Lo que se siente cuando uno se encuentra con su alma gemela es algo que no se puede describir con palabras. Es un amor más allá de toda dimensión. Cuando decimos "me enamoré en cuanto lo vi.", en realidad estamos reaccionando al reconocimiento de que esa persona ha tenido que ver con nosotros en vidas pasadas. Reaccionando al recuerdo de que en algún momento de nuestra existencia nuestras almas fueron una sola.
Habían pasado 19 años desde la última gran batalla en el Hueco Mundo. La destrucción del Hougyoku había significado la derrota de Aizen casi de inmediato y una época de paz y prosperidad se cernía sobre humanos y shinigamis.
Byakuya era una cuestión aparte. Desde la muerte de Renji se había refugiado por completo en su trabajo, pero al no haber enemigos que combatir las distracciones no eran suficientes. Día tras día su condición se deterioraba un poco más pese a que tan poco tiempo no deberían significar nada para alguien como él.
Rukia había intentado cuanto pudo: lo alentó a dar clases en la Academia Shinigami, a realizar misiones solidarias en el Rukongai y a pasar más tiempo con su pequeña sobrina Misaki. Esa niña de tan solo 10 años y cabellos anaranjados era lo único que podía llegar a poner una sonrisa sincera en sus labios.
Adoraba ver a su sobrina y solía visitarla con frecuencia en Karakura aunque la idea del gigai no le agradaba demasiado. Esa cosa le daba una sensación extraña en el cuerpo cada vez que pisaba la ciudad. Un sentimiento intoxicante que de algun modo lo abrumaba.
El sol se oculto más temprano que de costumbre. O al menos eso le pareció. Hoy era el cumpleaños de Misaki y aún no había podido conseguir el regalo perfecto para ella.
- Quiero flores del jardín de Ni sama! Por favor, por favor, por favor!- una arrebatadora sonrisa llenó la cara de la niña- Mamá dijo que son las flores más lindas del mundo!
Rukia acomodó con delicadeza un mechón de pelo detrás de su oído- Las flores de Ni sama están muy lejos de aquí y aun asi, no se si eso pueda ser posible, amor.
- Te conseguiré flores más bonitas que las mías, ya veras.
Que promesa tan estúpida. No era por presumir pero eso no sería posible, no en ese mundo. Sus flores eran especiales: sus colores e inclusive sus formas eran únicas, la más sencilla de sus rosas podía quitarle el aliento a cualquier florista. Y aún así salió en su búsqueda. Había recorrido la mitad de la ciudad para el atardecer y nada. Comenzaba a rendirse cuando un vendedor le hablo de un joven que vendía unos pequeños cerezos particularmente bonitos a unas cuantas cuadras de donde estaban.
- Tal vez eso sea lo que buscas- le dijo el anciano.
A Byakuya le sonó algo misterioso pero de todas formas decidió dirigirse hacia allí.
Le faltaban unos metros cuando los vio. Sorprendente, en realidad eran perfectos. Estiró su mano para alcanzar el último rosado que había cuando una mano se cruzó con la suya.
- Lo lamento pero este no esta en venta…- dijo el joven sin levantar la vista.
El corazón del noble casi se sale de su pecho. Se veía algo diferente con su cabellera de fuego recortada y la mirada dulce de alguien que había sido amado. Pero esas manos, ahora sin muestras de una vida dura, que lo habían acompañado durante sus mejores noches y ese rostro con rasgos tan perfectamente marcados eran imposibles de confundir. Así, casi sin poder respirar, lágrimas rodaron por sus mejillas. Era Renji! Era su Renji parado justo frente a él y a la vez no lo era. Tenía su aspecto y su alma pero esa forma humana no tenia recuerdos de su pasado juntos. Quería abrazarlo y besarlo y jamás volverlo a soltar. Pero iba contra las reglas además de que podría causar una muy mala primera impresión.
- Estas bien?... Te conozco?- dijo el muchacho sacando a Byakuya de su ensimismamiento- estoy seguro de que te recuerdo de algún lado… Lo lamento, no pretendo asustarte. Últimamente me he sentido algo perdido, como si no debiera estar aquí. Para variar, veo gente…ehm por todos lados. Pero tú… ah, no me hagas caso, seguramente en otra vida...
Esa forma torpe de expresarse era de lo primero que se enamoro. Su forma despreocupada de decir las cosas siempre seguida de media sonrisa... AL DIABLO LAS REGLAS! Despues de todo la relacion de su hermana con Ichigo fue aprobada por el Gotei, por que esto seria diferente? Ahora estaba seguro, esa extraordinaria sensacion era el reiatsu de Renji! Al parecer aun conservaba algunas cualidades de shinigami... Y si no lo aprobaban podrian irse todos al mismísimo infierno, no lo dejaría ir de nuevo.
-Ehm... después de llevarle uno de tus hermosos árboles a mi sobrina, te gustaría ir a tomar algo? Me dijeron que hacen un rico pastel de cerezas cerca de aqui...
- Me encantaría. Me llamo Rory...
Existe la creencia de que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas por un hilo rojo atado al dedo meñique. Es invisible y permanece atado a estas dos personas a pesar del tiempo, del lugar, de las circunstancias…
El hilo puede enredarse o tensarse, pero nunca romperse.