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EL ASUNTO PENDIENTE por ChaniChan

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Notas del fanfic:

Va a ser largo, o al menos eso creo, y necesito vuestra ayuda para una cosa.

Necesito la letra para una canción de despedida.

Y estoy más en blanco que una sábana lavada con lejia.

¿Me hechais una mano?.

Notas del capitulo:

Que nadie me mate, por favor, me encanta Gravitation de verdad de la buena, pero es que desde el primer momento YO quería que Yuki se quedase con Hiro, me encanta la pareja que forman.

Asi que....buenooooo, pués.....¿como decirlo?.

Como que me he cargado a Shuichi de cierta manera en esta historia.

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Yo solo quería ser feliz a su lado, demostrarle cuanto le amaba, hacer que olvidase su pasado tan doloroso y se abriese a la posibilidad de un nuevo mundo, mejor para él, que le hiciese feliz, donde pudiésemos estar juntos a pesar de nuestras diferencias.

Desgraciadamente, no pude hacerlo, una noche al salir de NG Records tras un duro día de ensayos para el próximo concierto, unos hombres me asaltaron al doblar una esquina, quisieron robarme, pero yo solo llevaba cinco dólares en los bolsillos, luego, se dieron cuenta o al menos eso les escuché decir, de que yo era hermoso, intenté defenderme cuando fui consciente de lo que pretendían hacerme, pero no tomaron demasiado bien que yo comenzase a forcejear con ellos y a gritar pidiendo auxilio.

Solo recuerdo de aquel momento que noté de repente el frio acero de aquella pistola en mi sien izquierda, el “click” que se produjo cuando le quitaron el seguro al arma, y el “bang” que se escuchó justo segundos antes de que yo cayese sin vida al suelo.

Supe que era un fantasma cuando vi mi propio cuerpo tirado en el suelo, sin vida y derramando sangre por la cabeza, yo flotaba por encima mientras veía como aquellos hombres salían a la carrera, y pocos minutos más tarde, comenzaron a oírse los ruidos de las sirenas de la policía, supongo, que alertados por algún vecino que escuchó el disparo.

-tienes un asunto pendiente-oí una dulce voz a mis espaldas, giré lentamente mi vista y me encontré a un joven muy hermoso, de larga melena negra y unos increíbles ojos azules, de piel pálida y algo delgado, y con un hermoso par de alas blancas en la espalda, incluso yo, que siempre me acusan de ser un poco tonto, supe a la perfección que se trataba de un ángel.

-por eso estás aquí todavía en lugar de ir al cielo como te corresponde-me siguió hablando sin que yo le preguntase, entendí perfectamente cuál era mi asunto pendiente, aunque a mi cabeza vino la idea de que había dejado más de una cosa sin finalizar a tiempo.

-¿Eiri?-le pregunté a ángel, intentando averiguar si ese era o no el asunto que debía resolver antes de irme.

-entre otros-me contestó leyendo mis pensamientos supongo.

-¿cuánto tiempo?-le pregunté.

-el que necesites-me contestó.

-con el tiempo, aprenderás a mover cosas, y en alguna ocasión conseguirás que escuchen tu voz, puede que hasta consigan verte-me dijo aquel muchacho, al que sinceramente, no hacía mucho más mayor que yo.

Y así fue como flotando, contemple dos días después mi propio entierro, es curioso cómo cambia la gente ante los trágicos sucesos, la prensa se había vuelto medio loca ante la noticia, mi muerte asesinado era el “mayor acontecimiento del año”, entrevistas, programas televisivos, mis canciones cada dos por tres en la radio, mis conciertos emitidos sin descanso en la televisión, mis miles de fans llorando a moco tendido por la “pérdida de su ídolo”, y sin embargo, supongo que gracias al poder de Thoma Seguchi, consiguieron que mi entierro fuese intimo, solo acompañando el ataúd que contenía mi cuerpo, las personas más cercanas a mí, las que realmente me querían.

Vi a Suguru llorando, me extrañó bastante, nuestra relación no era ni buena ni mala, no éramos precisamente amigos, solo compañeros de un grupo de música que se había quedado sin cantante, a pesar que el tecladista primo de Thoma, se tomaba en serio su trabajo y era un genio en potencia, siempre se mantuvo un poco distante de mi y de Hiro, participando en muy pocas de las ocasiones en las que le pedíamos que se uniese a alguna fiesta con nosotros, siempre reacio a compartir su tiempo con nosotros fuera del estudio, y sin embargo, ahora lloraba desconsolado, provocando un pequeño hipido mientras sollozaba, agarrando un ramo de rosas blancas entre sus manos con fuerza.

Sakano, ese productor nervioso que se desmayaba por cualquier cosa y que lloraba a la más mínima, permanecía serio y en silencio, ocultando sus ojos tras unas muy oscuras gafas de sol, supongo que en el último minuto quiso de alguna manera, que yo me sintiese orgulloso de él, y precisamente por esa misma razón se aguantaba su propia pena y dolor muy dentro de sí mismo.

Es curioso, pero el día de mi entierro, en el que por cierto estaba claro y despejado y lucía un hermoso sol de primavera, fue la primera vez que vi a K, totalmente desarmado, sin lucir su sonrisa de siempre, y sin gritarle a nadie, estaba sentado en el suelo, llorando en silencio sin llamar la atención de nadie, mirando fijamente la madera marrón de mi ataúd, que por cierto, pensé que lo podían haber escogido de un tono más alegre y sin ese enorme y feo crucifijo.

Noriko aguantaba como buenamente podía las lágrimas, intentando reconfortar como podía a mi hermana Maiko, que lloraba desconsolada y decía o más bien susurraba palabras que nadie entendía, mientras agarraba con fuerza una de mis camisetas favoritas, a su lado mi padre le daba la mano a mi madre, ambos llorando a mares y con mi madre al borde del colapso histérico.

Vi a Ryuichi Sakuma, mi ídolo durante años y un buen amigo, agarrarse con fuerza a Tatshua Uesugi, hermano pequeño de mi koibito, al punto los dos de desmayarse, en el rostro de mi cantante favorito no quedaba ni un ápice de su faceta infantil, y yo sabía que al lado de mi cuerpo sin vida, había puesto a Kumagoro, su conejo de peluche rosa, con el que descansaría para siempre, los dos lloraban mientras Ryu intentaba tararear una de mis canciones favoritas a modo de despedida.

Pero lo que más me sorprendió fue cuando Hiro, mi mejor y más fiel amigo, cayó de rodillas al suelo desbordado por el dolor, golpeando con su puño cerrado, el césped artificial que adornaba aquel sencillo cementerio, las lágrimas salían a raudales de sus ojos, se mordía el labio inferior con fuerza, intentando contener el grito que pugnaba por salir de sus pulmones, y entonces, vi como mi Yuki se arrodillaba a su lado en silencio y le abrazaba.

Sabía de sobra que Eiri era de carácter serio y frio, sabía que en cierta manera, siempre odió a mi mejor amigo, Hiro siempre se encargaba de echarle la bronca cuando me hacía daño con su indiferencia o sus palabras duras, o de pedirle que se reconciliase conmigo cuando me fallaba la inspiración por su culpa, pero en ese momento, mi koibito consolaba a mi mejor amigo mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas, mientras miraba con tristeza la caja que llevaba mi cuerpo sin vida.

Por una vez, Yuki Eiri demostraba abiertamente sus sentimientos ante las personas. Flote hasta donde se encontraban ellos dos, acercándome sin ser visto a mi mejor amigo, intenté sin éxito secarle alguna de las lágrimas de su rostro, consiguiendo traspasarle de un lado al otro, sin embargo, vi con mis propios ojos como un escalofrío recorría por completo el cuerpo de mi mejor amigo, y como apenas audible para los demás, susurraba mi nombre con gesto extrañado.

Eiri, el único que le escuchaba se le quedó mirando fijamente un momento, pero en ese instante el sacerdote que rezaba sus oraciones ante los allí presentes les preguntó si alguien quería decir unas palabras, vi como mi Yuki apretaba un poco el hombro de Hiro, y sin decirle palabra alguna se encaminaba al lugar donde aguardaba aquel hombre de pelo canoso y ojos verdes vestido con la típica túnica blanca que llevan los sacerdotes en estos momentos.

Del bolsillo de la chaqueta de su traje negro, sacó un papel correctamente doblado, aguardó unos segundos y emitió un suspiro al aire y entonces, con esa voz suya que siempre conseguía que se me erizase la piel, comenzó a leer las palabras que él mismo había escrito de su puño y letra.

“Miro al cielo buscando tu imagen, pensando quizás que te veré aparecer entre alguna de esas blancas nubes, luciendo un hermoso par de alas blancas, y siendo entre todos, el más hermoso ángel.

Pero te me has ido.

Busco sin descanso que el sueño acuda a mí, que llegue la hora y mi consciencia se sumerja al dormirse, deseando que mis sueños me reencuentren contigo, devolviéndome tu sonrisa, tus ojos sinceros, tus palabras de amor.

Pero te me has ido.

Permanezco en silencio en nuestra casa, pendiente del más mínimo sonido, deseando oír una sola muestra de que esto es solamente un mal sueño, oírte cantar una nueva canción, anunciarme que has llegado a casa, o simplemente, uno de esos berrinches tuyos.

Pero te me has ido.

En los rincones de mi alma guardo como el mayor de los tesoros cada uno de los momentos que he vivido contigo, y solo mi corazón es consciente de los sentimientos que te llevas contigo, me gustaría poder ampararme en el “¿y si hubiera?”, pero hubo demasiadas cosas que callé por mi necio orgullo.

Entre ellas lo mucho que te amaba, es demasiado cruel que te diga tú tan ansiado te amo cuando no puedes escucharme, aunque quizás lo hagas desde el cielo y eso te este haciendo más daño, debí decírtelo antes, pero como siempre, mi pasado, mi egoísmo, mi orgullo y mi cinismo, me hicieron callar.

Y ahora es demasiado tarde.

Me he quedado solo en este inmenso mundo vacio, sin poder escuchar nunca más tus sonrisas, sin poder amarte como te merecías, y por un instante, un único instante, me gustaría verte una sola vez más para decirte lo siento.

Por ser tan estúpido de no darme cuenta a tiempo de cuento te amaba, por no prestarte la atención que tú tantas veces me solicitabas, por ser un necio estúpido y ciego que no supo ver a tiempo que con tu llegada a mi vida, me hicieron el mayor de los regalos.

Un regalo que me han arrebatado a la fuerza, y ni siquiera puedo vengarme, pues se que tú te enfadarías muchísimo conmigo si el hiciese daño a otra persona, aunque esta sea la culpable de que ahora no estés a mi lado.

A la fuerza me toca vivir y seguir adelante, no me perdonarías nunca si hiciese lo contrario, pero no va a ser fácil sin ti a mi lado, y veo que para aquellos que nos quedamos comienza la peor de las pesadillas, esa en la que tu mejor amigo se ha quedado sin aquello a lo que más quería, sin poder escuchar nuevamente tus sollozos o tus chistes malos, esa en la que estoy seguro que su guitarra no volverá a sonar, pues sin ti a su lado no le merece la pena expresarse.

Esa en la que yo, me he quedado sin el hombre al que amaba más que a mi propia vida, en la que no tiene sentido alguno que vuelva a escribir novelas románticas, supongo que tampoco me dejaras ampararme en el alcohol y el tabaco, pero como desearía que me permitieses ir a buscarte, sin embargo aquí estoy, controlándome lo suficiente como para leerte una de las pocas cosas que he escrito única e íntegramente para ti.

Te quiero Shuichi, siempre te he querido, y siempre te querré.

Solo te pido, haya donde estés, que me esperes, pues tarde o temprano volveremos a vernos, y en esta ocasión, ya nada podrá separarme de tu lado.”

Cuando quise darme cuenta, ya estaba nuevamente en el apartamento que compartía con Yuki, reconozco que intenté sentarme en algún sitio, pero lo único que no conseguía atravesar, era el propio suelo, así que simplemente me dedicaba a flotar tranquilo en el salón, donde curiosamente, mi koibito estaba tumbado en el sofá tapizado en negro donde yo dormí tantas noches por distintos motivos, y en el suelo, apoyando su espalda en aquel mueble, estaba mi mejor amigo.

Tanto Hiro como Yuki llevaban un cigarro en la mano, al que sinceramente, no le prestaban mucha atención, y aunque los habían abierto, olvidados en la mesa, estaban los dos botes de cerveza que quien sabe por qué habían cogido de la nevera.

-¿quieres quedarte a cenar?-pregunto Eiri aún perdido en sus pensamientos, sin dirigir su mirada a mi mejor amigo que simplemente miraba concentrado el humo gris que salía del cigarro.

-no tengo hambre-le contestó con voz ronca.

-entonces pasa aquí la noche-volvió a decirle mi escritor.

-de acuerdo-contestó el otro sin mucho énfasis.

Un cigarro consumido dio paso a otro que encendían, cuando se acabó el primer paquete, abrieron uno nuevo, muy de vez en cuando, uno de los dos se levantaba en silencio y acudía al cuarto de baño, pero como si en ese momento se necesitasen desesperadamente, hacían rápidamente lo que necesitaban y acudían al lugar donde le esperaba el otro hombre.

Una de las ocasiones en las que fue Hiro el que se levantó, regreso pocos minutos después, quedándose de pie delante del sofá de cuero negro, sin apenas mirarle, Yuki se incorporó un poco y le dejó un espacio en el mueble, en donde mi mejor amigo se dejó caer pesadamente al mismo tiempo que Yuki sacaba un nuevo cigarro del paquete y se lo ofrecía ya encendido.

-se que va a sonar a locura, pero…-le dijo Hiro sin terminar la frase.

-yo también lo necesito-contestó mi Yuki.

Sinceramente no sé en qué momento mi koibito comenzó a leer los pensamientos de mi mejor amigo, pero en esos momentos, parecían entenderse más allá de las palabras, solo sé que se movió un poco en aquel sofá, quedando casi colgando del borde, y que mi mejor amigo se  tumbó suavemente a su lado, recostando su cabeza en el pecho de un escritor que le rodeaba con el brazo izquierdo, acunándole con cuidado.

El cigarro que habían encendido se consumió, apagándolo en un feo cenicero que una fan de mi koibito le regaló en una firma de autógrafos y que yo no sabía porque lo guardaba, pero contrario a lo que yo pensé, no encendieron uno nuevo, solo acomodaron sus cuerpos un poco en aquel sofá, apoyando Yuki la barbilla en la cabeza de Hiro, y mi mejor amigo poniendo más cómodo el brazo que le había quedado debajo del cuerpo.

Pasaron horas hasta que comprendí que se habían quedado dormidos, el uno abrazado al otro en lo que a mí me pareció una imagen tierna, mientras el brillo de las últimas lágrimas vertidas por Yuki aún asomaba en sus ojos, floté con cuidado hasta su lado, no sé porqué, yo sabía que aún no podían verme y mucho menos oírme, pero, en alguna ocasión, no se hacía cuanto tiempo, vi una película en la que le decían a un fantasma, que debía aprovechar el momento en que dormían para hablar con sus seres queridos, y sinceramente, yo ya estaba muerto, ¿perdía algo por intentarlo?.

Así que me acerque al oído de mi amado escritor, viendo en el proceso sus finos y sensuales labios, su pelo suave y dorado, su piel pálida y que siempre desprendía un calor que me erizaba la piel.

-duerme tranquilo mi amor-le susurré poniendo en mis palabras todo el amor que pude.

-estoy aquí, contigo-mi Yuki se removió un poco en su incómoda postura, rodeando un poco más el cuerpo de mi amigo que dormía en sus brazos.

-Shuichi-murmuró dentro de su sueño.

La mañana llegó, y aunque no sé como lo conseguí, logré sentarme en el alfeizar de la ventana del salón, viendo a través de los cristales, como el cielo negro comenzaba a adquirir matices azulados, y poco después, ante la inminente salida del sol, comenzaban a añadirse los tonos naranjas, los rojos y los rosados, y como un nuevo día, comenzaba en las calles mientras las dos personas que más me importaban dormían abrazados en aquel sofá de cuero negro.

Curiosamente no sentí celos ni envidia de ellos, al fin y al cabo, aunque se levaban mal entre ellos, solo eran un par de hombres que se ofrecían un consuelo silencioso ante la pérdida de un ser querido, y sin embargo, me invadió una sensación de paz y tranquilidad al verlos juntos, como si algo en mi interior, me dijese que eso que veía, era lo correcto, lo que debía pasar, inconscientemente me reí ante la idea de que mi koibito y mi mejor amigo acabasen juntos, demasiados rencores y tontas rencillas había entre ellos.

Pero me gustó la idea de que en ese momento se tuviesen el uno al otro.

En ese momento comencé a aburrirme, no es fácil estar muerto, ni tienes hambre ni sed, ni sueño, pero si muchísimo tiempo por delante para no hacer nada o hacer algo. Y nunca he sido persona de estar mucho tiempo quieto y tranquilo, algo me decía, más bien mi experiencia, de que a pesar de la incómoda postura y del reducido espacio, tanto Hiro como Yuki despertarían bastante tarde, ¿Por qué no explorar un poco entonces si podía atravesar paredes y flotar con el viento?.

Me fui derecho a la casa de mi ídolo, el cantante bipolar Ryuichi Sakuma, mi segundo mejor amigo y compañero en alguna de mis mejores canciones. Percibí el intenso olor a alcohol en el mismo momento en el que traspase con facilidad la puerta del apartamento, vi latas de cerveza y envases de vino esparcidos por el suelo, figuras de porcelana rotas al igual que algunos vidrios, premios tirados de cualquier manera de los estantes, y a Ryuichi apoyado en la pared mirando por el cristal abierto de su ventana.

Estaba completamente borracho, irreconocible para cualquiera, su cabello castaño estaba completamente enmarañado en nudos y revuelto, sus ojos azules hinchados y enrojecidos por el llanto, y acompañados de unas moradas ojeras que ensombrecían su rostro, la sombra de una creciente barba sin afeitar quizás de dos o tres días, adornaba su barbilla, su ropa, hecha un completo desastre, aun llevaba el pantalón de cuero negro que lucía en mi entierro, solo que andaba descalzo entre tanta porquería, me sorprendí de que no se hubiese hecho ningún corte en la planta de los pies, su camisa de color azul oscuro, tenía manchas de todo tipo, de vino, de cerveza e incluso los restos que me dieron a entender que en algún momento, había vomitado.

Jamás había visto fumar a Ryuichi, los cantantes cuidamos sobre manera nuestras gargantas, para nosotros incluso coger una sencilla gripe era un tema complicado, y sin embargo allí estaba mi amigo, con un paquete de tabaco recientemente empezado y los envoltorios vacios de dos más en el suelo, arrugados, en su mano derecha, que apoyaba en una de sus rodillas, se encontraba un cigarro medio consumido.

-no te hagas esto Ryu-se me ocurrió decir en voz alta, parado a su lado.

-no debiste irte Shu-contestó de repente en voz alta.

¿Me oía?, ¿Ryuichi Sakuma me oía?, ¿cómo era posible?, ¿por qué el cantante de Nittle Grasper podía escucharme?, ¿era él mi asunto pendiente?.

-¿crees que quería lo que me ocurrió?-pregunté tontamente en voz alta intentando comprobar que tan cierta era mi teoría de que de algún modo, Ryuichi tenía el don de comunicarse con los muertos.

-no puedo vivir sin ti-me soltó de repente, pero en ese momento caí en la cuenta de que mi amigo no me escuchaba realmente, simplemente le hablaba al vacio, mirando al cielo por esa ventana abierta, en un patético estado que por el aspecto de su apartamento llevaba durante horas.

-¿sabías que yo te amaba?, ¿qué odiaba y envidiaba con todo mi ser a ese escritor que me arrebató la posibilidad de estar contigo?-preguntó entonces hablándole al viento, o al menos, eso era lo que creía yo.

-lo siento, yo…nunca quise hacerte daño-le dije al oído suavemente mientras conseguía sentarme a su lado.

-llévame contigo amor mío-respondió, y fue en ese preciso instante, en el que yo me quedé completamente paralizado.

Ryuichi Sakuma, vocalista de Nittle Grasper, me miraba fijamente con esos bellos ojos azules que poseía.

-¿pu…puedes…verme…oírme?-le pregunté temeroso.

-estas mucho más hermoso que antes-me contestó.

-¿cómo es posible?-le pregunté.

-los borrachos son capaces de cualquier cosa, mientras corra el alcohol en mis venas, tú estarás a mi lado, y puedo asegurarte que con tal de que no te vayas me pasaré el resto de mi vida bebiendo si es necesario-me contestó en una faceta adulta que yo jamás había visto.

-necesitas una ducha y dormir un poco-le comenté al oír su respuesta, no iba a permitir que mi ídolo cayese tan bajo solo por la angustia.

No sé porque me hizo caso, no sé porque escuchó mi petición, pero cuando salió de la ducha, le hice recoger todo aquel estropicio que había armado, me aseguré de que se acostase en la cama, y comencé a cantar suavemente en su oído hasta que me di cuenta de que se había dormido.

Cuando Ryuichi se despertó aquel a mañana, yo flotaba tranquilamente a los pies de su cama, desde luego, pensé, que la ropa que llevaba el día de mi muerte no era la mejor para pasar el resto de la eternidad, pero aquellos pantalones azules de chándal eran con los que más cómodo me sentía, y tan deprisa había salido de casa, que confundí con la mía una camiseta azul de manga corta de Yuki, que me venía tres tallas grandes y me llegaba por las rodillas, pero peor había sido ver con mis propios ojos que los de la funeraria me habían puesto un traje negro, camisa blanca y corbata para enterrarme, jolines parecía mi padre, o peor, mi abuelo.

-creía que te marcharías cuando dejase de estar borracho-me dijo mirando mi silueta casi transparente fijamente y sacándome sorpresivamente de mis pensamientos.

-tú eres mi asunto pendiente-dije seguro de mi mismo, confirmando la idea que vino a mi cabeza mientras él dormía.

-¿no es tu queridísimo Yuki?-me preguntaste con cinismo en tú voz.

-él….

-ya ha encontrado a alguien-le dije girándome a mirarle y ofreciéndole una sonrisa.

-solo que ninguno de los dos lo sabe.

 

 

 

Notas finales:

nada de dolor por favor, solo tomatazos.


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