Capitulo I: La zanahoria del conejito.
Mi cuerpo esta temblando... llevo corriendo un buen rato, ya es de noche y se que pronto las piernas me fallaran totalmente dejándome tirado en alguna banqueta sin poderme mover. ¡Pero claro! ¡Tenia que joderse justo hoy el puto auto! ¡Y a tan lejana distancia de mi destino! Jodida sea mi suerte igual que el puto motor del maldito mustang. Y me quejo ahora mentalmente de que a pesar de estar consciente de cuanto faltaba para llegar al lugar, me eché a correr para llegar mas rápido... aunque... si no lo hacia mis pelotas estarían en peligro, las palabras de Mello no suelen salir a la ligera de su boca.
Llegue jadeando y agitado a esa calle. El estaba apoyado en una pared, aburrido, esperándome, supongo que desde hace algún rato. Miré dudoso el paquete “¿Por qué me prohibiste mirar dentro de la caja?” Ignore mi curiosidad (por mi bien) Y me dirigí a el, esbozando una sonrisa de alivio, porque ahora ya no tenia que correr mas.
-Hasta que te dignas a llegar. - Me dijo mirándome enfadado, yo solo lo mire aun con mi sonrisa pintada en los labios, aunque un poco fastidiado, pues no había reconocido el esfuerzo sobrehumano que hice para llegar a el, aunque claro, el no sabia aun lo que me sucedió.
-No era cuestión de que me dignara o no en aparecer, créeme que si por mi fuera ya hubiéramos terminado con esto desde hace un buen rato, pero el maldito auto se descompuso a una considerablemente enorme distancia de aquí – Mello negó con la cabeza
-No maldigas Matt... no es bueno. – me aguante las ganas de reír... ¿acaso Mello estaba diciéndome (es decir, por su mirada, casi ordenándome) que no maldiga? - Ahora... – hizo una pausa, mirando la caja que traía en manos – Dame esa caja – lo miré dudoso, pero si no se la daba quizás amenazaría de nuevo a mis tesoros, así que decidí no arriesgarme y se la di de inmediato.
-¿Qué hay ahí dentro? – miré la caja, esperando quizás que por piedad la abriera y me dejara ver dentro, pero el solo rió.
-No te incumbe... ahora lárgate, antes de que me de por reventarte las pelotas por haberte retrasado tanto. – tragué saliva “¡Mis pelotas noooo!” – Mi conejito esta en casa esperando su zanahoria – me guiño un ojo.
¿Eso era todo? ¿Un maldito conejo?...
No... Ese mensaje estaba en clave. Comencé a caminar de nuevo. El puto mensaje en clave comenzaba a enojarme, no soy de los que se aguantan una duda, además de que falta muchísimo para llegar al auto de nueva cuenta. Maldito motor mierdero.
~
La espera valió la pena. Todos sabían la triste historia de un joven de 16 años que había sido llevado a un lugar desconocido por algún loco secuestrador. Todos lo sabían y a la vez todos parecían ignorar cualquier cosa del asunto.
Al llegar a casa, se encontró con la misma escena que había dejado cada día en casa. Un peliblanco en shock, vistiendo solamente una camisa que le quedaba grande, miraba hacia la nada, y sin embargo cuando el rubio entró, una extremadamente pequeña sonrisa pudo ser apenas visible para Mello. Aunque sabía que había privado a ese albino de todo sentimiento posible al secuestrarlo de esa manera, el aun seguía sonriendo de esa manera tan imperceptible cada vez que el entraba a la casa, o a la habitación, o a cualquier lugar en donde este se encontrara. Se preguntaba como era que nadie había pensado que estaba con el, pero la verdad ya lo sabia. Ni siquiera aunque el mismo L lo estuviera buscando seria encontrado, puesto que nadie pensaría que Mello se tomaría la molestia de secuestrarlo solo para sacarlo del camino para ser el primero en todo. A pesar de anhelar eso con todas sus fuerzas, el quería ganar limpiamente a su manera, y aunque ahora sintiera que no estaba haciendo bien las cosas, el hecho de tenerlo a su lado le bastaba para querer convencerse de que lo hacia. Porque el odio hacía mucho tiempo que se había transformado en amor, y a el simplemente le agradaba ese sentimiento.
Quería tener a Near consigo fuera como fuera, sin que nadie lo alejara de el, ni aunque fuera con buenas intenciones.
Su conejito seria solo suyo, en estos tiempos, fuera de buena o mala manera lo seria. Por siempre.
-¿Qué haces aquí conejito? – fue junto a el y lo cargó cual esposo a la novia entrando al cuarto de hotel donde pasaran la luna de miel, llevándolo de nueva cuenta a la habitación (que era donde originalmente lo había dejado). Near, como de costumbre desde la primera noche en esa casa, no respondió, se limitó a mirarle con esos ojos tan carentes y a la vez tan llenos de sentimientos.
Lo recostó en la cama, admirándolo. Desafortunadamente el esfuerzo de Matt por llevarle la “zanahoria” a tiempo había sido en vano. Una imagen tan tierna era merecedora de un abrazo, y no de una zanahoria. Quizás era un monstruo, pero no era suficientemente monstruo como para hacerle eso en ese momento.
Se acostó con él en la cama y lo abrazó. El peliblanco se acurrucó en su pecho, cerrando los ojos y durmiéndose al instante mientras Mello sonreía... no había otra cosa mas preciada para el que su conejito, y claramente, jamás lo habría.