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Veritaserum por Minako_bren

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Veritaserum ~



Un beso, ¿Qué es un beso? Es algo dulce, algo suave. Es algo casto. También es algo imperceptible. ¿Cuántos años más seguiría definiéndolo de ese modo? Después saborear cientos de labios disímiles... ¿era necesario recordar con esa demencial nitidez la primer muestra de cariño que un niño tan pequeño (precioso, irrefrenablemente encantador) le había dado, por error?

- Wakagashira-sama... - el yakuza se mantuvo a prudencial distancia. El jefe más joven parecía ensimismado de nuevo. - Jefe, escuchó lo que dije?

- Ah? - Masa lo miró como si acabara de despertar de un largo sueño. El empleado suspiró a escondidas y repitió las palabras que había estado murmurando durante diez minutos mientras su jefe divagaba en las fronteras de unos inefables ojos verdes que se contraían furiosos cada vez que él se ausentaba. Un beso, un beso de esos labios.

- ... la muestra ha regresado del Laboratorio esta tarde con resultados extraños. Parece que Gokashou-gumi no está repartiendo cocaína por el área de Nara como pensamos, sino que trabaja con los derivados de una sustancia antigua... el Sodio 1607.

- Entonces...?

- Hay 4 víctimas de la droga registradas. 2 han muerto asesinadas después confesar - Masa arqueó una ceja sin comprender - El Sodio 1607 es una nueva fórmula de lo que en la antigüedad se llamaba Veritaserum. Los romanos lo utilizaban en grandes cantidades para obligar a los prisioneros a revelar datos importantes sobre el enemigo o sólo para hacer confesar a los prisioneros – el empleado le entregó un frasco diminuto que contenía una cantidad irrisoria de gotas translúcidas - La muestra del laboratorio es pequeña, pero tiene la misma capacidad en una dosis menor...

- ¿Cuán esparcido está el problema? - se había interesado definitivamente; estos eran, después de todo, los conflictos con los que tenía que lidiar a diario como Jefe más joven del grupo mafioso más importante del Oeste. Tomó un cigarrillo de la cajetilla dorada y lo encendió con mesura.

- No demasiado. Los informantes dicen que no ha trascendido más allá de esas 4 víctimas - el rostro del yakuza se ensombreció un instante - ... pero hay rumores de un posible infiltrado. El Jefe Goukashou ha mencionado algo acerca de un intento de esparcir la droga en la casa Sagano...

- No me extraña, nosotros haríamos lo mismo - comentó Masa, sonriendo irónicamente.

El hombre asintió y le mostró unos papeles donde figuraba el nombre de la droga y las cifras del laboratorio. - Quieren extraer toda la información posible sobre el procedimiento en Shinjuku... Señor, qué hacemos al respecto?

- Redobla la guardia y no permitas que nadie fuera de las primeras líneas salga de la mansión... Le enviaré a Oyabun-sama un mensaje confidencial express - hablaba con cansancio, matizando cada sílaba con cierto retraído aburrimiento. Dio una calada profunda al cigarrillo y miró fijamente al empleado. - Que Bon permanezca en la casa. Si se rehúsa, dile que lo discuta conmigo aquí.

- Sí, Jefe. ¿Cómo procedemos en Nara?

- Comunícame en la mañana con Yasumoto-san, le daré permiso de fuego para que intercepten a cualquier miembro del Gokashou-gumi que sea encontrado en el proceso de repartición de la droga. Los sospechosos serán interrogados también... y llévale esa muestra a Imagawa-san, la quiero disponible para enseñársela al Jefe.

El empleado anotó algunas cosas apresuradamente y salió del lugar haciendo una graciosa inclinación de respeto mientras Masa buscaba recuperar su perdida atención al Gumi entre los resultados del laboratorio... Descubrió curiosamente que el Sodio 1607 tenía efectos admirables. Sumía a las personas en un estado de sopor semejante que éstas apenas respiraban mientras la mente, presa de un oscuro entumecimiento, las obligaba a entregar la respuesta más instintiva, a saber, la más verídica. Contrario a lo habitual, en el momento del interrogatorio no adormecía a las víctimas sino que las exaltaba. El individuo se entusiasmaba cada vez más con el hecho de espetar la verdad a secas y se entregaba gustoso a merced de las preguntas que el examinador hiciera, sin distinguir aquellas que no podía revelar por cuestiones de lealtad o conveniencia. Luego caía en un profundo sueño. Y lo más insólito: pasado el efecto, a las 10 horas, no tenía recuerdos de haber sido tratado con el moderno Veritaserum, pero su memoria nerviosa sí conservaba los detalles del modo de aplicación. Masa sonrió entre maravillado y descreído: como las mejores armas, la nueva droga era tan útil como peligrosa. Al final, todo se reducía siempre a una cuestión de doble filo.

El moreno se acomodó en el respaldo de cuero y giró el enorme sillón con su cuerpo. Se sentía pequeño en ese sitio. Era una idea ridícula porque desde hacía años él era el encargado de las oficinas del Sr Sagano, y en el último tiempo no hacía más que ascender y ascender en categorías dentro del grupo hasta alcanzar el grado de Jefe más joven, que era la mayor aspiración de un yakuza podía tener cuando su Oyabun aún vivía. No era la mayor aspiración que Masa tenía, desde luego, pero sí era una de ellas.
Sacó otro cigarrillo. Era tarde y por la ventana del lujoso despacho se perfilaban las luces de los focos recién prendidos del jardín. La vista era encantadora desde ese ala de la casa pero había en los alrededores de la entrada y en aquel piso una despótica calma que, de un momento al otro, le pareció sospechosa. Habían transcurrido veinte minutos desde que dio la pseudo orden de cuarentena, ¿por qué Bon no había ido hasta allí a quejarse? En el fondo eso le hubiera gustado... A Masa no se le había pasado el hecho de que el joven estaba visiblemente disgustado. Se había negado a saludarlo en la mañana, cuando regresó de su fin de semana en Tokyo, y había enfilado directo a su habitación de la que afirmó que no saldría hasta la noche. Había oído por Kumi-chan (quien sí lo había saludado, y con el doble de efusividad que podía esperar de Kai) que tenían una fiesta a las 9... Dada la situación, Bon no iría sin seguridad, claro... pero, de nuevo: ¿por qué no había ido a quejarse todavía?

Masa bostezó y se estiró en el sillón reclinable. Acabó el filtro, cerró los ojos apenas y se dejó llevar por el cómodo resguardo; dejó que su mente vagara en el cansancio físico que sentía y la opresión habitual, cálida, efervescente que sentía en el pecho cada vez que regresaba a casa. Bon. El perfume de las mujeres que lo habían acompañado la noche anterior, sus manos expertas repartiendo caricias delicadas, sus ojos inteligentes escudriñando los secretos tras la máscara de frialdad. Bon. La música del piano, el saxo como instrumento de compañía, una deliciosa cena en un restaurant del underworld. Bon. Un beso, un beso que se lo llevaba todo. Apenas un roce de esos labios prohibidos, exquisitos, y luego otros besos más intensos, más reales, más adultos, pero igualmente secretos y recubiertos de prudenciales excusas. Bon.

Abrió los ojos. Alguien llamó a la puerta dos veces. Masa dio paso a la entrada y se incorporó en el asiento con naturalidad; cambió el porte descuidado por uno más austero pero en sus ojos no pudo contener el brillo que adquirieron al vislumbrar la figura del hijo del Jefe.

- Bon, estás aquí. Lo siento, sé que debes estar molesto... pero tenemos una situación esta noche...

- No estoy molesto - murmuró Kai con tranquilidad. Por un instante Masa se sintió inquieto ante la fugaz idea de que el muchacho estuviese mucho más calmo que él, y eso, por sus dobles sentidos y sus dobles causas, era una situación alarmante. - ¿Qué estabas haciendo?

Masa tardó unos momentos en responder. - Pensaba en una solución para el problema del Goukashou-gumi... ¿No planeas ir a la fiesta? - preguntó casualmente.

- No - sentenció Kai - En realidad no quiero ir.

La manera en que lo dijo no fue tan impactante como la expresión que enmarcó sus palabras. Masa lo examinó rápidamente, como siempre hacía cuando se enfrentaba a él, y frunció el entrecejo. Bon le sonreía de una forma poco habitual. Eso sin contar el que hace apenas dos horas ni siquiera le había dedicado una mirada en señal de saludo. Llevaba unos pantalones livianos color gris y una remera más ajustada con inscripciones en otros idiomas. No era ropa de salir pero tampoco estaba desarreglado. Bah, era hermoso, no necesitaba un estúpido Armani para dejarlo en claro. Como otras veces, cuando contemplaba la exultante belleza del joven de cabellos rubios y perfecta tez blanca, la idea de que otros pudiesen admirar esos dotes con mayor atrevimiento le hizo hervir la sangre.

- Ah, sí? Que extraño, Kumi-chan me dijo que estabas animado al respecto - apartó la vista y juró clavarla en el libro de cuentas administrativas por el resto de su existencia. Kai se sentó en el sofá más cercano al otro lado del escritorio. - ... ¿y qué quieres hacer esta noche?

- Quiero quedarme contigo.

Masa levantó los ojos oscuros y taladró a Kai con ellos.


- ... disculpa, Bon, no entendí lo que dijiste...

- Quiero estar contigo, Masa. Quiero quedarme aquí - pareció que iba a proseguir, pero luego hundió la vista en el piso como si algo lo hubiese cohibido de repente. Masa no dio cuenta de esos detalles porque estaba demasiado sorprendido ante la confirmación de lo que antes había escuchado, sin creerlo. También él desvió la mirada y sacó otro cigarrillo mecánicamente.

- Bien, aquí estás - dijo con una sonrisa que ocultaba su incipiente nerviosismo. ¿Por qué se sentía así?, ¿Qué había de malo en lo que Bon estaba diciendo? (¿Acaso no era lo que él quería, desde un principio?). Trató de relajarse y tomar una actitud más natural. - ... ¿qué tal tu práctica de kendo?

- Bien. Me aburrió bastante. - cada vez que hablaba levantaba la vista y le dirigía una de esas miradas por las que Masa habría cedido todos los dedos de la mano. Era el único tipo de caricia que el yakuza se permitía infligirle a Kai; un secreto intercambio de contacto visual tan electrizante como lo era un beso apasionado o el toque más indecoroso. - Todo me aburre últimamente...

- Ow... - el yakuza sintió deseos de abrazarlo. - ¿Por.. por qué, Bon?

- No lo sé - Kai se llevó las manos a los antebrazos opuestos como si le hubiese leído la mente. - Creo que es porque hay pocas cosas que me interesan - tomó aire entrecortadamente y Masa parpadeó - ... el kendo en realidad...

- ¿No te gusta? - lo interrumpió Masa sin entender hacia dónde iba esa descarrilada conversación.

- Sí, sí, pero... en realidad creo que me gusta porque lo practica Sempai, tú sabes...

- Ah, claro - no pudo impedir que las palabras ocultaran un dejo de desprecio. No conocía personalmente a Samejima-san pero era consciente de su afamada belleza. Kai se había vuelto fanático del kendoka poco después de que ganase el título nacional en el deporte y se había apenado muchísimo cuando el incidente (del que su padre tenía plena responsabilidad) causó su retiro. Masa recordó que tenía un cigarrillo en la mano y buscó el encendedor en su bolsillo. - Pero... no puedes continuar algo sólo porque a otra persona le interesa – murmuró, mientras hurgueteaba - ... incluso si esa persona te interesa. Debes ser tú mismo, dedicarte a tus propias aficiones...

- No sé cuales son mis aficiones. - Masa supo en ese momento qué era lo que lo estaba perturbando: el modo en que Bon espetaba sus respuestas, con una voz tan antinatural y tan sincera que apenas se diferenciaba del tono de una amenaza.

- ¿N-no? Pero... tú siempre mostraste estar muy convencido de lo que querías... ¿Cómo es que dices eso ahora?

- No sé porqué lo estoy diciendo. Sólo lo hago. ¿Nunca te has sentido así?, Como hechizado, como fuera de ti mismo...

Por supuesto que se había sentido así antes. Cada minuto que trascurría al lado de él, para ser más exacto. Se incorporó con la intención de buscar un trago; tenía la urgencia de cambiar de tema. - ¿Quieres algo? Mm... no hay nada que pueda ofrecerte legalmente por aquí... pero puedo hacer una excepción y dejar que bebas una medida de Whisky también... o... cualquier otro licor de estos... - lo miró mientras preparaba los hielos para su bebida; Kai estaba abatido, taciturno, miraba el piso alfombrado como si debajo de él hubiese un tesoro por desenterrar. - ... ¿qué dices?

- No, gracias. No quiero tragos. Los odio, de hecho - miró a Masa acomodándose en el sofá y sonrió con osadía - Nunca me gustaron, son muy fuertes.

Masa le devolvió el gesto riendo ansiosamente. - Pero, te he visto tomarlos... más de lo que deberías, incluso...

- Es sólo para aparentar. No me gustan; prefiero los jugos o las bebidas con azúcar - volvió a reír - En la fiestas adultero los tragos para bajar la cantidad de alcohol... les pongo cuatro hielos como mínimo y a veces el doble de agua.

Masa balanceó el BlackHorse que sostenía en la mano. - ... aún así acabas ebrio... – dijo, reprochando inconclusamente aquella falta.

Kai se encogió de hombros; con su expresión eternamente joven y la suavidad de su mirada parecía un niño pequeño. - ¿Cómo lo sabes?

- Yo mismo te he rescatado...

- ¿Siempre prestas atención a lo que hago en las fiestas?

Araki tragó saliva y apuró el trago. - Es mi trabajo.

Kai rió y a Masa le dio la impresión de que lo hacía involuntariamente. - Supongo que sí... ¿Siempre vas a cuidarme? - se apoyó en el apoyabrazos y lo enfrentó otra vez.

- Siempre.

Luego surgieron de la nada unos incómodos minutos de silencio, en los que el segundo al mando acabó el whisky y deseó con todas sus fuerzas ser capaz de pensar en otra cosa que no fuese en los enormes ojos verdes de Kai teñidos de la ternura insólita con que habían aparecido esa noche. Por Dios, si hasta empezaba a sentirse acalorado.

- Es tarde, ¿no crees?, ¿No te sientes cansado? - Kai negó con un movimiento de la cabeza. - Bon... estás... ¿Estás bien? Te noto extraño... - se acercó, aunque todo ese tiempo había tratado de regresar al otro extremo del escritorio sin conseguirlo. Masa se arrodilló cerca del joven y estudió su expresión. - Puedo ir a buscar agua si deseas... o alguna otra cosa, sólo dime...

Kai extendió las manos y se aferró a la camisa italiana del hombre que tenía enfrente. Clavó los dedos con desesperación pero continuó ocultando la mirada en el piso alfombrado.

- Te quiero a ti. Quédate aquí, quédate conmigo.

Masa lo contempló, perplejo, sin moverse de su sitio. - Bon...

- ... ¿puedes quedarte?, ¿puedes quedarte conmigo para siempre? - temblaba, pero sus manos no soltaron al yakuza - Dime algo, dime que no te irás...

Masa se separó unos centímetros pero todavía permaneció en cuclillas frente a Kai. El corazón le bombeaba frenéticamente y de a poco una sospecha se deslizó por su nebuloso razonamiento. - Bon, ¿por qué estás diciendo esto...?, ¿tomaste algo? Alguien, ¿alguien te dio algo, tienes alguna marca? - lo sacudió tratando de examinar su cuello, pero el chico no lo permitió. Negó varias veces e intentó alejarse de su tutor apegándose al respaldo.

- ... sólo estoy diciéndote la verdad, Masa!

- Lo sé, lo sé... - el yakuza se llevó una mano a la frente. Era claroq ue no tenía que prestarle atención dado que se encontraba narcotizado. "Es la droga, es el Sodio 1607. ¿Cómo diablos..? Voy a matarlos... le aplicaron la droga a Bon, a Bon..." - No sabes lo que dices... quédate aquí, buscaré a...

- ¡Sé lo que estoy diciendo! – espetó Kai con firmeza. Pese a la tensión del agarre y al abrazo funcional que Masa le propiciaba en su rostro había un atisbo de sinceridad. Se acercó a la mano del otro hombre y la acarició con suavidad, como si imprimiera en cada toque el dolor de una tristeza largamente contenida. - ... siempre lo he sabido – musitó.

El yakuza contuvo la respiración. No pensó en ninguna solución drástica ni provisoria, en una vía de escape o en cualquier distracción que le sirviera para alejarse de Kai. Deseaba ardientemente permanecer ahí y escuchar lo que diría. Aunque fuese peligroso, más peligroso que todos los crímenes que había cometido y llevaba evidenciados en la piel. Aunque fuese una locura, una invitación a la realidad para sus abigarradas prohibiciones o la confirmación de lo que en sueños lejanos y difusos se había permitido representar. Tomó la mano que lo rozaba y correspondió a la caricia con las puntas de los dedos. Le pareció sentir a Kai estremecerse.

- Qué es lo que sabes...? - preguntó en voz baja. Era consciente de que se estaba aprovechando de los efectos del Sodio 1607 en el cuerpo de Bon, pero también lo era de la fuerza extraordinaria con que palpitaba su corazón en ese instante.

- Te amo. De una manera que no puedo describir... desde hace años. – rió como si estuviera extasiado, como si algún enlace inmaterial estuviese arrastrando al borde del desquicio – Estoy enamorado de ti desde que tengo... ¿cuánto?, ¿5 años? ¡Dios, cuán enfermo es eso! – apretó la mano del yakuza y se acercó completamente a su rostro, de modo en que pudo percibir el aliento del costoso alcohol vencer el espacio entre ambos – Detesto que te vayas... que le des a los otros lo que yo quiero, lo que ni siquiera sospechas que quiero... - hizo una pausa para tomar aire. Lucía infinitamente desgastado. - ... pero lo haces, una y otra vez te llevas a la cama a un sinfín de amantes y me evades cuando yo… y siempre cuidas de mi dejando en claro que sólo soy una responsabilidad, un deber... pero yo... pero... no sé porqué estoy diciendo esto...

Se dejó caer hacia atrás, aturdido y mareado. Cuando miró hacia delante, la vista se le estaba nublando y tenía un sabor desagradable en la boca. Adquirió una vaga noción de lo que había dicho, pero no le importo... las palabras se le aparecieron como sólo eso, como entes convencionales creados con el propósito de comunicar algo. Tuvo la impresión, incluso, de que estaba hablándole a la nada.
Luego sintió que era empujado hacia delante, que otra vez estaba incorporado en la punta del acolchonado sillón de terciopelo. Y el perfume, la fragancia amaderada de él... una tela estribada, oscura, la suavidad de una superficie de la que se desprendía el aroma a madera y una sensación... de calidez, de afección terminante. Despacio sintió cómo su rostro era inclinado hacia un costado y con medición y lentitud otros labios rozaron los suyos mientras su cuello magnetizaba caricias descendentes. Kai gimió cuando los labios se apartaron pero no alcanzó a abrir los ojos porque otra vez absorbía el resabio del alcohol en su boca; adentrándose, la punta de la lengua bordeándole los labios como si pidiese permiso y finalmente apoderándose por completo de la cavidad con tal exquisita delicadeza que le pareció producto de un sueño.
Después de unos segundos el beso desapareció. Kai pensó que aquello podría haber sido un consuelo o una manera de silenciarlo, un truco para aminorar el impacto de un rechazo inminente y absoluto, y ante esa idea se aterrorizó. Pero Masa todavía estaba frente a él y, como si lo hubiese notado, apretó el cuerpo del rubio con fuerza antes de hablar contra su cuello.

- ... no vas a recordar nada mañana, Bon.

- ¿Eso importa?

- No. Pero quiero decir que sólo estás confundido... en la mañana verás las cosas más claras. Es probable que la droga...

Se detuvo al darse cuenta de que Kai ahogaba una exclamación apoyado en su hombro.

- ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? – lo miró con firmeza – ¡No soy un niño, ya no puedes verme de ese modo!

Masa apoyó uno de sus dedos sobre los labios del joven. Algo intenso sacudió su expresión y que obligó a Kai a callarse.

- Lo sé – se acercó, sin poder controlarse ni pensar en otra cosa que no fuese la deliciosa boca de Kai y en sus deseos irreprimibles de tomarla de nuevo – No eres un niño para mí...

- Lo que siento es real - susurró. Masa negó con un movimiento. Resultaba terriblemente provocativo tenerlo así, con ambas piernas extendidas a los costados, casi como si estuviese sentado a horcajadas en su regazo. Agradeció aquella ínfima distancia, porque de otro modo el chico hubiese percibido a la perfección la excitación abultada en su entrepierna. Pero, de nuevo, ya nada le importaba esa noche... en la mañana, todo se desvanecería.

- Qué hay acerca de Samejima-san? – preguntó, alentando una respuesta verdadera. Se sentía un monstruo por utilizar ese poder. Pero no podía evitar hacerlo, no podía evitar pensar que aquel era el único fin que realmente valía para la maldita droga.

Kai rió y chocó su frente contra el saco oscuro del yakuza. Varias hebras doradas cubrieron los costados de su rostro.

- Sempai no me interesa... es sólo una excusa para no tener que pensar en la forma insensata en que te quiero... - el corazón de Masa volvió a sacudirse - ... me gusta, claro... pero no es ni remotamente parecido a lo que siento por ti... - se apartó y finalmente besó apenas los labios de su tutor – No pienso amar a nadie más. Nunca. Tú eres lo que más quiero.

- Kai...

El joven sonrió, sorprendido al oír su nombre en la voz de Masa, y antes de que pudiera seguir hablando el yakuza lo besó más apasionada y profundamente. Kai respondió entrelazando su lengua con la de él, acomodándose en su regazo al tiempo en que sus brazos lo encerraban, gimiendo cuando éste manejó su rostro de modo en que quedase tendido a un lado, entregado al suplicio de los labios que lo derrotaban. Licor, mareo... un beso sediento, más exigente. Kai abrió los ojos sin una tregua de aire y volvió a ver la habitación borrosa. Murmuró algo inentendible y cayó en los brazos de Masa, sumido en un profundo sueño.


_____


Estaba en el sillón de terciopelo tan costoso que había en ese despacho, que nunca le había gustado pero que ciertamente era cómodo. La cabeza le pulsaba en molestos golpecitos, similares a los de un tambor lejano o a los repiqueteos morosos de una gotera sobre la cerámica. Se sentía tranquilo, envuelto en una agradable sensación de calidez y protección desconocida. Bostezó al incorporarse y se refregó los ojos, preguntándose en una milésima de segundo qué diablos hacía durmiendo en el despacho de Masa y, si es posible, dónde estaba Masa mismo.
No tardó en distinguir la figura del hombre que anhelaba calladamente, sentada enfrente suyo, escrutándolo con ojos misteriosos.

- Buenos días, Bon. ¿Cómo dormiste?

Kai parpadeó, todavía confundido por algo que no supo definir. ¿Cuántos espantosos tragos había tomado la noche anterior...?

- Buenos días... qué, ¿qué hago aquí? – preguntó mientras se frotaba el cuello tratando de relajar algunos de los músculos que sentía rígidos después de dormir tendido en el sofá. – Ewwy!

Pasó dos dedos por la zona donde había sentido el escozor. ¿Qué diablos....?

De pronto reparó en el yakuza, en su mirada perdida y la sonrisa suave en sus labios siempre impolutos. Evidentemente, había algo allí que Kai no comprendía. Abrió la boca para decir algo, pero Masa lo detuvo, alzando una jeringa y apoyándola contra algún lugar de su propio cuello. Kai clamó en pánico.

- ¿Qué...?

- Shhh, Bon... ten cuidado con lo que preguntas - Masa se reclinó más cerca del joven y lo miró fijamente, con incuestionable ternura. – Verás, Bon, tengo algo que decirte....


Fin ~

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Wakagashira-sama : Es el rango de Masa en el Yakuza-gumi. La traducción más cercana es "Jefe más joven", por lo general aludiendo a la categoría menor con respecto al Oyabun, pero en este caso también lo es a la edad.

Oyabun : Es el rango del Sr Sagano, el Kumicho (Jefe) del Sagano-gumi. Los miembros del grupo lo deben llamar así por respeto.

-gumi : Grupo, apócope de "kumi". Los grupos Yakuza llevan este sufijo tras el apellido del Oyabun.

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