Pecado: Lujuria
“Quien en silencio arde, más se quema.”
-Mello…- Esta era la quinta vez que se encontraba nombrándolo esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, recordando el “incidente” (como el había decidido llamarlo) en la biblioteca. Si el rubio lo que buscaba era atormentarlo lo había hecho muy bien, cada minuto libre lo usaba en pensar en el, así no quisiera, era algo inevitable, no podía sacarlo de su mente, no podía evitar recordar su tacto, imaginar esa calida humedad recorriendo descaradamente el interior de su boca.
Y poco a poco, un calor insoportables se apoderaba del pequeño alvino, que no podía evitar maldecirse a si mismo. Desde esa noche en la que ambos compartieron ese beso en las sombras, algo había cambiado en Near, algo había despertado en el, y sentía una alarmante necesidad de ser tocado. Ya había pasado una semana de su encuentro en la biblioteca y Mello lo ignoraba olímpicamente.
Por las mañanas todo era normal, se mantenía distraído con sus clases y deberes, pero al caer la noche y encontrarse solo en su alcoba, era cuando todo empeoraba, no conseguía evitar los lascivos deseos de su cuerpo, el cual demandaba ser saciado.
“Otra vez” pensaba el, mientras una pálida mano acariciaba tímidamente su propio cuerpo, posándose en su pecho por debajo de su camisa, bajando lentamente, un notable sonrojo se apodero de las mejillas del pequeño, quien comenzaba a reprocharse a si mismo, diciéndose que eso estaba mal, siempre que iban a misa los domingos el sacerdote se los recalcaba muchas veces: “No hay que sucumbir a los placeres carnales” decía severamente. Pero…
Al diablo. Sus manos ya habían alcanzado su entrepierna, sintiéndo el sofocante ardor de las llamas de su propio deseo, la lujuria, es uno de los peores pecados y el lo sabia perfectamente, pero… lo necesitaba.
Hoy, su imaginación como un par de noches atrás, seria su fiel amante entre las sombras.
-Ah…- un gemido resonó por la alcoba al comenzar a acariciar suavemente su entrepierna, imaginando que eran las manos de Mello las que lo tocaban, lo cual lo hacia sentir aun mas indecente, tocarse mientras pensaba en la única persona que había logrado arrebatarle lo mas preciado que tenia, pensando en la persona que había corrompido su inocencia.
Se sentía débil al no poder combatir contra sus más bajos instintos, los cuales lo empujaban a abrir aun mas sus piernas para intensificar las sensaciones.
Unas finas y frías gotitas de sudor escurrieron por sus muslos, el calor lo estaba matando, y como pudo se deshizo de la pesada y gruesa sabana que lo cubría. Sonrojándose aun más al poder observar su cuerpo. Ya su ropa se le hacia incomoda he innecesaria, pero el pudor no le permitiría desvestirse por completo. Con su mano libre se quito los pantalones, sus boxer blancos quedaron a medio camino entre sus piernas.
-Umm..um…Ah!- jadeo tomando el falo entre sus manos, otra vez, subiendo, bajando, apretando delicadamente, mientras su vista comenzaba a nublarse.
Nunca supo cuando había aprendido a hacer lo que estaba haciendo, puro instinto, supuso, mientras elevaba sus piernas en el aire, abriéndolas aun mas, mientras comenzaba a mover sus caderas acompasadamente con el ritmo de sus manos.
-Ah….ajaaaa…Mello- su nombre otra vez en sus labios los cuales relamía de una manera obscena, tratando de encontrar algún vestigio de aquel húmedo beso.
Moviéndose aun mas rápido, deseando sentir las manos del rubio clavándose en sus caderas, aferrándose más y mas a su cuerpo, haciéndolo gritar de placer.
Apretaba con un poco de rudeza su virilidad, mientras que una mano traviesa subía nuevamente, provocándole un agradable cosquilleo, pellizco sus rosados pezones suavemente antes de subir aun mas introduciendo sus dígitos uno a uno en su boca, lamiéndolos cuan largos eran, percibiendo esa perversa voluptuosidad acentuándose aun mas en su lasciva y albina figura. Ese doloroso placer que lo estaba llevando a arder entre las llamas del mismísimo infierno donde Asmadeus* lo estaría esperando.
Estaba al punto del éxtasis, con un brusco movimiento de caderas, sintió ese ardiente liquido en su mano, jadeando aun con el rostro de Mello en la mente.
No estaba satisfecho, aun necesitaba algo mas, el lacerante deseo de su interior aun no cesaba y no estaría complacido solo con el placer que se procuraba en solitario, necesitaba sentirlo a el, necesitaba que fuera el quien lo tocara.
Y aun mareado y avergonzado por lo que había vuelto hacer, comenzó a vestirse nuevamente. No se había dado cuenta que la puerta estaba ligeramente abierta y un brillo azul se colaba por la rendija.
Esa noche Mello, no podía dormir asi que decidió dar una vuelta, caminar para despejar un poco su mente de aquel beso que lo estaba torturando, cuando un audible gemido escapo de una puerta imperceptiblemente entreabierta.
Los colores subieron a su rostro, si ese beso lo había perturbado, la imagen que en ese momento estaba observando la tendría grabada a fuego hasta el día de su muerte. No pudo más que sentir una arrogante alegría al ver como el pequeño alvino, no era tan casto como se creía y su sonrisa se ensancho aun más al escuchar su nombre en aquellos labios y el calor se hizo presente en su cuerpo.
Near se había convertido en un lujurioso insaciable y quizás no era el único.
