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Hermanos gemelos por blackrain

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Notas del fanfic:

Mi primer original...

Esta historia es un prologo, a pesar de que quedara como one-shot, espero quese de su agrado para terner la oportuidad de escribir más de estos chicos de los que me enamore...

 

Los Personajes son completamente mios al igual que la historia...

Waaa, por primera vez dije esto ^^

Notas del capitulo:

Mmm, disfrutenlo, y desde el principio haganse la idea de que es un prologo...

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Iba caminando a paso rápido, los pasos resonaban por el pasillo, haciendo eco en las descuidadas paredes del edificio, sus ojos verdes estaban fijos en el joven de gabardina negra que caminaba delante de él, la descascarada pintura de la pared caía cuando el viento frió soplaba con más fuerza, ondeando su propia gabardina azul marino y la negra del joven, los pasos de él eran lentos y silenciosos, ni un solo paso resonó por el pasillo debido a las desgastadas suelas de sus zapatos tenis, el pantalón deslavado de mezclilla se asomaba por debajo de la gabardina, arrastraba al suelo ya que se encontraba roto y sucio. El resonar de los pasos de su persecutor no lo hacía voltear, era como si no los oyera o como si los ignorara a propósito, el cabello lacio, castaño y un poco largo se mecía con suavidad al ser acariciado por el viento, la pálida luz de la luna iluminaba el sucio piso cubierto de hojas secas, una luz que no necesitaba ya que sus hermosos ojos verdes le permitían notar cualquier detalle incluso en la mas profunda penumbra, dio unos pasos aún más rápido, llegando al lado del joven castaño, paso su brazo entre el suyo, logrando que el bronceado rostro volteara a verlo, que los ojos esmeralda se clavaran en los propios y en los atractivos labios ligeramente sonrojados se dibujara una provocativa sonrisa, mostrando sus perlas blancas y demostrando los colmillos un poco más grandes que sus demás dientes.

-Hola querido- su propia voz lo sorprendió al dirigirse a él, sus propios labios de idéntica forma y atractivo que los contrarios dibujaron una encantadora sonrisa, mostrando unos dientes con la misma singularidad que los del otro joven.

-Sigues hablado igual-los ojos verdes se iluminaron como si poseyeran luz propia, acercó su mano al rostro de su acompañante, acariciando la tostada piel-verte es como verme en un espejo.

-Yo podría decir lo mismo, amor mió.

Ambos jóvenes eran idénticos, la misma altura, el mismo color de piel, idénticos ojos tanto en forma como en color; el largo del cabello, el color y el peinado eran iguales, su única diferencia radicaba en su vestimenta, el joven de la gabardina negra vestía con ropa casual y descuidada, la playera se veía vieja y algo descolorida, de su cuello colgaba una cadena de plata y de ésta una hermosa llave del mismo material, al lado de la llave colgaba un pequeño candado de oro con hermoso grabado de una enredadera florida. El otro joven vestía con un elegante traje de apariencia muy costosa, era lo ultimo en la moda, era color negro y los botones que utilizaba eran en oro, la elegante gabardina tenía también adornos en oro; de su cuello, por encima de la ropa, colgaba una cadena de oro  con el grabado de una enredadera florida, y al lado de la llave había un candado de plata.

-Han pasado años, aunque me dirás que un suspiro comparado con lo que haz vivido- hizo un curioso gesto de decepción ante sus propias palabras.

-Amor mío, aunque fuera un día mortal  sentiría que pasa una eternidad sin verte, estos años han sido como siglos al no estar a tu lado.

-Casi 20 años- los ojos verdes lo analizaron de pies a cabeza-eres idéntico, pero algo me dice que te vez muy distinto.

-Distintos-en sus delgados labios se formó una sonrisa fría, su característica sonrisa, que el joven de gabardina negra tanto había extrañado ver-somos distintos, cariño mío.

El joven elegante abrazó al otro chico de la cintura, atrayéndolo a él acercando sus labios al tiempo que cerraba sus ojos. El chico de la gabardina negra sintió una corriente eléctrica recorrer s cuerpo cuando sus labios rozaron los contrarios…

···

Los rayos del sol que entraron a la habitación por la delgada cortina blanca chocaron directamente en el blanco rostro del joven que se encontraba acostado en su cama, debido a la claridad no tardó en sus ojos,  mostrando el color gris de estos, miró molesto la ventana, pasando su mano por su cabello negro azabache, un poco largo y lacio.

-Maldito sol-murmuró molesto- ¿Por qué me despiertas cuando tenía un sueño tan agradable?

El joven se levanto de la cama, vestía con un pantalón de mezclilla desteñido, su blanco torso estaba al descubierto, revelando una figura delgada aunque con músculos definidos, en su abdomen había una marca larga que lo atravesaba de manera diagonal, no era muy notable a causa de la palidez de la piel y de lo delgada que era la línea, como hecha por la uña de alguien, era alto sin llegar a la exageración, cerca de 1.80. La habitación conformaba todo el inmobiliario, estaba su cama, ahora desordenada debido a que acababa de levantarse, el edredón estaba tirado en el suelo, la sabana revuelta; junto a la cama estaba un viejo escritorio de madera apolillada, sobre éste había tubos de pintura, alguno ya apunto de acabarse, varios pinceles, la mayoría con las cerdas desgastadas, los mangos de madera estaban manchados de distintos colores, algunos tenían marcas de mordidas o estaban quebrados, el escritorio tenia manchas de pintura y cortes hechos por navajas, del otro extremo de la cama se encontraba un espejo antiguo de cuerpo completo, en el suelo había una desgastada alfombra persa y en el techo un viejo ventilador daba lentas vueltas.

El pelinegro se colocó frente al espejo, su piel sumamente blanca era algo bastante llamativo en el Cairo, no tenía ni una sola marca del sol a pesar de que pasaba todo el tiempo en las calles, su cabello negro y de corte irregular estaba revuelto y sus ojos grises tenían un reflejo de tristeza, pero no por eso dejaban de reflejar cordialidad.

Acercó su mano al insensible espejo, mirando su imagen hipnotizado.

-¿Dónde estás, Yamil?-preguntó al apoyar su mano en el frío cristal.

···

-¿Qué es lo que quieres del Cairo, Yamil?-Una atractiva morena se encontraba sentada frente a él, vestía un elegante traje sastre color gris, tenia sus piernas coquetamente cruzadas, permitiendo ver la morena pierna gracias a la abertura de la falda.

-Mi hermosa diosa- un atractivo chico de cabello algo largo y lacio, lo traía peinado hacia atrás, vestía con un elegante traje negro, su corbata era gris, a color de sus ojos, unos ojos fríos y burlones, su atractivo rostro era de piel blanca y en sus delgados labios se dibujo una sonrisa fría-busco a mi arquero.

-¿Arquero?- la joven de ojos castaños le miró ceñuda, Yamil miró a la ventana, despreocupado, justo en ese momento sobrevolaban el Cairo-¿Y no crees qué es algo exagerado contratar un avión privado y dejar todo en Nueva York sin ninguna razón en específico?

-No es exagerado-el pelinegro miraba la ciudad como si buscara algo.

-¡¡Estás loco!!-la mujer gritó molesta-me llamaste en la mañana para decirme que te ibas, aunque ayer por la tarde todavía confirmaste tus reuniones y hoy cancelas todo.

El pelinegro la miró con indiferencia, clavó sus fríos ojos en los de la chica, ocasionando que un escalofrío recorriera su cuerpo. Yamil la asustaba, había algo oscuro en sus ojos, existían instantes en los que creía que aquel joven tenía un aire de asesino en su mirada; sin importar lo atractivo que fuera, le aterraba quedarse a solas con el durante la noche.

-Hay mucho tiempo, siempre puedo volver a hacer todo, pero esta oportunidad, ésta…sólo una después de 20 años, no la dejare pasar-sus ojos miraron con un brillo de deseo que la joven mujer nunca había visto antes, en los labios del pelinegro se formó una sonrisa de triunfo, lo que ocasionó que la joven se preguntara qué tan valioso sería eso que llamaba “arquero”

-Señor Yamil-una azafata llegó a su lado- Ya estamos por llegar al Cairo.

-Perfecto-El pelinegro sonrió complacido, moviendo su mano para revisar su elegante reloj de oro y diamantes-estamos a buen tiempo.

···

El pelinegro de cabello lacio corría por las calles del Cairo a toda prisa, usaba un turbante raído y empolvado, traía una tunica similar en un color claro con la que ocultaba su pantalón de mezclilla, que se asomaba conforme corría por las estrechas calles llenas de puestos y de gente; el joven hacía gala de su gran habilidad física, esquivaba  fácilmente a las personas que lo miraban entre sorprendidos y molestos debido al alboroto, el pelinegro dio una brusca vuelta en una esquina desierta, encontrándose en un callejón sin salida.

-Mala suerte-murmuró con una sonrisa en sus labios…

Dos hombres vestidos con monos (mamelucos, amm, no sé cómo más se les conozca) blancos de pintor, venían agitados y sudorosos, muestra clara de el esfuerzo que hicieron al correr, revisaron el callejón, pero a excepción de un buen montón de basura que había en un extremo, el lugar estaba completamente vacío. Uno de los hombres le hizo una seña al otro, señalando la basura ambos se aproximaron a ésta, un cartón de tamaño suficiente para cubrir a una persona se movió ligeramente, uno de los hombres lo tomó con mucho cuidado de un extremo, mientras que el otro sacó un arma de su ropa y quitando el seguro apuntó a la basura, el cartón fue apartado con rapidez y cuando el hombre estaba a punto de jalar el gatillo, un gato negro dio un salto, molesto de haber sido interrumpido de su sueño.

-Huyó de nuevo- furiosos, ambos se marcharon corriendo a seguir buscando.

-Idiotas-desde el alto techo de un viejo edificio, el joven sonrió mirando como se marchaban, después empezó a correr por los techos de la casa, saltando alegre y con enorme facilidad.

Todos los días, sin faltar uno solo, durante el atardecer, el pelinegro se dirigía al lugar de siempre, “La ciudad de los muertos”, el único lugar donde encontraba compañía en ese país.

···

-¡¿Estás loco?!- la atractiva mujer que acompañaba a Yamil levantó la voz, marcada con un ligero tono de terror en ésta-. No iré a “La ciudad de los muertos”

-En ningún momento pedí que me acompañaras-el pelinegro apoyó su corbata frente al espejo.

-Aun así, soy tu abogada, y te prohíbo que vayas y menos aún con esa ropa.

-¿Y crees acaso,- Yamil miró a la puerta de cristal que daba al balcón y después miró enojado a su abogada- que permitiré que tú me mandes?

La abogada lo miró aterrada, y por más que quiso ocultarlo Yamil logro notarlo, lo cual le divirtió de sobremanera.

“Como si permitiré que tú, una simple mortal, me de alguna orden”

Yamil salió al balcón de la elegante suite que ocupaba, la noche cada vez estaba más cerca, y no permitiría que lo encontrara en la ciudad.

-Te voy a encontrar esta noche, después de 20 años volveré a verte.

Yamil se acercó a la orilla del balcón, ya estaba oscureciendo, paso su mano en la cerca de seguridad, con su fino oído logro oír el suave “clic” de la puerta al cerrarse, sabiendo que la abogada salió de su suite. Con una fría sonrisa pintada en sus labios subió a la cerca, levanto con lentitud un pie, y sonriendo aún se dejo caer al vació de la hermosa ciudad.

···

El pelinegro cayó con suavidad sobre la tumba, se acomodó un poco el turbante que permitía ver los largos y lacios mechones azabaches, su tunica que era ondeada por el viento permitía ver las raspadas botas negras, altas y de agujetas deshilachadas; el chico de piel blanca se bajo de la tumba, sus movimientos reflejaban elegancia, cualquier movimiento por sutil que fuera mostraba un nivel de educación que su vestimenta no representaba. “La ciudad de los muertos” estaba desierta, en ese lugar, a esa hora sólo existían las almas, ese lugar era una pequeña ciudad entre las tumbas, las familias más pobres se veían obligadas a vivir entre mausoleos, tumbas y cadáveres; las buenas personas sabían que el día terminaba antes de que la oscuridad llegara, las únicas sombras que existían, eran las de las personas que no tenían unas intenciones muy gratas.

-Todos debemos ganarnos la vida-murmuró tomando otro camino para evitar a algunas sombras.

El sol amenazaba con desaparecer, los últimos rayos de luz se esforzaban por mantenerse el mayor tiempo posible.

-El sol está por morir.

El pelinegro dio un respingo, no había notado ala otra persona que se acercó, eso no era normal, nadie podía acercarse a él sin ser notado, al menos no un humano. Tenía miedo de voltear, ese timbre de voz era muy similar al suyo, tal vez sólo un poco más ronco, tenía miedo de ver quien era y saber que no era la persona que creía; pero a la vez tenía miedo de que esa voz tan similar a la suya le mostrara a la persona que tanto ansiaba, pero también temía ver.

 

No se atrevió a mirar, corrió tan rápido como su ágil cuerpo se lo permitió, subió en su carrera a una tumba y dando un salto, quedo sobre el techo de un enorme mausoleo, parando su carrera de improvisto, antes de chocar con alguien frente a él.

-¿Huyes de mí, Yves (Yves es un nombre escandinavo y significa arquero, de ahí que Yamil decía que buscaba a su arquero)?-Los grises ojos del joven se clavaron en los contrarios de idéntico color.

Ambos jóvenes eran idénticos; el cabello largo y negro, uno traía los mechones desordenados bajo el turbante, mientras que el otro lo traía peinado impecablemente hacía atrás; la piel era de igual blancura, el mismo rostro atractivo. Eran dos gotas de agua, siendo su único contraste la vestimenta completa y esa extraña aura que ambos despedían, una era fría y calculadora, mientras que el joven del turbante daba la impresión de ser alguien amable y de confianza.

-No lo hago, Yamil-el joven del turbante había respondido en voz baja, desviando su vista del rostro de su acompañante.

-Por 20 años-el último rayo de sol desapareció, al ser cubiertos por las sombras la apariencia de ambos jóvenes cambio, la piel se vio bronceada en la oscuridad, los ojos grises se volvieron verdes esmeralda y el cabello tomó un calo castaño, aun así no hubo ningún otro cambio notable en su rostro o cuerpo- te he estado buscando por 20 años.

-En ese caso, no sabes buscar, yo no he huido de ti-El joven del turbante camino a la orilla del mausoleo, bajando de un salto al suelo, cayendo con tal tranquilidad, como si hubiera pasado de un escalón a otro.

-Lo hacías-el joven del traje quedo a su lado quedo a su lado, con la misma tranquilidad como si hubiera saltado de 5 cm y no de 3 metros-cuando tenias que dormir lo hacías de por la noche, cuando sabías que yo estaba de cacería.

-No quiero verte, Yamil-el joven del turbante empezó a caminar-el Cairo es mío, regresa a Nueva York.

-Eso también es mentira-el joven del traje lo tomó por el brazo-, si no quisieras verme, no me hubiera llamado en sueños.

-Son sólo eso, sueños-le respondió zafándose de su agarre.

-¿Qué acaso no aprendiste nada de lo que te enseñe?- en un movimiento imposible, el joven vestido con el elegante traje quedó frente a él- por más lejos que estés, si importar el tiempo que pase, cada vez que quieras verme lo sabre por tus sueños.

-Eso es ridículo-el joven del turbante dio un paso hacía atrás.

Yamil sonrió, sus blancos colmillos eran más largos que sus dientes normales, le divertía el hecho de que el joven que estaba frente a él evitara verlo a los ojos.

-Ridículo es que te encuentres actuando como una estudiante enamorada, Yves.

-¡¿Estudiante enamorada?!-Su comentario había logrado su propósito, Yves lo volteó a ver furioso-¡¿Cómo te atreves a decir tal cosa?!

Le encanta ver ese rostro, podía ser idéntico al suyo, pero tenía gestos  y reflejaba emociones que el suyo nunca mostraría.

Llevó una de sus manos a la cintura del chico del turbante, tomándolo por la barbilla con su mano libre dio un casto beso a sus labios que no fue correspondido y, sin embargo, no se separó ni hizo el intento por alejarlo.

-Vuelve a Nueva York-fueron sus palabras cuando se alejó de sus labios.

-Sólo si tú vienes conmigo-Yamil se aferró a la cintura del chico, no permitiría que se fuera.

-No debemos de estar juntos.

-No seas ridículo, desde que naciste estás destinado a estar a mi lado.

-Yo no soy tu hermano-sus hermosos ojos verdes se notaban tristes, el tono de su voz, demostró como lo herían sus propias palabras.

-Tú no eres mi hermano- el joven del traje pasó su mano por el rostro de su acompañante, acariciando con suavidad sus atractivas facciones-, pero aun así eres mío.

-No soy tuyo-Yves se trató de alejar de él, pero Yamil no se lo permitió.

-Lo eres, tu cuerpo, tus labios, tu inmortalidad…todo es mío.

-Eres un egoísta-molesto se alejó de él-¡Yo no te pertenezco!

Yves dio unos pasos hacía atrás, dándose una rápida vuelta, flexionó las piernas y de un salto se perdió en la noche.

Yamil dudó antes de seguirlo, a pesar del tiempo que había pasado, conocía muy bien a Yves, y sabía que debía de darle un tiempo. Había amado a ese chico desde que lo vio por primera vez, un hermoso niño aristócrata de no mas de 6 años, tuvo que esperar cerca de 12 años para poder transformarlo. Lo veía todas las noches, era sólo para ese encantador una fantasía a la vez que un confidente. Recordaba sus angustiosas narraciones, el miedo que lo embargaba al final de su vida, un hermoso joven de 18 años que había llegado al final de su existencia.

“-¿Quieres morir?-le había preguntado.

-Antes creí que podría soportarlo, pero ahora tengo miedo.

-¿Mucho?-esa vez se había acostado en su cama, estaba muriendo y no quería dejarlo solo, el joven chico lo había abrazado, buscando consuelo en sus labios. Sus acciones contestaban su pregunta-Entonces quédate conmigo.

-Me encantaría, si pudiera lo haría.

-Pero no es algo tan fácil, mi adorado Yves. Tienes que dar mucho a cambio para poder vivir mi vida.

-Si estuviera seguro que eres real- Yves estaba cansado, buscó los labios de su acompañante, dando un dulce beso que Yamil no tardó en corresponder, sin intensificarlo más sabiendo del delicado estado del pelinegro, alejándose clavó sus ojos grises en los verdes del contrario-… te diría que te amo.

-Entonces vuélvete como yo…una fantasía y quédate para siempre a mi lado.

-Para siempre es mucho tiempo-menciono cuando el cansancio cerraba sus ojos.

-No para mí- besando su frente lo atrajo un poco más a él”

···

Yves se encontraba mirando el inmenso desierto, la luna le daba al desierto un aire mágico y antiguo, los verdes ojos parecían ausentes, parecían encontrarse en otro lado…en su pasado.

“En aquel entonces aún era un pequeño niño de no más de 8 años, se encontraba jugando en la enorme propiedad de su familia, solo como siempre, de entre los árboles salió un pelinegro de cabello algo largo, vestía con ropa elegante.

-Hola, pequeño Yves-le sonrió con dulzura, por lo que el niño siendo aún confiado no tardo en acercarse.

-¿Quién eres?-pregunto con timidez.

-No me recuerdas- Una encantadora sonrisa se dibujo en sus labios, agachándose para quedar a la altura del menor.

-¿Recordarte?-el pequeño hizo memoria- Hace tiempo, visitaste a papá.

-Si- el joven le ofreció su mano que el niño estrecho en saludo-¿Por qué estás tan solo?

-Nadie tiene tiempo de jugar conmigo.

-¿Quieres que yo lo haga?-el joven no soltó la mano del chico desde que este lo saludo.

-¿Lo harías?-inevitablemente, la esperanza se mostró en el dulce rostro infantil.

-Claro, por ti haría lo que fuera, mi encantador Yves.”

···

-¿Yves?-fue el llamado de su nombre lo que lo devolvió al presente, de pie, a su lado, se encontraba Yamil.

El elegante joven contrastaba con el paisaje, su caro traje se veía fuera de lugar en ese panorama árido y antiguo, su atractivo rostro ocultaba tristeza, a pesar de lo que no podía ocultar que se encontraba preocupado, sus verdes ojos estaban clavados en él, analizándolo, mirando todo persona; fue en ese momento que Yves se permitió aceptar lo mucho que lo extrañaba, lo lentos que habían pasado esos 20 años al no tenerlo a su lado, sin pensarlo se puso de pie, pasado sus brazos por su cuello lo abrazó con fuerza, gesto que Yamil no dudó en corresponder.

-Hace tiempo-Yves murmuró contra el oído de Yamil-, me dijiste que harías lo que fuera por mí.

-Siempre, cualquier cosa que me pidas.

-Vuelve a Nueva York

-¿Volverás conmigo?

-No debemos estar juntos.

-Yo quiero estar contigo, Yves, quiero que te quedes a mi lado, desde el principio te he querido para toda la eternidad.

-Eso es egoísta.

-Tú eres más egoísta, negándote algo que tú también deseas.

-¿Algo que deseo?...Aquello que deseo me lastima.

-Yves, yo te amo.

-No- el joven de la tunica se alejó de él-, tú amabas a tu hermano, yo no soy tu hermano.

Yamil mordió con fuerza su labio, la sangre corrió de la herida que se ocasionó, Yves sintió un zumbido en su cabeza al ver el intenso carmín correr por la barbilla de su igual.

-Tú no eres mi hermano-el joven tomó a Yves por los hombros con fuerza- me equivoque en el pasado por no contarte sobre mi hermano, pero no es lo mismo a lo que siento por ti, a ti te amo, el hecho de que tú seas idéntico a mí hermano no tiene nada que ver.

El molesto zumbido de la cabeza de Yves se había vuelto un terrible estruendo, su respiración se agito como si hubiera corrido un maratón, sus verdes ojos se volvieron rojos, mientras que un color negro rodeaba la iris, se acercó con una velocidad imposible, colocó una mano en la parte de atrás de su cuello y con la otra sostuvo firmemente su rostro, sacando su lengua limpió su sangre, empezando con el delgado hilo que corría por su cuello, subiendo con lentitud  hasta la barbilla, llegando hasta sus labios, chupando el labio herido con ansiedad, antes de que sanara como por arte de magia.

-Más-le pidió suplicante al joven del traje, quien lo tomó de la barbilla, haciendo que lo soltara ladeó su cabeza clavando sus colmillos en el cuello.

-¡Ah!-un ligero quejido escapó de sus labios, a tiempo que sus ojos volvía a su color verde, ahora los ojos de su acompañante eran los que habían cambiado.

Yves cerró los ojos, podía escuchar el latido del corazón de Yamil, sabía que él podía escuchar el latir del suyo, con los humanos nunca sucedía igual, los humano no podían escuchar el latir corazón de un vampiro, entre vampiros se bebía sangre por una razón distinta respecto a los humano, no era por hambre, normalmente sólo lo hacían cuando tenían alguna relación bastante cercana.

-Ya…mil-Yves lo alejó de un empujón, llevando su mano al cuello para tratar de contener la hemorragia.

El joven del traje relamió sus labios, limpiando algunas gotas de sangre, sus ojos habían vuelto a su color anterior.

-No haz bebido sangre humana durante un buen tiempo, el sabor de tu sangre tiene sólo tu esencia.

-No es de tu incumbencia- Yves retiró su mano de su cuello, la herida se había curado por completo.

-Morirás- Yamil estaba preocupado al tiempo que mencionaba eso, aun así sabía ocultarlo-, por más que quieras no puedes estar satisfecho con tu vida humana.

-¿Qué a pasado con los demás?-el joven de la tunica se quito el turbante, su cabello estaba desordenado, por lo que paso una mano entre sus mechones.

-Han hecho lo mismo que tú, esconderse-sus cejan se enarcaron demostrando su coraje-, son como ratas.

-Al igual que yo…una rata-distraído enredo el turbante en su cuello, manchándolo con la sangre que aún seguía en su piel.

-Tú no eres una rata, no puedes compararte con todos esos cobardes.

-Aún odias a los vampiros, y no soportas a los humanos, Yamil, estás sólo- Yves volvió a sentarse en las ruinas.

-Tú eres lo único que tengo, para lo único que vivo, sin ti no hay ninguna razón para vivir-Mirándolo directo a los ojos se sentó a su lado

-Pero haz vivido estos 20 años que pasamos separados, pudiste vivir sin mí-Yves apartó la mirada de los ojos verdes de Yamil.

-Pero es porque sabía que vivías, tú nunca haz creado un vampiro, tengo más influencia en ti de la que imaginas.

-¿Y la utilizas?

-Nunca, si lo quisiera te obligaría a ir a Nueva York.

Yves dudo de sus palabras, por mucho que amara a Yamil y por mucho que éste lo consintiera, no podía negar que era un egoísta, si tuviera tal influencia como decía tenerla no dudaría en utilizarla.

-¿Y que hay del vampiro que te creó a ti?-los verdes ojos de Yves de nuevo se posaron en Yamil.

-Le divertía tener tal control- el joven del traje se puso furioso al recordar- yo me jure nunca hacer tal cosa.

Yves notó como Yamil clavaba sus uñas en su propio brazo, como si recordara alguna vieja herida en ese lugar.

-La persona que te transformó…

-Está por amanecer-Yamil se puso de pie- vamos, te invito a desayunar.

-El vampiro que te transformó- Yves volvió a insistir.

-Está muerto.

-¿Lo mataste? ¿Pero que hay de la influencia que ejercía en ti?

-Soy un vampiro bastante poderoso, lo suficiente para derrotar a muchos Raíz.

El joven que vestía con la tunica sabía a que se refería con Raíz, los vampiros más antiguos, los que nadie sabía quien los creó, eran conocidos como Raíz, después de todo, eso eran, las raíces del vampirismo.

-Nunca me dijiste su nombre

-¿Te serviría de algo?- nunca había hablado de eso, el siglo que estuvieron juntos, nunca tocaron ese tema.

-Supongo que no- el joven del traje acaricio su mejilla con suavidad, podía notar la tristeza en el rostro de Yves.

-Se llama Caronte.

-¿Caronte? ¿Te refieres al de la mitología griega?

-El pasaba las almas del mundo de los vivos al de los muerto, y al mismo tiempo el decidía quien se quedaba en medio.

-¿Nosotros estamos en medio?

-Así es, no somos ni vivos, ni muertos. Estamos en el río.

-A él, ¿Quién lo transformó?

-Nadie-la respuesta fue tranquila.

-¡¿Mataste a un Raíz?!-Yves se puso de pie de un salto, tomando de los brazos a Yamil, lo miró aterrado.

-Si-las respuestas del joven que vestía elegantemente seguían siendo tranquilas.

-Yamil, te mataran por eso.

-Esa es la razón por la que odio a lo vampiros, ya ha pasado bastante tiempo desde que mate a Caronte, incluso fue antes de transformarte a ti y no se han atrevido a atacarme, esa es la razón por la que te quiero a mi lado, a mi no me pueden hacer nada, y aunque lo hicieran no me interesaría; pero por otro lado, si te atacan a ti, eso no podría sopórtalo, ven conmigo a Nueva York, si estás siempre a la vista del público no podrán atacarte, pero si estás en las sombras…las sombras son su especialidad.

-No necesito tu protección, ya he desarrollado mis poderes. Ya no soy tan débil como en el pasado.

-Aún eres muy joven, no tienes ni siquiera 2 siglos, te aseguro que no conoces ni la mitad de lo que puedes hacer.

-Los primeros rayos del sol iluminaron el frío desierto, la luz pegó en los jóvenes, haciendo su piel palidecer y su cabello oscurecerse, los rayos del sol se reflejaron en los verdes ojos, volviéndolos grises.

-Debo irme-Yves se alejó de Yamil-ya no me busque más, vuelve a Nueva York.

-Sabes  que no iré a ningún lado si no vuelves conmigo.

-Disfruta tu estancia en el Cairo.

-Debes beber sangre, Yves, por más que quieras evitarlo, es lo que somos.

Sin mencionar nada, Yves se marchó.

···

-Veo que te divertiste anoche-Yamil miró molesto a su abogada cuando ésta corrió las cortinas de la habitación.

-Déjame dormir-de mal humor el pelinegro se cubrió completamente con su sabana.

-Son las dos de la tarde, tienes una conferencia online.

-Que se pudran-menciono de malas.

-Yamil-La abogada se paró al pie de su cama-, no estamos hablando sólo de tu dinero, los socios también tienen interés en tus negocios.

-¿Se mueren sólo por qué están en juego el 20% de las acciones que les corresponden?, cómpraselas, ya tengo el 80%, no me molestaría tener el 100%

-No querrán.

-Convénselos- y obviamente esa no era una petición.

-Ya…-la abogada se vio interrumpida por el sonido del teléfono, al ver la poca disposición de Yamil para responder, fue ella quien contestó- si, ¿diga?...un momento por favor-se volteó con el joven de cabello largo quien ya se había destapado- Yamil, te busca.

-¿A mí?- el pelinegro se levantó de la cama, vestía sólo con un pantalón, su cabello se encontraba en completo desorden.

-Lo que cuelga de tu cuello…nunca lo había visto-Yamil llevó su mano a la cadena de oro, de la que colgaba una llave de oro con adornos floridos y un candado de plata.

-¿Quién me busca?-ignoró el comentario.

-No dijo, pero dice que es importante.

-Ya vuelvo y cancela esa estúpida conferencia.

-Pero…-la mujer no tuvo tiempo de agregar nada, ya que descalzo Yamil salió de su habitación, vistiendo la misma ropa que usaba.

···

-¿Qué haces tú aquí?-de mal humor Yamil reconoció a un apuesto pelirrojo de ojos azules, el joven no tenía más de 20 años, vestía elegantemente con un traje negro y una corbata roja de seda, en los labios de ese joven se dibujó una amable sonrisa.

-Podemos hablar en privado, señor Yamil.

-Sígueme.

···

Ambos jóvenes se encontraban sentados en una mesa del restaurante del hotel, el cual estaba completamente vació.

-¿No pudiste escoger un lugar más público?-preguntó sarcásticamente el pelirrojo.

-Está pagado, nadie entrará a menos de que yo lo permita. ¿Qué es lo que quieres?

Aún con una bonita sonrisa en sus labios el joven contestó con frialdad.

-Lárgate del Cairo, eres una amenaza para los dos Raíz que se encuentran aquí, no tardaran en atacarte si no te largas, estás invadiendo un lugar sagrado para el vampirismo…Tú que eres un renegado de los vampiros.

-Me iré cuando se me de la gana-Yamil sonrió con cinismo.

-Tienes que irte ya, después de esta “cortesía” tienes 24 horas parea abandonar el Egipto o serás eliminado.

-¿Y quien lo hará? ¿Tú?-Yamil se inclinó sobre la mesa, con una mirada desafiante y una fría en sus labios- ¿Vengaras a tu creador, acaso?

La sonrisa se borró de los labios del pelirrojo, sus azules ojos se clavaron en el pelinegro con furia.

-También fue tu creador, Caronte fue nuestro padre, hermano.

-Él nunca fue mi padre, sólo es el asesino de mi verdadero hermano.

-De no ser por él, nunca hubieras conocido a Yves.

Yamil se lanzó sobre la mesa, tirando al suelo al joven de ojos azules, tomándolo por el cuello empezó a asfixiarlo.

-¡¡Se atreven a tocarle un solo cabello a Yves y juró que acabare con la Raíz!!

-Así que tienes…tus debilidades, Yamil- a pesar de que el pelinegro se encontraba asfixiándolo el pelirrojo sonrió.

Molesto, Yamil lo soltó.

-Él no tiene nada que ver-se puso de pie con lentitud.

-Pides piedad por tu enamorado.

-No es piedad- los ojos de Yamil se entrecerraron, muestra clara de su furia- se los estoy advirtiendo.

-Yves no es del interés de la Raíz, el tiene permitido quedarse en el Cairo todo lo que quiera… o al menos esa es la invitación.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Nada-el pelirrojo ya estaba de pie al lado de Yamil-es sólo que siendo tan parecido a ti y tan preciado para ti…

-¡Maldito!- antes de que Yamil lograra ponerle un solo dedo encima el ojiazul ya se había ido.

“Tengo que sacar a Yves del Cairo”

···

-Nos negamos. Yamil debe de estar planeando algo y queremos saber que es- la abogada se encontraba en la elegante sala de la suite de Yamil, de pie ante cinco monitores que mostraban a cinco grandes empresarios muy molestos.

-Para nada, señores; mi cliente vino al Cairo por intereses personales, si esto les parece una amenaza él esta dispuesto a comprar sus acciones y terminar la sociedad.

-Debe de estar planeado algo, sino por que desea acabar de la nada con nuestra sociedad-agregó de mala manera uno de los cinco hombres.

-Porque ustedes empiezan a ser una molestia-Yamil entró al salón, vestía ahora impecablemente y se encontraba peinado de manera perfecta-. Entienda esto de una buena vez, a mí nadie me da ordenes, ustedes no son mas que sanguijuelas y si aparte de enriquecerse a costa mía desean obtener una explicación de todo lo que hago, están locos, antes prefiero terminar esta sociedad de inmediato.

-Yamil-la abogada lo reprendió por lo bajo, pero él la ignoró.

Los cinco socios lo miraron ofendidos y los monitores empezaron a apagarse uno tras otro.

-¡¿Estás loco?!-la abogada estaba al borde del colapso nervioso.

-Ahora no estoy de humor para soportarte-Yamil la miró furioso-tengo un trabajo para ti…quiero que busque a alguien llamado Yves… ¡¿Por qué no te estoy viendo escribir?!

Asustada la abogada tomó una libreta y un bolígrafo empezando a escribir.

-Como Yves no encontrare nada especifico, necesito más información.

-Pinta, él es idéntico a mí. Cualquier información que consigas mándala  mi celular.

Antes de que la abogada pudiera hacer alguna pregunta Yamil salió de la estancia.

···

Yves subió de un salto a la pared, ese día estaban más insistentes de lo normal, tenían buscándolo desde la mañana, ya era tarde y su energía se estaba acabando. Yamil había bebido demasiada sangre, más de lo que podía soportar.

-No…-Yves logró notar que alguien subió a la pared, saltando a esta con bastante facilidad hasta quedar frente a él.

-Hola, Yves-En los delgados labios del pelirrojo, frente a él, se formó una sonrisa.

-¿Quién eres?-Yves dio un paso hacía atrás, mirando con desconfianza al pelirrojo.

-¿Por qué quieres saberlo?

-Tú eres quien los ha mandado seguirme desde que llegue al Cairo- No estaba preguntando.

-Es posible, al igual que tu creador, tú podrías ser una amenaza para los Raíz.

-Yo no soy como Yamil…

-En ese caso, únete a nosotros-le contestó ofreciéndole una mano

-¿Con qué motivo?

-Destruir al traidor.

-Yo no tengo motivos para entrar en esta guerra-aunque era obvio que entraría, pero no del lado de los Raíz.

-Entonces-El pelirrojo llevo la mano a la parte de atrás de la gabardina, sacando una espada de plata que el pelinegro no había visto, era una espada muy larga, esta aún seguía en su funda-, si no estás a nuestro favor, estás en nuestra contra.

En un movimiento rápido se deshizo de la funda lanzándose a atacarlo, pero Yves reaccionó a tiempo, cubriendo el ataque con una daga del mismo material, la espada del pelirrojo era demasiado larga, Yves sabía de espadas, Yamil de había enseñado bastante bien.

“Una Claymore, se necesitan dos manos para blandir una espada de este tamaño, el tamaño es una desventaja” ambos ejercían presión a su armas “Espada británica, puede llegar a medir cerca de 165, esta debe medir no más de 150, aún así…”

-Linda arma- la daga de plata tenia una hermosa empuñadura adornada con esmeraldas y ónix.

El pelirrojo ladeó su espada, dispuesto a cortarlo, pero Yves fue aún más rápido, cubriéndose con otra daga idéntica que sacó de su ropa.

-¿Te gustan?, Yamil me las regaló-en los labios del pelinegro se formó una sonrisa, se veía divertido con la situación.

-¿Cuánto crees que podrás estando tan débil como te encuentras?-El pelirrojo dio un salto hacía atrás, sabía que la distancia le favorecía.

-No sé. ¿Por qué no hacemos la prueba? ¿Crees que vivirás para descubrir cuanto soportaré?

-Me arriesgare-el pelirrojo se puso en guardia.

-Entonces… ¿comenzamos?

···

-Encontré una dirección a nombre de Yves Black cerca del lugar donde te encuentras, te mandare las coordenadas a tu GPS.

Yamil ni siquiera se despidió, sólo colgó el teléfono, recibiendo al instante la información que le envió, estando cerca corrió hasta llegar a un edificio.

Era un edificio de 4 pisos, la pintura estaba ya descascarada, lo que alguna vez en el pasado había sido un azul intenso, había pasado a un descolorido azul cielo. Tenía 4 balcones, uno correspondiente a cada piso, en el tercero había una maceta con un rodal blanco, sin preocuparse si alguien lo veía salto al primer balcón y de este al segundo, así hasta llegar al tercero, en donde las descuidadas puertas de madera estaban abiertas, por lo que entró a la habitación en desorden, un espejo de cuerpo completo le mostró su reflejo, acercándose de inmediato a él al reconocer la larga tira de tela, con la que se formaba el turbante, manchada con algunas gotas de sangre; se acercó al viejo escritorio que se encontraba junto a la cama, abriendo los cajones encontró una caja de terciopelo negro, destapándola, sacó una cadena de plata, de la cual colgaba una llave de plata y un hermoso candado con una enredadera florida.

-Te dije que no te lo quitaras, Yves. Eres un caprichoso.

Yamil se colocó de nuevo frente al espejo, tomo el turbante que colgaba, colocándola en su cuello, la raída tela contrastaba con su elegante gabardina de piel negra y su costoso traje negro. Tomando un extremo de la tela con una mano la llevó a su rostro, aspirando el aroma.

-Te voy a encontrar, Yves-al asomarse al balcón notó que el ocaso ya había iniciado…

···

-Lo haz hecho muy bien, debo aplaudirte por eso-el pelirrojo caminaba en círculos, teniendo al pelinegro, teniendo al pelinegro frente a él, que hacía el mismo recorrido, sin permitir tocarse en ningún momento.

El joven de ojos grises tenía algunas heridas de la espada del ojiazul, en su mejilla había una que no dejaba de sangrar, Yves se veía agitado, mientras que el otro chico, a pesar de tener también algunas heridas no se veía tan cansado como el pelinegro.

-Sin duda debo felicitarte-el joven de ojos azules miró el ocaso que estaba por terminar-lo haz hecho bastante bien, pero perdiste tu oportunidad, debiste de haberme matado antes de que el sol se ocultara, tengo tres veces más de experiencia como vampiro que tú, tus 180 años no son nada con mis 600 años de vida.

Yves chasqueó la lengua, sabía que en cuando el sol se ocultara sería su muerte segura; se llevó su mano al cuello, sin encontrar la cadena de plata, siempre había pensado que le gustaría morir teniéndola en su cuello, uno de los regalos que más le había gustado Yamil.

“Al menos moriré peleando con sus dagas” pensó apretando con más fuerza las empuñaduras de esmeralda y ónix que traía en sus manos, dudaba incluso que pudiera mantenerse de pie al volverse vampiro, necesitaba mucha sangre para eso, sangre que ya no tenía.

Los últimos rayos de sol se ocultaron, sus piernas dejaron de sostenerlo, su vista se volvió borrosa, permitiéndole ver la transformación del pelirrojo al tiempo que se lanzaba a atacarlo y después…nada.

···

Todo estaba en total oscuridad.

Volvió a llevar su mano al cuello, descubriendo su pecho desnudo, no le dolía nada, el golpe final no lo había sentido, tenía una muy corta sensibilidad, como si fuera humano; no había ese latir de los corazones, ese correr de la sangre que tanto tiempo lo había desconcertado cuando fue transformado, sus delgados dedos encontraron el candado y la llave, aferrándose a él. ¿Acaso cuando morías obtenías lo que querías? ¿Sería egoísta que Yamil estuviera con él?

-Te dije que nunca te la quitaras-la voz enojada del vampiro que lo creó lo obligó a abrir los ojos.

-¿Yamil?-los ojos grises enfocaron al pelinegro que estaba de pie frente a la cama.

El cabello de Yamil estaba desordenado, vestía con su ropa rota, sucia y con algunas manchas de sangre, la gabardina negra que aún usaba estaba raída, su piel estaba manchada de suciedad y sangre de heridas que ya habían desaparecido.

-No te pareces para nada-rió burlón Yves.

-¿Te parece?- la mirada  severa de Yamil no desapareció-tienes idea del peligro al que te expusiste al enfrentarte a él.

-Hubiera podido salir de ésta-Yves se sentó en la cama.

-Antes o después que te atravesara con su espada.

-El pelinegro que estaba en la cama hizo un mohín de enfado.

···

El pelirrojo se lanzó al ataque al notar que Yves se empezó a desvanecer; sus mechones se volvieron rubios, su piel se bronceo y sus azules ojos claros pasaron a ser tan oscuros que casi se veían negros. Con un simple parpadeo innecesario todo cambió, su espada chocó con el mismo material, lo que lo obligó a dar un salto hacía atrás.

-¿No te a molestado nunca, que nuestros parpadeos sean igual de lentos que los de los humanos, siendo que todas nuestras reacciones son más rápidas?

-Frente al pelirrojo se encontraba Yamil, en una mano traía su sable de plata, un hermoso Shamsir de origen persa, la pieza curva brillo con el lejano brillo de las luces de la ciudad, mientras que con la otra sostenía al castaño por la cintura, mientas que la cabeza de Yves descansaba en su hombro.

-Sabía que no podías resistirte a participar en una pelea en la que se veía envuelto tu alumno.

Yamil le dio la espala, ignorándolo, alejándose colocó con suavidad a Yves en el suelo, dando un casto beso en sus labios.

-Ya no tienes excusa, debes de irte conmigo del Cairo.

-Ahora planeas huir- el rubio miró molesto al castaño.

Yamil se levantó, caminando con lentitud hacia su contrincante.

-Dime, Ciel, no te aterra pelear contra alguien que asesinó a un Raíz, en especial a uno que tenía una poderosa influencia en él.

Las pupilas del rubio se volvieron rojas, levantando su espada se lanzó contra Yamil, quien logró cubrirse con facilidad.

-Yo voy a vengar a Caronte.

-Fue el destino que él buscó- Yamil se lanzó contra Ciel quien paso bastante trabajo para esquivarlo-, y ahora es el mismo destino que tú te labraste al haber atacado a Yves.

Ambos jóvenes se atacaban con bastante fuerza, siendo más certeros los ataques de Yamil, mientras que Ciel sólo lograba atacarlo superficialmente…

-Te… aseguro-Ciel estaba agotado, su ropa, al igual que la de Yamil, estaba destruida, el castaño que siempre vestía impecablemente, ahora estaba completamente distinto, su ropa desgarrada y sucia, al igual que su cabello desordenado y su rostro con algunas heridas-que no sabes, la causa… del odio que Caronte te tenía.

-No me interesa, él ya esta muerto-Yamil levantó su Shamsir dispuesto a atacar a Ciel.

-¿Entonces sabías que él y tu hermano fueron amantes?

-¿A qué te refieres?-la seguridad de Yamil desapareció.

-Ellos fueron amantes, Caronte quería transformarlo, pero él se negó diciendo que tenía que cuidar de ti- en los labios de Ciel se formó una sonrisa- te odió por eso, antes de que tu hermano pudiera hacer algo por evitarlo Caronte te transformó, dejándote a tu suerte al principio, para que eso fanáticos religiosos acabaran contigo, aun así tu hermano te protegió…el odio de Caronte hacia ti se volvió más intenso, al punto de volver por ti, sólo para hacerte sufrir.

-Caronte está muerto, mi hermano también lo está- sin siquiera permitir a Ciel dar un paso, Yamil, clavó su Shamsir en su abdomen-lo único que me interesa ahora es Yves-murmuró contra su oído.

Ciel expulsó sangre de su boca, manchando aún más la gabardina de Yamil, el rubio dio un paso hacía atrás, al tiempo que Yamil sacaba su espada, cayendo sentado en el suelo, levantó su rostro mirándolo con una sonrisa en sus labios, de los que corría abundante sangre, que bajaba por su barbillas hasta su cuello, al tiempo que en el lugar donde se encontraba se formaba un abundante charco de sangre.

-Fue divertido mientras duró, hermano…

···

-¿Cuál era su nombre?

-Ciel.

-¿Era también creación de Caronte?

-¿Qué te hace creerlo?- a pesar de que Yves trataba de borrar la furia del rostro de Yamil, no lo estaba logrando.

-Él me dijo: “Matare a mi hermano por matar a mi padre”, estoy seguro que siendo humano no mataste a nadie.

-¿Cómo puedes estar tan seguro?-Ante la pregunta, Yves sonrió.

-Te conozco…de no ser así no me arriesgaría a irme a Nueva York contigo.

-¿Lo harás?-el rostro de Yamil se vio aliviado.

-Claro, aunque no se cuando podré soportar en la vida pública.

-Será el tiempo que quieras, mi hermoso aristócrata-tomándolo del rostro, Yamil dio un profundo beso a sus labios, que Yves no tardó en corresponder, rodeándolo del cuello, jalándolo con él a la cama.

Notas finales:

Pues, se que faltó información...

Es por eso que les dije que lo vieran como un prologo...

Los comentarios se agradecen, un gran abrazo de mi parte...

Mil besos de mi parte!!


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