Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Plague por rockmyheartbeats

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Me he inspirado en una escultura y en un capítulo (muy interesante) de "Cuarto milenio".

Notas del capitulo:

Espero que os guste.

<!-- /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman";} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} -->

En 1630 una gran enfermedad azotó Venecia. Se trataba de la peste bubónica.

 

En Europa, más de 20 millones de personas murieron  a causa de esta enfermedad, o eso creía la gente. En Venecia no fue menos.

 

Esta temida enfermedad no tenía cura, aún así, para mantener la esperanza del ser humano despierta aparecieron de entre la oscuridad los llamados “médicos de la peste”. Estos alquimistas y al mismo tiempo médicos rondaban por las casas donde yacían los enfermos, medicándoles distintos tratamientos, que no servían para nada. En un pequeño barrio de Venecia uno de aquellos médicos de la peste se dirigía hacia una casa a atender a la hermana menor de tres hijas. Caminaba con parsimonia, mirando al frente su cara oculta en aquella máscara con forma de cabeza de ave, los ojos de cristal y el largo pico relleno de hierbas aromáticas para espantar a las aves (según su breve conocimiento de la enfermedad, estos animales portaban la enfermedad y la contagiaban) y prevenir el mal aire y el posible contagio; aunque aquella enfermedad no se transmitiese por el aire. En la cabeza portaba un sombrero alto de médico y en la mano derecha una vara con un reloj de arena alado en el cabezal que usaba para manipular a los enfermos sin llegar al contacto físico directo. Su cuerpo estaba oculto tras un traje negro y una larga capa y los bajos y la pequeña bolsa donde guardaba las hierbas medicinales y los remedios se movían lentamente al compás de sus pasos.

 

 

Nadie lo conocía, nadie vio su rostro, nadie conocía su nombre, tampoco origen; aún así el respeto y sumisión del pueblo descansaba y colmaba de sus manos como si del agua que cae de una fuente tratase.

 

El médico paró en medio de la calle y alzó la cabeza, contemplando el cielo azul. ¿ Qué pasaba por su mente ?

 

Volvió su mirada al frente y siguió el camino asta la puerta del domicilio de la paciente. Tocó suavemente la puerta con los nudillos que tenía cubiertos con unos guantes y esperó a que abriesen la puerta. Un hombre adulto abrió la puerta y nada más avistar al médico inclinó su cabeza de forma casi desesperada, mientras le susurraba lo cuan agradecido que estaba de su visita. El médico no habló, tan solo hizo un gesto leve con la mano y se adentró en la casa, seguido del hombre.

 

La familia era formada por cinco integrantes, los padres agotados de vivir tantos años de arduo trabajo y tres hijas, dos de ellas sanas como si viviesen en un mundo sin enfermedades y males, y la menor de ellas enferma y moribunda, que no podía vivir más allá de una cama apartada del resto de la familia.

 

Permaneció unas horas encerrado en la misma habitación que la muchacha enferma y cuando salió tan solo dijo un “Que tome mucho licor, eso le ayudará y quizás mejore.”, y se marchó por el mismo lugar del que vino.

 

Meses más tarde se supo sobre la muerte de las tres hermanas, dos de ellas por causas extrañas y no conocidas pues no se levantaron de sus camas al amanecer. Según decían, sus cuerpos ya no tenían ni una gota de sangre. Las enterraron juntas, con sudarios y con una gran piedra incrustada en la boca, por temor a que se convirtiesen en muertos masticadores y se comiesen sus propios sudarios.

 

Las hermanas no fueron las únicas víctimas en aquel pueblo que murieron por causas desconocidas.

 

 

El médico se dirigía con paso rápido de vuelta a un palacete que se encontraba algo apartado del pueblo. Entró abriendo la puerta de par en par; se quitó el sombrero y los guantes y luego aquella máscara que a muchos aterrorizaba y una larga cabellera del color del fuego que arde con intensidad cayó hasta el nivel de los codos.

 

“¿Eres tú?” Se oyó de una de las habitaciones del palacete y el pelirrojo acudió a la llamada.

 

“Eres tú…” Aquella frase salió débilmente de los labios del joven que yacía tumbado en una gran cama, en medio de una habitación con poca iluminación. Estaba débil; se podía notar en el esfuerzo que hacía para moverse lo más mínimo. Su pelo era negro como el cielo nocturno y largo, como el del pelirrojo. Su tez, pálida como la nieve y sus extremidades casi esqueléticas, al igual que su tronco y rostro.”Daisuke.”

 

El simple hecho de oír su nombre hizo que el pelirrojo acudiese junto a la cama y ayudase a incorporar al joven con cuidado. Luego lo miró a los ojos, rojizos por una deformación desconocida en aquella época. Él siempre decía que sus ojos fueron un castigo de Dios, que se sentía amenazado por su vida.

 

“Kaoru, te he traído más sangre.” Kaoru sonrió tímidamente y acercó sus labios a los del pelirrojo uniéndolos en un delicado beso. “Encontraré con la solución, te lo prometo.” Sentenció Daisuke.

 

“No importa si no lo haces, yo soy feliz así, junto a ti.” Kaoru sonrió nuevamente y notó la mano de su joven amante retirando suavemente su flequillo.

 

 

 

En Europa, más de 20 millones de personas murieron  a causa de la peste bubónica, o eso creía la gente.

 

 

En Venecia no fue menos.

Notas finales:

Hum, sobre la enfermedad de Kaoru, sería un derivado de la "porfiria", pero no es exactamente esa enfermedad.

 

Espero que os haya gustado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).