No me importan las promesas. Nunca quise ser L, nunca me esforcé por serlo. Nunca creí en algo, nunca vi al mundo pensando en esperanzas, me alejé del mundo y creé unos propios que no dejaban de decirme game over. Nunca tuve algo a que aferrarme, nunca sentí algo tan fuerte que me hiciera soñar, nunca… hasta que te fuiste.
Entonces mi mundo vacío se me hizo aterrador, entonces no creer en algo me dejó indefenso. Sentí mis emociones desbordarse al no tenerte aquí, ayudándome a sostenerlas. Nunca había deseado algo, ni una familia, ni ser L, nada; pero entonces deseaba que volvieras.
Tenerte a mi lado se volvió mi sueño, quería que fueras ese pedazo de mi vida que faltaba, aquello que la equilibraba y la dejaba nuevamente como estaba, en ese vacío tan lleno. Mi vida estaba llena de ti y no me había dado cuenta.
Me alejé del mundo tanto como pude. Me interné en mis pensamientos. Odio pensar. Me gustaba hacer las cosas por inercia. ¿Cómo era que vivía? Supongo que ahí estuvo mi error, mi vida despreocupada y libre de emociones me llenaba a la vez de felicidad, aunque esta misma sea una emoción; encontré la felicidad en el día a día, en el disfrutar del momento sin pensar demasiado. ¿Eras tú quien me hacía feliz? ¿Por qué no me di cuenta?
Pasé años odiándome. La misma vida despreocupada se me había vuelto una tortura al tener el tiempo para encontrarme conmigo mismo. Por eso quería que volvieras, para que me sacaras de los enredos de mi mente y poder volver a pensar en nada… ¿o es que quería pensar en ti?
Nunca supe cómo me encontraste, pero de todas maneras nunca estuve escondiéndome. Los años de soledad y sin hablar con persona alguna hicieron de mi saludo un abrazo nervioso, unos murmullos extraños que debieron ser palabras, un dolor en el pecho que sólo se presentó por primera vez en ese momento, mis emociones vírgenes golpeándose entre ellas, estaba… no sabía cómo estaba y tu voz me tranquilizó por fin…
-Vas a ayudarme a atrapar a Kira.
Y volvió el silencio, los sentires controlados, el pedazo de mi que faltaba, lo que me dejaba en ese punto muerto que me hacía feliz, pero… ¿Por qué ya no me sentía de la misma forma? Estar a tu lado ya no me era suficiente, yo quería dejar de sentir y las emociones se me volvieron más intensas contigo. Busqué tu contacto, busqué abrazarte. Nunca me gustó el contacto físico y aún así moría por que me tocaras. Por tocarte. Y entonces, por primera vez dejaste de ser ese simple complemento que me tranquilizaba, comenzaste a ser la persona que admiraba, aquella de la cual quería saber todo, veía tus acciones, tus frustraciones, noté tus metas y me propuse ayudarte a cumplirlas. Entonces tuve una motivación. Por ti haría lo que fuera… lo que fuera.
Permanecíamos sentados frente a frente. L aluz de la habitación apenas marcaba nuestras siluetas y la oscuridad cubría algo más que nuestros cuerpos.
-Mañana… - sentía cómo algo, no sé qué, se alejaba de mí a cada momento, quería correr, quería gritar, llevarte conmigo, quería huir con todas mis fuerzas… pero… tú nunca echarías marcha atrás.
-Puedo hacerlo solo, si tienes miedo – no parecías preocupado, no estabas siendo irónico, simplemente estabas respondiendo lo primero que pensaste. Tus palabras sin filtro, como siempre.
-Yo… nunca dejaré que lo hagas solo.
Estaba aterrado, pasé de no importarme nada a preocuparme demasiado por todo, pero en contra de mis miedos estabas tú y yo quería arriesgarme, si eso hacía que tú estuvieses feliz.
Pero yo… yo quería que al menos una vez tú me reconfortaras. En mi mente gritaba ¡tengo miedo! ¡Dime que todo va a estar bien! Quería tanto aferrarme a ti como mi último recurso. Te transformaste en todo lo que nunca había sentido, por favor ayúdame a enfrentarlo.
Yo sólo quiero que me abraces.
-Mello… yo… -¿estaba bien si te lo pedía? – yo…
Háblame de finales felices, dime que estaremos bien, has que el tiempo se detenga… por favor…
-¿Si Matt?
-… - preocúpate por mí aunque sea una vez…
-Matt… -Mello por favor, di que todo va a estar bien – mañana… mañana será la despedida.
No respondí. Algo pesaba en mi pecho y no podía articular palabra.
-Matt… - sólo te miré – ven aquí un momento.
Me levanté de mi asiento y me paré frente a ti, me indicaste con una seña que me sentara junto a ti y con un pequeño empujoncito me hiciste inclinarme y descansar la cabeza sobre tus piernas. Pude ver tu rostro inclinarse hacia mí. Tu mirada dura había muerto, dejando una más humana como reemplazo.
-No quiero que te mueras – dijiste con los ojos empapados. Nunca te había visto así.
Yo también hice nacer emociones diferentes en ti. Perdóname por eso.
Por impulso me aferré a tu cintura. Sentía cómo tu corazón frío se destrozaba, había alcanzado esa conexión contigo que me hacía adivinar tus pensamientos, tú también tenías miedo, también querías ser reconfortado.
Me hubiera gustado que esa parte de ti me hubiese sido mostrada en un contexto diferente.
Esas emociones en ti, aquellas que guían tu vida, nunca habían sido para mí.
Gracias, Mello.
Así como nos encontrábamos, abrazados, aferrándonos el uno al otro como si nos aferráramos a lo último que nos quedaba, quería que hubiera un final feliz, que se detuviera el tiempo.
-Mello, tú… ¿te quedarías conmigo? Si yo no voy, por favor tú tampoco…
Sentí el abrazo más fuerte, otro pedazo de tu corazón quebrándose, tu rostro ocultándose en mi hombro… mi corazón muerto.
Entiendo. Los finales felices no existen.