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Por Una Vez por AthenaExclamation67

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Notas del fanfic:

Obviamente, los apellidos son sacados de internet XD! Los que más me agradaron fueron los que utilicé para ellos dos.

Por Una Vez


By AthenaExclamation67


 


Tradiciones…


Quien las necesitaba…


 


Simplemente, eran una excusa barata para que, el consumismo desmesurado de la gente, les diera una excusa para gastar y gastar, y poder así, con el pretexto de la celebración que marcara el calendario, poder regalar a la persona: madre, padre, hijo, primo, amigo, novi@, hermano, o lo que fuera. Un detalle sin igual.


 


Pues esa era la ocasión. Y la fecha, marcada con un redondelito rojo carmín en el calendario, presagiaba una pequeña discusión, ya que nuestro querido individuo, del que hoy vamos a hablar. No era amigo, ni mucho menos, de decir… “te amo” porque el calendario así lo tuviera establecido.


 


Todo empezó, cuando nuestro sujeto, uno que a pesar de parecer rudo, grosero y cretino. Se debatía en si ceder en esa ocasión, o si por el contrario, enfrentar la discusión y desilusionar a su amado.


 


Pero no creía que lo correcto fuera hacerlo para “hacerle” feliz. Sino que el sentimiento, debía salir desde adentro. Y esa circunstancia, a pocos días de la mentada celebración, no podía decirse que fuera la que él estaba viviendo.


 


Así que en medio de esa debacle de emociones, de pensamientos y todo ese sinfín de mensajes subliminales que por todas partes pudo ir viendo. Decidió, escasos días antes, obsequiar a su amado con un bello ramo de preciosas rosas de colores. Unas que no solían ser las habituales rosas rojas, y que al menos, esperaba que salieran de lo normal. Por así llamarle.


 


No demasiado convencido. Llamo a la floristería más cara. De hecho, la única en la que encontró esa peculiar rosa disponible, y encargó una docena. Lo dejó todo dispuesto, para que al día siguiente las entregaran en la dirección acordada, y después, solo había que esperar a que su amado. Shaka. Le llamara todo efusivo para agradecerle la ofrenda.


 


Esa idea si se le hacía irresistible. Ver al angelito… Angelito por llamarle de algún modo, ya que cuando mostraba enojo, o en algunas calientes situaciones parecía el verdadero demonio, darle las gracias. Le hacía perder el norte. La idea de imaginar como Shaka le daría las gracias, era tentadora, deliciosa… casi podía visualizarla.


 


Casi podía imaginarse al ángel que un día conoció en una fiesta corriendo por una pradera, como la monjita de “Sonrisas y Lagrimas” corriendo hacía él para abrazarle.


 


Se sonrió como un tonto. Porque así era precisamente como se sentía. Pero Shaka, había logrado precisamente eso en él. Que se olvidara de tanta máscara, y que disfrutara de la vida sin ocultar lo que sentía, sin importarle lo que los demás pudieran susurrar a sus espaldas. Puesto que tus verdaderos amigos, no se ríen de ti, sino que se ríen contigo, y se sienten felices de que puedas ser feliz.


 


 


Agito su cabeza. Porque a pesar de haberse abierto bastante al resto del mundo. Encontrarse solo, imaginando depende de que cosas, le hacía avergonzarse de sí mismo, y si alguien le encontraba así, sonriéndose a sí mismo, pensando a saber qué tipo de perversiones, no le convenía lo más mínimo.


 


Suspiró, alejando las perversiones. Deliciosas perversiones de su cabeza, y se metió en la cama, con todo dispuesto para el día siguiente y tras cubrirse con las cobijas, tomo el inalámbrico para hacer la última llamada del día.


 


- Hola… - se escuchó una suave voz al otro lado.


- Buenas noches Shaka… - volvió a sonreírse - ¿Qué tal tu tarde? - preguntó con voz interesante.


- Agotadora - contestó sin mucho ánimo - esos niños son peores que el demonio Mask… - suspiró agotado - además con toda esa preparación.


- Bueno… piensa que si no fuera por ellos, no nos habríamos conocido… - contestó - ¿no te encantaban estas celebraciones? - dijo algo preocupado.


- Sí, pero supongo que se me contagió ese espíritu tuyo… - alegó - espero que el día de mañana pase rápido - finalizó y se quedó muy callado.


 


La sangre de Mask se heló. No sabía en qué momento se había mostrado tan apático como para que Shaka, se mostrara así, y su cabeza, empezó a pensar, a tratar de recordar en algún momento que su bocaza se hubiera pronunciado del modo menos adecuado para que Shaka estuviera así de apático.


 


- Lo siento… - contestó sin saber qué más decir - ¿crees que mañana podamos vernos? - preguntó algo más esperanzado.


- Pues no se… depende de cómo sea el día en el Kinder Garden - resopló hastiado - si esos críos no me vuelven demasiado loco… - suspiro - me recuerdan un poco a ti - el silencio se hizo presente de nuevo, aunque el latir del corazón de Mask podía escucharse claramente - Mask, necesito dormir… - prosiguió tras unos minutos de silencio, minutos que a Mask, le parecieron horas - mañana hablamos. Buenas noches - colgó el teléfono. Dejándole completamente atónito. Sin entender lo que había pasado. Pensando si quizás había hecho o dicho algo malo.


 


Se tumbó en la cama. Con el ceño fruncido, sintiendo que las piernas le saltaban de lo nervioso que le había puesto esa corta conversación y repasó toda la semana, el mes. Los días que habían vivido. Devanándose los sesos para averiguar lo que podía estar sucediendo, pero sin poderlo evitar, casi como si su mente le quisiera dar un respiro. Repentinamente. Un recuerdo feliz le sobrevino antes de quedarse dormido.


 


………………………………………………………………………….


 


Hacía días que Mask trataba de eludir una fiesta a la que tenía que acudir. Esta fiesta. Seria realizada en el nuevo Kinder Garden que su empresa financiaba. Una decisión que habían tomado tras ver que gracias a las ganancias del trimestre anterior, los beneficios adquiridos les daban la posibilidad de invertir en alguna institución pública para que esta mejorara. Y como agradecimiento a tal donación. El Kinder Garden “Little Angels” les hacía una fiesta a modo de homenaje.


 


No tuvo más remedio, después de que sus asesores financieros le obligaron a vestirse un traje y acudir a esa celebración en la que los niños de entre 3 y 6 años, cantaron y bailaron para padres y amigos. También para los ejecutivos y empresarios.


 


Finalmente, acabada la función. Se celebraría en el patio de recreo un pequeño aperitivo donde niños, padres, maestros y el resto de personas que acudieron al homenaje, podrían hablar más cómodamente, sin tener que pensar en protocolos innecesarios. O cualquier otro tipo de formalidades.


 


- Señor… - habló el hombre de confianza de Mask - ¡¡Señor!! - tuvo que insistir porque a pesar de la negativa de acudir, se puso a jugar al balón con unos niños algo más grandecitos - ¡¡MASK!! - tuvo que gritarle, y esta vez si logro llamarle su atención.


- Hombre… ¿Por qué tanta prisa? - sonrió sudoroso - ¿Dónde está el fuego? - empezó a reírse viendo el enojo del hombre que su padre había puesto a su disposición para que le aconsejara y le acompañase siempre.


- ¡Vístase! - renegó - por ahí viene el director del centro - ¡haga el favor de ponerse decente! - espetó señalando a una persona que se acercaba a lo lejos.


- Directora… - dijo - fíjate bien.


- ¿Qué? - contestó su consejero - ¡Por favor señor! - le arreó un zape en la nuca - ¡compórtese! - casi le puso la americana del traje a la fuerza, sacudiéndole el polvo con fuertes manotazos.


- Venga hombre… ¡que es una mujer! - se reía por toda la situación con el hombre que casi había pasado más tiempo con él que con su progenitor.


- ¡MASK! - le jaló de una oreja y le regaño - haz el favor de comportarte, no seas criatura - continuó mientras trataba que el muchacho, ahora hombre al que casi había criado, se comportara como tal.


- Buen día… - susurró una voz dulce, llegando donde ellos estaban.


- Buenos días señorita… - contestó - es un placer estar aquí - sonrió seductoramente, recibiendo un zape de su consejero inmediatamente.


- Señor Lombardi… perdone, mi señor suele ser muy chistoso - sonrió avergonzado.


- No se preocupe - contestó sin darle importancia al asunto, dejando que su voz, siendo igualmente dulce, denotara atributos más varoniles - es algo que me sucede en ocasiones - miró a su invitado - aunque suele ser con gente que normalmente tiene problemas de visión - bromeó.


- Mask Benedetto… - señalo a su jefe - él es el director del centro educativo para infantes, Shaka Lombardi - hizo las presentaciones como parte de su trabajo y se retiró, dejándoles a solas. Renegando mientras se alejaba. Maldiciendo ese carácter que su joven aconsejado solía tener.


 


Lejos de sentirse incomodo. Lo cual habría sido lo más habitual. Mask invitó a comer a Shaka, para poder compensar de alguna manera, su metedura de pata, y después de ese almuerzo, siguieron muchas otras citas en las que se conocieron más profundamente, dando detalles al otro de lo que habían sido hasta el momento sus vidas, entablando una bonita amistad que con el paso de los días. Se convertiría en algo más.


 


……………………………………………………………………………………………


 


Agotado, como si no hubiese descansado. Se levantó. Odiando al dichoso despertador que no dejaba de sonar ya que el “snozee” insistió largo rato. Y sabiendo que su regalo sería entregado a primera hora de la mañana. Esperó la llamada.


 


Durante la primera reunión en su compañía, no fue capaz de concentrarse. Se sentía ansioso. Nervioso por saber la cara que Shaka habría puesto cuando el repartidor de la floristería, le hubiera entregado el precioso ramo de rosas “Arco Iris”.


 


En la segunda reunión. Después de que hizo una pequeña comprobación, y después de que también hubiera mirado más de veinte veces su reloj. No fue capaz de entender ni una sola de las ideas de los directores creativos. Su pensamiento estaba en otro lado. Su mente, se encontraba divagando, pensando en el motivo por el cual. Shaka aún no le había llamado.


 


Pasada la una de la tarde, un poco antes de irse a almorzar. Su frente empezó a arrugarse. Su ceño, permaneció fruncido, y así se quedó porque no sabía nada de su amado, y mucho menos de si le había agradado el regalo.


 


A las dos en punto de la tarde. A parte de la arruga en el entre cejo, muestra de su ofuscación. Se le añadió un temblor intermitente en el ojo izquierdo. Uno que cada vez que sonaba su teléfono y no era la persona que deseaba escuchar, se volvía más intenso.


 


Durante el almuerzo. Uno que engullo prácticamente para no alejarse mucho de su empresa por si acaso Shaka se presentaba. Trató de no pensar demasiado, aunque tal hecho era complicado, ya que con cada bocado, se ponía más ansioso y desesperado, deseando saber cuál era el motivo del enfado.


 


Casi desquiciado. Se levantó repentinamente. Asustando a la camarera que pasaba por su lado. Y tras abonar la cuenta. Se fue corriendo hasta la floristería para hablar con el repartidor. Para ver si no se había equivocado y le había entregado el ramo a la persona equivocada.


 


Sabía que estaría abierta. El mismo empleado al que le encargo el ramo se lo había dicho, así que corrió literalmente para ver si podía encontrarlo, y por dicha, la suerte, estuvo de su mano y logró hallarlo.


 


- Hola… - dijo respirando agitado, tratando de recuperar el aliento.


- Hola… -  contestó el mismo dependiente que le había atendido el día anterior - ¿Cómo fue todo? - preguntó reconociéndole.


- Pues no lo sé… - suspiró angustiado, hastiado y algo resignado - es que no supe nada y por eso vine hasta aquí, para ver si lo habían entregado a la persona indicada - exhaló fuertemente.


 


El dependiente, entró a la trastienda y llamó por teléfono al repartidor con el que mantuvo una pequeña conversación y luego volver junto a Mask.


 


- Señor Benedetto - sonrió - verá, llamé a nuestro eficiente repartidor, y me comunicó que el ramo fue entregado a la persona indicada - explicó - está, se ha identificado y le dio una propina generosa a nuestro empleado - tomo aire y espero.


- Entiendo… - se tomo el mentón - y por casualidad… - negó con la cabeza, sintiéndose avergonzado por la pregunta que iba a hacer - ¿por casualidad no le dijo nada de su reacción? - un pequeño brillo de esperanza iluminó su mirada al finalizar la pregunta.


- Lamento que quiera saberlo señor… - el dependiente desvió su mirada hacía el suelo - el repartidor si me comentó que el rostro del caballero que recibió el ramo estaba algo desencajado, como enojado… - especificó - siento tener que poner en su conocimiento semejante información, más un día como hoy… - sonrió aunque apenado.


- No se preocupe, no es su culpa - el cuerpo de Mask se tensó tratando de imaginar lo que estaba ocurriendo, pensando en que demonio había hecho para que Shaka, estuviera en ese estado desde hacia día y medio.


 


 


Tras despedirse formalmente, camino lento y cabizbajo, regresando a su empresa, repasando los últimos días mentalmente para ver si había hecho alguna cosa mal. O si su bocaza, había dejado escapar algún comentario desapropiado. Cosa que solía pasar.


 


Pero no era capaz de acordarse de nada. Pensaba y pensaba, y todos los recuerdos eran bonitos, incluso fue retrocediendo en el tiempo, ese año y medio que llevaban juntos, y recordó cosas de las que jamás creyó que pudiera acordarse. La primera vez que le vio. La primera cita formal. Cuando por primera vez hicieron el amor. Las sucesivas. Todos y cada uno de los momentos que había compartido con Shaka, y salvo algún que otro mal entendido en fechas señaladas. No recordaba que algo tan grave hubiera pasado como para que Shaka estuviera tan enojado como para hablarle del modo en el que le hablo en la noche, o como para no darle un simple gracias.


 


Finalmente, llegó a su empresa. Y de un modo muy breve, le informo a su ayudante que no le pasara llamadas, y que por supuesto. Tampoco deseaba recibir visitas. Visitas que sabía que en esa tarde no tenia, así que cualquier cosa que no estuviera concertada. No sería realizada.


 


Se sacó la americana, y la dejó caer sobre el gran sofá de su despacho para caminar después hasta su butaca y dejarse caer hastiado sobre ella. Haciendo que girara para poder apreciar la vista por el gran ventanal que normalmente le daba la espalda y mirar al vacío hasta que fuera hora de regresar a casa, perdiendo la esperanza con el paso de los minutos, de las horas de que en algún momento, Shaka le llamara y pudieran celebrar juntos la “Diada”.


 


Los minutos se esfumaron. Ni siquiera se enteró cuando su ayudante se despidió de él. En su mente, solo había una cosa… “Algo había pasado” y debía averiguar lo que era, porque perder a Shaka, no era una opción que pasara por su cabeza.


 


Anduvo por las calles, viendo a las parejas disfrutando de los detalles que se habían regalado mientras él se debatía contra sus propios pensamientos.


 


La primera idea, la que fue llevada a cabo, fue la de ir a casa de Shaka, una en la que muchas veces había estado. Y cuando estuvo frente a la puerta, toco el timbre. Sintiendo como incomprensiblemente, su cuerpo empezaba a temblar de la ansiedad. Ya poco le importaba, a esas horas del día, si Shaka había recibido las rosas, si le habían gustado, o si las había votado a la basura. Lo único que le tenía completamente preocupado era si estaba bien, y de ser así. Saber lo que estaba pasando.


 


Esperó unos segundos, y no escuchaba nada. Ni unos pasos acercarse, ni un sonido que le alertase de que ya iban a abrirle. Simplemente… Nada… Silencio… Calma.


 


Calma que era todo lo contrario que controlaba su cuerpo, y enloquecido, sin poder contenerse, empezó a aporrear la puerta, gritando el nombre de Shaka, llamándole de un modo desesperado, empezando a temerse lo peor. A temer que algo malo le hubiese pasado.


 


- Oiga… ¿Señor? - se asomó uno de los vecinos alarmado por el escándalo - Señor, cálmese… - susurró el amable anciano, uno que cuando vio a Mask, le hablo más cordialmente - muchacho… Shaka no está… - se tomo el mentón y sonrió - y en verdad es extraño… - añadió preocupando más a Mask - el no suele llegar tarde… - volvió a sonreír mirándole - bueno salvo que llegue contigo… - se rio bajito - seguro se entretuvo por el camino… - acabó queriendo calmarle.


- Perdón… es que es tarde, no sé nada de él desde ayer por la noche - habló preocupado - pero sí, seguro que es lo que dice… - trató de convencerse a sí mismo - se habrá despistado… - calló y miró al abuelito que sonreía sin dejar de mirarle.


- Vete a casa muchacho, y desde allí le vuelves a llamar más tranquilo - habló acercándose un poco más a Mask - verás que seguro te contesta al teléfono y charláis como siempre - le dio unos golpecitos suaves en la espalda - anda… ve, ve… - lo tomó del brazo y lo acompañó hasta el ascensor, dejando a Mask atónito, sin entender nada, aunque obedeció.


 


Con los ojos abiertos como platos, Mask se despidió del vecino de Shaka, vecino que conocía perfectamente ya que Shaka se lo había presentado en una ocasión, cuando pasó un fin de semana en su casa, pero no recordaba que el viejecito fuera tan atrevido.


 


Resignado, y recordando las palabras del anciano, regresó a casa, mirando el reloj de su muñeca izquierda, comprobando cada tres pasos que su teléfono móvil no hubiera sonado. Quedando desilusionado cada vez que veía la pantallita del teléfono sin nuevas alertas o avisos, y finalmente, llegó a su casa. A ese enorme edificio en el que vivía desde que dejó la residencia familiar.


 


Abrió la gran puerta de cristal y saludó al portero, que como siempre, le dio las buenas noches, y le deseó una feliz velada. Aunque Mask, precisamente, no encontraba ya motivo alguno para celebrar ese día y se puso frente a las puertas acorazadas del ascensor. Presionó sobre el botón que tenia la significativa flecha hacía arriba y esperó. Pateo el suelo con la punta de su pie izquierdo durante los pocos segundos que el ascensor tardó en descender. Se subió a él, y luego de presionar sobre el botón que le dejaría en su piso, resoplo.


 


Un  tintineo suave, le anunció que había llegado a la planta deseada. Y más desanimado que en cualquier hora de ese horrendo día, caminó el pequeño pasillo que le separaba de la única puerta que allí había. La que daba acceso a su departamento. Uno enorme, ya que en ese edificio, los departamentos eran de uno en cada planta, y sacó las llaves de su bolsillo, para después llevar la adecuada a la cerradura principal y lentamente, con pesadez, girarla y accionar la palanca para por fin, poder llegar a su casa y llamar de nuevo a Shaka al que pensaba matar en cuanto encontrara.


 


Dejó como siempre, las llaves sobre el recibidor, la americana colgada, y abrió los botones de su camisa después de aflojarse la estranguladora corbata, se giró. Dándose cuenta de que algo extraño pasaba. Más concretamente de que una luz, salía desde la estancia más alejada desde donde él se encontraba. El salón.


 


- Qué extraño…


 


Pensó y avanzó hasta el lugar despacio, meditando si era posible que se hubiese dejado la lamparita auxiliar encendida por la mañana, lo cual le pareció poco probable ya que por las mañanas, su departamento quedaba iluminado por completo por la luz que entraba desde el exterior por las grandes ventanas.


 


Dos pasos más, y casi llegó al marcó de la puerta, pudiendo comprobar también que esa luz parecía bailar, haciendo que una sombra, la que esta reflejaba, danzara.


 


Tomo aire, más extrañado todavía, y muy despacio, como si pudiera haber algún peligro, asomo su cabeza.


 


Miró primero hacia un rincón, siguiendo después hasta el más próximo, y así, seguidamente hasta el otro. Hasta que llegó a la culpable de la escasa iluminación. Una gran vela en forma de vasija que permanecía sobre la repisa de la chimenea. Chimenea que no estaba encendida, pero esa misma vela, colocada en ese preciso lugar, alumbraba lo suficiente algo que llamo especialmente su atención.


 


Se frotó los ojos, sin poder creer lo que veía y se adentro en el salón, comprobando que lo que sus ojos reflejaban, no era una falsa ilusión que su mente creaba, o un espejismo provocado por la desesperación.


 


Frunció el ceño confundido, más no duró demasiado porque seguidamente, su rostro no pudo evitar iluminarse con tan delicada y deliciosa visión.


 


Por más enojado, desesperado, y desquiciado que pudiera estar. Acababa de encontrar un ángel. SU ángel personal, y estaba nada más, y nada menos que desnudo, tendido sobre el sofá, con un paquetito colocado estratégicamente sobre algo que se debía ocultar.


 


- Buenas noches… - susurró dulcemente, como un ronroneo, sabiendo que lo que recibiría no serian dulces palabras, aunque sugestivamente, deseando suavizar la situación, sonrió pícaramente al tiempo que dejó que su larga y rubia melena cayera solamente por un lado de su cuerpo.


- ¡¡COMO QUE BUENAS NOCHES!! - gritó Mask - ¡¡Shaka!! - respiró agitado - ¿te imaginas el día que me has hecho pasar? - preguntó - desde ayer en la noche llevo pensando que hice algo inapropiado… - acabó y no pudo, a pesar del enojo, dejar de mirarle de arriba hacia abajo.


- Sí - contestó serio - sé exactamente por lo que has tenido que pasar… - le miró fijamente, sentándose un segundo, dejando que el paquetito siguiera cubriendo sus partes nobles.


 


Estupefacto. Así se podía decir que quedó Mask. Se había pasado todo el día pensando en que habría pasado, y ahora se daba cuenta de que él, en cada celebración, en las pocas que juntos habían tenido que pasar, había hecho cosas bastante peores y Shaka había aguantado sin protestar.


 


- Ahora entiendo todo… - susurró más tranquilo, acordándose rápidamente del último San Valentín en el que Shaka, después de organizar una gran velada para ambos, tuvo que quedarse plantado porque se le olvidó y fue a jugar a los bolos con sus amigos - dijiste que no estabas enojado ese día… - susurró - pero también dijiste que me iba a acordar de ese día… - sonrió aliviado, al fin y al cabo, le acababan de dar una lección. Y bien merecida además - lo siento… - se disculpó - no debí gritarte antes… - susurró acercándose, sentándose en el brazo del sofá.


- No importa… - susurró buscando los ojos de Mask con los suyos - solo quería que entendieras lo que he llegado a sentir Mask… - se sonrojo levemente - y para que puedas perdonarme - el sonrojo aumentó - te compré esto - tomo el paquete que cubría su hombría y se lo entregó a Mask que volvió a repasar el pálido cuerpo de Shaka con la mirada.


 


Algo ansioso aunque aliviado por saber que todo estaba aclarado, abrió el paquete. Rompiendo el papel en mil pedazos, haciendo uso de la brutalidad que le caracterizaba y sonrió al comprobar que era un libro. Más cuando vio lo que había escrito en la portada.


 


- Oh, vaya… - le miró de reojo - ¿Quién dijo que eras un angelito? - preguntó sin dar tiempo a responder, poniéndose de pie - creo que eres peor que el demonio… - le miró fijamente, sacándose la camisa y también la corbata sin soltar un segundo el libro que Shaka le acababa de regalar.


- Mira quien fue a hablar - protestó - ahora no te hagas el sex symbol conmigo que ya te tengo muy visto… - le provocó repasando con la mirada el torso musculado de Mask, tendiéndose de nuevo sobre el sofá para poder ver el espectáculo.


- Entiendo…  entonces el libro es para darme ideas… ¿verdad? - le siguió el juego, dejando el libro por un momento en el respaldo del sofá y poder así sacarse el pantalón que curiosamente, arrastro también la ropa interior- a ver…. ¿Qué podría yo aprender de por aquí? - tomo el libro, la última versión del “Kamasutra Gay” y buscó una página al azar - creo que esta estaría bien - sonrió y miró a Shaka, dándole la vuelta al libro, mostrándole la imagen que acababa de elegir, al tiempo que torpemente, se sacaba los zapatos y los calcetines cada uno con el pie contrario, quedando completamente desnudo por fin.


- Parece interesante… - desvió su mirada de la pagina del libro y la desvió hacia zonas más interesantes. Muchísimo más interesantes - aunque no creo que seas capaz -se atrevió a decir buscando una reacción que no se hizo esperar.


Mask se encendió. Se volvió completamente loco con esa provocación y saltó sobre el sofá. Dejando que el libro saltara por los aires, cayendo justo como él deseaba. Cuidadosamente encima de Shaka, entre sus piernas, cara a cara.


 


- Así que no me crees capaz… - susurró y sin darle tiempo a contestar le besó, tomándole de las mejillas apasionadamente, demostrándole lo mucho que le había necesitado durante todo el día. Necesidad que también se evidenció por la respuesta de sus cuerpos que empezaron a responder con ese suculento beso que les dejó sin aliento.


- Mmmnn… - jadeó Shaka al separarse - no sabes cuánto me tuve que contener hoy para no llamarte, para no correr a verte - susurró sonrojándose, buscando los labios de Mask nuevamente que atendieron a la petición y volvieron a besarle más suavemente.


- Me estaba volviendo loco sin poder encontrarte… - contestó Mask, separándose del delicado beso - tratando de saber cómo estarías… - le apartó unos finos mechones rubios que por el salto precipitado sobre el sofá le habían revuelto su hermosa cabellera.


- Por cierto… - se incorporó Shaka lentamente, besándole lentamente el cuello, llegando al lóbulo de la oreja de Mask para poder susurrarle - me encantaron las rosas que me regalaste… - sonrió feliz.


- Y a mi tu libro… - le acaricio suavemente la nariz con los labios - y no pienso dejarte salir de aquí hasta que hagamos todas y cada una de las posturas que dicen ahí… - sonrió y volvió a besarle, dejando que ese fuera el principio de una noche que ambos esperaban que fuera inolvidable.


 


 


- Fin -


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