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Oí que la puerta se cerraba y, tumbado en una dura cama, miré hacia aquel lugar para encontrarme al pelirrojo hablando con un señor que vestía un uniforme de color azul oscuro.
“Perdóneme pero, ¿Podría dejarnos a solas? Si no es mucha molestia…” El pelirrojo sugirió en bajo y el señor asintió. “Entiendo, estaré en el pasillo si me necesita.” Luego se marchó.
El pelirrojo se hizo con un taburete y se sentó junto a mí, cogiéndome de la mano. “Hola Kaoru.”
“Hola Daisuke.” Difícilmente podía ver su rostro.
“¿Sabes? Le he dicho al doctor que era un buen amigo tuyo, que éramos de un mismo grupo.”
“Entiendo.”
“No me avergüenza el estar enamorado de alguien que me doble en edad…” Daisuke tenía los diecinueve años cumplidos.
“Yo sé que tú me quieres de verdad.” Lo sabía, me lo demostraba perfectamente.
“Es tan solo que la gente no lo ve bien; la gente no nos entiende. Perdóname.” Hizo una pequeña reverencia con la cabeza.
“No tienes por qué pedir perdón.” Nos conocimos en un instituto. Él y yo siempre hemos sido vergonzosos y tardamos mucho en entablar amistad. Nos hicimos pareja desde la primera vez que nos vimos, pero no nos dimos cuenta de ello hasta que nos besamos por primera vez.
La nuestra es una relación difícil, no nos dejamos ver en sitios de mucha gente, por miedo a encontrarnos con alguien que nos reconozca. Aún así, nuestro amor; ambos lo sabemos; es puro, verdadero, inquebrantable.
“Kaoru, esto es una mierda.” Daisuke agachó la cabeza bruscamente y sacando un cigarrillo, lo puso entre sus labios y lo encendió, dando una larga calada, frustrado.
“Oye Daisuke, está prohibido fumar aquí, no lo hagas por favor…”
Se levantó y apagó el cigarrillo en la pared. Se acercó a la cama y me miró desde arriba, mientras que su largo y rojizo pelo caía como si fuese una cascada de sangre.
“Da igual que tengas millones de cicatrices, sigues siendo igual de hermoso, como aquel día…” Posó su cálida mano en mi pómulo y con el dedo pulgar acarició las cicatrices y heridas abiertas llenas de sangre coagulada.
“Siempre soy yo el que halaga tu belleza…” Sentí las yemas de sus largos dedos trazar el camino de cada una de las cicatrices de mi rostro y pecho.
Me acordé de nuestros momentos, de nuestras noches, de nuestra nueva vida.
“Te juro que mataré a ese cabrón.” Miré a mi joven amante a los ojos y los vi brillar, llenos de lágrimas. Apretaba los dientes con furia y cerró los ojos con fuerza, haciendo caer las lágrimas sobre mi piel.
Se apartó el pelo y acercó su rostro al mío hasta unir nuestros labios. Seguían siendo igual de suaves como en la primera vez y disfruté el beso como nunca, pero pronto se apartó de mí. Yo intenté pararlo para que no se alejase, pero mis brazos pesaban mucho y no respondían.
Daisuke me besó en la mejilla y cerró mis ojos con el dedo pulgar e índice. “Pronto nos veremos Kaoru, muy pronto.”
Sentí una sábana cubrir mi rostro y oí la puerta cerrarse.