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Entiéndeme... por AkasunaNoDeidara

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Masashi Kishimoto.   

Notas del capitulo:

¡Estoy en racha, eso es indiscutible!

Aunque con un día de retraso —espero sepas perdonarme— este fic está dedicado a MagdalenaCs —también conocida como Paola— por su cumpleaños. ¡Muchas felicidades!

Pensé que no lograría terminarlo a tiempo, como sucedió el año pasado, y, realmente, así a sido pero creí retardarme más.

Advertencias: AU (Universo alternativo) y quizás —espero que sea imperceptible— algo de OoC.

Sin más, espero que os guste y que sea de vuestro agrado.

En una centésima de segundo su estructurada y ordenara vida se vio inmersa en el caótico reino de la anarquía de pensamientos.

 

Una decisión tomada por alguien más sin detenerse a medir las consecuencias que a él le perjudicarían. Una muestra más del egoísmo que aquel ser manifestaba y que nunca reconocería.

 

Una frase compartida —y que desearía no haber escuchado jamás— que le hacía plantearse y cuestionar la solidez de muchas de las vigas que soportaban todo el peso de cada determinación tomada que los involucrara a ellos dos.  

 

Una frase que hacía diseccionar cada gesto o palabra procedente de él. Que le hacía rememorar las infinitas escenas vividas, pensar en las que aún quedaban por vivir o que quizás no se vivirían.

 

¡Todo por culpa de aquella frase que no tenía cavidad en aquella conversación, ni en aquella cafetería, ni en todo el universo!

 

El mando que controlaba su mente se había roto, quedando la tecla del play presionada y reproduciendo una y otra vez el momento fatídico en que sus muros se derrumbaron dejándolo expuesto.

 

Habían pasado quince minutos desde que ambos se encontraron en la cafetería de siempre a la hora de siempre. Quince minutos donde su rubio amigo había permanecido en un estado de mutismo que ni enfermo ni en sus últimos momentos adoptaría. Una prueba de que algo marchaba mal en aquella cabeza.

 

—Te preocupa algo —afirmó.

 

Los azulados ojos de su amigo abiertos por segundos y la sonrisa apenada que los acompañó después era una clara prueba de que no andaba en error. Tras tantos años acostumbrados a la presencia del contrario eran capaces de ver mucho más allá de cada mirada, vocablo o silencio. Una virtud —o maldición— que en incontables ocasión se transformaba en un arma de doble filo pues los secretos que más atesoraban sumergían a superficie.

 

—Yo... —vaciló el joven de azulada mirada— Llevo mucho tiempo pensando en algo, h'm —concluyó en un suspiro y aún dubitativo.

 

Con parsimonia el hombre de acaramelados ojos y fría mirada tomó un sorbo del amargo café que llenaba la pequeña taza frente a él. Aguardando a que el joven de rubia cabellera que permanecía al otro lado de la pequeña mesita de madera prosiguiera poniendo en común su desasosiego.

 

No pasaban por alto a aquellos ojos que todo lo veían —o todo lo creían ver— las temblorosas piernas que se movían al ritmo marcado por los inquietos pies. Era evidente e indesmentible que algo perturbaba a su amigo; algo que no se asemejaba a las banalidades que muchas veces confidente le contaba cuando el ocaso acontecía en aquel pequeño y acogedor local.

 

—Te escucho Deidara —pronunció en un intento por darle cuerda a su ahora reservado amigo.

—Ya lo sé, Sasori —volvió a suspirar—. Es sólo... —reclinó la cabeza hacía atrás parpadeando un par de veces los pequeños zafiros— Que es complicado, h'm.

 

No imaginaba cuan verdaderas eran aquellas palabras y de haberlo sabido seguro hubiera optado por desviar la contestación por caminos remotos que nunca llegaran a tocar dicho terreno culpable de esconder en su aparente llanura una poderosa bomba que solo de acariciarla estallaría.

 

—Entiendo —respondió cauteloso no deseando importunar a Deidara con preguntas o insistencia.

—No, no te haces una idea, h'm —rebatió enseguida echándose a reír de una forma que se debatía entre la gracia y la pena. O quizás un poco de ambas.

 

Tiempo atrás le hubiera reprendido por un comentario tan inoportuno que puniera en entredicho la seriedad del asunto puesto sobre la mesa. Mas gracias a las invalorables lecciones que este le había enseñado ahora comprendía que no eran más que una forma inexacta, un intento desesperado, por aliviar la situación cuando esta le asfixiaba.

 

 Así era Deidara. Y aunque no podía negar que en más de una —y dos, y tres...— ocasión le exasperaban sus simplezas había aprendido a convivir con ellas y, de alguna manera, a entenderlas.

 

Y no dejaba de resultarle gracioso, o curioso, como el joven rubio se había ido ganando poco a poco un lugar privilegiado en su vida hasta el punto de gozar de su escondida paciencia y benevolencia.

 

Era uno entre un millón, de aquello no había duda.

 

—Está bien, Deidara. No lo sé —dijo removiéndose con la mano la alborotada melena roja—. Sólo estaba tratando de decirte que puedes contar conmigo.  

—Gracias, h'm...

—No me las des —nuevamente mojó sus labios con el amargo líquido—. No era mi intención parecer cortés ni educado...

—Por eso mismo —reconoció mirando a través del gran ventanal y perdiéndose en la monotonía de la aburrida y grisácea ciudad.

 

Se mantuvieron callados durante unos minutos sin verse en la necesidad de decir nada. Tan solo disfrutando de la compañía brindada por el contrario que había pasado a formar parte de sus rutinas.

 

—Sasori, hay algo que me gustaría contarte... —habló finalmente el rubio sin alejar sus ojos de aquel cristal que grababa sus reflejos moverse— Pero no sé si debo, h'm...

 

El sonido de los pies picando contra la madera revelaron nuevamente a Sasori que la inquietud de Deidara no cesaba e iba en aumento.

 

—Deidara, me estás empezando a preocupar —dijo topándose con el reflejo de los azulados ojos que le observaban.

—No es nada por lo que tengas que preocuparte. O sí. O no sé, h'm... —con sus manos se tapó por unos segundos el rostro, confundido e inseguro. Bufó con resignación y descubrió su faz—. Sasori, ¿sabes qué?

 

Si sólo hubiera sabido entender las señales que le advertían de la brusca curva por la que iba a cruzar seguramente no hubiera apretado el acelerador con una pregunta que le hiciera descarrilar.

 

—¿Qué?

—Te quiero.  

 

Su cuerpo se tensó, sus rodillas golpearon sin querer la mesa de madera provocando que la taza sobre ella bailoteara. Su reacción tal vez fuera un tanto exagerada  en proporción a la frase escuchada pero se encontraba indefenso frente a ella y no capaz de asimilarla con normalidad.

 

Lejos de ser una muestra más de la afectividad que Deidara a veces le profesaba aquella frase representaba para él un turbulento mar que en vez de llevarlo a descubrir nuevas tierras le hundirían en lo profundo del océano.

 

Su conciencia, viéndose saturada, se desconectó y su mente empezó a repetir de forma incansable la conversación que le había conducido hasta ese punto muerto. Una y otra vez, ignorando todo lo que le envolvía.

 

—¿Sasori? —escuchó una voz llamándole y evocándolo al presente— Sabía que reaccionarías así, h'm —confesó apenado el causante de la abstracción del nombrado—. Ahora me siento todavía más ridículo —añadió en un intento por desahogar la situación.

 

Desorientado como si le acabaran de despertar de una pesadilla examinó el local en el que se encontraban tratando de reubicarse. Las palabras de Deidara ahora eran un eco sordo en sus oídos que no podía centrarse en nada.

 

Nunca se había sentido tan desamparado como hasta el momento. Todo era cuestionable, incluso sus propios pensamientos y acciones.

 

—Será mejor que me vaya, h'm —anunció el rubio creyéndose ignorado y haciendo ademán de levantarse.

 

Los ojos miel de Sasori se encontraron finalmente con los azules de Deidara, frenándolo e impidiéndole mover un solo pie fuera del local.

 

La interacción social nunca había sido su punto fuerte. En realidad, se le podían atribuir características propias de los misántropos pues, aunque no guardase rencor contra la humanidad, nunca había sido una persona propensa a relacionarse.

 

Hablar con tacto le parecía imposible siempre decía las cosas directas, sin ataviarlas ni adornarlas. Odiaba esperar y le gustaba ir al grano, no tenía paciencia y le desagradaba estar escuchando las quejas de los demás.

 

Salvo con Deidara, aunque no siempre hubiera sido así.

 

Por lo que, tomando como aval la amistad compartida con Deidara, abogó por la sinceridad pese a saber que podía condenarlo a una sentencia nada favorable.

 

—No lo entiendo... —reveló— ¿Qué esperas que conteste a eso?

—Sería estúpido si esperara que respondieses nada... —se río nerviosamente— Bueno, más estúpido, h'm.

—Sigo sin entenderlo...

—Ya somos dos —expresó el rubio—. Solo sé lo que siento, h'm...

—Deidara, yo... —pronunció con inseguridad y ambos supieron que aquello no iba a resultar agradable— Yo no puedo corresponderte.

 

Creyó ver los ojos de Deidara quebrantándose como un cristal y sintió un peso golpearle duramente en el estómago. Definitivamente esa imagen no le sentaba bien al Deidara alegre que él conocía.

 

—Lamento haberte hecho sentir incomodo, h'm —se apartó con una mano los finos hilos dorados que cubrían su cara.

—Descuida... —dijo sin pensar y al instante se arrepintió por tan mal escogida palabra.

 

El aire que cubría la sala fue densificando convirtiendo el ambiente en uno de asfixiante y agonizante. Sasori se sentía vistiendo con una camisa que le quedaba grande.

 

Removía la taza vacía intentando encontrar en ella las palabras adecuadas para una situación así, pero estas se resistían a aparecer. Quería decir algo, cualquier cosa para aliviar a su rubio amigo, mas su cuerpo se negaba a obedecer.

 

—Sasori, espero que sepas comprender y disculpar que ahora sienta la necesidad de marcharme, h'm... —comentó Deidara acaparando la atención de Sasori y despechando a la taza.

—Claro...

 

Sin intercambiar una sola palabra más Deidara alzó el brazo para llamar a la camarera y pedirle la cuenta. Esta, acostumbrada a ver a diario a aquel dúo, no demoró en aparecer con la cuenta y una de sus mejores sonrisas.

 

Sasori se dispuso a sacar la cartera de su pantalón pero Deidara, que ya la tenía preparada, se adelantó y con una mano le indicó detenerse.

 

—¡Ni hablar! Hoy invito yo, h'm —protestó Deidara con fingida naturalidad.

 

Con desconcierto por el brutal cambio de actitud Sasori guardó la billetera sin apartar sus ojos de Deidara. Tratando de encontrar el fallo en la oración, el engaño en el truco.

 

Lentamente —pero con prisas— ambos se levantaron de la mesa y se dispusieron hacia la salida. No sin antes despedirse en baja voz de los empleados de aquel pequeño local.

 

Una vez fuera el helado aire de las calles les golpearon los rostros, aunque no pudieran sentirlo por lo fríos que les había dejado aquella conversación. Se quedaron parados unos instantes frente a la metálica puerta, incómodos y sin saber qué decirse.

 

—Me voy ya. Nos vemos, Sasori —pronunció Deidara levantando vagamente la mano a modo de despedida y dando media vuelta para dirigirse a su hogar.

 

Sasori se quedó observándolo alejarse sin articular palabra alguna, no porque no quisiera... Sino porque no sabía. Algo le parecía extraño, había un pequeño fallo que hacía desentonar aquella habitual escena. Pero, ¿el qué? ¿Qué era?

 

—¿Va a cambiar algo? —preguntó alzando la voz.

 

Los pasos del rubio se detuvieron parando el corazón de Sasori, algo incierto avivaba su preocupación y él no era una persona fácil de alarmar.

 

Con una sonrisa, que se delataba como falsa, Deidara volteó el rostro y contestó.

 

—No...

 

Y acto seguido, borrando de su rostro la sonrisa aparecida, retomó su camino, dejando a Sasori con la latente inquietud.

 

Y lo supo. Lo presintió al ver aquel falso gesto adornando su rostro. Y  lo corroboró al verlo andar. Ya nada volvería a ser igual...

Notas finales:

Se me antojo escribir algo así; romántico pero sin llegar a cuajar del todo.

La verdad es que lo escribí en, lo que para mí es, tiempo record. Sólo por eso ya me siento feliz.

No sé si alguien habrá reparado en que el shot no está puesto como finalizado... Eso es por que no sé si convertirlo en un "two-shot" y darle una pequeña continuación. Me siento muy tentada, la verdad.

Pero en fin. Una vez más, felicidades Paola. Espero que lo pasaras bien.

Y a los demás, gracias por leer (:

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