi hijo y creo que eso fue una de las tantas motivaciones que tenía para acercarme a hablar con Uru.
Cuando lo vi aquella tarde abriéndome la puerta, me quedé helado, estático, quieto y todos los sinónimos que pudiese saber respecto a quedarme parado sin hacer nada aparte de mirarlo.
Me pareció que era un ángel que me abría las puertas al paraíso, lo vi sonreírme levemente
-hola… ¿pasas?
Intenté recuperarme lo más rápido del estupor en el que había caído y entré lentamente, todo estaba en silencio, escuché la puerta cerrarse levemente.
-¿quieres té?... toma asiento.
Me senté como autómata y lo vi adentrarse en un cuarto que estaba al lado de el living en el que estaba, supuse que era la cocina cuando lo vi salir de allí con una bandeja con unas tazas llenas de té. Se sentó en un sofá junto al mío y me extendió una taza.
-gracias-me dijo después de unos minutos en silencio.
Abrí mis ojos sorprendido…
-¿cómo supiste?
-a decir verdad no lo sabía, sólo lo supuse, pero me lo acabas de confirmar.
Caí en cuenta, jamás se lo había dicho en ningún lado, me pareció simpático que Uruha me hubiese sacado verdad de mentira.
-no es nada… supongo que era algo que te debía
-no me debes nada –me dijo bajito.
Me sorprendí un poco y me mantuve en silencio unos minutos más, así como íbamos no podríamos decirnos mucho, por lo que me decidí.
-lo siento-le dije apesadumbrado-no… no debí tratarte así.
Él me miró fijamente.
-no tienes que disculparte… al fin y al cabo, no sabes nada y tus dudas son comprensibles.
-de eso es de lo que quería hablar –le aclaré- no quiero más silencios, ni dudas… quiero entender Uruha, nada más que entender…
Vi como torcía sus manos, parecía nervioso, supuse que no pensó que hablaría tan directamente, respecto a lo que me atormentaba día y noche.
URUHA.
Ahora sabía por qué él se había vuelto a acercar… estaba dispuesto a que le explicase todo y eso me ponía muy feliz.
No negaba que estaba nervioso, no porque no supiese que decir, si no que me ponía nervioso las reacciones de Kai.
Comencé a contarle todo desde el principio intentando no omitir nada…
De verdad sabía cuánto querías tener un hijo y me dolía que no pudieses tenerlo, veía tus ojos cuando venias a los padres en el parque jugando con sus hijos. Me enteré por internet que unos científicos buscaban a un hombre para probar una nueva técnica. Cuando lo supe, no sabes cuánto me alegré… era mi oportunidad para que tuviéramos el bebé que tanto deseabas y que después de todo también yo quería tener.
Los investigadores me explicaron en qué consistía el procedimiento, me realizaron los exámenes necesarios y resultó que era el candidato ideal. Ellos querían inseminarme con el semen que algún hombre hubiese donado, pero les expliqué que yo tenía pareja y que quería que el bebé fuese de él. Ellos aceptaron y me dieron las instrucciones para que recolectase el semen de forma correcta. Lo hice y me inseminaron… las semanas siguientes a ese momento fueron las determinantes para que todo diese resultado. Ellos me habían advertido que no podía tener relaciones sexuales, puesto que podía generarse un aborto espontáneo y arruinarlo todo. Después de que pasó ese tiempo, uno de ellos me comunicó la feliz noticia… estaba embarazado, todo había salido como quería, pero fue ahí cuando entraste en la consulta, confundiste todo, me gritaste y te fuiste.
Cuando terminé de contarle todo tal como había pasado, levante mi rostro para poder ver el de él. Su rostro estaba cubierto de lágrimas que corrían sin cesar por sus mejillas y supe de inmediato que me creía.
KAI.
Era como si una venda hubiese caído de mis ojos, ¿¿cómo podía haber sido tan idiota??... ahora comprendía todas las reacciones de Uruha, los silencios, las miradas cargadas de dolor cada vez que le decía algo. Ahora comprendía por qué se alejaba de mí
No pude evitar acercarme a él y acariciar su rostro… aquel rostro tan suave y terso, deslicé mis dedos por su mejilla, deleitándome con lo delicado de su piel.
Él pareció sorprenderse e intento alejarse de mí.
-n-no… por favor, no te alejes…
-me… me hiciste mucho daño…
-l-lo siento –las lágrimas seguían corriendo por mis mejillas-y-yo fui un idiota, per-perdóname.