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Fragilidad por AkasunaNoDeidara

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto.   

Notas del capitulo:

¡Al fin! Vuelvo aquí —tras casi un año de silencio— con mi primer shot.

No me alargo más, que me conozco. Espero que disfrutéis y que sea de vuestro agrado.

 

—¿Alguna vez echas de menos tu vida, h'm?

 

Más que una pregunta era un pensamiento que sus labios traicioneros habían querido manifestar.  Nervioso miró de reojo a su compañero, quien permanecía sereno observando la despedida del astro luminoso.

 

Aguardó por una respuesta o un gesto del mayor que denotaran molestia pero al no haberlas se tranquilizó; su pregunta se uniría a la extensa lista que formaban sus palabras desatendidas. Ya calmado retornó su mirada al hipnotizante paisaje que se observaba desde aquella cima.

 

—¿A qué te refieres?

 

Tras una breve pausa Sasori preguntó desconcertando a Deidara.  Pensaba que no le había escuchado y de haberlo hecho creyó que no le había prestado atención o sencillamente le había ignorado. Con calma meditó bien las palabras a emplear, conociendo el talante del que gozaba su compañero.

 

—A tu antigua vida. A antes de unirte a Akatsuki —inquirió desviando disimuladamente su mirada hacia él.

 

Comprobó como el semblante de Sasori se mantenía inmutable, mas se fijó en como enfocaba su acaramelada mirada al cielo; reflexionando sobre la pregunta y cavilando en la respuesta.  Se tomó su tiempo antes de contestar, quizás rememorando momentos o buscando en los archivos de su enorme memoria.

 

—No... —pronunció descansando su mano derecha sobre la rodilla flexionada y devolviendo la vista al frente— Mi vida antes de ingresar en Akatsuki no era muy diferente. Y junto a ella podré conseguir mis objetivos más rápidamente.

 

Deidara no se atrevió a emitir ningún sonido que pudiese romper con aquella atmosfera. Prefirió ceder el paso al silencio que, por asombro del menor, no resultó incomodo ni pesado.

 

Quizás era por lo relajante del paisaje o quizás por el inexplicable halo de calidez que los rodeaba... Pero el artista efímero podía notar a su compañero algo más próximo; aún muy lejos pero algo más cerca. No eran muchas —en realidad ninguna— las ocasiones en que podía compartir su tiempo con Sasori, sin misión de por medio ni entrenamientos. Solo deleitándose con lo hermoso del paisaje.  

 

—... ¿Y qué hay de ti? —cuestionó capturando la mirada de Deidara con la suya; fría e inconmovible— ¿Echas de menos tu antigua vida?

 

Notó como algo dentro de su estómago se movía; un cosquilleo. Era la primera vez en seis años que Sasori mostraba algo de interés en su persona. En realidad no sabía si era interés o simple capricho, pero era la primera vez que preguntaba por él.

 

Cerró los ojos por seguridad a que la escrupulosa mirada del mayor no pudiera ver a través de él y comenzó a discurrir en la pregunta. Pese a mantener los ojos sellados sentía la mirada de su compañero fija en él, examinándolo. Y aquello, de alguna manera, le inquietaba.

 

—De alguna forma, h'm... —respondió abriendo los ojos y, confirmando su intuición, encontrándose con los de Sasori— Antes tenía más libertad para decidir o actuar.

—Ya veo... —dijo con indiferencia retornando sus adulzados orbes a su posición inicial: el ocaso.

—Pero no me refería a eso, h'm —continuó—. Quería decir, ha antes de abandonar tu aldea y convertirte en un ninja renegado.

 

Aquella interrogación atravesó la retaguardia del marionetista; si bien su rostro no se alteró lo pudo notar en sus ojos. Por el oeste sopló una agradable ráfaga de aire que se enredó con la rojiza cabellera revoloteándola a su son.

 

—Ha pasado tanto tiempo...—murmuró con la que parecía, sin ser, una apenada sonrisa— Nunca lo he echado de menos —era capaz de ver que Sasori ocultaba algo; seguramente jamás llegaría a saber el que. Pero una cosa era fehaciente en su mirada: y es que Sasori mentía—, no guardo muchos recuerdos de aquel entonces. Ni de cuando abandoné la villa... Mis recuerdos más antiguos son de cuando entré en Akatsuki y me emparejaron con Orochimaru.

 

Deidara sabía —ya no era una intuición; lo sabía— que Sasori mentía. Sabía que ocultaba algo lo suficientemente importante como para reflejarse en su inhumana mirada. Pero no iba a preguntarle por aquello. Hacerlo supondría segar la conversación pues el marionetista volvería a cerrarse herméticamente.

 

—¿Y cómo era ser compañero de Orochimaru, h'm?

 

Se abrió un paréntesis en la conversación. Una interrupción que el rubio aún no sabía si supondría una coma o un punto. Tal vez, tentado por sus ansias por descubrir, había forzado el rígido hilo que suponía la tolerancia de su compañero provocando que se rompiera. O tal vez el pelirrojo se daba el capricho de degustar del tiempo que siempre le apesadumbraba.

 

—Orochimaru y yo perseguíamos el mismo objetivo pero recorríamos distintos caminos. Juntos conseguimos grandes cosas...—sin saber por qué hablar del Sannin molestó ligeramente a Deidara— Sin embargo me traicionó y abandonó Akatsuki.

 

Casi con total seguridad podía afirmar que Akasuna no Sasori guardaba rencor personal contra el que había sido su compañero durante varios años. Su voz, como era habitual, no había sido alterada mas se podía palpar a leguas de distancia su resentimiento contra el Sannin.

 

Los azulados ojos de Deidara abandonaron la tasca de observar al de la Arena y se centraron en el rojizo cielo. Podía entender el odio que guardaba Sasori hacia Orochimaru. Para él, el marionetista seguía siendo un misterio. Le era imposible tratar de ponerse en su mente para adivinar que pasaba por ella... No le comprendía pero a la vez sí; entendía el rencor guardado y la sed de venganza por la traición sufrida.  

 

Él mismo guardaba aversión por el Sannin. No había un motivo justificable —o al menos unos que reconociese— pero deseaba encontrarlo y derrotarle. Desde hacía años atrás ese deseo existía en él.

 

Cuanto más pensaba en el tema más determinación y firmeza aparecían en su mirada. Aquel sujeto de aspecto escalofriante había traicionado a la organización y por ello merecía pagar, se decía a sí mismo.

 

La pausa se alargaba sin traer consigo el desasosiego. Más bien era una pausa apacible que le hacía conocedor del pequeño vínculo que compartía con su maestro. Un pensamiento que en cierta manera le regocijaba.

 

—Yo jamás te traicionaría, danna.

 

Sus labios nuevamente le habían tendido una emboscada. Reaccionó sorprendido al escuchar sus propias palabras. Separó levemente los labios intentando comérselas. Aspirarlas para hacerlas desaparecer. 

 

Raudamente enfocó sus cristalinos ojos en Sasori chocándose descaradamente con la mirada que este le dirigía. Inútilmente intentó predecir el estado de su compañero por la expresión mas le era imposible descifrarla. El hormigueo que antes sentía en el estómago se incrementó siendo incluso mucho más molesto. Y una extraña calidez le invadía las mejillas mientras él rogaba porque no se exteriorizara.  

 

Procuró que su mirada no revelara más de lo que su boca había hecho. Trató de aparentar normalidad pese a la frase kamikaze que había pronunciado. Así que pretendiendo reconducir la situación a la normalidad dijo con —fingida— tranquilidad:

 

—Ya empieza a anochecer, h'm. Deberíamos irnos.

 

Sasori trasladó una vez más su mirada al teñido cielo. Lo observaba con gran sosiego y detalle, sin manifestar ninguna prisa ni ganas de abandonar el lugar.

 

—Cierto...

 

El marionetista le dio la razón y, por primera vez, Deidara quería que se la negara. Aquella sensación de paz que exhibía Sasori era contagiosa. Pocas veces tenían el lujo de quedarse, sin más, a mirar la puesta de sol. Tampoco es que deseara lo contrario; de ser así, contemplar su retirada perdería toda su magia y encanto.

 

—Deidara... —pronunció encarándose nuevamente con el aludido.

 

El artista de lo efímero quedó asombrado por la mirada que le dedicaba su compañero. Sin duda la más humana que había podido observa en Sasori. Y si precisamente no se hubiera tratado de él hubiera afirmado que el tono empleado contenía ciertos matices de duda. Pero claro, era Sasori y aquello era imposible.  

 

—¿Qué sucede, danna?

—Nada. No es nada —afirmó apartando sus ojos lejos de Deidara—, vámonos.

—H'm.

 

Su contestación le sonaba poco a Sasori; no era el tipo de contestación que se esperaría de él. Le notaba incómodo pero no enfadado. No obstante no iba a hincar en el tema porque sabía de las consecuencias que le atizarían.

 

Sasori se levantó del suelo y miró nuevamente el poco rastro que quedaba del sol. Se empeñaba tanto en admirar el ya oscurecido cielo que daba la sensación de que fuera a ser la última vez que lo vería. Y era probable que no se equivocara, podía ser la última vez que lo contemplara con tanta placidez.

 

—¿Y tú? —interrogó inesperadamente sin alejar sus ojos del cielo.

—¿Yo qué, h'm? —respondió con una pregunta de forma sistemática. Sin meditar las palabras, sólo arrastrado por el flujo de la escena.  

—¿Añoras cómo era tu vida antes de abandonar tu villa? 

 

Fue una pregunta repentina. Una señal de que, para su estupefacción, la conversación había hecho mella en Sasori o por lo menos, le había dejado una espina clavada. Deidara no requería tiempo para pensar la respuesta, sin embargo sí lo necesitaba para escoger los vocablos apropiados.

 

—No, en absoluto h'm —contestó confidente—. Mi vida era muy vacía, como una obra incompleta...

—¿Y ahora lo está?

 

Como una nota que desafina o como una pieza del rompecabezas que no encaja; la oración interpelada por Sasori era la señal de que algo no casaba. Algo iba mal, se repetía el joven rubio. Tal vez se trataba de una ingeniosa artimaña o de un truco de su compañero... Mas no, descartaba veloz Deidara, aquella no era la forma de actuar de Sasori —fría, directa y letal—. Por más que intentara no era capaz de hallar el contenido oculto en la locución... Así que rendido, se inclinó por confiarse y pensar que sus palabras por fin habían alcanzado a Akasuna no Sasori.

 

—No del todo —confesó—. Mi vida es mi obra maestra... Cuando esta esté completa, será el momento de despedirla con una explosión inolvidable, h'm.

—Que tontería...

 

Algo refrenó a Deidara, algo le prohibió rebatirle. No sabía si llamarlo conciencia, intuición o clarividencia... Mas ahí estaba palpitante en su pecho. Le aseguraba que tras aquella habitual amonestación se escondía un deje de melancolía perfectamente camuflado.

 

No hablaron más, entraron en un estado de mutismo que corroía la atmósfera de serenidad que los abrazaba. Deidara se hundió en las palabras recientemente escuchadas queriendo hallar su completo significado.

 

Sasori, por otro lado, admiró una vez más la majestuosa luna ya postrada en su trono y decidió que era hora de volver a la pequeña posada. Con el rabillo del ojo cercó la figura de su rubio compañero. Lo encontró sumido en sus pensamientos; divagando por los callejones sin salida que constituían su mente. 

 

—Deidara —le llamó captando nuevamente su atención—, nos vamos.

—¿Eh? —la voz del pelirrojo lo evocó a la realidad— Ah, vale h'm...

 

Sasori era capaz de percibir que algo le preocupaba, pero tras la charla mantenía optó por restarle importancia. Fuese lo que fuese a la mañana siguiente se le habría olvidado, se decía a sí mismo.

 

Con parsimonia se encaminó hacia el oculto camino que había justo detrás de donde esperaba Deidara. El camino que los conduciría hacia el modesto albergue donde pasarían la noche.

 

El joven artista mantenía la vista puesta en Sasori, viendo como la distancia entre ellos se acortaba. Mentalmente lo ironizaba ya que el auténtico espacio que los separaba era cuanto menos abismal, aunque en ese momento aquel planteamiento no desvelaba su inquietud. Había algo en su cabeza —un pensamiento— encargado de suministrarle altas dosis de turbación.

 

Una duda que, por orgullo, jamás sería despejada y quedaría enterrada en lo profundo de su ser; resonando por su mente cual tambor procurando hacer ruido para no ser ignorada.

 

Inspiró una bocanada de aire achancando sus divagaciones al cansancio. Lo mejor sería retirarse a dormir y a la mañana siguiente todo volvería a su cauce, se convencía.

 

Pero fue notar como el marionetista pasaba por su lado y sentir como el rio se desbocaba. Porque, pese a todo, no podía quitarse de la cabeza que Sasori...

 

—Si pudieras elegirías como compañero a Orochimaru antes que a mí, ¿verdad?  

 

 Los pasos del pelirrojo se detuvieron en seco. Con —invisible— incredulidad acomodó sus ojos en los azules que le rehuían.

 

—No seas absurdo... Orochimaru abandonó la organización hace mucho, ya lo sabes. Por eso estás tú aquí —refutó destacando lo lógico del asunto.

 

Las palabras desertadas sólo consiguieron asestar una puñalada en el orgullo de Deidara. Su fortuita muestra de fragilidad podía convertirse en una desgarradora arma contra su persona; una arma que alguien como Sasori no dudaría en usar a su favor. Salpicado por su propia impulsividad decidió aparentar firmeza, maquillar la situación para encontrar una salida de aquel laberinto y salir airoso.

 

—Por eso he dicho si pudieras, h'm. Lo preferirías, ¿no?

 

Sasori emprendió a cercar la finalidad de tales palabras; no entendía su razón de ser. No obstante la única respuesta que se le antojaba como válida era que Deidara escapaba de toda razón. A fin de cuentas, él era un especialista en despertar o invocar lo que no tenía cavidad para existir.

 

—¿A qué viene esta pregunta ahora, Deidara?

 

Y él mismo no paraba de cuestionárselo. Se sentía  yendo a ciegas por terreno pantanoso, chocándose y embarrándose con cada frase que pronunciaba. Encontrar una salida a aquella maraña de preguntas y respuesta se le aparentaba imposible así que, dejando su altivez en un estado deplorable, prefirió recular.

 

—Olvídalo...

 

Sasori notó como la carga que aquella pregunta había traído consigo se aligeraba; en lo profundo del recoveco de su cuerpo que permanecía sin palpitar deseaba no tener que adentrarse en el turbio mar que representaba la —aparente— simple cuestión formulada por su compañero. 

 

—Es una ridiculez —pronunció finalmente con la sencillez y naturalidad ya típicas de su tono neutro.

—¡Ya te he dicho que lo olvides, h'm! —exclamó sintiéndose derrotado pese a no haber iniciado ninguna batalla.

 

Y Sasori quería hacerlo... Mas algo dentro de él había sido activado mientras contemplaba el amanecer y ahora, por culpa de aquella prosa, no podía volver a ser refrenado. Algo parecido a una molestia; tal vez alguna pieza de las que formaban su complejo cuerpo se había roto... Pero aquella bizarra idea fue rápidamente aplacada por la inmensa lógica de la disfrutaba.

 

No era algo físico lo que le importunaba sino algo ficticio, irreal; algo que definitivamente no debía estar allí...

 

Tal vez sí se había roto algo dentro de él.

 

Caminó un par de pasos hasta quedar delante de aquel que lograba molestarlo, irritarlo y confundirlo. Aquel que le obligaba a darse cuenta de lo poco que conocía realmente su cuerpo no humano. El mismo que ahora enfadado se negaba a concederle la mirada.

 

—¿Qué, h'm? —balbuceó Deidara al creerse expuesto bajo la mirada penetrante de su compañero

 

Sasori no respondió. Se complació con observar como los músculos del cuello de Deidara se tensaban. Una reacción típica en él, pensó, el considerar cualquier movimiento por su parte una amenaza. 

 

Para el marionetista, Deidara era una persona muy transparente... Podía saber casi con exactitud y sin riesgo a equivocarse lo que sucedía en su cabeza. Mas pocas veces llegaba a comprenderlo.

 

Con lentitud Sasori alzó la mano hasta posarla en la mejilla del artista de lo efímero. Comprobó con sus propios ojos como las azuladas iris se ensanchaban quedando finalmente centradas en él.

 

Aquel sencillo gesto se ganó toda la desconfianza de Deidara así como su asombro. Era incapaz de ver la razón tras aquel acto; no desechaba la posibilidad de que todo siguiera siendo una estrategia nacida de la retorcida mente del marionetista pero tampoco negaba que la fría mano colocada en su rostro le transmitía una agradable calidez.

 

A su vez Sasori verificó lo que su mente sospechaba: aquella molestia que sentía se intensificaba cuando tocaba la piel de su joven compañero. Ya había constatado el dato que le interesaba, no obstante su cuerpo no obedecía cuando ordenaba retirar la mano.

 

El rubio contemplaba la expresión contraída de Sasori; debatida entre el enfado y la perplejidad... Aunque claro, no podía apostar nada al tratarse justamente del de la Arena.

 

—¿Va todo bien danna...? —demandó a riesgo de recibir una cínica respuesta.  

 

Y la incomodidad de Sasori aumentaba al no poder dar una respuesta a aquella pregunta.

 

Rebuscó en su memoria la sensación humana —tiempo atrás abandonadas— que se asimilara a la sensación sentida, la que le importunaba. Cercaba con ímpetu lo experimentado y las sensaciones vividas mas era en balde porque nada se comparaba a lo sentido.

 

Se ensimismó tanto en sus pensamientos que por un momento se olvidó de la presencia de Deidara. Se obsesionó porque nunca una respuesta había escapado a su comprensión...

 

Y fue al notar la mano de Deidara pasar suavemente sobre la suya cuando al fin la solución se reveló por si sola. Una frase se resaltó entre tantas otras  "yo nunca te traicionaría, danna".

 

—No... —pronunció al fin tras largos segundos de mutismo.

 

El joven de la Roca frunció visiblemente el seño. La actitud de su maestro se escurría a su entendimiento. Desde un principio le había notado diferente, algo le pasaba. Pero ya no era una simple suposición, ahora era un hecho.

 

Dudaba si interrogarle sobre la negación recibida. ¿No iba todo bien? O había manifestado un pensamiento en voz alta —como el suyo, que había desencadenado en aquella situación tan impensable—.

 

—¿No va todo bien, h'm? —se atrevió finalmente.

—No, no me refería eso... —respondió en casi un suspiro.

—¿Entonces qué? —exigió doblemente confuso— No te comprendo danna, h'm.

 

Sasori vaciló unos segundos. Su soberbia presionaba para que sus labios callaran y en cambio, aquello que residía en su interior —su parte rota— le rogaba para que no lo hicieran. No pudo evitar que una sonrisa socarrona se dibujara en sus labios; tan insólita como lo era aquella situación.

 

—No, no elegiría a Orochimaru...    

 

Deidara ordenó las palabras que acaba de escuchar, las analizó y después las asimiló. Su cuerpo fue liberado de presiones, no necesitaba saber el porqué de aquella oración.

 

Sin pensarlo, guiado solamente por el cosquilleo en su estómago, fue cerrando los ojos y con lentitud acercó su rostro al de Sasori quedando solo a escasos centímetros.

 

Sasori permaneció quieto; deleitándose sencillamente de la cercanía y probando del aire que Deidara compartía con él. Entreabrió maquinalmente la boca como si volviera a tener la necesidad de respirar.

 

Aguantó en aquella posición hasta que, cansado de esperar, decidió realzar la faz y matar la escasa distancia juntando sus labios con los del menor.

 

Fue una caricia, un roce... Un beso donde los labios dotados de calor de Deidara eclipsaban los fríos e innaturales de Sasori. Un momento que se permitieron saborear —o imaginarse— la miel contraria.

 

Y así bajo la tibia luz de la luna se representaba una quimérica escena donde los dos asesinos, terroristas y artistas destapaban sus más atesoradas fragilidades mientras en silencioso pacto apalabraban seguir siendo los mismos, entre ellos y con los demás, pero caer en su pequeño fallo cada vez que la confidente luna se apoderada del amplío cielo.

 

 Y en lo recóndito de sus interiores rogaron para que el otro les escuchara las palabras que nunca se atreverían a pronunciar.  

 

—Gracias...

 

 

Notas finales:

Primero de todo creo que debería disculparme por no haber actualizado aún mi fic "No sin ti...". No lo he abandonado, ni mucho menos, pero tras aquella pausa que tuve que tomar me he quedado muy oxidada y me cuesta reengancharme a la historia. Tendré que ponerme las pilas para darle una pronta continuación.

Ahora centrándome en el shot... Espero que haya sido ameno y agradable de leer.

Como siempre: si detectáis cualquier incorrección, error... avisadme sin ningún tipo de problema y lo solucionaré. 

Cualquier queja y/o sugerencia será bien recibida.

¡Nos leemos!
Gracias por leer.


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