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Un angel cayo del cielo... por Leia-chan

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Notas del fanfic:

Bueno... Se supone que es gracioso... Puede llegar a ofender a una o dos personas... lo siento... Igual, espero que todos los disfruten...

Notas del capitulo:

Gosh... es frustrante para una pervertida como yo no poner absolutamente ninguna advertencia...

Un ángel cayó del cielo...

 

Julián estudiaba con ahínco sus materias. Libros sacros apilados aquí y allá, cruces y cuadros de santos colgados en las paredes... Ninguno en su familia aceptaba su decisión y el mayor apoyo que había conseguido fueron comentarios de incredibilidad y algunos de admiración. Nadie le había dicho que había elegido bien, pero él sentía en el alma que aquel era su camino, que había nacido para ser padre. No era fácil, estaba solo y había mucho por hacer y mucho por sacrificar. Pero no se veía haciendo otra cosa. Entregarse para salvar las almas de los demás... Sonaba tan poético y heroico... Lo haría y nada lo detendría. Ya había hecho votos de castidad y de humildad. Sería puro hasta el final de sus días y ayudaría a tantos como pudiera, sin importar quienes sean, de donde vengan o a donde vayan...

Estaba terminando de estudiar uno de los sermones del Nuevo Testamentos, uno que hacía mucho énfasis en el perdón y la redención, sentado frente a su austero escritorio en su también austera habitación, cuando sucedió... El súbito crepitar de los vidrios rompiéndose, un golpe seco a la pared y a la cama... Algo había roto su ventana, se había estrellado con fuerza contra la pared opuesta y había caído sobre su cama. Algo que parecía un adorable chico de cabellos blancos y ojos grises con alas en la espalda...

No, no parecía un adorable chico de cabellos blancos y ojos grises con alas en la espalda. ERA un adorable chico de cabellos blancos y ojos grises con ALAS en la espalda...

 

"Así que la castidad puede volverte loco...".

 

Después de sobreponerse de la impresión que le causaron las bellas alas blancas que se desprendían de la espalda del chico, lo siguiente que notó Julián no fueron los bellos y perfectos rasgos de su rostro o los delicados brazos con las gráciles manos que arrancaban los pedazos de vidrios desperdigados por su cuerpo. No, Julián era un alma servil que se dedicaría a ayudar al prójimo, sin importar que este fuera hombre o mujer, creyente o ateo, inocente o culpable... Con alas o sin ellas. Lo siguiente que notó fueron las heridas... De inmediato, se levantó y fue a buscar su equipo de primeros auxilios. Aquella noche aprendió a curar a un adorable chico de cabellos blancos y ojos grises con alas en la espalda que había caído del cielo directamente a su cama... Y también aprendió que la castidad es un sacrificio demasiado grande...

"Esta para chuparse los dedos... y yo a un paso de obtener la sotana...".

 

Esa noche, Julián no durmió nada. Estudió atentamente al chico que dormía en su cama. Era de una belleza imposible, como si todo su cuerpo hubiera sido creado a conciencia para ser infinitamente espléndido. Parecía joven, a pesar del color de sus cabellos... Respiraba apaciblemente, sumido en un profundo y envidiable sueño. Julián se preguntó qué estaría soñando si que es soñaba... "¿Acaso los ángeles sueñan?". Se reprochó por pensar que el chico era un ángel sólo por la forma en que lucía. Aunque... si no era un ángel, ¿qué era? No tenía conocimientos de seres humanos imposiblemente hermosos con alas. ¿La ciencia había avanzado tanto mientras él se pasaba encerrado días enteros en la biblioteca, estudiando la palabra de Dios? Eso no podía ser posible... El chico que tenía enfrente debía ser un ángel... Un ángel que cayó del cielo y fue a parar a su cama... Eso de la abstinencia se volvía cada vez más pesado...

Se obligó a levantarse y salir de la habitación. Debía alejar su mente de tales pensamientos, así que salió al patio, a respirar el fresco aire nocturno y pensar qué haría con el chico. Tal vez, debiera hablar con sus superiores, contárselo a todos en la iglesia. Tenía a un verdadero milagro durmiendo en su habitación. Cuando el chico despertara, podría plantearle la idea de enseñarse al mundo y así, teniendo una prueba concreta de la existencia divina, todo el mundo se convertiría y todo el mundo sería salvado. Nada de apocalipsis, nada de elegidos. Julián sentía pavor al imaginar que solo unos pocos podrían salvarse... Le parecía injusto. Quería que todos se salvaran...

Y pensando en eso con tanto énfasis, no fue capaz de percibir la presencia del chico hasta que este se paró  a su lado, cubierto por las sábanas de la cama. Bostezaba abriendo muy grande la boca, mirando al horizonte, donde ya podían vislumbrarse algunos rayos de sol. Levantó una mano y señaló una estrella en el fondo, una gran estrella que brillaba a pesar de la insistente presencia del sol.

-       Ese es Luzbel, mi hermano. El lucero del alba, el portador de luz... El primero que cayó... Le siguieron otros en el pasado y ahora le sigo yo...

¿Había escuchado bien? ¿El chico que tenía al lado era hermano de Lucifer, el primer ángel caído? ¿El milagro que necesitaba para volver creyentes a todos y cada unos de los seres humanos resultó ser un adorable ángel caído de cabellos blancos y ojos grises? La abstinencia era un fraude... Dios no te favorece más por sacrificar más.

-  ¿Cómo que... le sigues? - se atrevió a preguntar Julián, solo para estar seguros.

-  Me han echado del Paraíso... y por una tontería enorme... - respondió el chico.

-  ¿Y qué has hecho?

-  Nada... Solo intenté liarme con Miguel... - las piernas de Julián dejaron de responder y perdieron fuerzas. Su dueño cayó sentado al piso - Como si no lo deseara hasta el mismísimo Gran Jefe...

Su angelito terminó siendo un pervertido...

 

Julián siempre creyó en el perdón de los pecados. Sabía de la existencia de los siete pecados capitales, aquellos que te quitan de una tu pasaporte al cielo, y sabía que Cassiel, el nombre de su adorable ángel huésped-parásito, había pecado de lujuria. Pero el perdón siempre es posible cuando el arrepentimiento es  sincero... Los problemas de Cassiel eran dos. Uno, que no estaba arrepentido para nada; no sentía ni un ápice de vergüenza por haberse insinuado al que él consideraba el ángel más ardiente del cielo. Lo único que lo incomodaba era haber sido tan brutalmente rechazado. "¿Acaso no soy bonito?", preguntaba, con lagrimitas en los ojos y una expresión que le arrancaba suspiros a Julián. Y el segundo problema era que... Cassiel no sólo disfrutaba y abusaba de los demás pecados, sino que Julián podría asegurar de que el angelito se inventaba dos o tres más. La pregunta ya no era por qué echaron a Cassiel del cielo o por qué no le dieron una segunda oportunidad. La pregunta era por qué no lo habían echado antes y por qué no estaba ya en el infierno.

-       ¿Acaso no me quieres aquí, Julián? - Cassiel se ponía en pose "soy adorable e irresistible". Julián tenía sentimientos encontrados gracias a esa postura...

-       Eres un parásito que no mueve ni un mísero músculo para pagar mi hospitalidad... No te hecho porque...

-       ¿Por que soy tierno? - tanteó Cassiel.

-       Por que un hombre de Dios no deja pasar la oportunidad de ayudar... Salvaré tu alma, Cassiel. Volverás al cielo, cueste lo que me cueste...

El ángel tan sólo lanzó una risita traviesa que Julián detestaba...

 

Y así, Julián, un aspirante a padre, se propuso depurar el alma del ángel, empezando por los más sencillo. Enseñarle el valor del trabajo y la humildad. En honor al orden y la investigación, decidió llevar nota de todos sus avances con Cassiel. No tuvieron avances, pero Julián encontró que podía hacer una interesante correlación entre los días de la semana y un pecado específico... Resumiendo, sus notas quedaron más o menos así:

 

Lunes, Pereza: Decidí dejarlo a cargo de la comida y el aseo y me presenté en la iglesia. Esperaba que por lo menos tuviera la consideración de prepararme algo para comer. Llegué a casa, cansado y con un hambre de tres días... No pedía mucho. Un pedazo de pan y un vaso de agua me bastaban, pero al abrir la puerta principal, me encontré con el mismo desorden que abandoné y con la misma cocina. Cassiel no se había levantado de la cama en todo el día. Decía no tener ganas de trabajar...

 

Martes, Gula: Decepcionado por el fracaso del día anterior, llegué a casa cargando dos paquetes de comidas diversas. Planeaba obligarlo a trabajar, utilizando como incentivo la comida. Al cerrar la puerta principal, escuché un extraño sonido y al darme vuelta, las dos bolsas de comida habían desaparecido. Y Cassiel me sonreía con el rostro sucio de migajas, preguntando si tenía más...

 

Miércoles, Soberbia: Me propuse implementar mano dura. No habría comida ni hospedaje si es que Cassiel no ayudaba en la casa. Se lo comunique poniendo la cara más dura que tenía, tratando de reflejar decisión y hartazgo. Cassiel se encogió de hombros y me preguntó cuáles eran mis mínimas exigencias... Le pedí que lavara los platos. Fue a la cocina, examinó los platos y se dio vuelta. "Mis manos son demasiado bellas como para tocar esa mugre...", sentenció y se fue a mi cuarto a usurpar mi cama, ignorando mis amenazas.

 

Jueves, Codicia: Cassiel encendió la radio por primera vez. Al volver de mis estudios, lo encontré bailando sugerentemente al ritmo de una melodía contemporánea. Cuando la música terminó, comenzaron los comerciales. La locutora habló de una nueva marca de jeans... No estoy seguro de Cassiel entendiera el concepto, pero estaba loco por tener un par y no paró de molestarme hasta que prometí comprárselos...

 

Viernes, Envidia: Podríamos considerar un cierto nivel de progreso. Ese día, una tormenta no me dejo salir de casa, así que me dediqué a limpiar el desorden de mi pequeño hogar. No me tomó mucho, por lo que pronto me encontré leyendo sobre mi escritorio, donde habitualmente lo hacía. Cassiel entró, sin sus usuales extravagancias, y se sentó a mi lado.

-       Te envidio, ¿sabes? El Gran Jefe siempre los prefiere más a ustedes... Pero lo entiendo. Ustedes nacieron mitad animales, mitad ángeles... Y aún así, hay personas como tú, capaces de entregarlo todo por la felicidad de otro, aunque eso implique la desdicha propia... Creo que son idiotas, primitivos y cómicos, pero los envidio... Y a ti, Julián, a ti te envidio más...

Sábado, Ira: Cassiel ha pasado mucho tiempo sin comer y yo he pasado demasiado tiempo sin descansar apropiadamente. Supongo que los humos se caldearon por eso. Comenzó con algo estúpido. Encontré el refrigerador abierto y, aunque nada llegó a estropearse, me enfadé por la sola posibilidad. Regañé a Cassiel y recuerdo que dije muchas cosas de las cuales me arrepiento... Cassiel se mantuvo en silencio hasta que terminé. Cuando lo hice, me miró a los ojos y... Sólo diré que no es bueno hacer enfadar a un ángel...

 

Domingo, Lujuria: Oficialmente, llevo una semana tratando de dormir en el sofá, siendo constantemente interrumpido por un ángel caído que lo único que quiere es perder la virginidad conmigo. "Créelo, nadie en el cielo se dejó seducir...". Y yo no sería el primero, no señor... No le inflaría más el ego, aunque me costara... Hoy, Cassiel ha intentado atacar mi celibato.

-       Sabes que es una costumbre impuesta mucho después de la instauración de la iglesia, debido a las constantes polémicas que levantaban las apariciones de hijos bastardos de sacerdotes y obispos... Sabes que el Gran Jefe no te ordena ser célibe, ¿verdad?

-       Lo sé. Lo hago por decisión propia, porque pienso que las relaciones sexuales convierten en algo superfluo lo más sublime de la vida que es el amor. Dos cuerpos desnudos no pueden transmitirse otra cosa que no sea lujuria...

-       Tonto... - Cassiel se acercó a mí y me habló muy seriamente - No son animales, Julián. Todo lo que son, todo lo que hacen tiene un significado y ese significado le da cada uno... El sexo sí puede ser usado para expresar algo tan puro como el amor, sólo ustedes tienen la capacidad de hacer tal cosa... Y pensar que tú estás desperdiciando un don tan noble me pone los nervios de punta...

 

Unos días después, Julián se presentó para una importante prueba impuesta por la iglesia. Se sentía listo y creía que sus sentimientos puros lo hacían merecedor del puesto que se ofrecía por pasar la prueba. Él sólo quería ayudar y, de seguro, Dios lo ayudaría por eso... Pero los planes del Gran Jefe y los de nosotros, simples mortales, nunca van de la mano y Julián no pasó el examen. Desilusionado y frustrado, regresó a su hogar, pensando en las muchas injusticias de la vida. Existen momentos en la vida que nos obligan a cuestionar hasta el motivo de nuestra propia existencia y ese era uno de esos momentos para Julián. No se sentía con ganas de sonreír o de tratar de ayudar. No estaba en uno de sus mejores días y fue por eso que ese día encontró a Cassiel especialmente irritante.

Se encontraba en la sala, tratando de despejar su mente de pensamientos negativos, cuando entró Cassiel, tratando de captar su atención con gestos y palabras sugerentes.  Julián no estaba de humor para aguantarlo, así que lo tomó con fuerza de los brazos y, mirándolo a los ojos, le habló.

-       Eres un fracaso total... Jamás seré capaz de devolverte al cielo, así que vete de una vez al infierno...

Las palabras parecieron herir profundamente. Por un segundo, Julián contempló como algo dentro de Cassiel se quebraba. De inmediato, el remordimiento lo obligó a suavizar su mirada e intentó disculparse, pero Cassiel ya había desaparecido para cuando Julián pudo reaccionar...

 

Cassiel se fue. Tan repentinamente como llegó. Se fue hace ya una semana y tres días... Julián se sintió horrible al notar que estaba contando los días y que miraba con mucha frecuencia la ventana que alguna vez Cassiel destrozó y que Julián terminó reparando. Esa noche, como muchas otras, se aseguró de dejar la ventana sin seguro antes de acostarse, para que Cassiel no rompiera otra ventana al entrar... En el fondo, tal sólo quería asegurarse de que el ángel no se lastimara al entrar, pero no lo iba a aceptar. Lo que no quería era no tener que arreglar la bendita ventana una vez más. Trataba de encontrarle el lado bueno a la ausencia del ángel. Podía volver a dormir en su cama. Podía volver a disfrutar de la privacidad y el descanso que antes no tenía. Había menos desorden y ruido en la casa, podría retomar sus estudios con incluso mayor intensidad... La lista de beneficios era interminable, pero Julián no estaba feliz...

 

Una semana y tres días sin Cassiel en su hogar.

Se revolvió en la cama y tomó el reloj. Doce en punto.

Una semana y cuatro días sin Cassiel molestándolo...

Doce días extrañándolo...

 

Cassiel vagaba por las calles, sin un lugar a donde ir. Se había llevado consigo un largo tapado para ocultar las alas en su espalda, aún así trataba de no ir por lugares muy transitados. Aquellas dos semanas no habían sido agradables para él. No necesitaba dormir ni comer en realidad, pero le agradaba actuar como humano y extrañaba el olor de las sábanas de Julián. Tenía muchas dudas en cuanto a su supuesta caída. Es cierto que coqueteó con Miguel y medio mundo angelical, pero el Gran Jefe nunca le había regañado por eso antes de encontrar a Julián y comenzar a seguirlo. Se había propuesto ayudar al joven aspirante a padre, no porque apoyara su decisión, sino porque creía que sería lindo verlo con sotana. El Gran Jefe le había insinuado la posibilidad de salir del paraíso para estar con el hombre, pero Cassiel sabía que eso sería como caer y él no quería ir al infierno... Extrañaba a su hermano, pero nunca se llevaron bien...

Le dolió que lo hubieran echado, pero no le importó ya que se encontró con Julián. Y después Julián le dijo que fuera al infierno... Si lo hubiera dicho con otro rostro, con otros ojos, tal vez Cassiel no se lo hubiera tomado a pecho. Pero el odio en los ojos de Julián era tan grande... ¿En verdad lo estaba molestando tanto? Y entonces, Cassiel entendió. Todo ese odio... No lo estaba viendo a él, ese odio no era para él. Cassiel simplemente estaba allí para recibirlo. Julián no lo odiaba...

-       Tiene que disculparse... - sentenció Cassiel - Volveré ahora mismo.

-       ¿Volver a dónde, querido hermano? - la voz retumbaba en sus oídos, sin que el dueño se hiciera visible - Al cielo no te permitiré volver... Vendrás conmigo, a mi acogedor infierno...

Lucifer se apareció ante él, un hombre de negros cabellos y una mirada de un azul muy oscuro. Su caminar cadencioso y elegante asimilaba al de un gato. Cuando llegó junto a él, le sonrió como sólo el Portador de Luz podría hacerlo y de un movimiento, le arrebató la prenda que ocultaba las maravillosas alas del otro. Con un dedo helado, acarició el rostro de su asustado hermano.

-  Que bonitas alas, hermano...

-  Luzbel... Yo... Yo no quiero ir contigo... - tartamudeó.

-  ¿Y qué deseas? ¿Obtener el perdón acaso? - preguntó su hermano con sorna.

Cassiel se paralizó ante esa pregunta. No, no quería el perdón. Quería que Julián se disculpara y que lo acogiera en su casa y así vivir felices para siempre como había visto en una de esas películas que Julián rentaba a costa de sus superiores. Cassiel quería estar con Julián...

-       Tú... quieres quedarte... - afirmó Lucifer.

Cassiel asintió con timidez, sintiendo que su rostro ardía de la vergüenza. De repente comprendió lo que el Gran Jefe había visto en la obsesión de Cassiel por Julián... La idea nunca fue mandarlo al infierno desde un principio. Lucifer estudió las reacciones de su hermano y apretó los dientes. Su hermano quería quedarse en la tierra, pero esas alas...

-       En verdad, son unas alas preciosas, hermanito... - tomó una con cada mano - Me las quedo... - y tiró de ellas con mucha fuerza, arrancándolas de un solo golpe. El grito de Cassiel desgarró la quietud de la noche - Ahora, no podrás ir ni al cielo ni al infierno... Espero que lo disfrutes...

Y Lucifer se apartó, dejando a su hermano en un mar de lágrimas, dolor y sangre...

 

Era un domingo de tormenta. De esas tormentas que te hacen volver a respetar el poder indomable de la naturaleza. Aún así, Julián, como buen devoto, se dirigía a la iglesia. Las calles estaban vacías, el viento silbando en sus oídos lo ensordecía y la lluvia le impedía ver muy lejos. A duras penas Julián atravesó las gruesas puertas de la iglesia, cerrándolas tras suyo. El salón estaba vacío y tenía el presentimiento de que así se quedaría.  Lanzó un suspiro cansado y pensaba en sus quehaceres del día cuando encontró la mancha oscura en el piso. Una gran mancha líquida que formaba un camino hacia las casillas de los confesionarios... Julián se arrodilló y tocó el líquido. Al verlo más de cerca, su rostro palideció al reconocer aquel camino oscuro como un rastro de sangre. Lo siguió hasta llegar a los confesionarios y abrió la puerta de golpe. Esperaba encontrarse con un vagabundo accidentado o un criminal baleado, pero al abrir la puerta lo que vio fue a un adorable chico de cabellos blancos y ojos grises con sangre manando de su espalda y el rostro bañado en lágrimas.

-       Cassiel...

-       ¡Julián! - Cassiel se lanzó sobre Julián y lo abrazó con mucha fuerza - ¡Perdóname, Julián, perdóname! Haré lo que quieras, pero déjame estar contigo... - rogaba, ocultando su húmedo rostro en las ropas mojadas de Julián.

-       ¿Qué... - Julián le devolvió el abrazo y en el proceso obtuvo una vista cercana de la herida. Las dos alas de Cassiel habían sido cruelmente arrancadas - qué te sucedió? ¿Quién te hizo esto?

-       Luzbel... - respondió entre el llanto - No quería... No quería que abandonara la tierra, así que me arrancó las alas...

Julián sintió una puntada de odio hacia el susodicho. ¿Cómo podía alguien atreverse a herir a Cassiel? Era una molestia la mayor parte del tiempo, pero en el fondo... En el fondo era bueno... No entendía por qué lo echaron del paraíso. En un principio, podría haber pensado que su mal carácter y sus malos hábitos eran suficientes para condenarlo, pero al conocerlo se dio cuenta que era tan solo un niño que aprendía... ¿Quién podría herir a un niño? De repente, Julián comenzó a odiar a todos. Al cielo, al infierno, a todos... Abrazó con más fuerzas a Cassiel, tratando de tranquilizarlo.

-       Ya, tranquilo... Ya estoy aquí...

-       Julián, yo solo quiero quedarme contigo... - confesó - Yo... hice todo eso para que me echaran y tener la oportunidad de conocerte... Conocerte antes de...

-       De ir al infierno... - completó Julián - Yo dije que fueras... No quise decir que...

-       Sólo... - interrumpió - solo dime que puedo quedarme contigo, prometo ser bueno, prometo ayudarte... Julián, Julián... - llamó con algo de desesperación. Tomó el rostro de Julián entre sus ensangrentadas manos y acercó sus labios a los de otro - Quiéreme, Julián. Quiéreme tanto como yo te quiero a ti... - suplicaba, mientras su conciencia se escapaba con la sangre que caía al piso.

Julián estaba al borde del llanto. Se sentía tan triste por haber dejado que aquello le sucediera a su ángel... Olvidó de golpe sus votos de celibato, de cero contacto humano, y besó a Cassiel. Un beso corto y sencillo, segundos antes de que Cassiel perdiera la consciencia entre sus brazos. Julián pensaba en qué hacer para parar la hemorragia que se llevaba la vida del ángel, cuando notó que la sangre dejaba de escurrirse y las heridas se curaban a una velocidad imposible.

-       Luc... Eres un romántico... - dijo la animada voz de un niño de sonrisa pícara. Estaba sobre el altar, partiendo una pequeña hostia en miles de pedazos idénticos... A Julián le recordó el milagro de la multiplicación de panes y tembló.

-       Deja de molestarme... Sólo lo hago porque es mi hermano - el que contestó era un joven que vestía un elegante traje blanco - Quiero que sea feliz, y aquí en la tierra hay tanto que puede hacerlo reír... - la mirada azul del joven se posó en Julián y los finos labios se curvaron en una sonrisa que Julián no devolvió.

-       Yo sigo diciendo que eres un romántico... - repitió el niño, mientras comenzaba a desaparecer - No sólo le quitaste las alas para que los demás caídos no lo molestarán, sino que lo curaste...

-       Tú comenzaste... Lo dejaste salir muy fácilmente... - el otro también desaparecía, aquel que llamó hermano a Cassiel.

-       No niego mi romanticismo... Ya sabes que yo soy amor...

 

"¿Acaso eran el Gran Jefe y el Portador de Luz?".

 

Era de noche y Cassiel dormía plácidamente. Julián se levantó con mucho sigilo, prendió una pequeña lámpara y tomó un cuaderno. Después de mucho pensarlo, decidió que para  ayudar y amar no era necesario ser un padre. Pero se quedó con la sotana para darle gusto a Cassiel... Decidió dedicarse a escribir y su primera historia sería la de Cassiel y la suya...Abrió el cuaderno y tomó un lápiz. Tratando de encontrar las palabras perfectas para comenzar su historia, lanzó un rápido vistazo a la ventana, ya por costumbre. Y la frase llegó en ese mismo instante...

Un ángel cayó del cielo... y, haciendo añicos la ventana, terminó en mi cama...

 

Notas finales:

Iba a enviarlo como posible candidato para ser publicado en un libro, pero... sé que tiene millones de faltas... Diganme que al menos se rieron!! Por favor...


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