Hay tantas cosas en esta vida…
Tanta felicidad pero también siempre presente la desgracia…
Llevo una vida lamentable a juicio de la mayoría de las personas; mi mayor deseo es la muerte, mi mayor temor es volver a sentir y emocionarme quizás…
Veo todo muerto, todo bañado en oscuridad… sin rastros de esperanza…
Cada día es mayor el tormento, siento que no puedo seguir viviendo así…
¿Por que las cosas no cambian?
Las cosas para este niño de a penas 16 años eran así; vivía un martirio diario, a pesar todo siempre trataba de mantenerse vivo, sin embargó no era fácil. Físicamente era un encanto, escondiendo cada rastro de dolor; su baja estatura y la insuperable palidez (al igual que suavidad) de su piel junto con sus cabellos rubios con su toque visual-kei, le daban cierto aire de ternura y rudeza. Sus ojos azules tan profundos, la única prueba de su dolor, aunque lo ocultara detrás de una gran indiferencia y odio hacia el mundo. Después de todo era un chico rudo.
Lleno de pensamientos las horas pasaron y las pocas lágrimas derramadas fueron congeladas, entrando el pequeño en un suave sueño.
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Las horas pasaron y el sueño no cesaba, hasta que aquel vendito despertador comenzó a sonar insistentemente (6:20am)
¡KUSO! [*Maldición*]- grito exaltado aquel chico pelirrubio- maldito despertador- lo fulmino con la mirada, para después apagarlo, sin embargo fijo su atención en la hora- ¡6:30 ME QUEDE DORMIDO!- volvió a gritar.
Entonces el rubio se levanto como si resorte fuese y corrió a su armario en donde busco una toalla y su uniforme, para asistir a su nueva escuela.
Demonios mi primer día en el instituto y llegare tarde- susurro molesto, para luego emprender camino hacia su baño tirando todo a su paso– como si eso me interesara ahora- sonrió melancólico mientras cerraba la puerta (del baño).
Pasados alrededor de treinta minutos el rubio salió del baño ya vestido; con su pantalón negro, lleno de cadenas que el mismo había puesto y con algunos cortes por la tela, una camisa blanca con las mangas arremangas mostrando sus antebrazos.
Este se dirigió a su habitación y rebuscando encontró en su estuche a su compañera del alma…la navaja heredada de su querido abuelo.
Nuevamente en el baño con la navaja en mano el pequeño levanta la mirada encontrándose con su reflejo…
Mira lo que eres realmente Takanori Matsumoto- hizo una pausa para mirarse fijamente en el espejo- mira en lo que te has convertido- hizo una pausa y una lagrima rodo por su pálida mejilla- eres un verdadero zombi… das lastima- sonrió con pesar, lleno de melancolía. Entonces levanta su querida navaja roja y la lleva a su cuello.
Las cosas son tan divertidas –dijo con gracia apuntando hacia su yugular- si realmente hiciera esto moriría provocando el ansiado fin de mi lamentosa vida- hizo una pausa- Sin embargo no le daré el gusto a aquella gente que desea verme muerto – cerro sus ojos suavemente como entrando en transe- Alguna esperanza debe quedar- susurro para luego suspirar y abrir lentamente sus hermosos parpados.
Deposito suavemente la navaja en el lavamanos para tomar haciendo en el escusado y comenzar a observar detenidamente su brazo en el cual tenia su mas preciada “arte”; sus cicatrices. Tomo la navaja nuevamente y la comenzó a pasar suavemente por su brazo derecho. Posteriormente fue aumentando la intensidad, llegando a hacerse cortes muy profundos y con una gran cantidad de sangre escapando de sus brazos.
Aquel chico seguía encerrado en el baño, con la navaja en la mano haciendo mas cortes inconscientemente, mientras miraba como la sangre emanaba de su brazo con ya demasiadas cicatrices. Ninguna lágrima más fue derramada, para el rubio era mil veces mejor ver su brazo destrozado que derramar ese líquido salado de sus tormentosos ojos, su pensamiento era simple; las lagrimas eran para los cobardes y el nunca lo seria, sin importar nada.
Los minutos transcurrían y el rubio seguía en aquel baño donde descargaba todo su dolor, pero nada es eterno, comenzó a sonar nuevamente el despertador, pero este era para indicarle que “su tiempo” había acabado (7am). Un poco exaltado por el sonido el rubio limpio la navaja y la dejo sobre una toalla en el lavamanos, luego tomo una botella de alcohol que se encontraba ahí mismo y mojo un algodón con este para pasarlo por su brazo provocando que la sangre se detuviera y su brazo se limpiara (además de que así corría menos riesgo de infección), boto el algodón. Para posteriormente dirigirse a su habitación nuevamente y sacar un estuche que contenía su preciado maquillaje.
Se vio nuevamente al espejo y saco su maquillaje delineo sus ojos y colorió su parpado de negro para luego comenzar con su peinado el cual consistía en su flequillo completamente alisado y algunas puntas de su cabello semi levantadas. Bajo las mangas de su camisa y desabotono los primero tres botones dejando ver su collar de calavera regalado por su hermano mayor. La camisa abierta y sobre el pantalón, el pantalón ajustado, lleno de cadenas y rasgados en las rodillas (mayormente) junto con su nuevo polerón negro con letras blancas DISORDER y zapatillas negras converse
Le daban ese toque de rudo que siempre se negó a dar, sin embargo hoy era algo cotidiano, al igual que sus ojos y la inmensa insensibilidad presente en estos… aquella que nunca pensó poseer debido a su dulzura al nacer.
Volvió a su habitación, hizo la cama, tomo su mochila y se dirigió nuevamente al baño, donde tomo su navaja y su maquillaje entre este una mini botella de alcohol por cualquier emergencia. Ya nuevamente en su habitación agarro sus dos maletas y se dirigió a la puerta.
Y aquí estaba nuevamente… aquella imagen tan dolorosa, que a cualquier le parte el alma, mas para el era algo cotidiano; su madre tirada sobre el sillón, desnuda con rastros de semen... sin mencionar el olor a cigarros, licor y drogas.
Por dios madre acaso nunca entenderás que el no valía esto- susurro mostrando toda la lastima que sentía por ella.
Si bien es cierto que su padre los abandono, ella nunca debió convertirse en una cualquiera. Era una mujer exitosa y hermosa; ojos pardos y cabello castaños claro, de piel blanca y baja altura (similar al menor). Sin embargo nunca pudo olvidar a aquel hombre de cabellos azabaches y de ojos mas oscuros que la noche, cuando el la abandono se sintió morir, además de que le quito a su adorado hijo y la dejo con la miseria que era Takanori para ellos.
Para el rubio siempre fue evidente el rechazo de su madre sin embargo la perdonaba y la entendía después de todo quien quería a una abominación como el, sin embargo al comienzo no dejaba de llorar cuando la veía entrar en plena madrugada borracha y casi desnuda con algún hombre.
Pero las cosas no son eternas y el rubio tampoco era un inocente niño, a pesar de sus escasos 8 años entendió que esa mujer había muerto el día que él se fue, dejándolo a su suerte, armándose de valor cada noche se encerraba en su habitación para no escuchar nada y ahí se quedaba sin hacer absolutamente nada, desde pequeño que era muy orgulloso, además tenia problemas mayores; las pandillas.
Sayonara – dijo saliendo finalmente de aquel lugar.
Esta es la despedida, no pienso volver nunca mas acá por lo menos mientras estudie en ese internado de niños ricos podré mantenerme lejos de esta maldita casa llena de desastrosos recuerdos- dijo mirando al frontis, para cerrar un capitulo de su vida. De ahora en adelante nadie imaginaria lo que acontecería.
Se voltio y comenzó su camino hacia su nuevo instituto.