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Un poco de Color y Vida por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Después de haber cenado para el negocio, ahora Shaka deberá conocer la casa que estará en sus manos para la remodelación, sin embargo empieza a sentir un extraño deseo por remodelar no sólo la casa. 

“Saga, deja de plancharla ya. Así está bien”

No, no estaba bien. Él lo sabía. Había una arruga molesta que atravesaba todo el lado derecho de su camisa azul y eso así no podía verse bien. Pasó de nuevo l plancha, con ligera presión, agudizando su mirada para ver desaparecer esa línea frontal que eliminaba la pulcritud de su traje. Arrugó su ceño y avistó que hubo mejora. Que la línea había desaparecido.

Ahora si estaba bien, todo en orden. No había un rastro de arruga que pudiera poner en duda la pulcritud con la que salía de su casa a su trabajo. Orgulloso luego de tan nimia faena, levantó la camisa para verla con detenimiento consensual, para regodearse de la perfecta planchada. Pero al hacerlo, apareció. Allí, inclemente, indestructible. Haciendo burla de sus esfuerzos por la perfección. La arruga.

“Déjala así, con el saco no se notará”.

No, no. ¡No! No podía… la imperfección estaba allí, frente a sus ojos. Se mofaba de él, de su plancha y de su paciencia. Gruñendo volvió a la actividad. Aplastó la camisa contra la mesa de planchar, aumentó la temperatura de su artefacto y sin el menor reparó la hundió contra la tela con gesto casi homicida. Restregó la plancha una  otra vez contra la camisa. Quiso eliminar la presencia de esa línea para siempre.

Cuando la retiró, no solo ella estaba allí. Habían más, muchas más en diferentes sentido debido a la forma violenta en que había pasado la plancha arrastrando pliegues de tela. Ahora no solo era una, eran mucha, y parecía que mientras más esfuerzo hacía por quitarla, más aparecían.

“Saga…” —la tersa mano de su mujer tras su hombro. La voz dulce se escurrió dentro de su oído, atenazándole la garganta—“. La arruga no se irá…”

Como todas las mañanas, Saga despertó en el sofá cama de la sala en el departamento que estaba ocupando por los momentos. Una cobija de lana y la lamparita de noche al lado era lo que lo acompañaba en aquel lugar. Estaba todo a oscuras y se detuvo a revisar el reloj, para notar que ya eran las cinco de la mañana. Decidió que era momentos de levantarse, aunque lo hizo con cierta pesadez. El rciente sueño le había dejado con una sensación de vértigo acumulada.

Se talló los ojos y encendió la lamparita para poder tener un mejor campo de visión. Vestido con sólo una bermuda negra hasta sus rodillas, se puso de píe para dirigirse al baño del cuarto principal y comenzar el día. Ya no quería dar tiempo a las interpretaciones de su subconsciente. El psiquiatra le había enseñado mucho sobre los significados de aquellas imágenes vividas.  Con el previo conocimiento sabía que buscar analizarlas sería un garantizado dolor de cabeza.

Subió las escaleras en espiral que llevaban al segundo piso, donde estaba la habitación principal, sin paredes, sólo el balcón que daba vista a la cocina empotrada con madera y aluminio. Mientras subía, comprobó con su oído que la pareja en cuestión no estuviera en sus momentos. Acto seguido, dio vuelta a la puertecilla de hierro forjado y vidrio, hasta verlos a ambos. Se sonrió al ver a Kanon abrazando posesivamente a Mu, un joven oriental a quién conoció en uno de los talleres de arquitectura. Su gemelo menor era un reconocido arquitecto en la zona e incluso le sugirió hacer el mismo el diseño y  construcción de su nuevo hogar. Pero lo rechazó prefiriendo irse por algo menos extravagante, conocía los gustos de su hermano. Además, ese departamento era una muestra de ello.

De dos pisos, el departamento tenía por debajo la sala, la cocina y un salón de juegos, en donde había una mesa de Futbolito, una de billar y una diana con juego de dardos. Todos ellos eran las recreaciones favoritas del gemelo. El taller donde trabajaba estaba en la misma habitación principal. Había un escritorio espacioso con las fotografías de sus mejores trabajos, hacía la derecha. En la izquierda estaba su titulo degrado junto a algunos reconocimientos en el área. Luego una enorme KingSize al fondo, decorada con almohadones y el oso de peluche tamaño familiar que su madre le había regalado en su cumpleaños diez y el cual había recuperado hacía poco tiempo. Con él dormía, de la misma forma que tenía en esos momentos a su pareja, abrazado y retozando como un nene. 

Con el mayor sigilo entró al baño principal. Un enorme vestier a la derecha resguardaba la ropa de los tres. Saga no quiso incomodar mucho, así que la mayoría aún la tenía en sus maletas, sin importar cuánto Mu y Kanon insistieran en acomodarlas en un lugar del closet. Habían sido un gran apoyo para él, ciertamente le fue difícil asimilar que la relación que tenía con su pareja debía llegar a su fin y por su culpa. Resopló de nuevo con ese pensamiento en mente y se quitó la bermuda, no sin antes colocar seguro a la puerta. Tomó la toalla para dejarla cerca  y se internó en la ducha, esperando despejar sus pensamientos. El agua corrió sobre él, mientras cerraba sus ojos, se dejaba empapar y recordaba…

No pudo evitar hacerlo…

Ver al decorador lo traslado directamente a hace dos años…

Y recordó, entonces, aquella cena final.

Ella lo había mirado dolida, la carta de divorcio yacía en la mitad de la mesa, sin comprender. Por sus ojos azules pudo ver que de seguro se estaba creando millones de posibilidades muy lejos de la realidad. No era que tuviera un amante, no era que fuera una mala mujer, ni mucho menos que no le agradaba. Él la quería y por quererla era mejor liberarla. Por quererla, porque no podía amarla de otra manera…

El lugar había sido el comedor de su departamento, una mesa redonda de vidrio, sostenida por una estatua de ángeles hecha de mármol, escogida, por cierto, por ese rubio. Las palabras en ese momento se habían quedado trabadas, él no sabía por dónde comenzar a explicar… ella no sabía qué empezar a preguntar y así ambos se encerraron en un mutismo severo. Las manos blancas y delicadas de ellas temblaron y las llevó a su cabello, ondulado rojo que caía con gracia sobre sus hombros de nácar. 

Era hermosa, sumamente hermosa y él lo reconocía. Pero no llegaba a comprender el porqué con ser hermosa no era suficiente… se reprendía a sí mismo por ello.

—¿Por qué…? —musitó finalmente, con labios temblorosos, trémulos.

—Yo, yo he tomado terapia… estos meses… a tus espalda —la mujer lo observó, sin comprender—. Pensé que era algo anormal. Yo… realmente yo no había querido asimilarlo antes, muy a pesar de… de que Kanon lo hubiera hecho… —La mujer abrió sus ojos, desorbitados.

—Saga…

—Yo… yo soy… como mi hermano, Marin —confesó al fin, bajando su rostro, ocultándolo tras las manos tomadas—. Tuve que admitirlo… y no… no sería justo que tú…

Las palabras ciertamente sobraron…

Abrió sus ojos más pesados aún que al despertar y respiró profundo. Comenzó a enjabonarse cada parte de su cuerpo, siempre trabajado al ser un ávido amante del gimnasio. Indudablemente, lo admitió demasiado tarde. Durante años había peleado contra eso, autoconvenciéndose que no era así. Se había creado escusas para sus reacciones contrarias, las había censurado llamándolas pecado, pensando en si estaba mal, si era antinatural. Para un hombre amante de lo correcto y criado además en seno religioso, era una condición que no pensaba aceptar. Más bien, no comprendía como su hermano salió del closet tan fácilmente. Apenas tuvo la mayoría de edad, se lo dijo a sus padres, lo botaron de la casa pero él mismo buscó la manera de sobrevivir y lo logró. Saga se quedó con ellos, oyendo una y otra vez el castigo divino que recibiría su hermano por tal ofensa.

Ni pensar que al final era igual. Pero había preferido fingir y vivir una mentira.

Y se casó entonces, con ella. Una mujer con quien se sentía muy bien. Hablaban de todo, era amable y discreta, cuidadosa y muy inteligente. Licenciada de leyes se especializó en la protección de los niños, educadora a su vez. Tenía algo que simplemente le hacía sentir tranquilo y esa amistad creyó confundirla con algo más. No es lo mismo afinidad y confidencialidad que el amor. A veces los límites suelen verse algo difuso y así lo comprobó…

Cerró la ducha luego de su baño, secándose y vistiéndose con un pantalón deportivo negro y una camiseta blanca, una chaqueta de algodón Nike negro con líneas de blanco en su costura y sus botas. Con una cinta se llevó los mechones de cabello hacía atrás y luego se ató una cola, listo para ir al gimnasio como ya tenía acostumbrado. En su maletín metió entonces el traje negro que usaría para su trabajo, junto a una camisa aguamarina y una corbata de colores claros, en línea vertical. Con todo listo, salió del baño y vio ya la habitación iluminada, Kanon aún pensando en si pararse o esperar cinco minutos más y el olor a café caliente ya le indicaba que Mu estaba despierto en la cocina.

—Buenos días cuñado —saludó el menor con una tierna sonrisa, vestido con una bermuda de cuadros marrones y una camiseta larga desteñida.

—Buenos días, Mu —respondió con una leve sonrisa, mientras buscaba una taza de porcelana para servirse el café—. ¿Amaneciste bien? 

—Sí, gracias por preguntar. ¿Kanon aún no se levanta?

—Parece que anda interpelando aún al jurado para que decida.

—¡Dios mío…! —Se acercó al comienzo de la escalera para subir con pasos largos, casi saltos—. ¡KANON! ¡LEVANTATE!

—¡DEJA EL ESCANDALO MU! YA VOY ¡¡YA VOY!!

—¡¡TIENES DICIENDO YA VOY DESDE HACE MEDIA HORA!!

Saga escuchaba la discusión marital con una ligera sonrisa y aprovechó para tostar dos rodajas de pan y beber otro sorbo de su café.

—¡¡¡MIERDA MU!!! ¡¡NO ME QUITES LAS SÁBANAS!!

—¡¡LEVANTATE POR LAS BUENAS O POR LAS MALAS!!

Untando un poco de mantequilla y dos rodajas de queso, el griego mayor comió rápidamente. No perdía de vista al reloj y notó que ya casi era la hora de salida. Tendría que hacer sólo mediahora de ejercicio porque su decorador llegaría a las ocho de la mañana a la oficina. Apresuró el paso.

—¡¡¡DIABLOS KANON, SUELTAME!!! —Saga subió una ceja con curiosidad.

—¡¡ESO TE MANDA POR QUITARME LA SÁBANA ASI!!

—SUELTAME, ¡¡¡EY!!! ESCUCHAME QUE… ¡¡HMMMM!! TU HERMANO AÚN… ¡¡¡HAAA!!!

Los colores de la cara se le subieron. Saga se atragantó casi el bocado que le quedaba y salió corriendo para salir y dejarlos a solas. Sí, Kanon nunca respetaba eso de que su hermano estuviera allí y los primeros días lo comprobó…

Prefirió no dar vuelta a su imaginación. No quería tener que arreglar su problema en la calle. Bajando por el ascensor, llegó hasta el estacionamiento y condujo directo al gimnasio.

Entre tanto, Shaka estaba en su pequeña sala personal, adornada con Feng Shui, una alfombra en el piso, el reproductor con sonidos de agua corriendo en un riachuelo y el aroma del incienso; sentado con sus piernas flexionadas para comenzar su rutina con un poco de Yoga. Primero su mano derecha en el centro de su pecho y la izquierda en su abdomen, respiraba y exhalaba con tranquilidad, liberando presiones. Luego las dos manos descansaron sobre su rodilla, en posición de lotos, inhalando y exhalando. Sus manos después empezaron a subir hasta encontrase palma a palma sobre su cabeza, totalmente extendidas. Inhaló, exhaló, cambió de posición. La pierna derecha se extendió a un lado y el rubio llevó su cuerpo entero, con sus manos hasta alcanzar su tobillo. Respiró, dejando de lado sus temores con esa postura e intercambió el proceso, ahora con la pierna izquierda. Realizó el ejercicio un par de veces más antes de recostarse boca abajo, con sus manos extendidas a sus costados y su cabeza en alto, utilizando ahora la posición de cocodrilo.

Pasó entonces a la posición de cobra. Tensando sus glúteos, llevó sus manos extendidas hasta quedar detrás de los codos, levantó un poco sus piernas al aire y su torso, con su cabeza en alto, mientras inhalaba. Soltaba el aire y volvía de nuevo a recostarse a la alfombra. Repitió el ejercicio. Terminado eso, se sentó sobre sus tobillos, con las rodillas separadas y llevó su cuerpo entero, con brazos extendido, hasta el suelo, practicando la posición de tortuga. Respiró pausadamente, tranquilo, concentrado. Pasó varios minutos así, hasta colocarse de pie, con sus brazos extendidos a su costado y empezar a estirarse hasta buscar tocar sus tobillos, con sus piernas sin flexionar. Lo hizo varias veces y terminó su rutina de yoga con la posición de muerto, boca arriba, brazos extendidos a un lado y con su cabeza ladeada, respirando como si durmiera. Duró varios minutos de esa forma, liberando todo, preparado ahora para comenzar su nuevo día.

Abrió sus parpados, se sonrió, ya estaba listo.

Se levantó de su sitio y se dirigió a su habitación, adornada de blanco y celeste casi pálido. Se extendía sábanas de seda en su cama cubierta de almohadones, una repisa de vidrio y madera blanca guardaba sus fotografías y libros más preciados. Una fuente artificial al lado de su cama le daba ese sonido tan placentero del agua al correr que lo llevaba directo al mundo de Morpheo. Una estatua de mármol de una mujer sosteniendo un cántaro adornaba la esquina izquierda de la habitación. Su laptops yacía en el escritorio de mármol y vidrio. El piso alfombrado con recuadros, estilo Boucle los cuales eran tan deliciosos para poder caminar descalzos gracias al jugueteo de las cerdas en los pies, de colores blancos y celestes pálidos, el mismo de las paredes. Un jarrón blanco de cristales, con follaje blanco y amarillo pálido adornaba una esquina. Estar allí era un ambiente que rememoraba la paz y el descanso.

Abrió su closet de persianas blancas y empezó a ver que podría ponerse. Se decidió por un pantalón marrón color madera, algo ancho, a la cadera y enormes bolsillos tipo camperos en sus piernas. Un cinturón tejido de un color más claro y una franela blanca de algodón con cuello estilo “V” y manga larga, algo ceñida a su cuerpo. Recogió su cabello a la altura, se colocó una cadena de cuero con un grabado de su nombre en metal, artesanal; una boina del mismo color de su correa y estaba listo para partir. Sacó un morral estilo mensajero color marrón y allí ingresó su block de dibujo, lápiz de grafito, borrador en goma, sacapuntas, su laptop, reproductor MP3, lentes de montura marrón y audífonos. Al cruzar la sala recordó el libro, por lo cual lo tomó entre sus manos y hojeó rápidamente sus páginas. Buscó un bolígrafo dorado en su escritorio y le escribió unas palabras en la primera página, antes de guardarlo en su mochila. Salió entonces, con sus lentes de sol, certificando que todo estuviera desconectado.

La rutina de Shaka se podría describir de ese modo. Tomó un taxi hasta el lugar de referencia. Le parecía haber cruzado varias veces frente a esa construcción, al menos por los locales que quedaban aledaños y el griego usó como punto de referencia. Vio el reloj de cuero para notar que aún faltaban uno veinte minutos para la hora pautada, el tiempo suficiente para darse una idea inicial de los alrededores de la casa.

Cerca de hierro, rustica y antigua, color blanco, evidenciaba desgaste y estaba en partes oxidada. Los pastizales estaban cortado, pero mostraba mala hierba; un árbol rustico a la derecha, de frondosas ramas creaban una acogedora sombra. Había un camino derecho de concreto, hasta la entrada de la casa que llevaba a un pasillo, visiblemente recién hecho por el color de la pared, hacía la puerta a la izquierda. Debía ser la oficina del abogado. Dos ventanas al frente, la oficina se mostraba más frontal que el resto de la casa. Algo pequeña, con un terreno que a lo mínimo tendría unos 150 metros cuadrados, tenía tejados terracota en el techo, pintada de blanco, al menos la habían pintado recientemente porque no mostraba mucha violencia por parte del sol.

El rubio se cruzó de brazos, frente a la reja, mientras observaba detenidamente el lugar. Dio un vistazo alrededor y vio una floristería a unos cincuenta metros, un restaurant de comida china, una pequeña oficina del banco estadal y la parada de un autobús a unos cien metros. Detrás de la construcción se levantaban dos edificios, uno de diez pisos y otro de quince. A su izquierda había un pequeño centro comercial de unos veinte locales con al frente dos casas más y un centro de conexiones. Centrado, sólo había que caminar uno quinientos metros para estar en la plaza principal de Athenas, así que para el despacho era una ubicación bastante buena. Debió haber costado la casa su buena fortuna.

Dedicó sus pensamientos en todo ello y volvió su vista a la puerta de la derecha, meditando en el abogado en cuestión mientras pasaban los minutos. Le llenaba de intriga la razón que lo había llevado a comprar una casa así, habiendo tantas ofertas inmobiliarias en zonas más elegantes, con departamentos recién hechos a la medida de un hombre soltero.  No era el presupuesto lo que había inclinado la balanza para comprar ese lugar. Lo único que se le ocurría era un interés económico a largo plazo.

Volteó al sentir el auto que se detuvo cerca de él. Lo vio bajar enfundado en su traje negro e hizo un leve ademán de saludo con la mano. Shaka le correspondió con otro más pequeño y se quedó en espera mientras el hombre abría la cerca. Ingresó al vehículo y estacionó su auto debajo del techo de polietileno que estaba a un lado del árbol. El rubio aprovechó que la puerta del garaje estaba abierta para entrar.

Saga se quedó unos minutos en el auto, intentaba aplacar la impresión que se llevó al verlo de lejos, cuando cruzó la calle con el automóvil. Ciertamente, la noche anterior por su estado emocional no se había detenido a verlo como tal, pero allí lo observó, resplandeciente y jovial. Nadie creería que era un joven con semejante prestigio en su ramo. Prefirió cerrar sus ojos y respirar profundo. Necesitaba pensar que su relación era netamente laboral y que tampoco se sentía preparado para emerger a otro ámbito luego de su divorcio. Que ni siquiera podría pensar en iniciar un leve flirteo, por mucho que eso pudiera levantarle el autoestima. 

Con ello en mente, salió del auto y lo aseguró activando la alarma. Buscó sus llaves, viéndolo a él de espalda, más entretenido en escrutar el terreno y la casa que de otra cosa, lo cual agradeció para que no se diera cuenta del virtual nerviosismo que le atacó con el sólo hecho de buscar la bendita llave de la puerta. Abrió la puerta de seguridad de hierro, y luego la de madera, para después buscar con su mirada al hindú que ya regresaba luego de su revisión primaria.

—Buenos días, Sr. Leda.

—Buen día, Sr. Espica. Veo que ya estabas inspeccionando el lugar.

—Bonita construcción, aunque de nada sirve tener un interior bien decorado si la fachada muestra la contrario. ¿Le molestaría si me comunicó con alguien para resolver ese problema? —El griego entró al improvisado despacho, con sus manos en los bolsillos, en silencio. Shaka le siguió—. Permiso. La persona que tengo en mente es el mejor en el ramo, un gusto exquisito y tal como yo, puntual en su trabajo. —Dio un vistazo rápido, detallando un escritorio de madera pequeño con un computador, más dos puertas, una a la derecha y otra a la izquierda—… Suele ser un poco excéntrico a veces pero puedo controlarlo.

—Te gustan las cosas bien hechas ¿no? —El rubio se quitó los lentes de sol y los guardó en su morral, buscando los otros.

—Digamos que de nada vale tener una divina masa si el decorado no invita a comer. —Guiñó el ojo, antes de colocarse sus lentes.

Saga sintió un vacío en el estomago al verle el coqueto gesto. Resopló a un lado algo contrariado. Dejó su maletín de cuero sobre el escritorio y se devolvió para cerrar la puerta, mientras el hindú veía todo el lugar. La primera estancia era cómoda y espaciosa, tres sillas confortables a su izquierda y el escritorio de la secretaria cuando hubiera, seguramente.

—Puedes llamarlo. Confiaré en tu criterio. —Finalmente dijo el abogado y abrió la puerta de la derecha en el pasillo, para llevarlo al interior de la casa—. Ven—el rubio le siguió los pasos, no sin antes dejar su vista por un momento en la puerta de la izquierda—. Esta puerta da al vestíbulo de la casa.

Shaka posó su mirada por todo el lugar, vacío por entero, había el olor a moho y polvo que resultaba algo desagradable. Saga seguía caminando, cerca de él, mientras le comentaba.

—Esta es la sala, de allí a la derecha está la cocina. —Señaló un umbral sin puerta—. A la izquierda está lo que podría ser una biblioteca o comedor, es de dos habitaciones, dos baños, uno en el principal y otro aquí afuera. —El decorador escuchaba todo mientras cruzaba el umbral de la cocina, para inspeccionar el espacio. Saga le siguió—. Ten cuidado, hay ciertas parte del piso de madera que son algo…

No bien había terminado de decirlo cuando el pie izquierdo de Shaka tocó una de las maderas en falso y perdió el equilibrio, siendo sujeto a tiempo por el grueso brazo del abogado en su cintura. La corriente nerviosa fue tal que Shaka abrió sus ojos desorbitados, con la turbación manándole por los poros. Saga se había quedado quieto, la respiración se le aceleró no estaba seguro si por el inesperado tropiezo o al sentir aquella pulsada en el pecho con sólo sostener el esbelto cuerpo del joven decorador. Lo soltó de inmediato y metió sus manos en los bolsillos, nervioso, mirando a un lado. Le permitió a Shaka el espacio suficiente para que se acomodara, lo cual hizo con cierta rapidez.

Minutos de silencio… tortuosos, agonizantes…

—… peligrosas…—murmuró el griego para terminar la frase…

Peligroso… Shaka lo supo. Esa era la palabra con la que podría definir su trabajo, que apenas estaba por comenzar.

Notas finales:

Gracias a todos los comentarios. Me alegro que les guste la nueva propuesta ^^

Spoiler 03: "-Nada en especial, tal vez un poco de Rock&Roll y Blues, los 80, me recuerda a mi juventud.
-Bien… para esa década apenas yo andaba en pañales molestando a mis padres-el griego no supo como tomar la acotación, si le decía viejo, o que era demasiado mayor para él, o que no le llamaban la atención sus gustos. De repente empezó a meditar en el porqué le preocupaba que llegara a pensar tales cosas"

 

Capítulo Editado: 04 Mayo 2013


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