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El beso del Vampiro por hakusan16

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Notas del capitulo:

¡LLEGUÉ!

Ja, ja, ja, qué feliz me siento de poder volver a actualizar "El beso de Vampiro" :D

Lamento a ver tardado demasiado, por los que aún no saben porque tardé taaanto en actualizar, deben saber que me fui de vacaciones dos semanas a la playa, y se me olvidó llevar el USB del cual tenía todas las continuaciones de este fic. Por cierto, los que leen "Instituto Medianoche" aún no lo he escrito la continuación porque la última vez que entre a mi Laptop se que fue la batería y también se me olvidó agarrar el cargador  n.nU Deben comprenderme soy muy olvidadiza, lo siento mucho, ahora me abocaré más a este fic, porque lo he descuidado mucho, además de que ya mero va a terminar, y que el próximo lunes entro a clases... ¡BUAAA! ): Trataré de actualizarlo más seguido para poder adelantar un poco antes de entrar, ya que si no lo hago, no tendré ninguna hora libre para entrar a Amor Yaoi, por la escuela.

Por cierto, conté mal, los capítulos son 11, sólo faltan cuatro capítulos más para terminar T.T

Oh se me olvidaba, hubo un review, que me dijo que ya debía de poner lemon en el fic, lo siento, por tanto que pude hablar con Hakusan, (pude hablar con ella) me dijo que no tenía tiempo de poder escribir uno y que tampoco podrá entrar a Amor Yaoi porque ella ya entró a su segundo año de medicina hace una semana atrás :S

 Bueno, eso fueron todas mis aclaraciones, ahora sin más les dejo leer con tranquilidad.

Gracias por sus reviews :D

Capítulo  7  "Un viaje al pasado"

 El joven castaño vestido de cuero negro se estremeció ante la mirada del cazador.

-Me preguntaste lo mismo hace cuatro semanas, tío-se quejó el joven armándose de valor.

-Entonces, ¿por qué te cuesta tanto responder?-dijo el cazador, también conocido como Vourdranj, cruzándose de brazos y mirándolo, con dureza-. Quizá hayas visto algo desde entonces.-el otro no aguantó la mirada y echó la vista a su alrededor como buscando una escapatoria.

La semana no había comenzado con buen pie para el Vourdranj, estaba frustrado y cansado después de buscar en vano durante semanas, sobre todo cuando tenía que lidiar con personajes como ese chaval. Le soltó un puñetazo sin previo aviso.

-Pero ¿Qué haces?

-El próximo te dolerá de verdad. Venga, habla.

-Son los rumores de siempre: un creado poderoso con progenie propia al que no le importan lo que digan los príncipes.

-¿Qué edad?

-Ni idea, bastante viejo, diría yo.

-¿Sabes dónde está su guarida?-el cazador mostró los dientes cuando el muchacho hizo un gesto de no saber-. Déjame adivinar: no tienes ni idea.

-Ya te lo dije la última vez, Vourdranj, como también te dije que casi nunca está en la cuidad.

-¿Cuánto estuvo aquí por primera vez?

-Justo después de que me hicieras estas mismas preguntas ridículas, tío.

El cazador lo agarró del cuello y lo empotró contra el container del callejón antes de que pudiera reaccionar.

-¿Cuándo exactamente?-dijo, y le brillaron los dientes en la oscuridad.

El joven se ahogaba, y de nada servía tirar de su mano gimiendo.

-¿Cuándo exactamente?-repitió el Vourdranj reduciendo la presión.

 -Mierda, tío, ¿quieres matarme o qué?-jadeó el muchacho.

-¿Cuándo exactamente?

-Dos días después de que habláramos, tío. Tuvo que ser el nueve o el diez.

-¿Cómo lo sabes?-el cazador redujo aún más la presión, permitiendo que los pies del chico tocaran el suelo.

Al ver que no respondía volvió a apretarle el cuello mostrándole los dientes.

-Estuviste con ese creado y le dijiste que lo buscaba.

-No, escucha, no es cierto...

El Vourdranj, no tuvo tiempo de escuchar la respuesta del joven, ciego como estaba de rabia y dolor.

-Cría cuervos...-maldijo, y golpeó al muchacho contra el container con tanta fuerza que oyó como se le rompían varios huesos.

-Tú le traicionaste-le respondió el chico, que no tuvo ni tiempo de gritar cuando le rompió el pescuezo con un rápido movimiento.

El cazador lo dejó caer y dio un paso atrás. La satisfacción por la venganza  duró poco pues volvió a embargarlo en la pena. Observó el cuerpo semiescondido de su víctima y salió del callejón. Iba contra las normas dejarlo ahí, pero ya había roto tantas, que poco importaba una más.

Miró el cielo cerrado de la noche; estaba lloviznando. El fresco y la humedad lo tranquilizaron. Cegado por la rabia, había descuidado la misión del príncipe. Debía controlarse, o mancharía aún más el honor de su familia. Rió amargamente. Controlarse no se suponía ningún problema, pero el honor de su familia... Dejó de sonreír. El miedo de que hubieran acabado con ella aumentaba día tras día. No quería ni pensarlo. "Quien pierde la esperanza, pierde el sentido de la vida", pensó. No sé rendiría.

Unas frías gotas de lluvia arrastradas por una fría ráfaga de viento chocaban y lo golpeaban en su cara. Se subió el cuello de la chaqueta y se puso de camino. Cada vez llovía con más fuerza. La noche iba a empeorar, para aquellos de quienes podía conseguir información, buscaría un lugar seco y caliente donde resguardarse, como todos. No le quedaba mucho tiempo. Frustrado y lleno de rabia salió de su cobijo bajo la lluvia hasta su coche un Corvette Sting Ray aparcado a unas manzanas en una bocacalle.

Lo metió en el garage y entró a una vieja casa que había enfrente. Abrió la puerta sin hacer ruido y puso atención; no había nadie. Sin encender la luz cruzó la cocina hasta la despensa, haciendo crujir el suelo a cada paso, y bajó las escaleras del sótano, donde dormía. Como siempre, aseguró con una tranca la puerta, se apoyó en ella y miró la oscuridad. Un ratón se abalanzó a su agujero. No había nada más que una  silla, una caja vieja de madera, un colchón y unas pocas cosas que había traído en su gastado petate de marinero. Se dejó caer sobre la manta y se quedó mirando el agrietado suelo de madera. Cuando por fin se tumbó, de cara a la pared, cerró los ojos y esperó el sueño sin sueños.

 

El cazador hacía semanas que buscaba noche tras noche sin ninguna novedad, y nada le ponía más  furioso. Del viejo creado sólo sabía que apenas se acercaba a la cuidad, y que si de verdad alguna vez venía, nunca se manchaba las manos y mandaba hacer el trabajo sucio a otros. ¡Maldita sea! Alguna manera habría de sacarlo de su escondite. Hundió los puños en los bolsillos mientras caminaba por las calles vacías hacia el Corvette. Era buen momento para volver a lo que ahora era su domicilio, en un par de horas saldría el sol. En el escaparate de la casa de empeños vio un medallón de un uchiwa* rojo arriba y blanco abajo, de tamaño de un dólar de plata. Se metió la mano por el cuello de la camisa y sintió la forma familiar de su medallón, idéntico al escaparate, al cerrar el puño. Entró en la tienda. Detrás del mostrador había una joven.

-¿En qué puedo ayudarle?-dijo.

-El medallón del uchiwa del escaparate, me gustaría verlo-respondió él aparentando serenidad.

Cuando la tuvo en sus manos, el cazador lo reconoció.

-Me lo llevo-dijo asintiendo e intentando controlar sus emociones-. ¿No sabría decirme dónde lo sacaron?

-Lo trajo Juûgo hace dos semanas-respondió la dependienta.

-¿Dónde vive ese Juûgo?

-Vive en la calle-dijo la muchacha-, recoge latas detrás de los grandes almacenes, seguro que lo ha visto alguna vez. ¿Es usted policía?-preguntó con repentina desconfianza.

-No-contestó el Vourdranj.

-Menos mal-suspiró ella.

Si alguien sospecha que se  vendía  material robado en la tienda podía traerle problemas.

-Estoy segura de que no lo robó, Juûgo es una buena persona-afirmó la joven todavía desconfiada-. ¿Por qué quiere saber de dónde sale?

-Colecciono cualquier cosa sobre el uchiwa. Pensé que a lo mejor tenía más objetos que me pudiera vender-mintió el cazador, sonrió y salió de la tienda.

Afuera aceleró el paso. Cuando abrió la puerta del Corvette le temblaba la mano. Dentro sacó el medallón, y lo comparó con el que acababa de comprar. ¡Lo sabía! Atormentado, cerró los ojos, se agarró del volante y apoyo la cabeza. ¡No podía ser! ¡No quería aceptarlo! ¡Itachi nunca se hubiera separado de su amuleto!

 

Juûgo, aunque inseguro, entró con él en el callejón. Al cazador le había costado mucho localizarlo, y más aún convencerlo de que le dijera dónde había encontrado el medallón del uchiwa. Lo tuvo que invitar aun café y ofrecerle un fajo de billetes. La historia que contó no hizo más que confirmar sus temores, y lo llenó de rabia y desesperación. Le prometió más dinero si lo llevaba a donde lo había encontrado.

Llegaron a un callejón oscuro y sin salida. Juûgo olía a alcohol y a sudor, y el callejón tampoco olía mucho mejor. A veces no era una ventaja tener los sentidos de un depredador. Había bolsas de basura a un lado y el esqueleto oxidado de un coche.

-¿Fue aquí?-dijo el cazador.

-Sí, señor, justo aquí-contestó Juûgo, temeroso.

-¿Y qué vio exactamente?

-Cuatro o cinco tíos le estaban dando una buena paliza-dijo, y lo miró.

-¿Dónde le pegaron exactamente?

-Ahí, donde el coche viejo-dijo Juûgo-, lo empujaban contra él. No le  dejaron un hueso sin romper, eso seguro. Ahí encontré el medallón, debajo del coche.

-¿Se fijo si le rompieron el cuello?-dijo el joven.

-¡Uf! Ni idea, estaba en esa esquina y sólo rezaba para que no me descubrieran.

-¡Intente acordarse!

-Puede ser, le colgaba la cabeza cuando se lo llevaron.

-¿Adónde?

Juûgo se escogió de hombros, meneando la cabeza.

-Sólo vi que lo sacaban del callejón-dijo-, nada más. Aunque escuché un motor poco después de que salieran, muy potente. Era una Pick-up. Otro tío dijo que lo hicieran desaparecer cuando acabaran con él.

-¿Qué hombre?-preguntó el cazador, sorprendido.

-Pues uno bien  elegante, más aún que su amigo-respondió Juûgo-. Pero sólo lo vi de espaldas. Era como yo de alto, pelo oscuro y largo hasta la espalda... no hizo el trabajo sucio, sólo miraba. Eso fue todo lo que vi.

El Vourdranj asintió y esperó a perderlo de vista para acercarse al esqueleto del coche. La lluvia ya habría borrado todas las huellas dactilares. Tenía miedo de encontrar alguna que confirmara lo que le había contado Juûgo. ¡No! ¡No podía pensar lo peor sin una prueba que le demostrara que se trataba de Itachi!

Pasó la mano por la chapa para ver qué abolladuras, eran viejas y cuáles podían ser de aquella noche. Encontró un jirón de tela negra en un canto afilado. Lo acarició con los dedos y se le hizo un dudo en la garganta. Se arrodilló y miró debajo del vehículo. Si el medallón había caído ahí, quizá hubiera otra cosa que le indicara que estaba siguiendo la pista correcta,  pero la luz de la farola no iluminaba esa parte. Esperó a que se le acostumbrara la vista y pudo distinguir latas de refresco, cristales rotos y todo tipo de inmundicia. Se acercó más y distinguió algo que parecía... Tanteó a ciegas, hundió el brazo y sacó el objeto con cuidado.

Era un móvil roto y rayado. Lo abrió, pero la pantalla no encendió. Lo conectó. Su mano temblaba tecleando  el PIN, esperando que no fuera el número correcto y todo quedara en una coincidencia. El PIN era válido. El cazador cerró los ojos y contó en voz baja hasta diez antes de volver a abrirlos. Había dos mensajes sin leer. El primero decía: << ¿Dónde estás? ¡Llámame!>>. El otro era un poco más largo: << ¡Te doy 24 horas! Si no, iré a buscarte. Pase lo que pase>>.

El mismo lo había escrito. Estranguló un grito que se le subía por la garganta, cerró con cuidado el móvil y lo sostuvo con las dos manos. ¿Cuántas pruebas más necesitaba? El medallón, el móvil, lo que dijo Juûgo que vio... Respiró hondo. Aunque todo parecía indicarlo, se negó a creer que fuera demasiado tarde y que fuera el único que quedaba de su familia. No lloraría la muerte de su hermano hasta que no estuviera completamente seguro de que Itachi había fallecido. Tenía que encontrar al responsable y vengarse. Ya vería que hacía con la misión del príncipe. Se guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta y se marchó.

 

La sed lo sacó de su escondite. Desde que se había puesto el sol, el cazador vagaba sin rumbo, harto del mundo y de sí mismo. En la otra acera vio a un hombre paseando a su perro. Estaba desprevenido, hubiera sido una presa fácil, pero lo dejó marchar.

Se oía música, los bajos resonaban en el callejón. El volumen  aumentó y volvió a su fuerza anterior, amortiguado por una puerta que se cerraba. Se le cruzaban un par de adolescentes que salían entre risas del local. Dudó un instante, miró hacía donde venía la música, se metió las manos en los bolsillos y se dirigió hacía allá. La discoteca gótica del final de la calle llamada Ichiraku. A medida que avanzaba, los bajos vibraban con más intensidad. En la puerta, un grupo de jóvenes de distintas edades se amontonaban esperando a que los dejaran entrar. Levantó la mano, como haciendo una señal, y el portero lo dejó entrar con una sonrisa. Una música ensordecedora le dio la bienvenida, cruzó un pasillo poco iluminado, abriéndose paso entre la multitud... La sala de baile estaba a rebosar. Los peldaños de la escalera de acero que ascendía a la galería servían de asiento a muchos. El lugar más iluminado era la barra, y estaba tan llena que quien quería pedir algo tenía que abrirse paso. Cada segundo que pasaba, la sed del cazador aumentaba. Los jóvenes lo dejaron pasar inconscientemente, de igual manera en que había bajado las escaleras, de igual manera en la que se apartaban en  la galería  a medida que avanzaba. Los viejos instintos de supervivencia seguían vigentes sin que ellos lo advirtieran. Miró la pista de baile desde lo alto, sus ojos ya se había acostumbrado a la luz parpadeante. Apretó la mandíbula, su víctima estaba en algún lugar de la cuidad, quién sabía si estaría en ese momento bailando allí mismo. Aunque las últimas semanas, había dejado de lado la misión del príncipe, lo iba a retomar y haría lo posible para restituir el honor de su familia.

Se arrepintió de haber venido a la discoteca, podía calmar su sed sin llamar la atención en cualquier otro lugar. Se dirigió a la salida cuando se topó con una chica quien le sonrió. El Vourdranj le devolvió la mirada y la cogió de la mano para llevarla a un rincón apartado y oscuro. A la chica apenas se le escapo un grito de sorpresa cuando sintió la pared a sus espaldas. El cazador la apartó un mechón del pelo que le tapaba el cuello. Sintió la presión de siempre en sus colmillos. Sin prisas acarició el cuello de la muchacha con sus labios buscando lugar donde palpitara más fuerte el pulso. Ten-ten emitió un leve suspiro y dejó caer la cabeza, primero hacia atrás, luego a un lado. Cuando él hundió los colmillos en su cuello se puso tensa al instante y luego se dejó caer en sus brazos. Le corrió la sangre, oscura y densa, por la garganta. Bebió lentamente, concentrado en el sabor salado y dulce, como de cobre, sin importar lo amargo de la droga. Podía estar tranquilo, nadie sospecharía lo que estaba pasado, excepto lo que eran como él.

Dejó de beber cuando la sintió flaquear. La chica emitió un mudo quejido cuando el cazador después de lamerle las dos heridas que había dejado con sus colmillos, separó los labios de su cuello. Las heridas se cerraron de inmediato, dejando apenas un par de marcas, que al día siguiente ya habría desaparecido. La chica se dejó caer con un suspiro en sus brazos, y él la llevó a una mesa que había quedado libre sin que ella opusiera la más mínima resistencia. La sentó y se  aseguró de que no resbalara.

Quien la encontrara pensaría que había bebido demasiado o había ingerido drogas.

Cuando despertara no se acordaría de nada, de eso ya se había encargado.

Una joven pálida lo miró, él inclinó la cabeza interrogante y ella se encogió de hombros.

-Mi señor quiere hablar con usted, Vourdranj, lo espera en su despacho-dijo, y señaló una pesada cortina al lado de la barra.

El despacho tenía luz tenue y cálida. De las paredes colgaban bonitos tapices y sobre el parquet había tupidas alfombras. El cazador avanzó hacia el escritorio de metal y vidrio y el amo del local que estaba trabajando en el ordenador se levantó para recibirlo. Su pálido rostro tenía facciones demasiado juveniles para su mirada calculadora y fría.

-Esperaba que nos honrara con su visita, Vourdranj. Come stai?-le recibió el hombre y lo invitó a sentarse-. Quizá sepa algo que te interese: se rumorea que el creado que buscas va a volver a Konoha en breve.

-¿Cómo lo sabes?-dijo el cazador inclinándose hacia delante en el sillón.

-Nunca revelo mis fuentes-respondió el hombre, resoplando-, pero te garantizo que son de fiar. Vieron a dos de los suyos, lo que significa que va a venir.

-¿Y tú nunca lo has visto?-dijo reclinándose.

El hombre negó con la cabeza.

-Siempre deja que otros hagan el trabajo sucio.

-Y entonces ¿cómo sabes que es él?

El hombre lo miró con detenimiento, se levantó de repente y dio la vuelta a la mesa. Meneó la cabeza incrédulo.

-Per dio. ¡No me lo creo! Ahora entiendo... Sé quién eres-dijo sonriendo-. Has engañado a toda la cuidad, seguro que no me equivoco si afirmo que los príncipes aún no te dejan volver del exilio-prosiguió-. Si no, ¿por qué tanto misterio? ¿Qué ha pasado con tu hermano?

-Ha desaparecido-respondió el Vourdranj.

-Supongo que el creado que andas buscando tiene que ver con lo sucedido, ¿cierto?-dijo el hombre.

-Es bastante probable-contestó.

-¿Eres consciente de que a los príncipes les gustaría saber que has vuelto?

-¿Y quién se lo va a decir? ¿Tú?-dijo el cazador sin inmutarse.

-Per dio, no, claro que no. Prefiero que me quites de en medio al creado. Además tengo una deuda con tu hermano.

El Vourdranj lo miró durante un rato, asintió y se levantó, preparándose para salir.

-Ahora soy yo el que te debe algo.

 

La puerta del pub se abrió y, detrás de una pareja, salió un hombre. En el último escalón se encendió un cigarrillo, y se dirigió al aparcamiento. El cazador dudó un instante, pero al fin salió de la sombra y lo siguió sigilosamente. Dos farolas iluminaban la explanada en la que apenas había dos coches. El hombre se paró  ante uno de ellos. El cazador aceleró el paso y lo alcanzó cuando el hombre abría la puerta del vehículo. El hombre apenas gimió cuado le apartó el cuello de la camisa y le hundió los colmillos en la yugular. El cazador bebió tranquilo, pero siempre atento de que no viera nadie. Oyó pasos de tacón acercándose y lamió las heridas, que se cerraron de inmediato. Metió la víctima a su coche, cerró la puerta y se volvió en el mismo momento en que la mujer lo vio.

-Perdone-el cazador se dirigió a ella, apartándose suavemente de la puerta-. ¿Tiene móvil? Es que mi amigo no se encuentra bien, y he quedado sin batería.

La mujer abrió el bolso. Él se le acercó en cuanto ella había bajado la mirada. La mujer gimió del susto y lo miró con los ojos desorbitados. El bolso se le cayó al suelo. El cazador le apartó el pelo y se le acercó al cuello. Sintió el vago dolor de la mandíbula cuando le crecieron los colmillos pero desapareció en cuando el sabor de la sangre inundó su boca. Tenía un sabor más suave que la de aquel hombre. Bebió tranquilo, hasta saciarse, y le chupó la herida. Dos presas en una noche iba contra la normas, pero no le importaba lo más mínimo.

 

El olor a gasolina le penetró en la nariz mientras vaciaba la garrafa sobre el cadáver. Se arrepentía de haberse dejado llevar por la rabia.

Apretó la mandíbula, prendió la ropa empapada del cadáver. El fuego se extendió rápidamente y se alzaron las llamas.

Volvió  al coche y desde allí observó como se borraban las huellas de aquella noche. Lo que había sucedido no debía repetirse si no quería que tener a un Vourdranj pisándole los talones.

 *Uchiwa: Abanicos tradicionales de Japón.

Notas finales:

Hola de nuevo :D

Cuando leí por primera vez este capítulo, me aclararon un poco mis dudas, espero y que ha ustedes también.

Bueno, lo único que ya me falta decir es que no olviden dejar sus comentarios, para poder saber si les está gustando o no.

Ya saben que sin reviews no podría continuar, acepto de todo.

Los quiero mucho, les mando un beso y un abrazo.

Nos leemos en el próximo capítulo.


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