La puerta de un departamento muy elegante acababa de ser abierta. Un hombre alto, de cabellos rubios y ojos dorados, entró al departamento, cerrando tras de él la puerta. Se dejó caer sobre un sofá, y suspiró. Estaba muy cansado.
-Menos mal que este día ya acabo-se dijo a sí mismo.
Acababa de llegar de la fiesta que le habían preparado sus compañeros de la editorial, después de su tan exitosa novela llamada “El último beso”, con su estilo lleno de romanticismo, como en todas sus novelas anteriores.
Su teléfono celular empezó a sonar estruendosamente, rompiendo el silencio y la calma. Al ver el identificador de llamadas, prefirió no contestar, pero sabía que si no lo hacía, esa persona probablemente incluso iría hasta su casa, hasta que al fin le diera alguna señal de vida.
-¿Qué quieres Mika?-dijo sin poder contener un bostezo.
-Oh lo siento Eiri-se disculpó la persona del otro lado de la línea-. Pero como no pude asistir a la fiesta, decidí llamarte. ¡Muchas felicidades! Tu novela simplemente fue soberbia.
-¿Sólo para eso llamabas?-dijo con un claro sarcasmo.
-¿Acaso tu hermana mayor no te puede llamar cuando se siente orgullosa de su querido hermano?-dijo fingiendo preocupación.
-¡¡Claro, pero no a las dos de la mañana!!-dijo el hombre exasperado.
-Cálmate… está bien, te dejaré dormir, ya escuchaste lo más importante. Buenas noches… o mejor dicho, buenos días.
-Adiós-colgó el teléfono y bufó-. Estoy muy cansado.
Como pudo, llegó hasta su habitación, dejándose caer sobre la cama, y posando su cabeza sobre una almohada, y cerró los ojos, con una leve sonrisa en su rostro.
*****
Un chico de cabello rosado, acompañado de otro de cabello rojizo, caminaban por la calle. Eran las 10:00 a.m. el sol brillaba en todo su esplendor en el cielo, y el clima era muy agradable, no hacía ni mucho calor, ni tampoco frío. El peli rosa traía con el una caja de Pockys de fresa, que comía muy feliz. Algo como eso solo a él lo podía hacer feliz.
-Eres peor que un niño Shuichi-le dijo su amigo mientras reía de la expresión tan tierna de su amigo, mientras comía los Pockys.
-No te burles Hiro-le recriminó a su amigo, y un leve tono rosáceo inundó sus mejillas.
-No me estaba burlando… solo hice una pequeña observación acerca de tu falta de madures a la hora de comer-dijo él con tono serio. Shuichi se le quedó mirando anonado.
-¿De verdad soy tan… tan infantil?-puso cara de querer llorar en cualquier momento.
-Nunca cambiarás…-le dijo Hiro ofreciéndole una sonrisa-. Tú sabes que así te quiero, eres mi mejor amigo.
Se detuvieron frente a un edificio, para ser más exactos, acababan de llegar a la NG, su disquera. Siguieron caminado, al entrar, entraron al elevador hasta llegar al piso donde se encontraba el estudio de grabación.
-Justo a tiempo, hubiera sido el colmo que llegaras tarde de nuevo-dijo una voz grave.
Shuichi se detuvo de inmediato, cuando acababa de atravesar la puerta. Sintió algo frió cerca de su sien, miró de reojo y encontró a un hombre apuntándolo con un revólver.
-¡¡¡Piedad!!!-gritó el peli rosa dejándose caer en el suelo, sosteniendo su cabeza, para protegerse de algún posible disparo.
Como aún no acababa sus Pockys, la caja se le salió del bolsillo de los pantalones, cayendo al suelo. Estiró su brazo, pero al mirar a su manager, prefirió desistir.
-Ya deja de asustarlo K-le dijo Hiro dándole unas palmaditas en el hombro.
Shuichi dejó de hacerse el dramático y se levantó de inmediato, levantó la caja de Pockys y saludó con la mano a su “querido mánager”.
-Sakano espera por ustedes-les dijo el mánager a Hiro y Shuichi-Por cierto, han…
Estaba a punto de preguntarles, si habían visto de casualidad a Suguru, pero el tecladista entró por la puerta, apenas cuando K se había planteado la pregunta.
-Lamento el retardo-dijo el chico jadeando.
K le tendió una mano, ya que el pobre estaba a punto de caerse, por la falta de aire.
-¡¿Por qué a el no le apuntas con un arma y a mí si?!-gritó Shuichi.
-Porque contigo si es divertido-le contestó K, guiñándole un ojo.
El peli rosa estaba a punto de tener un ataque. Hiro solo se rió de la situación y llevó a su amigo hasta la cabina, para que de una vez empezaran a grabar.
*****
-Buenos días Eiri-dijo una mujer cuando él abrió la puerta.
-Pasa-le indicó a la mujer el rubio.
La mujer, que se trata de su editora, se sentó cruzando las piernas, sobre el sofá en el que hacia unas horas, Eiri había quedado rendido de cansancio. El rubio se sentó frente a ella.
-De nuevo, déjame decirte que muchas felicidades. Pero iré directo al grano. Tendrá un descanso dentro de un mes, lo cual esperemos despeje tu mente para que puedas pensar en una nueva y fascinante historia-sacó de su portafolios un papel y un bolígrafo-. Aquí está el contrato.
Eiri lo tomó leyéndolo en silencio. Una y otra vez leía siempre los contratos, lo cuales decían casi todo en su totalidad. Pero esta vez había un cambio, necesitaba escribir una saga, de mínimo dos libros. Eso fue una sorpresa para él, pero por supuesto, no algo imposible.
Su editora lo miraba con ojo crítico, viendo detenidamente cada expresión facial de la cara del rubio. Al final, Eiri firmó el contrato. Sentía que escribir una saga sería un buen cambio. Además, tendría todo un mes para empezar a inspirarse.
*****
El rubio decidió dar un pequeño paseo. Tomó las llaves de su Mercedes y salió rumbo a la ciudad. Realmente no tenía planeado ir a algún lugar en especial, además, ya era de noche, no realmente tarde, pero ya estaba algo oscuro. Decidió detenerse en un parque.
“Un poco de aire fresco no me hará daño. Además… este lugar luce demasiado tranquilo. Justo lo que necesito, paz y tranquilidad”.
Sacó una cajetilla de cigarros y encendió uno. Definitivamente “aire fresco” no iba a tener, si se encontraba contaminándolo con el humo de sus cigarros. Caminó lentamente, hasta llegar a una fuente, donde se detuvo y la miró fijamente. El sonido del agua hizo que se relajara, ese lugar era maravilloso, muy reconfortante.
A lo lejos, empezó a escucharse una voz melodiosa. Por un momento, Eiri se sintió enojado, ya que habían interrumpido su concentración, pero cuando la voz se escuchaba cada vez más cercana, quedó impresionado por la letra de la canción.
“Nunca había escuchado nada igual…”
Dejó que la melodiosa voz inundara dentro de sus pensamientos. Se escuchaba cada vez más cerca, hasta que a fin se encontró con el responsable. Un chico de rostro aniñado y cabello rosa, de tal vez unos 18 años, caminaba con mucha tranquilidad, además de cantar, por supuesto.
Cuando el chico se dio cuenta de la presencia de Eiri, se detuvo de inmediato. Sus miradas se encontraron, lo cual provocó un sonrojo por parte del peli rosa.
-¿De quién es la canción que cantas?-preguntó Eiri, ocultando su interés.
-Yo… yo compuse la letra-le contestó tímidamente.
-Creo que deberías conseguirte otro empleo. Es simplemente patética-dijo con indiferencia.
Shuichi tuvo que evitar llorar frente a ese desconocido. Eiri pasó a su lado, dándole una ultima mirada. Se alejó de ahí, hasta perder al chico de vista.
“Cabello rosa, cara tierna, canta bien y… luce como una persona interesante. Creo que ah llegado el momento de la inspiración”.
Del otro lado del parque, Shuichi se encontraba desmoronado. La canción que era su orgullo, de la cual había plasmado su corazón, había sido repudiada por un desconocido.
“Él no tiene derecho. Yo… yo soy consciente de que soy un gran compositor. ¡Maldita sea! Haré que te arrepientas, tú…”
Pero sus pensamientos no se dirigían por ese rumbo. En vez de planear una posible venganza, su mente se vio invadida por el rostro de aquel desconocido.
“Es tan… guapo. Su cabello, sus ojos, esos labios carnosos… ¡Eso no es posible! Yo soy hombre, él es hombre… ¡¡¡IMPOSIBLE!!!
Se dio unos golpes en la cabeza, como si eso funcionara para olvidarse por un momento de ese rubio y salió corriendo de ahí.