Capítulo 4 “Quien juega con fuego…”
A la mañana siguiente no pude volver a ver a Uchiha antes de la clase porque no vino, ni a literatura inglesa ni a otra asignatura, y eso que su moto estaba aparcada afuera. Después de la pausa del mediodía lo esperé delante del aula de física. No apareció. Gaara, que iba a la misma clase, me miró con frustración y enojo al verme esperando, aunque luego dijo que si lo veía, le diría que lo andaba buscando. No me gustó el tono en que lo dijo. Gaara nunca pudo ver a Uchiha, pero desde el día anterior parecía tenerle verdadera manía. Entré a clases de historia con una desagradable sensación en el estómago, y encima, el señor Ebisu me dijo que la semana siguiente debía presentar mi trabajo sobre los templarios. No pude ponerle una excusa.
En clase de química me senté frustrado en mi sitio, al lado de Neji. La profesora Anko llegó con una bandeja llena de probetas y aparatos de laboratorio. Nos saludo con una sonrisa y preparó el primer experimento. Se le torció el gesto cuando llamaron a la puerta. La señorita Shizune, la secretaria, asomó la cabeza y pidió que saliera un momento. Le dijo algo en el pasillo y se fue. Meneando la cabeza ligeramente volvió a la mesa.
-Como saben, el hijo del señor Azuma no se encuentra muy bien-dijo, y asentimos con un leve murmullo.
El señor Azuma era el que nos daba matemáticas y era uno de los profesores más queridos. Claro que sabíamos qué pasaba, aunque decir “no se encuentra muy bien” era casi un eufemismo. Su hijo pequeño había tenido un accidente y estaba en coma, y en fase Terminal. Pero, no estaba sólo, tenía como esposa a la profesora Kurenai, y lo más seguro era que ella también había salido de la escuela. Desde más de medio año, iba del instituto al hospital o del hospital al instituto.
La profesora Anko ordenó silencio.
-Ha recibido una llamada urgente y ha tenido que salir. Como no hay sustitución y aquí hay muchos espacios libres, me han pedido que hagamos espacio, así que vamos a tener invitados. Por favor dejen las dos filas de atrás libres, y acérquense un poco por aquí adelante. Vamos a dar clase de todos modos.
Obedientes, recogimos nuestras cosas y nos sentamos en las primeras filas. Llamaron a la puerta y entraron todos con caras largas. De los últimos entró Uchiha Sasuke y nuestras miradas se cruzaron. Apretó los labios y pasó de largo a las filas de atrás. Como no cabían todos, algunos se sentaron en los escalones, entre ellos Sasuke.
La profesora no se había distraído un segundo y ya tenía todo listo para comenzar. Un tiesto con un agujero en la base colgaba un trípode sobre una bandeja de porcelana llena de arena. Una mecha salió del tiesto, donde había mezclado productos químicos. Enchufó el mechero Bunsen al conducto de gas y se dirigió a nosotros.
-Como ya les dije a mis alumnos, voy a dar clase de todos modos-dijo dirigiéndose a las filas de atrás-. Veo que muchos de ustedes son de mi otra clase de química, así que la daremos juntos. ¿Alguien quiere ser voluntario?-prosiguió, pero nadie no se movió ni una mosca-. ¿Nadie?
Por un momento creí a ver cometido de mirarla, pero en vez de invitarme a la mesa y fijar su mirada en mí, sino en otra víctima.
-Sasuke, haznos el favor-dijo.
-Prefería no ir-dijo sin moverse.
Una chico de mi clase de matemáticas, por lo visto también él iba a su clase de química, y estaba sentado atrás de mí y Neji. Suspiró y murmuró.
-No se da por vencida.
-¿A qué te refieres?-dijimos dándonos la vuelta.
-En la clase de ayer, le pidió que se quitara las gafas y él no quiso. La ha tomado con él, pero no parece importarle. En cualquier momento le cae la profesora-susurró inclinándose a nosotros.
Neji y yo nos miramos. La profesora Anko era amable siempre y cuando no llevaras la contraria, pero si lo hacías, ya podías irte preparando.
-Sasuke, no importa lo que tú prefieras-dijo, y parecía que esta vez no le iba a dejar escapar-. Sólo tienes que abrir el gas, encender el mechero y prender la mecha-prosiguió, y le dedicó una sonrisa que me revolvió el estómago.
Sasuke se levantó por fin y se acercó a la mesa. Miró desconfiado la instalación de los productos químicos.
-¿Qué hay en el tiesto?
-Enciende la mecha-contestó sonriendo con dureza-. Luego te daré la ecuación y tendrás que explicarnos qué procesos químicos que se han dado.
Tardó un momento en reaccionar y encendió el mechero.
-Sasuke, ponte las gafas de protección-dijo.
-Ya llevo las mías-contestó.
-Haz el favor de ponerte la gafas de protección ahora mismo-prosiguió apoyándose en la mesa-, y no se hable más. Las reglas se hicieron también para ti. Acátalas como todos. Sasuke se puso tenso. Luego nos dio la espalda y de un movimiento se quitó las gafas y se puso las de plástico.
-Ponte detrás de la mesa para que tus compañeros puedan ver-le ordenó la profesora Anko.
Uchiha apenas dio unos pasos y encendió la mecha. Se prendió una luz blanca y brillante, que adquirió con rapidez más potencia e intensidad. Se oyeron gritos de algunas alumnas y se rompieron las ventanas, todos nosotros nos tapamos con el ante brazo los ojos; Sasuke salió de la clase tambaleándose, dejando atrás los productos químicos desparramados en suelo.
Lo miré tan sorprendido como los demás hasta que entendí lo que había pasado. ¡Por Kami! Sasuke no sabía que iba a pasar y había mirado directamente a la luz. Sin dudarlo me levanté y salí corriendo detrás de él. La profesora Anko me ordenó que volviera a mi sitio, pero no le hice caso. Encontré a Sasuke de cara a la pared, sosteniéndose con un brazo y con el otro tapándose los ojos, su jadeo resonaba en el pasillo vacío. Al acercarme se puso tenso.
-¡Déjame!-dijo enfurecido.
-Soy Naruto-dattebayo-contesté sin dejarme intimida y me agaché a su lado.
-¡Aléjate!-insistió, y quiso empujarme, pero no veía nada.
-Ven, te llevaré a la enfermería-dije viéndolo temblar.
-¡Suéltame!-exclamó y se puso de nuevo contra la pared.
Por fin entendí qué le pasaba. Lo tomé de nuevo del brazo e intenté moverlo.
-Ven, conozco un lugar oscuro-insistí-. ¡Vengan ya! Estarás tranquilo, me aseguraré de que nadie moleste.
Por fin cedió, se levantó y lo llevé al cuarto de limpieza. Sólo estaba una rendija de luz. Me costó acostumbrarme a la oscuridad. Era tan estrecho que apenas podíamos movernos. Aparte su respiración acelerada estaba más calmada. Lo acomodé en un rincón entre una vieja mesa y la pared, y de nuevo le tomé del brazo para sentarlo. Verlo avanzar indefenso. Palpando con una mano, me dejó sin palabras. Sin resistencia se quedó apoyado en la pared, se le notaba mejoría. Dudé un poco antes de apartarle las manos y abrirle un poco los párpados con delicadeza. Incluso la poca luz fue suficiente para ver que tenía los ojos tan inyectados en sangre que no se distinguía ni el iris y la pupila.
-Olvídate de la enfermería, ahora mismo te llevo a un médico-dattebayo-dije preocupado.
-¡Ni se te ocurra!-dijo levantándose y golpeándose la cabeza con una estantería.
Alargó los brazos, buscándome, con los ojos cerrados fuertemente.
-No seas…-dije, desvelando mi posición, lo que le permitió agarrarme del brazo fuertemente y con agresividad me acercó a él.
-Nada de médicos, ¿entendiste? Largo de aquí-me ordenó y me empujó.
-¿Por qué no? Tienes los ojos muy mal-dattebayo
-Un médico no sabría ayudarme-me aclaró tras una larga pausa-. Si quieres echarme una mano, mantenme alejado de Anko, la enfermera y todos los demás.
Por el tono advertí lo mucho que le costaba pedirme un favor.
-Bueno-contesté-, pero te llevó a casa.
Apretó los labios.
-¿Y la Blade?
-Se queda aquí-dattebayo-me crucé de brazos.
Salí del cuarto antes de que pudiera responderme. Neji estaba en el pasillo y me vio salir.
-¡Con que ahí estabas! ¿Estás ahí con Uchiha? ¿Qué le ha pasado? La profesora Anko está como loca-dijo sin pausa-. Los está buscando por todas partes, pero no ha querido dejarnos solos más tiempo, y le dije que yo te buscaría.
Era normal que la profesora estuviera como loca. Aunque no conociera el problema de Sasuke, eso no era excusa para soslayar su responsabilidad. Si volvía a clase seguramente querría llevar a Sasuke a la enfermería, aun en contra de su voluntad.
-Voy a llevarme a Uchiha a su casa, ¿puedes sacar sus cosas?-dije-. Mientras tanto voy por el coche. Y si te pregunta Anko, le dices que no sabes bien lo qué le pasa. ¡Ah! No olvides sus gafas.
Miró la puerta del cuarto y pudo ver a Sasuke. Tuve que dar la vuelta al instituto para llegar hasta el ala de los laboratorios. Neji estaba dentro del cuarto junto con Sasuke, que se tapaba los ojos con algo claro. Verlos tan juntos me revolvía el estómago. ¡Por Kami-sama, acaso eran celos!
Inconscientemente hice un puchero, pero no duró al darme cuenta de lo que había hecho. Suspiré cansado, estos últimos días había estado sacando mis instintos infantiles…pero debo dejar de hacerlo. Ahora lo que importaba era buscar el carro, y llevar a Sasuke a su casa.
-¿Qué tal?-pregunté al llegar.
Neji se levantó, por lo visto muy rápido que se tambaleó un poco y parpadeó un par de veces.
-Bien, le he dado un pañuelo húmedo, le sentarán bien.
¡Claro! Como no se me ocurrió antes.
-Tengo el coche ahí delante, pero hay que caminar unos metros-dije mirando a Uchiha-. ¿Crees que podrás?
-Aunque no vea bien, mis pies están perfectamente, dobe-respondió levantándose-. No hace falta que…
-Te llevo a casa-dattebayo-interrumpí-. Ya sé que no es necesario, pero lo haré igualmente.
Tomé a Sasuke del brazo. Iba con una mano delante y me seguía con mala gana. Apenas salimos del cuarto, volvió a ponerse tenso.
-¿Estás bien?-pregunté preocupado.
Me respondió con un gruñido, bajamos la escalera a duras penas y por fin se subió al coche como un convaleciente. Neji dejó las cosas en el asiento trasero, arranqué y me despedí de él rápidamente con la mano e hice como que no le escuchaba su “¡Llámame!”
Sasuke no abrió la boca en todo en camino, apoyó la cabeza en el cristal y no se movió. Con una mano aguantaba el pañuelo de Neji y con la otra se agarraba de la puerta. Por fin llegamos a casa.
-¿Dónde está la llave?-pregunté.
Mis palabras lo sobresaltaron como si hubiera metido los dedos en un enchufe; luego resopló.
-En el bolsillo derecho de mi chaqueta-contesto.
Me di la vuelta y me incliné para acceder al asiento trasero. Volví a oír a Sasuke resoplar con fuerza; estaba tenso, tan alejado de mí como le permitía el coche, e intentaba abrir la puerta.
-¿Estás bien?-pregunté, y se quedó helado, apretó la mandíbula y asintió tenso.
-Tú date prisa.
¿¡Qué pensaba que hacía!? Preferí no responderle y seguí buscado en su chaqueta. Las llaves estaban donde había dicho, salí del coche y di la vuelta para ayudarlo. Me asusté al ver la luz del sol, se veía lo pálido que estaba. Le agarré del codo y como que me hice como que no me daba cuenta de que quería soltarse de mí al principio.
-Gracias por traerme-dijo como que despidiéndose, y tendió la mano pidiéndome las llaves.
-Ni lo sueñes-dije, haciendo un puchero-, no me voy de aquí hasta que no sepa que estás bien-dattebayo.
-No hace falta…
-Ya sé que no hace falta-interrumpí fríamente-, pensé que ya había quedado claro antes.
O eso o te llevo con un médico.
-Eso es chantaje-dijo con enojo, pero sin fuerzas.
-Seguramente-respondí impasible-. ¿Dónde está tu cuarto?
-No sabes lo que haces-me advirtió, y bajó ligeramente la cabeza.
Caminaba a duras penas y me acerqué para ayudarlo.
-Tienes razón, aparte de mi curso de primeros auxilios no he…
-No me refiero a eso-interrumpió impaciente.
-Ah, claro, perdona-dije con su mismo tono-. Se me olvida que es mejor para mí no acercarte a ti. ¿Sabes qué? Mejor que te quites eso de la cabeza de una maldita vez- dije con agresividad, y respiré hondo para no acabar estrangulándolo-. Y ahora dime adónde te llevo.
No se movió ni dijo nada durante unos segundos.
-Al salón-dijo con resignación.
Todo estaba como la última vez que lo vi. Lo ayudé a sentarse en el sofá, bajé las persianas y corrí las cortinas.
-Gracias-masculló.
Pero cuando me senté a su lado y me incliné a mirarle a los ojos se puso tenso de nuevo.
-¿Dónde está el baño?-pregunté.
-¿Para qué?-replicó alterado.
-Para humedecer esto-contesté y le quité el pañuelo de los ojos.
Inmediatamente su cubrió con su antebrazo.
-Junto a la puerta de entrada está la cocina.
Parecí que no quería que fuera al baño; probablemente lo tuviera tan desordenado como el de Kiba, sólo que Sasuke no tenía unos padres que lo obligaran a ordenarlo de vez en cuando. Aunque la cocina parecía un tanto anticuada, con las gavetas de madera y los agarraderos de otra época, era acogedora. No estaba descuidada, pero se notaba que apenas y era usada. No pude evitar preguntarme si sabía cocinar o se alimentaría de pura comida precocinada. Humedecí de nuevo el pañuelo y volví a la sala.
Sasuke se había tirado al sofá aún con su brazo cubriéndole los ojos. De nuevo se puso tenso, cuando me acerqué a él, aunque dejó que le retirara el brazo y le colocara el pañuelo.
Me senté a su lado y él se apartó de mí todo lo que le permitió el sofá.
-¿Puedo hacer algo por ti?-dije después de unos minutos de incómodo silencio.
-Si te digo que no, ¿te marcharás?-preguntó sin mucha esperanza de recibir una respuesta positiva.
-No.
Sasuke apoyó la cara contra el sofá y el silencio se apoderó de la sala. Sin embargo, no estaba tranquilo, apretaba los puños o las palmas de las manos contra la piel del sofá. Me daba la impresión de que dolía mucho, aunque intentaba disimularlo ante mí.
Puse la mano en su hombro.
-¿Quieres que...?-empecé.
Sasuke me agarró de la muñeca tan fuerte y se reincorporó con un rápido movimiento. Abrí los ojos del susto. Él también parecía sorprendido, como si le hubiera tratado de una acción inconsciente. Poco a poco soltó mi muñeca como si estuviera obligándose a hacerlo. De ja misma manera de la que se había reincorporado se dejó caer y se volteó dándome la espalda. Sentí miedo por un momento.
-Si no piensas irte, puedes hacerme un favor-dijo con la voz áspera y rota-y prepárame algo.
Aunque me costara reconocerlo; sentirme útil y guardar un poco de distancia en ese momento con Uchiha Sasuke me parecía buena idea.
-Hai, ¿qué es lo que quieres-dattebayo?-pregunté.
-En el frigorífico hay una caja de metal; pon dos cucharadas de la pasta en agua hirviendo-contestó con mala cara-¡Y date prisa, por favor!-añadió afónico.
Alarmado por su tono de voz, me apresuré para la bebida. Después de buscar un rato encontré una cucharilla y una taza. No tenía ni una pieza del mismo juego en los armarios o en los cajones, y el bote de metal era lo único que había en la nevera. El contenido parecía miel azucarada, sólo que de un rojo muy oscuro, casi marrón. Puse las dos cucharadas en el agua hirviendo. Se deshizo de maravilla. El resultado era espeso como un batido y no su olor era pasable para mí.
Se lo llevé, se incorporó y se lo bebió de un trago con manos temblorosas. No pareció importarle que estuviera ardiendo. Agarraba la taza con las dos manos, como si quisiera calentarse con ella. Con cada trago que daba se relajaba más. Acabó, dio un suspiro y se volvió a recostar todavía con la taza en las manos, aliviado.
-Gracias-dijo.
Parecía haberse tranquilizado de una extraña manera… No me gustó lo que me vino a la cabeza. Parecía un yonqui después de su dosis. Lo examiné. ¿Era una alucinación, o su cara empezaba a tomar color?
-¿Qué era esa bebida?-dije sin estar seguro de querer oír la respuesta.
-Sopa instantánea-dijo tenso, y supe que no era cierto.
No sabía qué decir, o qué pensar. Quizá mi silencio le advirtió de que algo no andaba bien. Alargó el brazo en mi dirección a ciegas, y aunque quise apartarme, me agarró de la muñeca, esta vez suavemente, pero no dejaba que me soltara.
-¿Qué te pasa?-preguntó.
-Nada-dattebayo-respondí.
-¿Nada? No sabes mentir.
-Igual que tú-contesté sin pensar.
Me tapé la boca con la mano, pero ya estaba dicho.
-Muy bien, entonces dime por qué crees que te he mentido y cuándo.
-Ahora mismo-dije sabiendo que estaba en la boca del lobo.
No tenía sentido poner excusas, en parte era verdad: ambos habíamos mentido.
-¿No crees que fue sopa?-Dijo frunciendo el entrecejo-. ¿Por qué? ¿Nunca has visto un preparado que se disuelva en agua?
-Claro que lo he visto, hasta Iruka lo utiliza para mi ramen-hice un puchero y miré a otro lado muy insultado.
-¿Entonces?-insistió al no recibir respuesta.
-Parecías un…-dije sin atrever a acabar la frase.
-¿Parecías un…?-perseveró.
Me mordí los labios e intenté liberarme de su agarre, pero no me soltó, de hecho me apretó más mi muñeca.
-¿Parecías un…?-repitió.
-Un yonqui-murmuré, y bajé la mirada.
Sasuke se quedó unos segundos callado y luego empezó a reír. Primero fue una risa tímida, pero luego una carcajada descarada. Lo miré sonrojado. Le costó unos minutos recobrar la compostura.
-Me han dicho muchas cosas en la vida-dijo meneando la cabeza-, y algunas eran ciertas, pero ¿esto? No soy un niño bueno, pero nunca tuve que ver con las drogas, te lo juro-rió.
No sé por qué, pero le creí, por lo menos en lo que a las drogas se refería, por más que aún conservara mis dudas acerca de la sopa. Antes de que pudiera decir nada me dio la taza.
-¿Me puedes preparar otra?-me pidió.
En la cocina olí la pasta intentando averiguar que era. Sin duda olía más o menos, pero no lo había visto en la vida. Después de dudarlo chupé la cucharilla. Era salado, tenía un ligero sabor a metal y a la vez un toque dulce. Si realmente era sopa instantánea, era la más exótica que había probado nunca. Me recordó un poco a mi té, sólo que este sabor era un poco más intenso y me hizo recuperar el dolor de encías y dientes, como si le hubiera dado un mordisco a un cubo de hielo.
Sasuke seguía sentado en el sofá con los ojos cerrados; me quedé mirado sin que lo advirtiera. Lo había visto sólo un par de veces sin sus gafas oscuras y en ese momento tuve todo el tiempo del mundo en observarlo. Cuando las llevaba puestas se apreciaba su belleza, clásica y peligrosa a la vez, pero sin ellas no me pasó lo desapercibido lo guapo que era. No, más que guapo. Me quedé sin aliento. Quizás se debiera a la luz de la sala, pesada y cálida, o a que el pelo le caía por la frente, todavía sin color. Era un ángel oscuro y pálido. Nada de arpas y aureolas, no, era uno de esos ángeles que luchan contra los demonios con espadas de fuego, un ángel cruel de la venganza.
-¿Naruto?
Me estremecí al escuchar mi nombre salir de sus finos labios.
-Dime-respondí rápidamente.
Como la última vez, sostuvo la taza con las dos manos, pero no tuvo tanta prisa y sopló antes de sorber. Me pregunté si se habría dado cuenta de que lo observaba.
-¿Todo bien?-preguntó.
-Claro-datte’-repliqué en seguida.
-¿Seguro?
-Sí, claro-respondí muy sonrojado-. Voy al coche por tus cosas.
Parecía sorprendido, pero no dijo nada y siguió sorbiendo de la taza. Esperaba por lo menos que mis pasos no sonaran a huida. Respiré hondo, el intento de quitarme a Sasuke de la cabeza había sido un fracaso total. Estaba enamorado y punto. ¿Y él? ¡Ni en sueños! Pero ¿qué esperaba? ¿Qué cayera a mis pies y me jurara amor eterno? Esas eran chorradas románticas, ¡tenía que abrir los ojos! Él no me pidió que lo llevara a casa, más bien no le dejé otra salida. Además, no se me había ocurrido nada mejor que llamarlo mentiroso y yonqui. Le di un golpe al capo del Audi con frustración. Le tendría que haber dicho a Neji que lo llevara él. Tomé aire. Le llevaría sus cosas, también las que me había prestado el sábado, me aseguraría de que estaba bien y mi iría.
Seguía tumbado en el sofá, con el brazo en los ojos. Me acerqué silenciosamente. No quería despertarlo si estaba dormido. Dejé sus cosas al lado de la chimenea y me acerqué a él. Apartó el brazo de sus ojos, algo que me sorprendió y me sonrojó al ver me descubierto. Todavía estaban algo rojos sus ojos, pero no tanto como al principio, se distinguía ahora el iris y la pupila. Pestañeó. Parecía que enfocaba la vista, me miró en silencio y yo me sonrojé más de lo que ya estaba. Tragué saliva.
Cuando iba a decirle que me iba, Sasuke se incorporó apoyándose con el codo. En ese momento todo lo vi en cámara lenta, su brazo libre, se estiró hacia mí y me tomó de la nuca, para después acercarme sin esfuerzo a sus labios, uniéndolos con los míos. ¿Era un sueño? O Sasuke me estaba besando…
Sus labios se movían junto con los míos quienes lo hacía inconscientemente, mis ojos antes abiertos se cerraron poco a poco y el rubor de mis mejillas incrementó demasiado, sintiendo mi cara arder. Su boca era suave y firme a la vez, pude saborear lo salado y metálico con un toque dulzón. El tiempo dejó de correr hasta que poco a poco se apartó de mí. No se me ocurría nada mejor que decir.
-Ya te encuentras mejor-me oí decir. No era una pregunta, lo estaba afirmando.
¿Él chico del que estoy enamorado me besa y no se me ocurre nada mejor que decir? Me sentí como un tonto, soy un dobe, Sasuke tenía razón. Mi miró con los ojos rojos y advertí lastima en su gesto.
Suavemente acarició mi hombro.
-Naruto… yo…-balbuceó.
Sabía lo que iba a decir y no quería oírlo. No quiero “Lo siento, dobe” no ahora.
-Tengo que irme-dije levantándome del sofá.
-Dobe…
-¡No!-exclamé, le di la espalda y me retiré a toda prisa.
Me pareció oír los pasos detrás de mí cuando salí y cerré de un portazo. Gritó mi nombre. Llorando de la furia, arranqué mi Audi y me esfumé. Por el espejo retrovisor lo vi protegerse los ojos del sol con la mano y volver dentro de la casa tambaleándose.
Conducía como si me persiguiera el mismísimo diablo.
Como las noches pasadas soñé con Sasuke, sólo que esta vez me miraba sentado al lado mío en mi cama mientras yo dormía. Me apartó con cariño uno de los mechones rubios que se encontraban en mi frente y entreabrí los ojos adormilado; estaba solo.
Continuará...