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Historia de una época acaecida hace largo tiempo por Lainfreya

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Notas del fanfic:

Declaimer: Ninguno de los personajes de Naruto me pertenecen, son de Kishimoto-sensei.

Este fic es un regalo para Junjou Midori-chan. Sé que me lo pediste hace como un año, espero te guste, no seas demasiado dura conmigo, es la primera vez que escribo sobre esta pareja ^_^

 

Notas del capitulo:

Es el one-shot más largo que he escrito en lo que llevo de vida, y me ha costado... ¬¬

Madara era el mayor por año y medio. Su madre había muerto cuando Izuna nació. Su padre solo hizo caso a su existencia cuando tuvieron la edad suficiente para ir a una batalla. Así que fueron criados por todos y por nadie. Alguien se encargo de alimentarlos, alguien se encargo de bañarlos, alguien se encargo de vestirlos, pero ellos sabían que solo se tenían entre ellos.

 

De esa forma el único que conocía la risa de Izuna era Madara y el único que sabía que Madara podía tener momentos de desaliento era Izuna.

 

En ese entonces la vida de un ninja se regía por su experiencia en batalla, desde pequeños su mejor entrenamiento fue el propio campo de batalla. Su padre les dijo que si no eran capaces de sobrevivir y acabar con sus enemigos entonces no merecían vivir. Y ellos fueron, niños aun y asustados, a pelear porque le dijeron que lo hicieran. Aprendieron a cuidarse uno de otro, protegiéndose mutuamente.

 

Durante mucho tiempo fue así,  Madara solo confiaba en Izuna, e Izuna solo confiaba en Madara. Porque al final de una larga guerra, solo se tenían ellos. Y a una gran estela de sangre que a veces salpicaba sus ropas incluso sus manos y rostro.

 

-¿Crees que esto acabará algún día?- le preguntó Izuna una vez a Madara cuando regresando de una batalla terminaba de lavarse.

 

-Quién sabe-dijo Madara sin dar importancia al asunto- solo sé que tenemos que ser más fuertes para poder sobrevivir

 

-¿Y si fuéramos más fuertes? Tan fuertes que nadie pudiese oponérsenos, ¿crees que así terminarían las batallas?

 

-Quien sabe – volvió a contestar Madara, no podía imaginar un mundo en esas circunstancias- siempre hay gente más y más fuertes.

 

-Hagámonos más fuertes que todos- le propuso Izuna

 

Madara lo miró sorprendido por su entusiasmo

 

Y luego soltó una carcajada – Esta bien- le dijo al cabo de un rato- seamos los más fuertes.- Pasó una mano sobre el hombro de su hermano y salieron a entrenar.

 

Y así pasaron su tiempo probando técnicas entrenando cuando no estaban peleando. Planearon sus ataques, estudiaron las técnicas de su clan y elaboraron las propias.

 

 


 

 

 

Con el tiempo,  la desconfianza hacia los demás, los acercaron hacia ellos.

 

Siempre regresaban juntos, casi siempre estaban juntos, pero ese día Izuna lo abrazó después de la batalla y esa vez fue diferente, sentía su cálido peso en su hombro y la respiración se paralizó. La curiosidad traicionó a su raciocinio y su mano acaricio a Izuna, se preguntó de dónde venía esa calidez, como si de pronto se sintiera más vivo contemplándolo a él.

 

Izuna lo miró y sus ojos se encontraron, quizá era la adrenalina, la necesidad pero en algún momento su mano se alzo y recorrió su pecho. Los ojos de Madara se abrieron sorprendidos al sentir la descarga eléctrica que recorrió su cuerpo partiendo del contacto del otro.

 

Sus labios se dirigieron hacia el otro, lo tomó del hombro con la derecha y lo acercó hacia él mismo. Izuna deslizó su mano por su costado hacia su espalda. Madara rodeó su cuello y siguieron besándose, generando un ritmo cada vez más armónico entre sus caricias, explorando y sintiendo.

 

Al cabo de un rato Madara se separó, miró al otro a los ojos, preguntándose que había sido eso pero de sus labios no salió nada, solo volvió a besarlo y pudo sentir como su miembro se endurecía. Su mano se coló entre sus ropas, la fricción entre ambos se intensifico. Comenzaron a moverse rítmicamente, la excitación aumentando en oleadas hasta que el orgasmo llego. Se miraron a los ojos y compartieron un lánguido y húmedo beso.

 

 

 

 


 

 

Cuando se hicieron mayores el padre de ellos llamó a Madara, sin rodeos le dijo que debía escoger a alguien para seguir preservar el linaje del clan. Madara se negó y con la excusa de una misión de reconocimiento salió de la tienda.

 

-¿No has pensado en tener hijos?- le preguntó Izuna esa noche cuando regresaban de la misión

 

Madara lo miró como si le hubiera salido otra cabeza

 

-Ya sabes, nuestro padre dice que debemos preservar la descendencia

 

-¿Quieres ser la madre de mis hijos?- le dijo divertido

 

-Baka

 

Madara se puso de pie y lo abrazó- entonces así esta bien, el clan está bien como está- le dijo en un susurró cerca de su labios.

 

Recargó a Izuna en la pared, ninguno estaba quieto, deseaban rozar la piel del otro, sus propias erecciones dolían, liberaron sus miembros y los frotaron juntos hasta que ya no era suficiente y sentía la imperiosa necesidad de sentirse aun más unido al cuerpo bajo él. Y entonces de alguna forma estaban en el piso de la habitación.

 

Madara nunca había sentido esa sensación, no solo había deseo, había ansiedad, temor, reverencia y devoción por el cuerpo del otro. Sus manos temblaron ligeramente al recorrer y sentir la piel del su hermano. La sensación era tan intensa, el calor tan abrumador. Nunca había sentido tanto deseo, jadeaba descubriendo cada parte del cuerpo. Reaccionando exageradamente a las caricias del otro. Se descubrió siendo brusco y eso lo detuvo, se sorprendió de considerar eso. Nunca le había pasado, esa sensación tan desquiciante y adictiva. Nunca había sentido la imperiosa necesidad de ser delicado, de ser suave, de acariciar solo con las yemas de los dedos.

 

 Jadeó cuando su hermano rozó su miembro- Madara- dijo su nombre y volvió a besarlo. Por un instante pensó que nunca se cansaría de besarlo.

 

Volvieron a frotarse, pero ya no era suficiente

 

- Abre las piernas para mi- le dijo

 

E Izuna lo hizo, dejo que se acomodara entre sus piernas era salvaje, dulce, un poco obsceno. Pero sobretodo era cariño y deseo lo que había en esa acción.

 

Levantó sus piernas llevándolas hacia su pecho, se introdujo en el, era estrecho y al ver una mueca se detuvo

 

-No, no te detengas- le dijo en un gemido Izuna, y Madara pudo ver en sus ojos la misma necesidad apremiante de querer ser uno con el otro.

 

Puso una mano en su excitación moviéndola de arriba abajo, arqueo su espalda todo lo que pudo para poder besarlo. Izuna levantó más sus caderas permitiéndole enterrarse a un más profundamente. Se introdujo totalmente en él cuando sus labios alcanzaron los del otro. Madara jadeo por la impresión

 

Izuna gimoteo ante la invasión.

 

Se movió de nuevo, no iba a aguantar mucho lo sabia; perdió el control y empujo desesperado. Hasta alcanzar el orgasmo.

 

Izuna se vino con la presión que hizo Madara al final sobre su miembro y la sensación del semen de Madara en sus muslos. Madara cayó sobre su cuerpo jadeando, el cuerpo perlado de sudor, totalmente relajado. En medio del sopor se preguntó por un momento si aquello había estado bien, si cambiaria algo entre los dos. Pero la voz de Izuna lo distrajo.

 

-Vamos, muévete- le dijo Izuna al cabo de un momento, cuando pudo controlar su respiración

 

Madara lo miró profundamente analizando la expresión del otro, intentando saber lo que pasaba por su mente- Izuna…

 

-Pesas- le dijo Izuna divertido al ver el gesto de preocupación del otro.

 

- Creo que no- contesto Madara sonriendo aliviado al ver que Izuna dijo sonriéndole a Izuna, este alzó una pierna con la que logro girar junto con Madara quedando arriba de este.

 

-Siempre estaremos juntos

 

-Siempre- le confirmó. Para ese momento ya había anochecido. Sin decir nada decidieron esperar hasta el otro día para entregar el reporte de la misión. Ese día durmieron juntos, no era extraño dormían en la misma habitación. Ahora dormían también en el mismo futon.

 

 


 

 

 

Madara al ser el hermano mayor buscaba ser más y más fuerte. Esa era la regla el más fuerte controlaba a los demás. Por ello rápidamente se hizo de una reputación y logró liderar el clan en las batallas.

 

Cuando vio a Hashirama se sintió paralizado, la fuerza que exhibía, la ferocidad y al mismo tiempo el control de sus ataques. Jamás había visto algo así

 

-¿Ni-san?- le dijo Izuna

 

Se quedó estático, mientras las ganas de acercarse al otro y enfrentarlo le embargaban

 

-Debemos irnos, han ordenado la retirada.

 

Casi tirando de él, Izuna sacó a Madara de ahí.

 

Izuna se percató de la mirada, se percato de la intensidad con la que uno y otro eran atraídos. Se sintió molesto y desconcertado. Pero el pensamiento no pudo durar por mucho tiempo, el combate no estaba decidido y se avoco a lazarse al cómbate con violencia.

 

Después de eso ambos sabían que el clan Senju era un gran oponente

 

-No importa, los derrotaremos con el sharingan- dijo Madara recargado en uno de los pilares de la tienda. Izuna se sentó a su lado

 

-¿Estas bien?

 

-Si- Izuna hundió el rostro en el espacio entre el cuello y el hombro del mayor- Solo un poco harto.

 

Madara lo acomodo entre sus piernas- Cuando por fin derrotemos al clan senju entonces seremos reconocidos como los más fuerte.

 

Volvieron a besarse con la ansiedad y ternura de siempre. Madara deslizo la yukata de los hombros de Izuna

 

-Ha pasado tiempo- dijo poniendo una mano en el endurecido miembro de su hermano.

 

-Hemos estado ocupados- Comenzó a moverse entrechocando su trasero deliberadamente con el miembro del otro. De esa forma volvieron a ser uno uniendo sus cuerpos.

 

Al terminar se besaron largo tiempo al cabo del cual se quedaron dormidos abrazados.

 

Confiaban uno en el otro, las batallas eran rápidas, se coordinaban bien, pero cuando Hashirama aparecía Madara comenzaba un ataque frenético, olvidaba todas las precauciones y se lanzaba a un ataque imprudente.

 

-¿Que te pasa?, así no era el plan- le reprochó Izuna al volver del campo de batalla

 

-El movimiento resultó el mejor- dijo Madara comenzando a exasperarse

 

-Pero un poco más y no habría podido llegar a ayudarte

 

-No necesito que llegues a ayudarme

 

Se miraron furiosamente. Con rabia y desesperación, se estaban alejando y no entendían porque

 

-Ve y explícale eso a los ancianos- dijo Izuna y se marchó de la habitación. Madara lo siguió, lo detuvo para pedirle explicaciones de su comportamiento. Entonces el solo hecho de verlo a los ojos basto para que las palabras murieran en sus labios. Y cuando se percato estaba besándolo de nuevo, sin detenerse abriendo la boca su colando su lengua en la cavidad de su hermano. Pasó una mano por su nuca para atraerlo más hacia sí.

 

Al tiempo se dieron cuenta de que estaban fuera de su habitación- Si alguien nos ve- pensaron ligeramente sorprendidos por haber perdido la noción de las cosas.

 

-¿Tanto te importa el líder de los Senju?

 

-Es un gran oponente, si podemos derrotarlo entonces nuestro clan será reconocido como el más fuerte, lo sabes. Así podremos acabar con esto y quedarnos juntos.

 

Izuna lo vio y luego sonrió- Sigamos esforzándonos

 

 


 

 

 

Su habilidad sucesoria el Sharingan. Estaban muy orgullosos de ella, sabían que casi siempre era su as para las batallas. Su clan era temible por el poder que tenía al leer las técnicas del otro.

 

Y así desarrollaron el Mangekyou. Al principio estaban eufóricos, el Sharingan no solo era una técnica de defensa para penetrar las técnicas del enemigo, ahora era una técnica de ataque. Izuna desarrollo el Tsukiyomi y Madara el Amateratsu. Después Madara consiguió realizar el Tsukiyomi tambien.

 

Pero en un momento todo cambio, Madara noto el desgaste en su vista. Se dio cuenta que lenta pero inexorablemente se estaba quedando ciego y la desesperación se apodero de él.

 

Lanzó el amateratsu logrando que las llamas consumieran un grupo de ninjas del clan enemigo. Y de pronto todo se oscureció. Pudo sentir la humedad de la sangre manando de sus ojos, recorriendo su rostro. Su propia sangre, era algo que jamás había experimentado. El terror al sentir su sangre brotar, no temor a la muerte, sino por algo peor el temor a la derrota.

 

-¡Izuna!- gritó en medio de la oscuridad que lo rodeaba

 

Izuna corrió a su lado, pudo darse cuenta de cómo se había paralizado su hermano. Lo había observado en los últimos encuentros.

 

-¿Qué pasa?- dijo tomándolo de los hombros.

 

-Mis ojos- bramó llenó de rabia por el hecho de quedar inutilizado en batalla. Lanzó su brazo hacia adelante sujetándose de Izuna en un movimiento desesperado.

 

Izuna vio sus ojos llenos de sangre. Dio órdenes de que lo sacaran del campo. Y corrió el rumor de que había sido herido. Al saberlo los ancianos ordenaron la retirada en una acción vergonzosa para el clan.

 

-Nadie debe saber esto- le dijo Madara

 

–Primero debemos curarte, después pensaremos como explicar lo sucedido

 

Izuna llevó a Madara a una habitación apartada, llamo al ninja medico y salió a ver a los ancianos. Les dijo que era una herida menor, que se recuperaría pronto.

 

Izuna se apresuro a ir con Madara. Se encontró al ninja-médico quien le dijo que no sabía qué tipo de herida había causado el daño en sus ojos. Entró a la habitación

 

-¿Como estas?

 

No obtuvo respuesta

 

La hemorragia había parado, pero los ojos estaban opacos, muertos. El ninja medico declaró que no podía hacer nada.

 

Izuna asumió el liderazgo del clan, mientras los ancianos del clan le cuestionaban sobre su hermano.

 

 

 

 

 

Izuna iba a consultarlo sobre lo que debía hacerse, pero Madara simplemente se hundía en la impotencia de no poder pelear nunca más. Y así se sucedieron los días.

 

 

 

Un día llegó a ayudarlo a alimentarse. Madara lo empujó con fuerza

 

-Vete, no necesito tu lastima

 

-Encontraremos la solución- se volvió a acercar. Y le tomo del hombro.

 

 Madara extendió su mano y busco su rostro

 

-¿Porqué tú puedes ver?- preguntó sin esperar una respuesta realmente, simplemente como un reclamo salido de la desesperación

 

-No lo sé, pero tal vez, sea la respuesta para que sanes

 

-¿La respuesta?

 

-Tal vez si averiguamos la diferencia, podamos curar tus ojos

 

-La respuesta- repitió Madara- …tus ojos, tus ojos son la respuesta

 

 Madara extendió su mano. Izuna la tomo, pero el otro se extendió en busca del rostro del otro. Subió por su cara apremiante.

 

-Tus ojos, tus ojos- repetía frenético

 

Lo tomó por el rostro- Tú puedes ver, tú tienes el magekyou

 

Se incorporo hasta quedar frente a él, se aferró a rostro, pasó sus dedos subió por su rostro hasta llegar a sus ojos, los recorrió con sus dedos temblorosos, presionando- Si tan solo…- de pronto lo soltó y se giró. Parecía asustado de sí mismo, por la idea que surgía en su mente - Si tan solo…- repitió en voz baja. Quedándose inmóvil

 

Izuna no podía soportar la visión de su hermano así, en un estado de miseria emocional tan profundo. Entonces tomo una decisión

 

-Tómalos- escuchó la voz tranquila de Izuna, quien había permanecido quieto ante el desplante del otro, pero ahora se acercaba y volvía a tomarle del brazo.

 

-¿Qué?

 

-Mis ojos, aun puedo ver, no han sido afectados. Si tienes mis ojos es probable que sanes

 

Guardaron silencio unos minutos cada uno enfrentándose a su propia batalla interior. La culpa y el temor lidiando dentro de ellos, quizá alzándose como una barrera. Los minutos pasaron. Afuera podían oír sonidos apagados, lejanos, pero en ese instante solo estaban ellos dos.

 

-Si tienes mis ojos podremos estar juntos por siempre- le dijo Izuna recargándose en su pecho. La mano de Madara recorrió tentativamente su rostro, era increíblemente terso para todas las batallas que había vivido y aun más, era cálido, una emoción que desde la niñez había sentido solo con él. Al fin rompió el silencio

 

Gracias, Izuna- Madara jamás había agradecido a nadie, era parte de su orgullo y de su suficiencia. Extendió su mano buscando la del otro. Izuna la tomo entre sus manos un breve instante

 

-Te amo- dijo Izuna por primera y única vez * Dirigió su mano hacia su rostro, los dedos de Madara acariciaron su rostro tentativamente, en un movimiento lento, tantas veces había visto ese hermoso rostro, tantas veces lo había tomado entre sus manos. Pero ahora quería grabarlo con sus dedos: acarició los pómulos, la nariz, las mejillas, la barbilla, sus dedos deshicieron el camino y regresaron a sus pómulos, rodeó el contorno de los ojos, acarició los parpados, acarició la frente.

 

No hubo palabras, en silencio, sus dedos se incrustaron en los ojos del otro. Se abrieron paso entre la piel del parpado y la cavidad del ojo; desprendió el globo ocular, sintió algo húmedo resbalar entre sus dedos pero no supo precisar si era sangre o lagrimas, lo más probable que ambas.

 

Izuna contuvo la respiración, la sangre se escurrió por sus facciones. Su rostro se contrajo en un rictus de dolor,  pero siguió sin decir ninguna palabra.

 

Al terminar la extracción, fusionarlo con sus propios ojos fue una tarea relativamente sencilla. Madara abrió los ojos lentamente, frente a él la primera imagen que vio fue a su hermano, seguía arrodillado la cabeza agachada el cabello cayendo frente a su semblante ocultándolo.

 

-¡Izuna!- lo tomó del rostro y pudo ver el camino de la sangre en sus mejillas, las cuencas vacías y una extraña expresión que no supo descifrar. De la mejor forma que pudo lavó el  rostro de su hermano y detuvo la hemorragia.

 

Llamó a un criado, al llegar este y ver el estado de Izuna se asustó. Madara le ordenó que trajera vendajes, el criado salió aterrorizado. Cuando volvió, Madara le ordenó que se fuera y no dejara entrar a nadie, el criado salió a prisa del lugar.

 

 Vendó sus ojos con suma precaución. Madara pudo percibir el silencio del otro, de alguna forma sintió resistencia al abrazarlo, pero no mucho pensó en ello

 

- Estarás bien- le prometió, lo sostuvo y lo recargó sobre su pecho.

 

Así pasaron la noche, abrazados, sintiendo la respiración del otro- Ahora siempre estaremos juntos- musitó su hermano

 

-Así es- le dijo Madara

 

Al otro día el rumor ya había corrido entre el clan, la mayoría veía a Madara con recelo. Madara se preguntaba ¿qué tan estúpidas debía ser la gente? para creer que en el estado en el que estaba, ciego y débil, hubiera podido arrancar los ojos de su hermano-un ninja de elite- sin el consentimiento de este.

 


 

 

 

 

-Ya he hecho todo lo que podía, ya te he ayudado hasta donde me era posible. Ahora ya no me necesitas.- le dijo ese día. Madara no entendió, ¿acaso estaba cansado?, ¿herido de alguna batalla anterior?

 

-No, nosotros siempre estaremos juntos ¿recuerdas?- dijo tomándolo del rostro- Solo un poco más, y esto terminará.

 

Lo besó, fue tan cálido e intenso como siempre, su mano encontró la suya y la apretó con fuerza.

 

En ese instante un mensajero llegó con noticias.

 

El clan Senju se movilizaba así que debían apresurarse a enfrentarlos.- Será mejor que hoy descanses.- le dijo Madara saliendo.

 

Cuando todo termino.

 

Vio su cuerpo en la tierra, y el tiempo se detuvo. Habían ganado esa batalla, su mangekyou era impresionante y los enemigos a duras penas podían oponer alguna resistencia.

 

Pero nada importó en ese momento, ni los gritos de euforia del resto del clan, ni el mensajero pidiéndole ordenes.

 

Su cuerpo estaba tendido sobre el campo de batalla. Se acercó rápidamente, en un instante estaba arrodillado junto a cuerpo. Pero le parecía algo irreal, no podía ser él. Se negaba a aceptar que tan solo un par de horas atrás lo había visto, y lo había besado por última vez, se negaba a aceptar que nunca más volvería a hablarle. Siempre  había estado junto a él, solo ellos dos.

 

-Izuna- dijo en una entonación que transmitía, su dolor, su culpa, su deseo de volver a esos días de batallas uno al lado del otro.-despierta- pidió aunque sabía que era un deseo inútil. Paso su mano por el cabello de su hermano, en un gesto cotidiano, siempre lo había sido le gustaba la sensación. Y recordó

 

-Deja mi cabello- le dijo una vez, una noche en que había pasado el rato acariciando el cabello del menor.

 

-¿Porque te lo dejas tan largo?

 

-No te lo diré- le dijo sonriéndole misteriosamente, en realidad ambos sabían  que a Madara le gustaba

 

Ahora su cabello estaba lleno de sangre, ya no era sedoso, estaba enmarañado y tieso debido a la sangre coagulada.

 


 

 

Cuando vio el cuerpo en el ataúd pensó que se veía realmente extraño, habían limpiado sus heridas, su  gesto lucia tranquilo. Parecía dormido, no había heridas visibles, hasta se preguntó porque alguien lo había puesto en un ataúd. Quizá solo estaba durmiendo. Se preguntó si de alguna forma podría hacer que despertara, pero su parte racional le digo que estaba pensando incoherencias. Así que sin decir nada, se dio la vuelta.

 

 Sabía que eso sería tomado como descortesía en su clan, el mito de que era un ser sin escrúpulos que había sacrificado a su propio hermano tomaría mayor fuerza ante esa actitud, pero qué más daba. Izuna se había ido, si alguna vez le importó lo que pensara alguien de él, ese alguien había sido Izuna, sin el eso había dejado de importarle por completo. Pasó el día entrenando en el bosque, no le quedaba nada más.

 

La muerte de su hermano fue un escándalo, muchos lo culparon, secretamente pensaba que aunque no había blandido el arma lo había empujado a ello. Pero no tenía tiempo para pensar en ello. La guerra estaba lejos de terminar y se dijo que su clan sería el ganador, o eso pensó.

 

Porque al cabo de algunos meses la llegada de algunos emisarios de Senju con la propuesta de alianza lo desconcertó. La rechazó tajantemente puesto que estaba seguro de obtener la victoria. Pero su propio clan lo forzó a aceptar esa alianza, no pudo controlar la situación y hacer prevalecer lo que pensaba.

 

El clan Senju podía estar tramando un engaño pero su clan cayó en la tentación de su propuesta, al desconfiar de su líder optaron por seguir una nueva figura de mando. Eso despertó el odio y desprecio de Madara, se dio cuenta de que su clan no valía todo lo que pregonaban orgullosos. Sus ojos brillaban de extraña manera, con desprecio y odio hacía su clan.

 

Con el tiempo, al ver los inútiles intentos de los miembros del clan al intentar conseguir el mangekyou perfecto se preguntaba porque en su caso habría funcionado. Quizá fue por la entrega de su hermano, por el amor que se profesaban. Un amor que su clan no entendía, que nadie entendía y que podía llevar al otro al máximo sacrificio, pero también a la unión perfecta. Cerró sus ojos intentando recordar el rostro de su hermano, el olor de su piel, su sonrisa. Y se dejo llevar por el recuerdo, una pequeña sonrisa asomó a sus labios.

 

Sentado en lo alto de una colina que bordeaba la nueva Konoha, decidió que el viviría, viviría aunque no quedara nada en pie, viviría por siempre por el sacrificio de su hermano. Sin importar que, honraría el sacrificio de su hermano. Sé puso de pie y salió a buscar a Hashirama, debían discutir quien sería el nuevo Hokage.

Notas finales:

Bueno, ahi esta, ¿como ha quedado? ¿Serian tan amables de decirme sus opiniones? ^_^

En fin, de cualquier forma gracias por leer.


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