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Las Dichosas Tradiciones por AthenaExclamation67

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Las Dichosas Tradiciones


By AthenaExclamation67


 


 


Cada vez que el calendario lo disponía. Aioria no perdía la oportunidad y sin pensarlo. Agasajaba a su amado, logrando por parte de este, palabras hirientes, y sin ningún sentido.


 


- Aioria… - bufó Shaka hastiado - no sé porqué te molestas en hacerme regalos… - añadió meneando la mano - no me interesan las pertenencias materiales… - acabó girándose, dejando a Aioria helado, confuso, y sobre todo, dudando de que los sentimientos que él tenía hacia Shaka, fueran correspondidos.


 


Eso, era lo que le había sucedido en el último San Valentín. Cuando Aioria. Todo emocionado. Acudió a primera hora de la mañana. Cargado de chocolates para Shaka. Y tuvo que marcharse de allí. Casi siendo echado a patadas puesto que le interrumpió mientras meditaba.


 


En esa última ocasión, Aioria decidió no volver a molestarse. No perder más su tiempo rompiéndose la cabeza pensando en que regalarle a la persona que amaba.  Detalles que no eran apreciados, y que además, le hacían sentir rechazado y despreciado.


 


A pesar de los desplantes, de sentir en aquellos momentos que él deseaba que fueran románticos el rechazo. Aioria no podía dejar de amarle. Y no podía dejar de sentirse amado. Shaka, de un modo u otro, acababa compensando con creces cada una de las palabras desagradables. Aunque le hubiera agradado que sus esfuerzos, hubieran sido valorados.


 


Finalmente, sin festividades importantes a la vista. Todo en el santuario se relajó. Los caballeros, solo se preocuparon de cuidar de sus templos. De cumplir con sus obligaciones. Vigilando que no hubiera intruso alguno que perturbara la paz. Cosa que obviamente no sucedió. Lo que les permitía disfrutar del día a día, y también de sus nuevas vidas llenas de felicidad.


 


- Muchachos… - sonrió Shion, sentándose en la mesa, justo en la silla que estaba a la cabeza - se acerca la festividad de San Jorge - prosiguió escuchando las voces de asombro - ¿desean que organicemos alguna celebración? - preguntó.


 


Por unos momentos, se escuchó a casi todos los caballeros exaltarse. Todos menos Aioria, y también Shaka, que parecieron no inmutarse. Shaka porque no apreciaba ningún tipo de celebración, o eso decía, y Aioria, porque desistió de celebrar cualquier tipo de festividad que conllevara regalar una fruslería que Shaka no apreciaría.


 


- ¡Hagamos una gran fiesta! - dijo Afrodita entusiasmado - yo me encargo de la decoración - añadió pensando en todo, en las preciosas rosas, típicas de la celebración.


- Sí - se sumó Mask - que cada uno le regale a su pareja un libro, o una rosa… - sonrió - como suele ser tradición - explicó.


- Menuda tontería… - interrumpió Shaka, levantándose de la silla - cuando aprenderéis a valorar lo realmente importante… - se giró y se marchó, dejándoles a todos con la boca completamente abierta, dándole la prueba a Aioria de que esa ocasión, sería exactamente como las otras.


 


Se hizo un gran silencio, y todos se miraron incrédulos. Aioria, les había contado de los percances que había tenido con Shaka desde que eran algo más que amigos. Pero eran algo reacios a creerle. Preferían pensar que exageraba. Cosa que desde ese momento, fue completamente verificada.


 


Le vieron irse, y cuando estuvo lo suficientemente lejos, siguieron organizando la celebración,  esperando que al menos acudiera a la cena con Aioria. Pero este, mejor que ninguno de ellos, sabía que eso no sucedería, y prefirió, aunque no lo dijo, no estar presente en esa celebración con todos sus amigos.


 


Ayudó en todos los preparativos en los días que siguieron. Colaboró directamente para que ninguno sospechara de que la noche siguiente, la de la fiesta, no estaría con ellos. Incluso durante todo el día de San Jorge, pasó disfrutando con sus amigos. Regalándole a alguno de ellos un libro. Recibiendo uno a cambio en señal de amistad, divirtiéndose mientras que Shaka, meditaba desde lo alto del santuario, observándolo todo con sus ojos completamente cerrados. Captando cada risa, cada sensación y sentimiento expresado que llegó a él y le quedaba grabado en la mente, así como la calidez de la felicidad de sus compañeros que impregnó su piel.


 


Finalmente, cuando el sol lucía enrojecido por el atardecer, Shion les dio permiso para retirarse a sus templos para que pudieran descansar, y cuando llegara la hora, pudieran también arreglarse. Dejando concretada la reunión en el templo mayor para las diez de la noche, donde cenarían y bailarían, disfrutando juntos de la tradición celebrada durante años.


 


Se separaron, marchándose cada uno a su templo, incluido Shaka, que descendió desde lo alto de la roca dónde estaba sentado y se metió en su templo, imitando a los demás.


 


Las escasas horas. Dos concretamente, pasaron muy rápido, y como habían acordado, uno por uno, fueron llegando al templo mayor del santuario. Presentándole sus respetos al patriarca, que vestía una preciosa túnica blanca adornada con unas cintas rojas y otras doradas.


 


Conforme iban llegado, entraron al templo mayor, para ir sirviéndose algún aperitivo, esperando a sus compañeros, uno que sabían que no llegaría, y el otro, Aioria, que les extrañaba que estuviera demorando.


 


Preocupados por la ausencia de uno de los asistentes a la celebración, decidieron ir a buscarle. Siendo Aioros, su propio hermano el que acudió hasta el quinto templo para averiguar lo que estaba pasando.


 


Descendió lentamente, apreciando la brisa de la noche chocando contra su rostro y cuando se disponía a cruzar la sexta casa, algo le dejó completamente confundido, algo que no creyó que pudiera suceder de no ser porque lo había visto.


 


Se quedó quieto, saludando al guardián que pasaba a su lado, que le saludaba cordialmente con una leve reverencia que le fue correspondida y le siguió con la mirada, esperando a que la  silueta se esfumara y siguió avanzando, llegando por fin a la casa que habitaba su hermano al que encontró sentado en la entrada que en esta ocasión, también servía de salida.


 


- ¿Aioria? - se sentó a su lado, rodeándole los hombros con un brazo - que haces… ¿acaso no vas a venir? - le miró a los ojos.


- No - contestó rotundamente - ¿para qué Aioros? - le miró triste - no quiero ser la carabina de todos… - se levantó y dejó a su hermano solo, con la palabra en la boca para adentrarse en su templo.


 


Aioros se fue en silencio, respetando la decisión de su hermano, entendiendo con las pocas palabras que le había pronunciado, aunque le hubiera gustado poderle decir lo que había visto, lo que había encontrado cuando iba de camino, pero no tuvo la oportunidad, y prefirió no insistir.


 


Regresó a la reunión. Donde todos le estaban esperando completamente sorprendidos. Primero por haber visto llegar a Shaka, cosa que él ya sabía. Y segundo por verle llegar solo. Sin Aioria.


 


Tras informar a todos, y poner en su conocimiento que no les acompañaría en esa noche. Se sentaron. Mirándose los unos a los otros, pero sobre todo, mirando a Shaka que parecía no tener ningún tipo de reacción.


 


El cuerpo del guardián de virgo, permanecía inmutable. Tranquilo y sosegado, como siempre. Sin demostrar emoción alguna que pudiera delatar su estado de ánimo. Estado que les diera una pista a sus compañeros de si estaba o no disfrutando.


 


Cenaron tranquilamente. Tratando de descifrar el misterio que siempre era Shaka. Ese ser que parecía carecer de emociones aunque sabían que estaba lleno de ellas. No porque hubiesen visto o comprobado que las tuviera, pero ver a Aioria, derrochando felicidad por cada uno de los poros de su piel desde que estaba con Shaka, les hacía pensar que por lo menos, en la intimidad, ambos se mostraban sin sus máscaras.


 


Dando la cena por terminada. Empezaron a charlar, esperando la hora del baile, que no demoraría en llegar. Hablaban de tonterías. De las cantidades de rosas que se habían dado los unos a los otros, de los títulos de los libros que se habían obsequiado. Pero uno de ellos. Shaka, permanecía como siempre, ajeno a todo, escuchando sin interferir, sin interrumpir. Solo prestando atención sin querer que los demás se dieran cuenta.


 


- Ha sido realmente divertido - dijo Shion - espero que el próximo año, podamos volver a celebrar así… - sonrió feliz, desviando la mirada unos segundos a Shaka, comprobando que como siempre, permanecía con sus ojos cerrados - es una pena que no haya venido Aioria - sonrió de medio lado, sin apartar un segundo los ojos del guardián de virgo - imagino, que pensó que se aburriría solo… - se calló y pudo ver la reacción que duró una milésima de segundo en el rostro de Shaka.


- Sí me disculpan… - se levantó - ya es hora de retirarme a meditar… - añadió inclinándose, despidiéndose de todos, girando sin esperar a que alguno de sus compañeros hablase para poder regresar a su templo - buenas noches… - se despidió y empezó a caminar, descendiendo las escaleras, atravesando templo tras templo hasta llegar al suyo aunque no se detuvo en él. Siguió descendiendo hasta la siguiente entrada y quedó parado en ella, concentrándose para localizar el cosmo de Aioria.


 


No le hizo falta concentrarse demasiado, Aioria permanecía relajado, incluso hubiera dicho que inmóvil aunque no podía asegurarlo. Caminó despacio, adentrándose en el templo, caminando sigilosamente hasta donde sintió el cosmo de Aioria, su recamara.


 


Al llegar, se apoyo sobre el marco de la puerta, pudiendo observar a Aioria descansar placidamente y se atrevió a entrar. Dando pasos lentos, pensando si debía o no despertarlo y preguntarle porque no había ido a la cena.


 


Cuando estuvo cerca. Muy cerca. Se inclinó, oliendo sus cabellos, y sonrió, recordando hermosos momentos que habían compartido.


 


Posó su mano, sintiendo como esta se hundía sobre el colchón y olió esta vez el cuello, deseando besarlo, como tantas veces lo había hecho, pero en su interior sabía y reconocía su parte de culpa. Tenía la certeza de que si Aioria no había acudido a la cena después de ayudar toda la semana con los preparativos, era gracias a su peculiar forma de ver las celebraciones.


 


Se sintió mal, y sin pensarlo dos veces, volvió a incorporarse, dispuesto a marcharse, dispuesto a salir de la recamara y del templo, dejando el libro que llevaba bajo su túnica en algún lugar que Aioria pudiera encontrar rápidamente, pero al estar distraído, pensando en algún que otro momento caliente, no pudo percibir el instante en el que Aioria, le tomaba del brazo y tiraba de él para retenerle.


 


- ¿Qué haces aquí? - le preguntó ofuscado, sin importarle demasiado si le lastimaba - ¿no deberías estar meditando? - añadió frunciendo el ceño,  viendo como los ojos de Shaka se abrían sorprendidos.


- Suéltame - dijo tranquilo, apoyando las manos en el pecho de Aioria - solo quería saber si estabas bien - parpadeo rápidamente, acostumbrando sus ojos a la escasa luz que había en el lugar - no fuiste a la celebración… y estaba preocupado… - susurró sonrojándose levemente, desviando sus ojos a un lado.


- ¿Preocupado tú? - dijo irónico - no me hagas reír - le soltó el brazo - tu tampoco fuiste, así que… ¿Por qué molestarme? - su enojo era grande, tanto, que ni se daba cuenta de que le lastimaba.


- Tienes razón… - se levantó dispuesto a marcharse - aunque si fui en esta ocasión, porque a pesar de que creas que no me importa - se alejó de la cama, sintiendo como el libro se deslizaba por debajo de su túnica e impactaba contra el suelo - quería verte feliz - se alejó más - quería que me hicieras cambiar de opinión… - salió corriendo sin importarle nada más. Solo queriendo esconderse y calmar lo que su cuerpo estaba sintiendo.


 


Corrió. Saliendo de la casa de Leo. Metiéndose en la suya para refugiarse en el lugar que se sentía más protegido. En el jardín de los sales gemelos  y se sentó entre ellos, sintiéndose conmocionado, incapaz de concentrarse, incapaz de borrar de su menta las palabras hirientes de Aioria. Sintiendo por primera vez en su vida desde hacia muchísimo tiempo, la desesperación dominarle.


 


Aioria le dejó ir. No tenía ganas de seguirle. Sentía que ya por demasiado tiempo le había insistido, le había ido detrás. Necesitaba que le demostrara que realmente le importaba. Deseaba comprobar que realmente le amaba. Y no solo de palabra. Sino con hechos.  Una pequeña prueba de que Shaka, a pesar de todo, si le amaba.


 


Se levantó, sintiendo un agotamiento extraño. Pisando sobre algo demasiado duro. Algo que lastimó su pie y que le hizo renegar. Protestar en voz alta. Tanto, que deseo patearlo, pero cuando lo vio. Lo único que deseo, fue que la tierra se lo tragara.


 


Tomo el objeto que había lastimado su pie con las manos y lentamente, abrió la portada, leyendo en la primera pagina unas pocas palabras. Palabras escritas con una letra que conocía perfectamente.


 


Leyó una y otra vez. Grabándose las palabras en su mente y salió corriendo, necesitando disculparse, aclarar todo de una vez por todas, pero sobre todo, necesitando estar a su lado para poderse sentir completo.


 


Llegó al templo de Virgo y sintió inmediatamente la conmoción que dominaba a Shaka. Corrió más apresuradamente, metiéndose en el jardín de los sales gemelos, viéndole sentado justo en el medio y sin pensarlo, se abalanzó sobre él para retenerle, lográndolo sin encontrar resistencia. Consiguiendo tomarle por las muñecas hasta que le vio mirarle a los ojos fijamente.


- Vete… yo…  - sus ojos se humedecieron - no te merezco - susurró casi llorando - déjame solo - pidió.


- ¿En verdad quieres eso? - le tomo con más fuerza - ¿quieres que me vaya? - preguntó angustiado.


- Sí - afirmó rotundo - solo te hago daño, mereces a alguien mejor…


- Yo no quiero a nadie más Shaka… - le soltó las muñecas solamente para poder llevar sus manos a las mejillas de Shaka - te amo a ti - le obligó a mirarle, sujetándole con fuerza.


- Pero hoy no deseabas verme, no querías estar en la cena… - balbuceó.


- Porque creí que tu no irías… - le besó lentamente, deseando apaciguar los nervios que ambos sentían - de haberlo sabido, hubiera estado encantado de ir contigo Shaka… - susurró al separarse - nada me haría más feliz.


 


Aioria se acomodo tranquilamente, esperando reacciones, deseando que Shaka se relajase. Que viera que no se marcharía a ningún lado hasta que comprendiera que solo le amaba a él. Se sentó en el pasto sobre el que había estado arrodillado y no dejó de mirarle, apreciando esas maravillosas orbes azules que en rara ocasión permanecían abiertas, aunque él, podía considerarse afortunado, casi cada noche, podía verlas.


 


Por unos minutos, estuvieron en silencio. Mirándose. Observándose el uno al otro. Recordando los momentos que hicieron que su amistad, se convirtiera en algo más, volviendo a sentir ese cosquilleo agradable que recorría sus vientres incesantemente.


 


- Aioria… - levantó la mirada del suelo - lamento todas las veces que te hice sentir como me siento yo ahora… - calló un segundo - todas las veces que me hiciste un detalle y… - se tuvo que callar de repente porque Aioria poso un dedo sobre sus labios.


- Shaka… no importa… - contestó - porque cada una de esas veces, encontraste un modo de compensarme… - sonrió  - creo que no te diste ni cuenta, pero solamente con eso, me hacías completamente feliz… - miró al suelo apenado - hoy no pude obsequiarte nada… - calló sin mirarle, pensando en si sería adecuado asaltar por un segundo las rosas de Afrodita y traerle una a Shaka.


 


Shaka sonrió más tranquilo. Las palabras de Aioria, le habían dado ánimos, le habían hecho entender que a pesar de los desplantes, el poder estar juntos, era muchísimo más importante. Y eso, era justamente lo que él deseaba en ese instante. Ese y los siguientes, quedarse a su lado, no separarse, de él nunca más.


 


- Aioria… - buscó con sus ojos que Aioria le mirara - creo que podremos encontrar una solución a eso… - sonrió pícaro, saltando repentinamente, abrazándose al cuello de Aioria y lentamente, besarle.


 


Sus labios se unieron. Se succionaron mutuamente buscando ese contacto suculento que anhelaban. Separándose escasamente, solo para poder recobrar el aliento y volver a unirse lo más rápidamente posible mientras sus manos, ansiosas por acariciarse asaltaban furiosas el cuerpo del otro, arrancando la ropa, desnudando a su amante para poder acariciar directamente la piel.


 


Sin prisa, pero sin pausa, encontraron la mejor forma de acoplarse, de amoldarse al cuerpo del otro para que encajaran como si se tratara de un puzle. Puzle que no estaría completo sin cada una de sus piezas. Y ellos, eran las únicas piezas de ese puzle. Piezas que encajaban a la perfección, que se acoplaban y se movían al unísono buscando complacerse.


 


- Mmmmnn… Shaka… - jadeaba Aioria mientras le penetraba despacio pero sin compasión, adentrándose sin piedad una y otra vez en sus entrañas - esto es demasiado… - se dejaba caer contra su cuerpo, mordiendo su cuello al mismo tiempo, pudiendo escuchar los gemidos de placer de su amante.


- Aghh… Aioria - jadeó excitado Shaka, recibiendo cada una de las embestidas, sintiendo el placer llenarle cada uno de los poros de su piel - siento que voy a desfallecer… - se aferró al cuello de Aioria y se movió al mismo ritmo, acompasando sus movimientos, sintiendo que el placer era cada vez más intenso.


 


En un acuerdo silencioso, se movieron más rápido, sintiendo la fricción más profundamente, excitándose muchísimo más, logrando alcanzar el clímax al mismo tiempo, cayendo sin fuerzas, abrazados al cobijo de los sales gemelos.


 


- Te amo Shaka… - susurró cuando recuperó el aliento, moviéndose despacio para liberarle de su peso - prometo mañana encontrar algo que regalarte  - le abrazó lentamente, deseando que su pecho, le sirviera de acomodo a Shaka.


- Mmnn… - se acomodo despacio, volviendo a acoplarse a Aioria aunque de un modo diferente - Aioria…  - susurró sonrojándose - quiero que mi regalo… - se abrazó con fuerza - seas tú para siempre… - se incorporó despacio, besándole lento, transmitiéndole por primera vez, sin ocultarlo, cuan profundos eran sus sentimientos.


 


- Fin -


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