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De cuando Gustav se hace cargo por Princess of Darkness

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Notas del fanfic:

Fiction de intercambio de San Valentin en www.twckaulitz.com  para BloodRaven

 

—Dame… dame más —dijo bajando la voz en medio de un gemido.  El chico pegó más su pecho contra la espalda de su gemelo mientras mordía su oreja.

—Mi amor no quiero lastimarte —respondió mientras entraba un poco más en su estrechez, lo envolvió fuerte por la cintura y con su mano masajeó el pene erecto de su gemelo.

—Más, más… Entra ya —pedía su hermano, quien apuñuscaba entre sus manos las sábanas blancas.

La voz suplicante solo le excitó más y por fin entró completamente en él. Sus ojos  se desorbitaron, estaba en otro mundo, en ese espacio sagrado que era solo para él, estaba dentro.  Empezó un rítmico vaivén llegando hasta la próstata… Por un momento la inconsciencia le ganaba, estaba en el paraíso.

Sintió el espasmo llegar y antes que pudiera ser consciente, alcanzó el orgasmo y se vació dentro de él. Se recostó encima de aquel cuerpo y buscó la mano del chico quien se aferró a ella, entrelazando sus dedos.

Minutos después, cuando su corazón por fin latía a ritmo normal, sintió como su gemelo se sacudía debajo de él.

—En serio no es por arruinar el momento, pero estás aplastándome —musitó por fin, al no podérselo quitárselo de encima a voluntad.

—Deberías de hacer ejercicios, eres un debilucho— dijo rodándose al otro lado de la cama, en medio de una carcajada.

—Así estoy bien.

—Nunca he dicho lo contrario —respondió levantando su brazo para que el chico se recostara en su pecho, acarició su cabello—. Feliz San Valentin, este es el mejor  antojo que me has cumplido… —dijo pellizcando suavemente las nalgas de su amante en forma juguetona.

******

Un delicioso olor a café le fue llegando a la inconsciencia. Estiró su delgado cuerpo a lo largo de la cama, sintiendo como ésta le quedaba demasiado grande… Odiaba estar sin Tom.

Parpadeó varias veces,  negándose a despertar.   Rodo sobre sí mismo por toda la cama hacia el otro lado y buscó a tientas el reloj.

—Las diez de la mañana —dijo sorprendido.  Debo estar enfermo, pensó mientras salía de las sabanas, dirigiéndose al baño. Nunca despertaba antes de las cuatro de la tarde y menos cuando la noche anterior habían dado concierto.

Volvió a la cama e intentó conciliar el sueño por diez minutos más, sin embargo, fue inútil. Buscó su playera  y se puso sus pantalones deportivos. Iban a ser las peores cuatro noches de su vida, dictaminó mientras tanto.  Salió de su habitación y vio casi con nostalgia la puerta de la recámara de su gemelo cerrada.

—Odio los días libres —masculló.

—No que yo los amé… —contestó el baterista que justo en ese momento pasaba por el pasillo.

—Buenos días, Gustav —saludó, siguiendo a su amigo hacia la cocina—. ¿Puedo preguntar qué diablos estás cocinando?

—Es un extraño platillo al que llaman “Desayuno” —ironizó el muchacho mientras el menor de los Kaulitz destapaba cuanta olla estaba en el fuego. Un fuerte olor le llegó directamente,  bajó directo a su estómago y antes que pudiera darse cuenta emprendió una carrera al baño más cercano.

—Oh, por Dios, qué mierdas es ese ruido —preguntó el mayor de los Kaulitz apareciendo en el comedor.

—Bill vomitando —informó Gustav impasible a la vez que arreglaba perfectamente la mesa.

—¿Ah?

—Lo que oíste, Tom. Ahora vete a lavar que vamos a desayunar.

—Ay, Gustav, acaso eres mi madre —retó antes de dirigirse al baño en el cual parecía que Bill estaba degollando a alguna pobre cabra que se le había atravesando en el camino.

—Bill —llamó golpeando suavemente la puerta—. Bill, háblame… —demandó dando un último golpe. Justo en ese instante la puerta del baño se abrió de par en par.

—No puedo hablar cuando estoy sacando lo que comí en las ultimas veinticuatro horas por la boca —recibió de respuesta. Bill odiaba llamar la atención de esa manera.

—Amanecimos de excelente humor, hermanito —se burló el mayor, jalando las mejillas de su gemelo

—Tom, no me…

—Hey, niñas —interrumpió Gustav la  discusión que estaba a punto de empezar—Necesitamos hablar —sentenció desapareciendo rumbo a la cocina.

Bill no pudo más que palidecer. Cuando Gustav “tenía que hablar” siempre era porque un cataclismo estaba a punto de ocurrir. La última vez que “tuvieron que hablar” había renunciado a la banda  justo antes de terminar de grabar Humanoid.  Tom mordió su labio inferior con nerviosismo y se encogió de hombros, temía lo peor.  Lo siguieron hacia el comedor.

—¿Y Georg? —inquirió el mayor de los Kaulitz. Si iban a pasar por algo desagradable con Gustav más les valía estar juntos.

—Se fue —contestó el baterista mientras le quitaba a Bill un café recién servido y lo reemplazaba por un batido de melón.

—Cómo que se fue —preguntó Bill, ignorando el cambio y dando un trago de su bebida

—Quería ver a Samantha así que le ayudé a escapar. No habrá forma que David se entere que no está.

—Si tienes que hablar, ¿No sería mejor que también estuviera él? —preguntó Tom sirviéndose unos waffles y tratando de lucir natural.

—De hecho, me parece oportuno que él no este.

Bill clavó sus ojos marrones en su plato, sintiendo como un escalofrío le recorría todo el cuerpo, no sabría precisar el por qué tenía miedo. —Puedes ir al grano —pidió a su amigo queriendo acortar su agonía.

—Un placer, eso me lleva a ti. ¿Nos quieres contar porque has estado vomitando?

—Ay, por favor, ¿tanto drama por eso? Fue solo una vez —rió el muchacho.

—No me dejaste dormir toda la puta noche Bill, no fue solo una vez.

—Es obvio algo me hizo mal al estómago —dijo sonrojándose—. ¿Por qué tenemos que hablar de esto?

—Algo como qué te pudo hacer mal, Bill.

—¿Adónde vamos con todo esto? —interrumpió Tom.

—No me dejas salida —anunció Gustav quitando su mirada del menor y dirigiéndose a Tom.

—Está bien, está bien —gritó Bill interrumpiendo la clara intensión del baterista en contarle su “gran engaño” a Tom—. Si alguien se lo va a decir voy a ser yo.  Tomi —dijo bajando la voz—, he estado… verás, en los últimos días, yo he…

—Deja el tartamudeo y habla de una vez —demandó el mayor.

—Carne, yo he estado comiendo carne, toda la carne del mundo…

—¿Ah?

—Sí, Tomi. Lo siento, yo…

—Carne, Bill… ¿Carne? Sabes lo que eso le hace a tu cuerpo —inquirió Tom con un severo tono de voz.

El menor bajó el rostro. Estaba a punto de llorar, había defraudado a Tom.

Gustav observaba la escena molesto, no sabía en qué punto se habían desviado de “el tema”—Perdón que interrumpa, ¿pero pueden dejar la payasada? Ese no es el punto del que quería hablar.

—¿No? – exclamaron al unísono.

—No, el punto es el siguiente. Bill ¿Tú odias la carne?

—Sí.

—¿Y de pronto empiezas a devorar cuanta vaca se para enfrente de ti?

—Yo…

—Deja que termine, llevamos ya quince conciertos del tour, y lejos de agarrar forma cada vez te vez más agotado en el escenario.

—Hey, Gustav. En serio, ¿adónde vamos con esto? —interrumpió el mayor de los Kaulitz al ver como los ojos de su gemelo se llenaban de agua de nuevo, últimamente estaba más sensible que de costumbre.

—Chicos, yo no soy ciego —dijo tomando un largo sorbo de su café—. Cualquier cosa menos eso. No hablaré mucho, no haré los relajos que ustedes arman, pero si algo hago es observar, reflexionar, y pues ha llegado el momento de que hablemos con la verdad.  Y es de eso precisamente de lo que hablaremos.

Inmediatamente los ojos de Tom se inyectaron de sangre temiendo lo peor. ¿Acaso hemos sido muy evidentes?, se preguntó.

Gustav hizo a un lado su plato y se levantó, tomó de los hombros al menor y viéndole a los ojos dijo. —Yo te quiero…

El pálido rostro de Bill cobró un tono cenizo y los ojos de Tom se abrieron descomunalmente.

—Bill, siento que hemos sido unos egoístas al no darte tu espacio en la banda —continuó el baterista—. No has sido tú mismo y no sé desde cuándo te estés reprimiendo. Comprendo parte de tus miedos es Tom.

El rostro de los gemelos era por igual un poema de terror, sus muecas de idéntica extrañeza solo los tensaba más, y cuando se buscaron en una mirada no pudieron encontrar consuelo alguno.

—¿Tom? Parte de mis miedos es… ¿Tom? —repitió Bill vagamente tal cual autómata, queriendo encontrarle sentido a aquella frase.

—Y es obvio, no sería nada fácil para nadie pero por eso, Bill, cuentas conmigo. —Gustav hizo una pausa, volteó hacia Tom e imitando a Bill en los años que tenía observando a los gemelos interactuar  le tomó al mayor del brazo y le dijo—: Mirame a los ojos.

—Gustav, que mierda está pasando aquí —fue la respuesta que recibió mientras el mayor se soltaba de su agarre.

—Tom, Bill es gay —dejó caer sin más, pautando muy bien aquellas cuatro palabras, no quería repetirlo.

—Ey —fue la expresión de Bill cargada de indignación.

Gustav levantó la mano a la altura del rostro del menor sin verle, en ese momento su preocupación inicial era, decírselo a Tom y ayudarle a manejar la situación —Tom, no quiero que te pongas mal. La negación será fuerte pero debes entenderlo y darle su espacio.

Bill contemplaba la escena casi divertido. De haber temido por su vida, ahora todo le parecía un gran chiste y Tom ahora era el centro, en un momento divago sobre como Tom manejaría el asunto.

—¿Cierto, Bill?

—Cierto, ¿Cuál, cuál es cierto? — devolvió la pregunta el menor que, inútilmente y a toda costa, trababa de leer a su gemelo.

—Que necesitas tu espacio y sentirte apoyado.

—Eh, bueno, Gusti yo en realidad…

—Pero eso sigue siendo lo que menos importa — volvió a retomar la palabra, queriendo ahora sí llevar el tema al punto clave.

—¿No?

—No, Tom. Ya no tenemos tiempo para esa fase de aceptación, es obvio que Bill está en problemas. Hagamos un recuento de las últimas semanas: al principio fueron mareos, perfecto, todos nos sentimos mal al principio de la gira por qué no estábamos en condiciones físicas.

Tom recordó  a su gemelo en el segundo ensayo a punto de caer de la tarima porque sentia que todo le daba vueltas.

—Sigamos uniendo hechos. Bill come carne, él odia la carne, y a eso se les llaman antojos.  Vomita, lleva una semana en que nada de lo que come se le queda dentro… Entonces, es obvio:  Bill está embarazado —dijo Gustav terminando la disertación que llevaba casi una semana planeado.

—¡Qué! —gritó Tom, llevándose las manos hacia la cabeza como signo de su desesperación.

—Sí, ya sé que dirás que ni novio tiene. Pero déjame contestarte eso,  ¿nosotros qué sabemos? Siempre estamos hablando de mujeres, dándole espacio a Georg y su novia.  No le hemos dado ese tipo de libertad dentro de la banda a Bill.  Debemos ser adultos, dejar nuestro machismo por un lado y apoy…

El verborrero de Gustav fue interrumpido por el sollozo del menor, quien por fin hallaba una explicación a todos las extrañas sensaciones que sentía en su cuerpo; esa inexplicable sensación de mareos por las noches, las naúseas incontenibles por las mañanas, el deseo casi lujurioso por comer una hamburguesa.  Bill dejó que las lágrimas bajaran por sus mejillas y buscó la mano de Tom, pero antes que la encontrara ya estaba siendo envuelto en los brazos de su gemelo. Se aferró a aquel cuerpo tan perfecto y tan suyo, y apoyo su rostro en el hombro ajeno llorando con libertad.

—Muy bien, eso era lo que quería ver. — aprobó Gustav  —  Bien. como Tom dejó su machismo por un lado, ahora podremos enfocar en qué vamos a hacer.

Bill se soltó un poco del cuerpo de su gemelo y este se giró hacia el frente, abrazándolo por detrás y colocando sus manos en las caderas del menor, besándole suavemente la cabeza.

—Todo va a estar bien, Billy, yo estoy aquí —dijo. Cayendo en cuenta de la intimidad que mostraban en ese gesto, le soltó de inmediato y se fue a sentar al otro extremo de la mesa. Tenían mucho en qué pensar, mucho que hablar y nunca habían pensado que podría pasar algo así y ahora tenían a Gustav en medio jugando su papel de  amigo perfecto, justo cuando les vendría de maravilla un poco de soledad para aclarar sus mentes.

—Ya contacté a un médico y vamos esta tarde. Por de pronto, les propongo que hasta que no estemos seguros es mejor que Georg no sepa nada, ya saben cómo es de idiota a veces.

—Sí, claro —murmuró Tom con un tono de voz casi inaudible.

—Bueno, Bill ahora sí di con libertad de qué tienes antojo —expuso Gustav mientras se colocaba un delantal en gesto que le hacía entender que estaba dispuesto a cocinarle lo que quisiera

—Salchicas —gritó el menor con un entusiasmo por demás exagerado.

—¿Puedo comer yo una? —preguntó Tom tratando de disimular que solo de pensar en probar un bocado se le hacía agua la boca.

—Par de tarados. En caso que no lo sepan, el sushi que se comen tiene carne y los calamares no son precisamente flores marinas —rió Gustav mientras se alejaba a la cocina.

*****

Dos golpes secos sonaron en la puerta antes de que entrara sin esperar respuesta.  El muchacho que en los últimos días se colaba a aquella habitación a escondidas de los demás para atraparle y darle algunos rápidos besos definitivamente no era el mismo que estaba parado frente él completamente cabizbajo.

Bill contempló la figura desgarbada de su gemelo y, por un segundo, quiso golpearle hasta hacerlo reaccionar. Lo necesitaba fuerte para él, sí estaban en un problema, pero quien tendría el peso de la evidencia sería su cuerpo.

Tom caminó directo a la cama y se recostó a su lado. Sin verle a los ojos, pegó su frente contra su gemelo, necesitaba recargarse por un instante.

—Tengo miedo —murmuró en un tono que apenas se dejó escuchar, pero Bill no necesitaba escucharlo, podía sentirlo. Llevó su mano hacia la mejilla de éste y limpió sus lágrimas. Dejó que llorara por unos minutos, luego le tomó la palma de la mano y se la puso en su vientre.

—¿Crees que esto no nos dará las fuerzas para no tener miedo nunca más? —preguntó. Antes de que el mayor tratara de contestar, llevó un dedo a sus labios, indicándole que no dijera nada—. Tom, de ahora en adelante no se trata más de nuestros miedos, se trata de nuestros logros, se trata de que fue precisamente que nunca hemos tenido miedo. Si hemos llegado tan lejos es porque en ti yo soy fuerte y porque en mí no hay nadie que te pueda vencer, así que, Tom, ya no es momento para tener miedo —dijo besando la otra mano de su hermano.

Tom dio un suspiro mientras sonreía perdiéndose en la dulce sensación que invadía su corazón. Él solo podía ser fuerte para Bill cuando lo hacía sentir seguro. La gran ironía para los mortales, pero una irrefutable verdad para él: sí su gemelo lo protegía, él podría ser su escudo contra el mundo.

Cerró sus ojos por unos minutos y respiró profundamente varias veces. Estaba tomando fuerzas, el dulce contacto de los labios de su gemelo en su boca le hizo regresar a la realidad y se entregó a ese suave beso. Amaba los contrastes de su relación, en las apasionadas visitas nocturnas cuando no compartían habitación en el tour,  en los dulces y suaves besos en su autobús, en el afeminado porte de su hermano y en su propia debilidad, en sus toscos movimientos y en lo fuerte que  sentía a Bill cuando le acurrucaba en su pecho para dormir.

Pensó en lo irónico del asunto, en Bill embarazado y en que era él quien parecía necesitarle fuerte.  Profundizó el beso y un suspiro se le escapó en ese instante provocando que Bill sonriera.

—Te amo, Tom —dijo separándose de sus labios y besándole la mejilla que todavía estaba húmeda por las lágrimas—. Todo va a estar bien —le aseguró—. Ahora, Tomi, sé bueno y ayúdame a cerrarme estos pantalones —pidió parándose frente a su gemelo que se sentó en la cama e intentó subir el zipper.

—Voy entrando —fue el grito que se oyó proveniente del pasillo antes de que Gustav apareciera en la habitación con su laptop en una mano—. ¿Qué se supone que hacen? — preguntó con un marcado tono de alarma—. Bill, si no te quedan, pues no te quedan. No pretenderás apretujar al pobre niño que hay dentro, ¿o sí? —llamó la atención.

Caminó directo al sillón y se sentó mientras los gemelos intercambiaban una mirada y se encogían de hombros. Adiós privacidad, parecían querer gritar.

—Miren, encontré una página, ya saben, con consejos de qué hacer y qué no cuando se está embarazado —comentó mientras abría su laptop en su regazo—.  Ni lo sueñes —dijo viendo de reojo al menor de los Kaulitz que en ese justo momento luchaba por cerrarse sus botas favoritas de tacón corrido—. No más tacones para ti —sentenció a la vez que posaba sus ojos de nuevo en el monitor.

—¿Me puedo al menos maquillar? —ironizó Bill, yendo hacia su maleta y buscando unos tenis deportivos.

—Claro, eso te levanta el ánimo y el bebé sentirá tu buen estado emocional, lo que nos lleva…

—Gustav — interrumpió Tom en un grito casi agónico—, cállate un segundo por favor.

—Como quieras. Igual solo venía a decirles que nos tenemos que ir en cinco minutos, ya va ser la hora de la cita —dijo cerrando su laptop y saliendo de la habitación—. Por cierto Tom, tú conduces —gritó desde afuera.

*****

El réquiem de Mozart nunca había sonado para tan poco receptivo auditorio. Tom rodaba los ojos a cada minuto.

—¿De verdad tenemos que oír eso? —reprochó con claro aburrimiento.

—Es bueno para el bebé, lo leí en el sitio, los relaja y además estimula al cerebro —contestó Gustav mientras intercambiaba una sonrisa amable con Bill quien por un momento olvidó su suplicio y contempló divertido a su gemelo haciendo pucheros por el espejo.

—Quiero comentar algo, pero no sé qué tan imprudente sea —continuó el baterista.

—No que tú quieras serlo, obviamente —ironizó el mayor mientras frenaba abruptamente al llegar en rojo al próximo semáforo.

—¿Ves por qué no podía ir Bill adelante contigo? —Reprendió el chico sin darse por enterado del sarcasmo—. Tom, a Bill le van a preguntar por su pareja, y debes estar preparado para lo que tengas que oír. Ya sabes, dejar tu machismo por un lado y ser adulto.

—Soy un macho y un inmaduro, Gustav, no me presiones. Haré lo que pueda —rezongó buscando el volumen del estéreo y subiéndolo al máximo.

El resto del camino transcurrió en silencio. Cuando por un segundo se vieron Tom y Bill se vieron a través del espejo, intercambiaron preocupación. No habían planeado nada de eso: ¿qué dirían acerca del padre del bebe?

*****

—Mr. Kaulitz —llamó el doctor en la desolada sala de espera. Para la suerte de ellos, parecía que  a ningún otro chico se le había ocurrido meterse en tremendo lío ese dia. Bill se levantó apoyándose de la rodilla de Tom—. ¿Quién acompaña al muchacho? — preguntó viendo a los chicos que estaban a su lado.

—Los dos —se apresuró a contestar Gustav, y antes que Tom reclamara, ya se había colado dentro del consultorio.

El medico colocó otra silla frente a su escritorio y empezó con preguntas generales, las cuales fueron contestadas por Bill puntualmente.

—¿Alguno la pareja del muchacho? —indagó por último.

—Por Dios, no —se apresuró a contestar Gustav—  Él es su hermano gemelo y yo un amigo.

—¿Gemelo?

—SÍ, idénticos —subrayó Bill.

—Por lo que más quiera, no les pregunte más o van a empezar con que los veamos desnudos para comprobar que es cierto y créame no es nada que haya querido ver… —bromeó el muchacho  logrando que el médico sonriera y el ambiente se relajara por un segundo.

—Bueno. Siendo así, me vas a acompañar solo al apartado de atrás donde te examinaré y obtendré una muestra de sangre y en una hora sabremos si efectivamente estás embarazado —sentenció desapareciendo por la puerta tras de él.  Bill suspiró y antes de seguirle buscó la mirada de su gemelo y le sonrió.

¿Acaso me estás tranquilizando?, preguntó Tom sin hablar y un fuerte escalofrío que le sacudió de pies a cabeza fue su respuesta al verle alejarse.

*****

Bill se reincorporó de la camilla y se dirigió al baño y se vistió de nuevo.  Ya había pasado lo peor,  ahora solo le quedaba aguardar los resultados. Salió hacia el consultorio donde le esperaban los chicos y  trató de buscar a Tom con los ojos, pero éste no le dio la mirada. Observó a su hermano temblar antes de llegar hasta él y se sentó a su lado, odiando no poder tomarle la mano.

Vio a Gustav y, por un instante, quiso sacarle de un grito de ahí, pero sería injusto. En realidad, su amigo no hacía más que apoyarles.  La espera transcurrió lentamente, no intercambiaban más que vagos comentarios al azar.  Los fuertes pasos que provenían del pasillo los sobresaltó a los tres por igual y posaron su vista en la puerta, justo al mismo tiempo en la que la manecilla giró y el doctor entró pareciendo casi sub-real.

—Bill, hijo, tenemos tus resultados —anunció llegando al escritorio con un sobre sellado en sus manos.  Se sentó y leyó el contenido de la hoja del reporte lentamente, vio de reojo al muchacho y le sonrió—. Debo hacer unas preguntas más —anunció, dejando la hoja sobre su escritorio.

Tom por más que estiraba su cuello no lograba leer nada.

—¿Tienes pareja estable? —cuestionó el médico al muchacho.

—Sí —respondió Bill sin pensarlo mucho. No iba decir el nombre, pero no lo ocultaría, decidió en ese mismo instante.

La sorpresa en el rostro de Gustav no se hizo esperar.

—¿Quién? —preguntó viéndole sorprendido.

Tom sintió como su estámago se revolvió. Sabía que su gemelo no podía decir que era él, sin embargo, tampoco quería oír el nombre de algún extraño inexistente solo para salir del embrollo. Respiró profundo, confiaba en Bill para sacarlos del apuro.

—Bueno, doctor, verá… No sé cómo explicarle. Esto no sucedió con mi pareja estable, es decir que sería imposible que me hubiera pasado con mi pareja estable.

—¿Me estás diciendo que eres bisexual?

—Sí, algo así —contestó odiándose por su respuesta. Ahora sugería que era un promiscuo.

Tom respiró profundo. Bill les había sacado del problema.

—Debo entender que tu pareja estable es una chica

—Sí, es una hermosa princesa —aseguró Bill provocando que Tom se sonrojara y sonriera bajando la mirada, detalle que pasó por alto para los demás.

—¿La amas?

—Mas que nada en el mundo, es mi alma gemela

—Bueno, bingo.  Y en algún momento en todo esto la engañaste con un chico y de ahí viene la confusión, ¿cierto? —dijo el médico chasqueando los dedos. Ningún ser humano después y antes de ese momento se podría jactar de tener a los muchachos frente a él callados.

—¿Confusión?— repitió Tom en voz baja.

—Sí, ahora me explico: ¿cuándo fue la última vez que estuviste con tu chica?

—En San Valentín — espondió Bill automáticamente sin poder decifrar adónde iba todo aquello.

—Estamos a casi diez semanas, entonces… —comentó vagamente mientras buscaba una tarjeta de presentación dentro de su escritorio. Cuando la encontró  la puso junto al sobre que contenían los resultado—. Perdon, prosigo. ¿Bill?—dijo llamando la atención del muchacho—. Has de estar muy enamorado de tu chica.

—¿Qué? —fue la expresión de sorpresa del menor quien aún seguía perdido en algún punto. No entendía nada de lo que sucedia, pero en eso no estaba, ya que Gustav  y Tom estababan en la misma situación.

—Bueno,  no solo la has de amar mucho, si no que has de tener una conexión muy fuerte, pues todos tus síntomas son psicológicos, los exámenes salieron negativos.  Pero en una relación sólida puede suceder esto.  Además, si le fuiste infiel el cargo de conciencia te está abrumando… solo me queda decirte: la embarazada seguramente es ella y tú tienes los síntomas

—Oh, por Dios —gritó Bill tratando de sostener el cuerpo de si hermano que se desvanecía en la silla—. Tomi, Tom —gritaba soplándole el rostro.

Gustav tiró la silla, ayudó al chico y lo cargó hasta acostarlo en el sillón mientras el médico mojaba una mota de algodón con alcohol y se la ponía en las fosas nasales para hacerlo reaccionar.

—Hey, Tom… Tom, mírame —demandó Bill a su hermano que lentamente iba abriendo los ojos—. Todo va a estar bien.

—Ves, Bill, no es tan machote. Mira cómo se puso solo porque no va a ser tío —comentó el baterista ayudando al chico a reincorporarse.

—Gustav, cállate — pidió Bill volteando a ver al médico y sonriendo le dijo—: Creo que chequeamos al Kaulitz equivocado.

Una hora después, el ambiente en el mismo consultorio no era el mismo. La tensión que antes parecía no poderse contener, ahora había llegado a limites insospechados. Tom no dejaba de lagrimear con su mano sostenida dentro de las de su gemelo.

—Bueno, Mr. Tom Kaulitz —anunció el doctor abriendo el sobre con los resultados—. Felicitaciones, va a usted a ser papá.

—Sí  —fue el grito que retumbó en tres bloques a la redonda. Bill brincó a los brazos de su hermano y le dio un suave beso. No le importaba ya nada más, la vida era perfecta—. ¿Sabes que es lo idiota? —indagó—.  Nadie va a poder decir a cuál de sus papás se parece más… —dijo sonriendo mientras Tom se sonrojaba ante la mirada curiosa de Gustav y la del médico.

—Bill, sé que no es el momento pero te agradecería que cuando te refieras a mí como tu pareja estable no lo hagas como tu chica. Y cuando te refieras a mí como ya… sabes… eh, tu… ya me entiendes, no me pintes como el chico con el que engañas a tu princesa —pidió con una sonrisa.

—Ay, por dios mis oídos —exclamó Gustav en un gesto exagerado.

*****

Una hora después, la camioneta se deslizaba por la autopista. Ahora era Bill quien conducía animadamente. Volteó a ver a su hermano y le guiñó el ojo.

—Ahora, Tomi, pide lo que quieras —dijo.

—Sí. Sabes Gustav, me gustaría que me cocines una pizza de anchoas con champiñones. ¿podría ser? —pidió al baterista que estaba sonrojado.

Bill se carcajeó al ver a su amigo.

—Y a mí se me antoja…

—A ti no se te antoja nada por los próximos nueve meses, Bill Kaulitz —sentenció Tom con seriedad—. El último antojo que tuviste fue en San Valentin y mira en lo que vino a parar —dijo acariciándose el vientre.

—¿Algun dia voy a dejar de meterme en lo que no me importa? —se cuestionó Gustav suspirando.

Tom sonrió.

—A ver, Gusti —dijo acurrucándose en el brazo de su amigo—. Vas a ser tío de un bebé de los Kaulitz.

—Ay, Dios mío, por qué no me pude enterar de otra forma —negó el baterista

—Gustav, ya lo dijiste tú: no tenemos tiempo para la fase de aceptación…

—Vamos,  deja el machismo y se un adulto —complementó la frase Tom guiñándole el ojo a su gemelo.

-Fin –

 


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