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Aléjate de mí por Necoco_love

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Notas del fanfic:

Songfic escrito como conmemoración a mi primer año en la página. ¿Por qué ésta vez no escribí un Sasunaru? Quién sabe, tenía ganas de escribir algo que no fuera Sasunaru.

Me siento feliz. Ha pasado un año desde que soy autora de la página y bueno… siento como si hubiera sido un año muy productivo—aunque en algunas cosas no tanto—. Suena cursi, y lo sé, pero no me importa xD Soy toda una cursi irremediable x)

La canción es de Camila, y tiene por título “Aléjate de mí”. En lo personal me encanta esa canción… me deja con muchos sentimientos encontrados xD pero eso es otra historia :D

Espero les guste ;)

Notas del capitulo:

Disclaimer: los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor Masashi Kishimoto.

 

En algún recóndito lugar de su mente, se percató que era consciente de lo que a su alrededor ocurría. Punto y aparte era el hecho de que parecía no querer reaccionar como lo habría hecho alguien más con al menos una pizca de sentido común. ¿A dónde habían ido a parar los escasos rayos del sol que horas atrás habían iluminado tenuemente el día? En todo caso, las densas y grises nubes que se arremolinaban con furia en el antes claro cielo azul habían logrado su cometido de impedir a los débiles rayos del sol el traspasarlas. De forma predecible, minutos más tarde la amenaza de las nubes se cumplió y las gotas de lluvia, gruesas y heladas, comenzaron a empapar cada superficie a su alcance con furiosos sonidos que, no obstante, eran amortiguados al caer en el fresco y verde césped en el que se había tirado prácticamente horas antes.

 

 

 

La inercia y el sentido común le voficeraban en su mente por que de una buena vez se levantara a buscar refugio de la lluvia a su casa. Ausente y parcialmente desconectado del mundo real, rodó por el césped ya mojado hasta alcanzar el voluptuoso tronco de un árbol de cerezo, cuyas ramas rebosantes de hojas le conferían una ligeramente ineficiente pero acogedora protección de la lluvia. Las gotas que corrían por las hojas seguían empapando ligeramente su cuerpo, pero no eran las suficientes para que tuviera que permanecer con los ojos cerrados. Aquellos pozos aguamarina que tenía por ojos escrutaron con debido cuidado las ramas del cerezo que se cernían a poca distancia de la superficie terrestre, pero sin que por ello perdiera el hilo de sus pensamientos.

 

 

 

Una y otra vez, sus pensamientos se encauzaban por un peligroso camino minado por la confundida contradicción. Recordaba al desear olvidar y deseaba olvidar para volver a recordar. Todo pensamiento flotante en su cabeza era un cúmulo de muchas cosas que deseaba al mismo tiempo pero las cuales, descubría con impotencia, ninguna lograba conseguir.

 

 

 

Estancado bajo la lluvia, con ligero alivio se dio cuenta que las gotas de lluvia, tan impredecibles e irresistibles, comenzaban a detenerse parsimoniosamente en una pauta paralela a las de sus pensamientos, que a toda costa rebuscaban una y otra vez abrir un dolor incorpóreo en su corazón acongojado por la desdicha. Tan pronto la lluvia se volvió llovizna, se decidió que era el momento oportuno para marcharse de la sombría soledad de aquél árbol para dirigirse a la abrumadora soledad de su departamento, tan austero y frío como su propia personalidad. Embargado por la preocupación de unos ojos azules como el cielo despejado en un día de primavera con los cuales rogaba por no volver a encontrarse jamás, se levantó apresuradamente para marcharse de ahí.

 

 

 

Aléjate de mí y hazlo pronto antes de que te mienta

 

Tú cielo se hace gris, yo ya camino bajo la tormenta

 

Aléjate de mí, escapa, vete que ya no debo verte

 

 

 

Una y otra vez, camino a casa, se repitió como un mantra interminable que debía deshacerse de pensamientos inútiles que confundían su persona y desestabilizaban su predeterminada indiferencia ante el mundo que le rodeaba. El amor, se repetía incesantemente, no era algo en lo que deseaba involucrarse. Una relación era lo que menos buscaba en la vida y, debía admitir, que la finalidad absoluta de su vida no se encontraba en el involucrarse sentimentalmente con alguien que no fuese el mismo. En su vida, sencillamente, el amor no tenía cabida.

 

 

 

Quizá, por eso mismo, se estaba comportando como un desgraciado patán. No es que aquél tipo de comportamientos fuera algo arraigado en su forma de ser, pero algo de manera involuntaria le pedía a gritos que alejara a Uzumaki Naruto de su vida tanto como pudiera permitírselo. Insondablemente, Naruto estaba siendo más de lo que muchos habían deseado en su vida. Era como una caja de Pandora en cuyo interior existían hasta las cosas más inimaginables, capaz de sorprender tanto a Gaara por las nuevas emociones que comenzaba a descubrir tanto como de aterrorizarlo por todos aquellos cambios inusitados en su vida. Con todo el temor de quién apenas, tras años de indiferente estoicidad, empieza a descubrir que posee muy a su pesar, sentimientos, Gaara deseaba a toda costa que Naruto desapareciera de su vida, que volviera por donde había entrado. Que se esfumara antes de que se adentrara cada vez más con facilidad a través de la barrera que existía entre Sabaku no Gaara y el resto del mundo. Antes de que le mintiera con la soberbia de quién no desea ser lastimado.

 

 

 

Pasando sus manos por su cabello rojo y mojado, con la cordura carcomida por sus pensamientos que solo se centraban en Naruto, se apresuró a subir las escaleras hasta el sexto piso, donde su departamento se hallaba al fondo del estrecho y mal iluminado pasillo. Insospechadamente, de pronto deseó no haber vuelto a casa, deseó incluso que un auto le hubiese atropellado en el camino o que sencillamente hubiese pensado en ir a otro lugar antes que a su departamento. Naruto, agazapado y recargado en la puerta de su departamento, abrazaba en posición fetal sus piernas, melancólico y con el rostro oculto entre las rodillas y su fleco que caía en una cascada sedosa y brillante ocultando sus ojos. Retrocedió lo más silencioso que pudo un paso y, no obstante, pese a su intención, Naruto le escuchó perfectamente por encima del barullo del tráfico fuera del edificio. Alzó la mirada lo suficiente para que sus orbes azules se encontraran con aquella indescriptible mirada acqua, sorprendido porque efectiva y finalmente, había llegado el hombre por el que había estado esperando durante toda la tormenta.

 

 

 

Con movimientos rígidos pero fingiendo inmutarse, sacó las llaves del bolsillo de su pantalón e increpó, antes de que Naruto terminara de levantarse del suelo:

 

 

 

—Creí haberte dicho que te alejaras de mí. Vete de aquí.

 

 

 

Entiende que aunque pida que te vayas, no quiero perderte

 

 

 

—Por favor, Gaara, yo…

 

 

 

La luz ya, no alcanza

 

No quieras caminar sobre el dolor descalzo

 

Un ángel, te cuida

 

Y puso en mi boca la verdad para mostrarte la salida

 

 

 

Tras varios intentos fallidos por insertar la llave en la ranura de la cerradura de la puerta, Gaara se dio por vencido frustrado, con las manos temblorosas, desestabilizado emocionalmente por la presencia del hombre al que en esos momentos deseaba desechar de su vida y con ello, de sus nefastos pensamientos. Nerviosamente, se giró para enfrentar cara a cara al rubio, forzándose a ser duro y fuerte para poder echarlo de ahí sin importar cuanto le doliera el hacerlo. Empero, aún así, con la poca luz que no alcanzaba a iluminar la figura del contrario en el pasillo, pudo apreciar el brillo de la tristeza reflejado en los ojos zafiro del blondo, martillando de un indescriptible dolor su corazón por lo insensible y lo mal que estaba tratando al chico, que no tenía la culpa de sus propios miedos y fantasmas. Naruto no debía caminar por aquél camino doloroso como si nada, como si el dolor no le fuera a infligir ningún daño a su persona. No debía, en ningún momento, involucrarse más sentimentalmente con Gaara de lo que ya lo había hecho y, desgraciadamente, era el pelirrojo quién tenía que mostrarse aquella verdad de la manera más vil que pudiera.

 

 

 

Evadió cruelmente la mirada de Naruto, evitando con ello que el rubio se adentrara en la mar confusa de sus pensamientos que se contradecían una y otra vez, en un círculo vicioso que parecía no tener ni buscar fin. Una agonía perenne que persistiría hasta el fin de sus días, cuando igualmente su corazón seguiría clamando por aquél que tanto se empecinaba en alejar de su vida. Aquél que, a pesar de todo, admitía amarle como nunca nadie más sería capaz de hacerlo.

 

 

 

Y aléjate de mí amor

 

Yo sé que aún estás a tiempo

 

No soy quién en verdad parezco

 

Y perdón, no soy quién crees, yo no caí del cielo

 

 

 

­—Te lo vuelvo a repetir—soltó exasperado—, aléjate de mí. Ves en mí solamente lo que deseas ver, no soy en absoluto como crees que soy. Vete a casa.

 

 

 

—No quiero—replicó el ojiazul.

 

 

 

—Naruto, no seas terco y vete de aquí.

 

 

—Por favor déjame hablar. Yo en realidad no quiero que esto acabe. Yo te amo, Gaara.

 

 

 

—Pero yo a ti no—mintió.

 

 

 

Ipso facto, Naruto lo tomó imponentemente del cuello y lo besó desenfrenadamente, transmitiéndole con ello el miedo que sentía de verse separado de su lado. La amargura irracional de que Gaara fuera tan arisco y la dulce esperanza de que, con el tiempo, el pelirrojo aprendiera a amarle recíprocamente. Y Gaara no pudo contenerse por más tiempo. Besándolo como si la vida se le fuera en ello y con toda la ansiedad de los días en los que se reprimía, difícil pero finalmente y con movimientos torpes, insertó a llave en la cerradura de la puerta y cuando ésta cedió se adentro en ella atropelladamente, con Naruto abrazado a su cuello y con los labios imparables sobre los propios.

 

 

 

En contra de lo que su conciencia le decía pero siguiendo sus instintos por primera vez en mucho tiempo, lo alzó de las piernas con sutileza, embriagado por la ternura que el blondo desbordaba con sus cálidos besos, o con aquella candidez cegadora en las suaves caricias que, de a poco, incitaban cada vez más a Gaara. Lo llevó a su alcoba, cerrando con fuerza la puerta principal y sin inmutarse por absolutamente nada más. En el momento justo en que ambos tropezaron y cayeron en la cama, pelirrojo sobre rubio, en el momento en que sus miradas se cruzaron, todo perdió importancia. Solo estaban él y Naruto, no existía nada más. Con movimientos acelerados despojó al menor de sus ropas, mientras después el ojiazul lo miraba extasiado quitarse sus húmedas ropas, las cuales fueron a parar a algún lugar del frío suelo de la habitación.

 

 

 

No hubo tiempo para mucha ternura o acciones sutiles. Fue rápido y casi desesperado, ansiosos de que ocurriera de una vez por todas. No hubo tiempo para mimos o besos cariñosos, de alguna manera todo había sido impersonal y silencioso salvo por los jadeos inevitables tanto de uno como de otro, una despedida dolorosa y al mismo tiempo tan deseable que resultaba masoquista percatarse que ambos, tan conscientes de ello, se quedarían con ganas de más. Casi como si de aquella manera lograran asegurar verse una vez más pese a que Gaara insistía irremediablemente en que Naruto no merecía ser herido por alguien como él.

 

 

 

Si aún no me lo crees, amor

 

Y quieres tú correr el riesgo

 

Verás que soy realmente bueno en engañar, y hacer sufrir

 

A quién más quiero

 

 

Tan perfecto el momento en su imperfección, en su desenfrenada pasión, en su impersonal conocimiento del cuerpo del otro que resulto abrumador la eternidad del instante en que Naruto terminaba, rendido y adormilado, susurrándole lo mucho que lo amaba. Fue como una traición al pacto silencioso en que ambos habían decidido irse a la cama sin sentimientos de por medio, aún incluso si los sentimientos habían estado de por medio en todo momento. Naruto lo supiera o no, a Gaara le asustaba darse cuenta que aquello, más que sexo de despedida, había sido algo más puro y valioso, y no deseaba de ninguna manera caer en las redes del doloroso y cruel amor.

 

 

 

Agobiado por lo que acababa de hacer, como reflejo mismo con la intención de no abrirse más a Naruto de lo que ya lo hacía, huyó cobardemente, con el terror recorriendo sus venas y con la esencia de lo imperdonable impregnada en su piel por el contacto de la suya nívea con la del rubio. Lo único que se escuchó fue la puerta cerrarse con rapidez antes de que Naruto pudiera despertar de su soñoliento sopor.

 

 

 

 

Aléjate de mí pues tú bien sabes que no te merezco

 

Quisiera arrepentirme, ser el mismo y no decirte esto

 

Aléjate de mí, escapa, vete, ya no debo verte

 

Entiende que aunque pida que te vayas, no quiero perderte

 

 

Naruto despertó cuando el alba se asomaba ligeramente por las cortinas semi oscuras de la habitación de Gaara. Desconcertado, se desperezó lentamente y, tras dirigir su vista a su lado derecho, se percató que la ausencia de Gaara en la cama era demasiado notable y dolorosa. Salió de la cama y rebuscó en el suelo su bóxer, poniéndose también la camisa que el día anterior había usado Gaara. Su aroma, aquél inconfundible aroma dulzón que despedía el terso cuerpo del pelirrojo impregnado en la camiseta bañaba su cuerpo de la esencia, con la infantil esperanza de que al cruzar el marco de la puerta que daba a un pequeño pasillo, se encontrara con que Gaara aún seguía en el departamento, quizá en la cocina desayunando con su típica taza de café recién hecho y su periódico dispuesto en la mesa, listo para ser leído.

 

 

 

Gaara no estaba en el baño, ni en el pasillo, ni en la pequeña sala ni mucho menos en la cocina. La decepción reflejada en el rostro del rubio se desdibujó una y otra vez en un rictus doloroso que fue difícil ver en el espejo del baño cuando de nueva cuenta entró a él con la esperanza de encontrar al pelirrojo ahí, pero derrumbándose momentos más tarde tras comprobar que Gaara indudablemente le había abandonado. Muestra factible de ello fue la nota que encontró en la cocina escrita pulcra y firmemente, como si con eso lograra dar punto final a lo que por mucho tiempo intentaba y a lo cual él se había resistido tozudamente. «No te merezco», rezaba el trozo de papel. No había nada más, ni saludos, ni despedidas cursis o dolorosas, ni palabras de consuelo ni frases hirientes que buscasen su odio preferiblemente a obtener su amor. Nada más. Era una nota austera e impersonal, pero cargada de un dolor lacerante que tanto el que la escribió como el que la leyó sufrieron más tiempo del que deseaban soportar, bañando en lágrimas silenciosas la simpleza insoportable del trozo de papel.

 

 

Si aún no me lo crees amor

 

Y quieres tú correr el riesgo

 

Verás que soy realmente bueno en engañar, y hacer sufrir, y hacer llorar

 

A quién más quiero

 

 

 

Si no me ama, ¿entonces por qué lo hizo? Fue la cuestión indescifrable que Naruto ahogó en débiles gemidos de impotencia por no poder hacer absolutamente nada. Gaara no regresaría por mucho tiempo, de eso podía sentirse plenamente seguro. Y no obstante, pese al dolor, se permitió sonreír masoquistamente como quién sufre y no puede evitar encontrar el gozo en aquél dolor intrínseco en su vida. Se dejó caer al suelo una vez regresó a la habitación del bermejo, empuñando sus manos y golpeando el suelo en la frustración de no conseguir que Gaara perdiera su miedo a ser herido. Había fracasado y era precisamente ello lo que encendía su enojo y daba rienda suelta a su inconmensurable dolor.

 

 

 

Lo supiera Gaara o no, Naruto sabía perfectamente que casi tanto o más que él, sin hacer caso a sus mentiras, le amaba. Podía leerlo en su mirada, en sus movimientos y en la forma en la que deliberadamente actuaba creyendo que hacía lo mejor para él. Naruto le amaba tanto que estaba dispuesto a perdonar sus errores y las incontables veces que le lastimaba incluso cuando el taheño pretendía lo contrario. Le amaba tanto y de tal manera que, sonriendo inocentemente ésta vez, decidió que no importase el tiempo que Gaara tardase en madurar o en aprender a abrirse y el afrontar el hecho de que sin importar lo que hiciese, no podía evitar eternamente el salir lastimado; decidió que sobre todo, amaría al pelirrojo el resto de sus días y se alejaría de él como deseaba, esperando el día en que el de ojos aguamarina abriera los ojos a la realidad.

 

 

 

Porque el día en que Gaara se diera cuenta que no podía seguir negando el irremediable amor que sentía por Naruto, él estaría esperando ahí, a su lado pero sin dejarse notar, dispuesto a amarse mutuamente en pareja, como desde el principio debía haber sido.

 

 

 

Que Gaara viviese como quisiera, engañándose a si mismo y tratando de alejarlo, consiguiendo con ello aferrarse más a él. Naruto le esperaría todo el tiempo que fuera necesario, le amaría sin importar en que parte del mundo estuviera. Y un día volverían a encontrarse. Un día volverían a amarse impulsados por lo que sus corazones sentían el uno por el otro.

 

 

 

Y un día, Gaara cedería.

 

 

 

Y aquél día, finalmente, Naruto encontraría la verdadera felicidad.

 

 

 

Notas finales:

¿Les gustó? Se aceptan reviews :D No tengo más que decir, salvo gracias por leer hasta aquí. Besos & abrazos, Necoco.

 

 

 


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