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My really cliche first love story... por Leia-chan

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Notas del fanfic:

Juhu!!! Alguien se anima a leer mi historia!! Gracias, muchas gracias... Te aviso que vuelvo a escribir despues de mucho tiempo y esto es bastante experimental para mi... En serio, necesito tus criticas... En fin... Espero que la pases bien...

Notas del capitulo:

Holy s***t!! ¿Vieron la lista de advertencias? Si esto me va bien, ya tengo una lista de ideas para otras historias... ¡Primer capitulo! Poca acción, es cierto... Pero me sirve para introducir a los personajes... El siguiente... Creo que si tiene algo de acción... ¡Yay!

- Dan, esta tarde estaré en tu casa para completar el trabajo de inglés... - el chico que hablaba era alto, fornido, sumamente atractivo con su quijada cuadrada, labios hechos para ser deseados y esos ojos verdes, pícaros como ninguno. Caminaba con la espalda recta, confiado, tal vez demasiado. Vestía unos jeans azules, de los clásicos que vuelven a ponerse de moda de vez en cuando y una remera bordó.

- Lo siento, pero tengo muchos trabajos pendientes por estar ayudándote con los tuyos... Ve a pedirle ayuda a otro, Mathew... - le contestó la voz apagada que salía del teléfono celular que llevaba Mat.

- ¡Qué me llames Mat! Me recuerdas a mi madre cuando...

- ¿Cuándo te llamo Mathew? Genial, es lo que busco. Bueno, debo irme. Tengo mucho trabajo por hacer y creo que tu también, Mathew... - recalcó lo último y luego cortó.

- ¡No puedes hacerme esto! ¡Tienes que ayudarme! - le gritaba Mat al celular que llevaba en la mano, aunque obviamente ya nadie lo escuchaba del otro lado - ¡No! - lloriqueó - ¿Ahora qué voy a hacer?

Sintió un leve empujón en la espalda y se dio vuelta. Encontró a un chico pelirrojo, casi tan guapo como él, de ojos azules traviesos e infantiles y el rostro cubierto de graciosas pecas. Le sonreía ampliamente, mientras comenzaba a hablar - ¿Daniel te dejó plantado? - preguntó, divertido.

- ¡Y a puertas del campeonato! ¡No puedo bajar mi promedio o me sacaran del equipo! - afirmó gravemente el chico. De inmediato, su rostro se iluminó y miró al pelirrojo con la cara llena de esperanza - ¡Mick! Tú y sólo tú puedes ayudarme... La británica es tu novia, algo de su lengua se te habrá pasado...

- Sabes que no funciona así... Nadia fue tu novia cuando llegaste y te dejó igual de estúpido que antes...

- El listo siempre has sido tú... - aduló Mat, ignorando el insultó de su mejor amigo.

- No me sacarás nada adulándome, Mat. Sabes que Inglés no es mi materia y que la paso rasando el fondo, lo suficiente para seguir en el equipo... Sabías que debías asistir a clases y juntar puntos con los imbéciles trabajos de clase, ¿por qué no lo hiciste?

- Tenía otras cosas que hacer... - murmuró Mathew y luego continuo con una voz melosa - Vamos, Mick... Ya sabes que tú eres el mejor y que puedes hacer que este idiota termine su trabajo...

- Ni lo sueñes. Tengo una cita esta noche...

- No te llevará toda la noche... y... - Mick se alejaba rápidamente, amenazando con dejarlo solo - ¡Esta bien, Mick! Pagaré tu puta cita si me ayudas a hacer el trabajo... - Mick se detuvo, interesado en la propuesta. "Ya lo tengo", pensó Mat y justo en ese momento una bolsa impacto contra su cabeza - ¡Auch!

- ¿Por qué yo nunca obtengo nada por ayudarte? Eres un idiota, Mat. Y yo que había cambiado de idea y deseaba ayudarte... - el chico que llegaba era desgarbado, delgado y algo bajo. Vestía ropas demasiado grandes para él y además eran muy viejas, un gorro verde le cubría el cabello castaño y unos feos lentes de moldura gruesa cubrían sus ojos y casi la totalidad de su rostro.

- Daniel, viniste... ¡Te adoro, espantapájaros! - Mat tomó el gorro y lo apartó para poder revolver a placer los cabellos del más bajo - Sabía que no me dejarías a mí, tu mejor amigo, a la deriva...

- Te das demasiados privilegios, Mathew... - Daniel consiguió zafarme del agarre del mayor y se acomodó los lentes - Vine porque, si tus notas bajan y te sacan del equipo, me culparían a mí... y ¿sabes? No me gustaría que los chicos grandes me muelan a palos. Tengo mucho por vivir...

Se conocieron hace algunos meses, en la época de los primeros parciales. Mathew era nuevo en la ciudad, pero de inmediato se había ganado fama, no sólo por su innegable atractivo, sino por sus habilidades atléticas. En tres juegos se había convertido en el héroe del equipo al haber anotado la mayoría de los puntos que los llevaron a la victoria. Cinco meses es lo único que necesito Mathew para aclimatarse, darse a conocer y crearse una agitada vida social. Todo era perfecto en su vida, excepto la parte académica. Resulta que Mathew era un alumno de promedio muy bajo, razón por la cual su puesto en el equipo apeligraba. Debía pasar los parciales para seguir jugando, pero no tenía mucho tiempo para estudiar. Entonces, Nadia, la hermosa británica inalcanzable para muchos pero que en sólo un mes se había hecho su novia, le recomendó a este chico, Daniel.

Daniel vivió en la ciudad casi toda su vida. Tenía dos años menos que el promedio de los estudiantes del instituto y era dos veces más aplicado e inteligente que los demás. También, era dos veces menos sociable que el freak más raro. No es que viviera encerrado en los libros, es que no hablaba con nadie más de lo necesario. Daniel parecía una máquina diseñada para sobresalir sólo en el ámbito académico... y en el económico. Era la última esperanza de muchos chicos populares a la hora de entregar trabajos o repasar para los exámenes. Daniel lo sabía todo de cualquier materia o, al menos, eso aparentaba. Era capaz de terminar un excelente trabajo de cien páginas acerca de la realidad socioeconómica del país más raro e invisible de todos en sólo un fin de semana y de explicar hasta el más oscuro ejercicio de mecánica cuántica con una facilidad y claridad que envidiaban los profesores... así como también envidiaban el dinero que ganaba el chico en tan sólo una semana de trabajo.

A Mathew no le agradaba la idea de pedir ayuda, pero vaya que la necesitaba. Tan sólo abrir la primera página de su libro de química y ya tenía dolor de cabeza. Aceptó, a regañadientes, que debía hablar con Daniel. Lo encontró al día siguiente, en el colegio. Faltaba un poco más de una semana para su primer examen. El chico no podía verse peor, parecía un indigente sin hogar. Caminaba algo cabizbajo, tratando de no mirar a nadie y de no chocar con nadie. "Es... raro", pensó Mathew, a punto de arrepentirse de su decisión. Nunca le gustaron los chicos raros. Y más cuando lucían tan... bueno, raros. Pero ya se imaginaba la cara de decepción de su novia (¿o era de su madre?) y del entrenador (¿o era su padre?) cuando les comunicará que no podría participar en los juegos por culpa de sus bajas calificaciones. Suspiró profundamente y, armándose de valor, se acercó al chico.

- Hola... ¿Eres Daniel? - le preguntó, con su sonrisa más amistosa.

El otro lo miró de arriba abajo, como si estuviera estudiándolo. "Será idiota el pequeño...", a Mathew comenzó a agradarle menos el niño ese.

- Sí, soy Daniel... ¿Y tú eres? - preguntó el de lentes a su vez, con la mirada clavada en su rostro, como desafiándolo.

- ¿Bromeas? ¿No sabes quién soy? ¿Acaso no vas a los juegos o lees los periódicos o al menos hablas con alguien?

- Lo siento... No habla de deportes con nadie... - respondió, sin cambiar de expresión ni de tono de voz. Lo seguía mirando fijo a los ojos.

- Emm... Bueno - "RARO, con mayúsculas", pensó Mathew - Soy Mathew Starr, el nuevo capitán del equipo de fútbol... - le pasó la mano, esperando que él otro la estrechara, cosa que no sucedió.

- Ok, Mathew, ¿qué necesitas de mí? - "¿Acaso no vio la estrellita de genialidad salir de mi sonrisa?", pensó el atleta al ver que el chico no se veía afectado en nada por su persona.

- Este... Bueno... Escuché que... - balbuceaba, algo descolocado por el hecho de que su carisma no doblegaba el estoicismo de Daniel - Bueno, que...

- Vendo trabajos y doy clases de repaso... - completó Daniel, con la misma expresión que no expresaba nada.

- Este... Sí, eso... y yo quería...

- ¿Un trabajo? Te costará cien...

- ¡No! - interrumpió Mat, sobrepasando la cohibición que le provocaba el chiquillo frente a él - Necesito algunas clases... Y me preguntaba si... - empezaba a titubear nuevamente.

- Sí, si puedo enseñarte - interrumpió Daniel -. Te constará cincuenta mil guaraníes la hora... - informó.

- ¡¿Pero qué?! ¿No crees que exageras?

- Me lo dirás después, al pasar el examen... Cincuenta mil la hora si tú eliges el horario. Lo rebajo a treinta si vienes el viernes a las ocho a mi casa...

- ¿El viernes? Pero si es... viernes... - murmuró algo triste.

- Serán cincuenta si tú eliges...

- Ok, ok... - Mat dio un paso atrás y levantó las dos manos - Será el viernes entonces...

Y el viernes llegó muy rápido. Como era nuevo, a Mat le constó lo suyo llegar a la casa de Daniel, pero no fue imposible. A las ocho y diez estaba frente a la puerta del departamento. "Dame fuerzas para no golpearlo...", no sabía a quién le rogaba pero esperaba que alguien oyera. Levantó la mano para golpear la puerta, ya que no encontró ningún timbre y en el momento que acercó los nudillos a la puerta, un estruendoso trueno resonó en sus oídos y una furiosa tormenta se desató afuera. "Esto no puede ser una buena señal...", pensó Mat, pero igual llamó a la puerta. No tuvo que esperar mucho. La puerta se abrió enseguida y por un momento, Mathew se creyó perdido. El chico que le abrió la puerta no podía ser Daniel. No llevaba la vieja gorra verde, por lo podía ver ese brillante e indomable cabello castaño, ni tenía lentes, por lo que podía apreciar sus grandes ojos mieles y un rostro de facciones delicadas, casi infantiles. ¿Y dónde estaban las ropas de indigente? El adorable chico que tenía en frente llevaba una ligera remera blanca y unos pantalones hechos a su medida.

- No creí que vinieras... - dijo Daniel, que fue el primero en hablar, ya que Mat estaba sin habla. Daniel se adentró en el departamento, esperando que Mathew lo siguiera y al ver que no lo hacía, lo invitó - Vamos, pasa... No me preparé muy bien, pero tuve un examen con la misma profesora, así que creo poder ayudarte...

- ¿Tú... tú eres Daniel? Estas... diferente... - entró un tanto inseguro. Daniel le pidió que cerrara la puerta y Mat lo hizo - ¿Qué pasó de tus lentes?

- Estarán por allí... No te preocupes, puedo manejarme sin ellos durante un tiempo... En fin, mi padre aún no ha llegado, pero lo hará enseguida, así que, si no tienes ninguna objeción, vamos a mi cuarto...

- ¿Tu padre no quieres que traigas visitas?

- No es eso... Es que eres atractivo y él... Bueno, no dejará de molestarme por ello... Así que mejor te escondemos antes de que llegué para estudiar tranquilos...

- Mmm... No lo entiendo, pero si tu lo dices... - Daniel lo condujo por un pasillo hasta su habitación - ¿Sabes? Tú también te ves muy bien, eres... lindo sin esa ropa horrenda y esos lentes... y esa gorra...

- Lo que sea... - entraron a la habitación, que no era muy grande pero serviría. Tenía un escritorio con una de esas sillas que giran, una computadora, un estante lleno de libros y revistas, algunos juguetitos y poster de animaciones japonesas y una cama pequeña. Bueno, pequeña para Mathew ya que a Daniel le caía muy bien -. Puedes esperar sentado o acostado, si quieres... Tengo que ordenar algunos ejercicios que tengo de años pasados y luego me dedicaré a ti. Esta primera hora no te cobraré por ello... - Daniel se acercó al escritorio y tomó un estuche negro de donde sacó sus lentes.

- De acuerdo...

Mathew decidió acostarse, mientras Daniel comenzó a hurgar en papeles y carpetas. Los minutos se pasaron en silencio y se fueron sumando hasta completar treinta. Daniel levantó la vista de los papeles con la intención de anunciarle a su cliente que podían empezar, pero cuando estaba a punto de hablar, se dio cuenta de que Mathew se había quedado dormido. "Gorila holgazán", pensó Daniel. Pero se lo pensó mejor. Daniel sabía diferenciar cuando alguien dormía por placer o por necesidad. Innumerables fueron las veces que encontró a su padre rendido en el sofá, en una posición más bien incómoda, durmiendo a pierna suelta. Su padre trabajaba mucho, demasiado, pero siempre se esforzaba por mostrarse jovial, así que cuando lo encontraba en la sala, trataba de no molestarlo, más bien se acercaba a cubrirlo con una manta y sacarle los zapatos. Apreciaba mucho a su padre. Y allí estaba Mathew, con el mismo rostro de aquel que al fin puede descansar en paz. "Capaz lo este juzgando sin conocerlo...", reconoció Daniel. Lo observó por un tiempo, hasta que ya no pudo resistirse. Se acercó, le sacó los tenis que llevaba y lo tapó con una manta ligera. Luego, abandonó la habitación para esperar a su padre.

Notas finales:

Bueno, primer capitulo... Si llegaron hasta aqui... podrían... No se... dejarme un comentario?? Por favor...


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